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Capítulo 36

El pelinegro se sorprendió al sentir el toque de la mano de Saúl. "¿Quieres ser sano?" le escuchó decir y todo su ser comenzó a temblar.

—No tengas miedo... —hizo el micrófono a un lado—. Eso que estás sintiendo es la presencia del Señor que, le ha placido venir a visitarte —sonrió.

Tragó en seco. Nunca en su vida había sentido tanto temor.

—Te voy a decir algo... —se encuclilló junto a él— pero no es para avergonzarte, sino para que entiendas por qué te pasó. Hoy sentiste tanta culpabilidad y condenación que, pensaste que ibas a morir...

Aarón lanzó un gemido y sus ojos se cristalizaron. Saúl se acercó a su oído:

—Dios dice que te perdona, si te arrepientes por lo que hiciste...

El joven comenzó a sollozar, primero despacio, luego más fuerte.

Elisa que miraba de lejos y se acercó.

—Papá dice que la deuda está saldada... —sonrió—. Cristo murió también por eso... Ya no te aflijas, él está bien.

Al escuchar esas palabras, Aarón comenzó a llorar como nunca lo había hecho, lanzando gritos de impotencia y dolor. Ese dolor que únicamente la persona que ha perdido a alguien puede entender.

Años atrás, Aarón se había metido con Serena y producto de ello surgió un bebé. Un bebé que él rechazó rotundamente, pues se encontraba en un momento de su vida en el que, igual le daba meterse con una o con otra mujer y para nada quería la responsabilidad de un hijo. Entonces la obligó a abortar.

Con el tiempo, la culpabilidad de aquella muerte inocente y el peso de muchas otras cosas, lo perseguía y le carcomía el alma. Pero esa noche, Jesús se había tomado el tiempo de ir a buscarlo y decirle que lo perdonaba.

Saúl se puso de pie y poniendo la mano en sobre cabeza, oró por él.

—Gracias Padre... Gracias por tu misericordia... Gracias por enviar a Jesús para morir por nosotros. Gracias Jesús por venir aquí esta noche y entrar en el corazón de este joven... —también comenzó a llorar—. Porque, aunque no seamos dignos, tu sangre nos hace dignos.

>>Porque, aunque seamos la peor porquería, tu toque nos limpia. Gracias Señor... Gracias Espíritu Santo... —sorbió la nariz—. Te pido que tomes la vida de este joven y la moldees a tu parecer... ¡Oh, Santo Dios! —lloró con más fuerzas. Abrió sus ojos y le dijo—: Tu clamor ha subido delante del trono de Dios... Y por segunda vez te pregunta... ¿Quieres ser sano?

En medio del llanto Aarón asintió, asintió seguro de lo que aquella pregunta significaba.
El pastor puso sus manos temblorosas sobre los ojos del joven. El poder de Dios en él era abrumador.

—¡Glorifícate Padre, en el nombre de tu hijo Jesucristo!

Cuando separó las manos, Aarón abrió los ojos lentamente y soltó un gemido indecible. Podía ver.

Miró para todos lados incrédulo de lo que estaba pasando y todavía aturdido se incorporó un poco pestañeando innumerables veces.

—Puedo... —dijo apenas—. Puedo... —tragó saliva—. Puedo ver... ¡Puedo ver! —sonrió llorando—. ¡Puedo ver!

—¡PUEDE VEEEERRR! —gritó Saúl.

—¡PUEDE VER! —gritó Nelson levantando las manos hacia el cielo.

Pronto los demás empezaron a decir lo mismo en cadena.

—¡Puede veeeeerrr!

—¡Puede veeerr!

—¡PUEDE VER!

—¡PUEDO VER!

Hasta que todo el auditorio se enteró e hicieron gran alboroto. Saúl tomó la silla de ruedas y corrió para el frente. Todavía algunos jóvenes se encontraban postrados, siendo ministrados por otros servidores.

—¡HOY EL PODER DE DIOS NOS HA VISITADO! —dijo con euforia Saúl—. ¡TRAYENDO NO SOLO SANIDADES DEL ALMA, SINO TAMBIÉN FÍSICAS!

Los aplausos y gritos de adoración inundaron el lugar.

