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Capítulo 38

No se lo esperaba, pero tampoco se resistió. Por primera vez en su vida estaba recibiendo un beso que quería recibir. No tenía idea de cómo responderle así que se quedó quieta.

Cuando se separaron, él la miró expectante. Esperaba que le recriminara, pero ella solo unió sus labios y desvió la mirada.

—Perdóname... —se apuró a decirle—. No sé qué me pasó...

—Chicos... —Nelson entró—. El camión está a punto de irse...

—Sí... —dio unos pasos hacia atrás sin dejar de verlo y se fue.

—¿Pasa algo? —preguntó Nelson al verle la expresión.

—La besé... —lo miró preocupado.

—Ah, bueno —rió—. Esas cosas pasan...

—Le dije que no nos casaremos...

Lo miró con sorpresa.

—Pero no dijo nada. Hasta pareciera que... no —sonrió—. No puede ser... Estoy loco.

—¿Por qué lo duda? —pronunció aquellas palabras consciente de que, su hijo estaba perdidamente enamorado de ella.

—Porque no soy la clase de hombre con quien ella merezca estar.

—¿Y qué clase de hombre es? —lo miró con el ceño fruncido—. ¿A caso no es uno que ya ha sido lavado por la sangre de Cristo? Déjeme decirle que usted, es igual de digno que cualquier otro hombre...


—Elisa... —la llamó Karla—. ¿Estás bien?

La pelirroja la miró y luego volvió a enfocar su mirada en la nada. No estaba bien. No después de lo que había pasado. Estaba confundida, dolida, desesperada...

—¿Tiene que ver con Aarón?

¿Cómo es que lo sabía?, ¿los había mirado?

—Discúlpame... —unió sus labios en una línea—. No quiero ser entrometida, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea.

—No eres entrometida, Karla —la tomó de la mano—. Gracias... —sonrió—. Solo te pido que ores por mí.

—Claro, amiga. Dalo por hecho.


El camión estacionó frente al templo y todos los jóvenes se despidieron.

—Programando viaje con destino a... —Mateo picoteó algunos botones del tablero de su auto—. ¡Listo! Vámonos... —logró sacarle una sonrisa a ambas chicas—. ¿Todo bien? —dijo viendo a la pelirroja.

—Todo bien —sonrió ella.

Mateo aparcó frente a la casa, se bajó y le abrió la puerta, luego fue a la cajuela por sus cosas. Se sentía como nunca. Pleno, renovado, en paz. Por fin podía respirar con la satisfacción de saber que, todo estaba bajo el control y cuidado de alguien mucho más grande.

—Fue lo mejor que me ha pasado... —la miró sonriendo. Estaban frente a la puerta de la casa de Elisa—. Gracias por invitarme.

—Me alegro tanto por ti y por todos. Dios hizo cosas extraordinarias.

La tomó de las manos sin avisar.

—Perdóname... —la miró directo a los ojos—. Perdóname por todas esas veces que, te puse en una situación incómoda... cada vez que te asustaste o enojaste por mi culpa...

—Desde siempre perdonado —sonrió.

—Elisa... —relamió sus labios—. Quiero que sepas que ya no te voy a presionar más. No vendré a visitarte, ni iré a cada actividad de la iglesia como una regla... Te visitaré si así lo quieres e iré a la iglesia porque yo quiero —bajó la mirada y suspiró, luego la volvió a mirar—. Sinceramente quiero que seamos amigos. Y si en algún futuro algo se llega a dar, estaré más que feliz.

Elisa sonrió satisfecha de escuchar aquellas palabras. Estaba complacida de saber que, Mateo había sido tan impactado por Dios, que ahora lo buscaría no por ella, sino porque de verdad quería hacerlo.

—Buenas noches, Mateo.
—Buenas noches —se acercó y le dio un beso en la mejilla—. ¿Pasó por ti mañana?

Ella asintió.


Su madre e Issac la estaban esperando en la sala. El pequeño corrió a abrazarla y Fátima también se unió.

—¿Cómo te fue? —le preguntó su madre con el mismo tono agradable de siempre.