—¡NO TENEMOS CON QUÉ AGRADECER TANTO! ¡LO ÚNICO QUE PODEMOS HACER ES ALABARLO! —comenzó a brincar—. ¡ALÁBALO! ¡ALÁBALO!

La música cambió por una más rápida. Saúl tomó la silla de ruedas y comenzó a correr alrededor del espacio. Pronto más jóvenes se unieron. Corrían saltando y danzando, dando voces de alegría y adoración.

Aquella noche, el Espíritu Santo se derramó de una manera poderosa sobre cada vida que se encontraba en ese lugar. Mateo también fue libre y todos los espíritus que lo atormentaban fueron echados fuera por Jesucristo y recibió consolación.

Karla vivió algo muy especial. Por fin se sintió totalmente limpia y segura en los brazos de papá. Perdonó de corazón a todos los que tenía que perdonar... Principalmente a ella misma.

Melissa fue quebrantada a tal nivel que, sintió tanta vergüenza por la ropa que traía puesta que, rápido buscó un suéter y se cubrió. Reconoció todos sus errores y le pidió perdón a Dios.

Más adelante se dieron cuenta de que hubo más sanidades físicas, aparte de la de Aarón. Así que, ya se imaginarán, aquella reunión se extendió por muchas horas más.

Los contempló de lejos llena de gozo indecible. No podía creerlo. Sus oraciones estaban siendo contestadas. Levantó los ojos al cielo y agradeció a Dios por todo lo que estaba haciendo en las vidas de Mateo, Melissa, Karla y Aarón.

La pelirroja se acercó a su amiga Melissa y se fundieron en un fuerte abrazo.

—Amiga... —dijo la castaña casi sin poder hablar—. Perdóname por todo el tiempo que...

—Claro... Te perdono...

Luego fue con Karla, que aún seguía postrada y la abrazó.

—Te amo amiga...

La rubia se incorporó y también la abrazó.

—Yo también... —dijo entre lágrimas.

Cuando se separaron Elisa buscó a Mateo. El castaño ya la estaba mirando y la contemplaba con una sonrisa en los labios. Los dos se acercaron y se abrazaron.

—¿Ahora entiendes de qué se trata? —le dijo sonriendo.

Mateo asintió rompiendo en llanto.

—Es real... él es real.

Se separaron y se miraron por un momento, envueltos en lágrimas y emoción. Elisa sonrió y él también lo hizo.

Sara tomó el micrófono.

—¡Gloria a Dios! ¿¡Cuántos pueden decir eso conmigo!?

La respuesta fue enorme.

—Ha sido una noche espectacular, maravillosa... Pero como todavía no llegamos al cielo y aún tenemos cuerpos mortales, tenemos que irnos a descansar...

Se escuchó un murmullo general de decepción. Nadie quería irse a dormir.

—Ya sé, ya sé... —sonrió—. Pero mañana vamos a continuar y les aseguro que se pondrá mejor. Las cosas con Dios siempre se ponen mejor. Démosle un fuerte aplauso al Señor y después de eso, volvamos a nuestras tiendas.

El aplauso se prolongaba y se prolongaba, así que Sara volvió a tomar el micrófono.

—Ya chicos... Vayan a descansar.

A regañadientes cada quien comenzó a ir a sus tiendas.


Elisa buscó a Aarón y lo alcanzó antes de que entrara al campamento de los hombres.

—Aarón...

Nelson se detuvo y sonrió.

A decir verdad, por toda la euforia vivida y no por otra cosa, Aarón no había pensado en Elisa. Pero ahora ella estaba ahí, justo detrás de él. Se puso demasiado nervioso, sería la primera vez que la vería.

La pelirroja se aproximó y se paró frente a él con una gran sonrisa.

—Estoy tan feliz por ti... —sus ojos se cristalizaron. Se acercó y lo abrazó.

El corazón casi se le detiene. Fue incapaz de decir nada.

—Toda mi vida recordaré este día, como uno de los mejores... —se separó y sonrió—. Qué descansen... —se fue.

—Es... hermosa... —pronunció al fin.



Eran las 8 de la mañana y los organizadores decidieron darles a los chicos una hora más de descanso, ya que, había sido una noche/madrugada muy intensa.

—Ahora entiendo las palabras que dijiste ayer... —Elisa le dio un sorbo a su café.

—¿Cuáles? —le preguntó Saúl—. Dije muchas... —se rió.

Todo el equipo también se rió.

—En la tienda de Aarón. Cuando dijiste que todo estaba listo, que ese era el día...

—Aaahhh... Con el chico que no conoces... —la miró insinuante.

Elisa comenzó a toser escupiendo el café que se acababa de tomar.

—Déjala en paz... —dijo Sara acercándose con un trapo.

—Yo no fui el que comenzó... —se defendió.

—Fue maravilloso todo lo que vivimos ayer... —dijo Ramsés con la mirada perdida en la nada—. Creo que esto es el inicio de algo mucho más grande que, Dios hará con nuestra ciudad.

—Coincido contigo —respondió Sara—. Espero que todos estos jóvenes conserven la semilla que han recibido y vayan y la siembren en otros corazones.

—Sí... —Saúl la abrazó y besó su mejilla—. Ya nos vamos, Iremos a alistar lo que falta.

Ramsés y otros chicos se pusieron de pie y lo siguieron

*******

—Oye...

—¿Mm? —Respondió Karla.

—¿Tendrás una blusa decente que me prestes? —Melissa sonrió mostrando su ropa—. No tengo ninguna...

—Sí. Déjame ver... —buscó en su maleta, sacó una y se la dio—. ¿Te gusta esta?

—Créeme. Cualquiera es mejor.

Ambas rieron.

—¿Viste lo guapo que es Ramsés? —dijo Melissa terminando de pintarse los labios.

Karla fue tomada por sorpresa con la pregunta. ¡Claro que lo había visto!

—Eh...

—Rápido, fuerte. valiente y talentoso... Actúa muy bien, eh...—miró a su nueva amiga.

—Pues...

—Ya, no te hagas. Los caché varias veces mirándose...

Karla se sonrojó.

—No creo que, él me mirara...

—¿Me estás diciendo mentirosa? —se llevó una mano al pecho, dramática—. Mira que anoche me arrepentí de todos mis pecados...

—No. Bueno, es que... esto es nuevo para mí...

—¡Arriba chicas! —Elisa entró en la tienda—. Ah, ya se despertaron. Qué bueno porque el desayuno está listo.

—Me muero de hambre... —Melissa se tocó el estómago.

—Bueno, entonces nos vemos allá. Iré a despertar a las demás.

*******

—¿No tengo otra cosa? —le preguntó a Nelson—. ¿Por qué Bianca puso esta ropa en mi maleta? —se miró frente al espejo y se detuvo en su cicatriz—. ¿Tú qué piensas?

—Pienso que, se ve muy bien.


Para desayunar pusieron varias mesas largas y los jóvenes se ubicaron donde quisieron. Como ya se sentían con más confianza, platicaban con libertad y hacían nuevos amigos. En especial la mesa dónde se sentó Aarón, estaba llena y principalmente de mujeres.

De cuando en cuando Elisa miraba hacia allá. Las chicas que lo rodeaban estaban casi encima de él y a Aarón parecía no molestarle. De pronto sintió una emoción incómoda, una que no podía descifrar o que no quería aceptar, porque, claramente estaba molestaba. El pelinegro la miró y ella desvió la mirada.

<<Espero que no me haya visto>> pensó avergonzada.

Aarón sonrió al darse cuenta de que ella lo miraba. Luego siguió conversando con los chicos y chicas de su mesa.

—¡Gracias Dios! —dijo Saúl estirando los brazos—. Vamo' a darle... —bromeó y se puso de pie—. Los caballeros vámonos con Ramsés y las señoritas con mi esposa —frotó sus manos sonriendo—. ¡Ay, ay, ay! Vamos a hablar de noviazgo y matrimonio... —se rió.

Al escuchar aquello, tanto Aarón como Mateo miraron a Elisa. Ella lo sabía y  enderezó la espalda ante sus clavadas miradas. Y como si no se diera cuenta, se puso a terminar su desayuno.


Notita: Papá dice que la deuda está saldada... Ya no te aflijas.


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