Se sorprendió un poco al oírla hablar de aquella manera. Pero su corazón se alegró al saber que, todo estaba bien y la abrazó con todas sus fuerzas.

Esa noche también fue larga para ellas, pues le contó de todas las maravillas que Dios había hecho en el campamento. También le dijo específicamente lo que pasó con Aarón (omitiendo lo del beso) y como es que al final, él le dijo que ya no habría boda.

Fátima se alegró tanto por cada cosa que escuchó y mucho más por saber que su hija ya no estaba comprometida. Dios había escuchado sus desesperadas oraciones. Pero le fue imposible no notar que, Elisa no estaba feliz del todo.

«¿Qué le pasa?» pensó preocupada «Será posible que...»

—¿Sucede algo?

La joven la miró como quien se siente descubierto. Bajó el rostro y negó con la cabeza.

—Amor... —le puso una mano en el hombro—. Sé que no soy la mejor madre. Me falta tanto por aprender... Lo único que sé con certeza es que, te amo y si tú eres feliz entonces yo también lo soy.

Elisa levantó la mirada y se dio cuenta de que, podía confiar en ella y abrirle su corazón. Desde hacía ya muchos años la consideraba su mejor amiga, su confidente, su consejera, su doctora, su heroína...

—Mamá... Te amo —la abrazó—. Te amo tanto. Para mí eres la mejor madre del mundo... —se separó y limpió las lágrimas que comenzaron a correr por el rostro de su madre—. Como mujer eres una gran inspiración. Te admiro demasiado... —sonrió—. Y no te culpo por nada. Entiendo tu preocupación por mi bienestar y te aseguro que no voy a defraudarte.

Fátima la abrazó.

—Eres mi princesa, mi muñequita... —sorbió la nariz—. Todavía recuerdo cuando te vi por primera vez. Cuando comenzaste a caminar y decías tantas ocurrencias... —se rió. Se separaron y tomó de la mejilla—. Ahora eres toda una mujer. Estoy segura de que tu padre estaría muy orgulloso de ti.

La pelirroja también comenzó a llorar.

—Gracias, mamá...  En el campamento entendí el valor tan importante que, como mujer tengo delante de los ojos de Dios. También aprendí a ver el noviazgo y el matrimonio desde una perspectiva mucho más profunda... —puso una mano en su pecho—. Así que, aunque mi corazón salta por tomar decisiones apresuradas... sé que no es el momento de tomar ninguna.

—En el campamento... —paseo los ojos y luego la enfocó—. ¿Cambió tu manera de ver a ese muchacho?

Sonrió avergonzada y bajó el rostro.

—Sí. No voy a mentirte... Justo ahora siento muchas cosas dentro de mí... —movió las manos explicando lo que decía—. Pero no me quiero apresurar... No quiero aprovecharme de la etapa en la que Aarón ha entrado. Sé que lo que más necesita ahora es afianzar su fe, conocer más a Dios... —mordió su labio—. Tal vez esto que siento es solo cariño, agradecimiento...

—Sí, amor. Tal vez sea eso... Además, presenciar el milagro tan maravillo que Dios hizo en él, puede estar influyendo.

—Pero verás que curioso... —se acomodó en el sillón con las piernas en mariposa—. Cuando llegó al campamento, o sea cuando aún no podía ver, lo miré hablando muy sonriente con otras chicas y sentí algo extraño. Así como...

—Celos —afirmó su madre.

—Bueno, ahora que lo pienso, sí. Creo que fueron celos... —se rió—. No sé... estaba tan acostumbrada a que me dijeran que, yo era la única chica con la que él se atrevía a hablar, a salir... tú sabes, a portarse mejor... que la verdad, sí, me puse celosa. —volvió a reírse—. Pero después de que ya había recibido el milagro, me pasó lo mismo.

>>Estaba tan feliz por él. Pero me molestó que las jovencitas anduvieran revoloteando a su alrededor... En cierta manera —sonrió con desgano—, me estaba tomando muy en serio el papel de que sería su esposa... —bajó el rostro e hizo un mohín con los labios—. Pero cuando me dijo que ya no tenía que casarme con él, admito que me sentí triste...

>>En mi cabeza, ya me estaba formando toda la idea de que nos casaríamos, que me esforzaría por ser una buena esposa, amarlo, conquistarlo, respetarlo... No me iba a divorciar de él —miró a su madre esperando que le reprochara.

—¿Y qué más te dijo? —pero Fátima no lo hizo.

—Me dijo que entendía que, yo acepté ser su esposa solo por ayudarlo. ¿Te acuerdas que te conté que su tío fue tan grosero que, no pude aguantar y salté a decir lo que dije?

Fátima asintió.

—Pues eso... me dijo que entendía que, lo hice porque miré que su familia lo trató como un inútil —tragó saliva—. Entonces... —volvió a morderse el labio y desvió la mirada— me acerqué y le dije que no era ningún inútil... —bajó la cabeza— y me besó...

Elisa levantó la cabeza asombrada de que, su madre no estuviera con los pelos de punta. ¡Le estaba diciendo que se besó con un hombre!

—Cuando lo hizo, sentí algo tan especial... —se puso las dos manos cerradas en el pecho—. Tan puro, tan esperado. No sé cómo decirlo...

La mujer parpadeó varias veces asimilando lo que su hija le decía y para su sorpresa, no se sintió enojada. Estaba más que consciente de que Elisa ya no era una niña y que tarde o temprano tendrían que hablar sobre el tema. Lo único que quería es que ella estuviera bien y que, las decisiones que tomara la llevaran a ser realmente feliz.

—Pues oremos —sonrió—. Si él es el chico que Dios aprueba para que sea tu esposo... —le tomó las manos—. No te preocupes, todo se irá dando.

—Pero ¿cómo lo voy a ver de ahora en adelante?

—Como lo que es. Tu paciente y ahora tu hermano... También sería buena idea que fueran amigos.

Y la idea le pareció excelente. Primero debían ser amigos...

*******

Bianca no podía creerlo. Frente a ella Aarón, mirándola fijamente a los ojos.

—¿Cómo es que...? pero... —se acercó y tomó el rostro del joven entre manos— No puedo creerlo... —miró a Nelson—. ¡De verdad Dios es real!

Aarón tomó sus manos y depositó un tierno beso en cada una.

—Es real... —le respondió Nelson sonriendo.

—Perdóname, Bianca... Perdóname por todo el tiempo que te hice sufrir... por no valorar tus cuidados... por...

—No, mi niño —le acarició el rostro—. No... Siempre lo hice con todo mi amor. Y ahora que te miro así, creo que puedo morirme feliz...

—No digas eso, Bianca. No soportaría perderte —apretó sus manos—. Has sido como una madre para mí...—sonrió en medio de las lágrimas—. A demás, todavía tienes que escuchar que mis hijos te llamen abuela.

La anciana se echó a llorar con más fuerza. Las palabras de Aarón, la llenaron de una enorme dicha y felicidad.

—Mientras sea con Elisa, puedo quedarme a ver todos los nietos que quieras darme... —rió.

El rostro de Aarón perdió la sonrisa.

—¿Pasa algo? —le dijo al notar su expresión.

—No habrá boda...

—¡Perfecto! —la voz de Estela se dejó escuchar. Caminó hacia su hijo con los ojos enrojecidos. Lo había escuchado todo—. Entonces hablaré con Ashley —dijo sonriendo—. Cuando sepa que ya puedes ver, seguramente aceptará el compromiso de nuevo. Igual y ya no falta mucho para que camines, así que será más fácil.

Le consternó ver como su madre seguía pensando en casarlo, en lugar de estar feliz porque ahora podía ver. Pero la entendió, ella no tenía lo que él ahora poseía.

—Siento decepcionarte —la miró con firmeza—. Pero no voy a casarme con Ashley...  

Estela tragó saliva y lo miró enfurecida. No se iba a dar por vencida.


Notita: Muchas gracias por leer ❤

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