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Capítulo 27

Todo su cuerpo temblaba, al igual que su alma. Se pegó más al barandal y se recargó para dejarse caer, cuando escuchó que gritaron su nombre...  Al instante se incorporó y perdiendo la fuerza cayó al piso.

Nadie se acercó y no volvió a escuchar nada. Pensó que tal vez estaba alucinando. Intentó levantarse, pero no pudo.

*******

—Vete, Elisa... déjame en paz —se arrinconó en una esquina de su habitación.

—No me voy a ir.

—¿Qué es lo que quieres? —la miró retadora—. ¿Me vas a lanzar un sermón?, ¿vas a decirme lo pecadora que soy?

—No. Porque no eres más pecadora que yo.

Karla relajó el gesto.

—¿Qué quieres decir?

—Que yo soy tan pecadora como tú. Ni más ni menos —se acercó lentamente—. El pecado Karla, no tiene niveles. Es todo aquello que desagrada a Dios y nos aparta de él.

—¿Y por qué le desagrada esto? —volvió a ponerse a la defensiva—. No le hago daño a nadie.

—Sí, te lo haces a ti misma... —se detuvo a unos pasos de ella—. Porque por más que digas que lo disfrutas, al final siempre te sientes vacía, sucia...

—Y tú ¿cómo sabes eso?

—Porque también me pasó.

La joven miró a Elisa con cara de estupefacción, no podía creer lo que escuchaba.

—Cuando era una pequeña niña inocente, aproximadamente de 5 años, otra niña un poco más grande que yo, se encargó de robarme la inocencia —tragó saliva y desvió la mirada—. Ella me enseñó a tocar mi cuerpo para conseguir placer. ¿Puedes creerlo? Una niña de 5 años teniendo un orgasmo...

>>Se sentía tan bien, hasta que un día fui descubierta por mí madre y entonces me di cuenta de que lo que hacía estaba mal. Ahora sé que el sexo no es malo y que es un regalo de Dios para los matrimonios, pero a la corta edad que tenía en ese entonces, no era correcto que yo experimentará ese tipo de sensaciones.

>>Sabía que no debía, pero ya no podía parar. Necesitaba sentir esa satisfacción... era mi recompensa cada vez que me sentía sola, enojada, triste, asustada... Porque déjame decirte que, si alguien sufrió acoso escolar, fui yo. Mis compañeros se burlaban de mí porque tenía sobre peso y no era muy buena en la escuela.

>>El tiempo pasó y yo seguía haciéndolo... —bajó la mirada—. De alguna manera también, siempre tuve la suerte para que algunos hombres se aprovecharan de mí y sin que mis padres se dieran cuenta, me tocaban... —la volvió a mirar—. Crecí y entré a la secundaria. Entonces me di cuenta de que sentía una atracción diferente hacia las mujeres; sabía que tampoco estaba bien, pero me gustaba.

Karla se deslizó por la pared y se sentó en el piso, mientras seguía anonadada escuchando a la pelirroja. Elisa también se sentó.

—Después mi padre murió y nos pasó de todo. Perdimos absolutamente todas nuestras cosas, excepto la ropa que teníamos puesta —unió sus labios en una línea—. En el lugar en el que nos refugiamos, una persona evangelizó a mi madre y comenzamos a ir a una iglesia cristiana. Ahí aprendí muchas cosas —sonrió—, entre ellas que Dios me amaba y no me rechazaba por absolutamente nada de lo que había hecho. Entendí que no solo soy su creación, si no que me ha dado el privilegio de ser su hija y llamarle Padre.

>>Y nunca más volví a ser "la gorda", "la vaca", "la tonta", "la burra", ahora tenía una identidad. Dios me la había dado. Karla... —tomó su mano—. Eres hermosa tal cual eres, tienes un diseño especial y perfecto, no eres mujer por casualidad. A Dios le plació hacerte en el vientre de tu madre...

Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de la joven rubia.

—Y él tiene grandes planes para ti. No eres un error, ni ningún accidente.

Elisa guardó silencio, mientras la chica se desahogaba.

—Un día... —dijo Karla entre el llanto—, mis padres me dejaron cuidando con un tío... Cuando se fueron, me dijo que jugara con él al doctor... al principio me emocioné, pensaba que de verdad íbamos a jugar —sorbió la nariz—. Me dijo que me quitara la ropa porque me iba a revisar y luego él también se empezó a quitar la suya... —apretó los ojos—. Comenzó a tocarme y me hizo que yo lo tocara a él... Cuando me lastimó quise escapar, pero era más fuerte que yo... —lloró con más fuerza—. No pude escapar...

Elisa apretó su mano.

—Por miedo, nunca le dije nada a mis padres y él siguió haciéndolo. Siempre encontraba la manera... No sabía qué hacer, tenía un diario y ahí comencé a escribir todo. Siempre tenía mucho cuidado de que nadie lo leyera, pero un día, lo olvidé en alguna parte y mi madre lo encontró.

>>En vez de entenderme, ella me regañó. Me dijo que si porque no le había dicho... No le contó nada a mi padre. Y un día cuando estaba jugando en casa de una amiga, fue a recogerme y él estaba con ella. ¡Tuve tanto miedo! Se me paralizó el corazón.

>>El comenzó a decirme frente a mi madre que, si cuándo me había hecho eso, que él me quería mucho, que era su sobrina consentida. Al fin de cuentas mi madre no hizo nada, ni siquiera denunció a la policía, dando la estúpida justificación de que "estaba enfermo de diabetes". Después me enteré de que él no era mi tío de verdad, sino que era un amigo de la familia y amante de mi madre.

>>Crecí con un desprecio hacia los hombres. Me irritaba cada vez que uno decía que yo le gustaba... Un día, siendo también una estudiante de secundaria, una amiga me invitó a una fiesta y ahí conocía a una mujer mucho mayor que yo, pero que me trato muy bien. Poco a poco comenzó a ganarse mi confianza y terminamos siendo amantes.

>>Al principio todo iba bien, pero después comenzamos a tener problemas por... por cosas que no te contaré... —bajó la mirada—. Terminamos y desde entonces he tenido muchas parejas. Pero para serte sincera... siempre término sintiéndome incompleta. Por más orgasmos que pueda tener en una sola noche, nunca logro satisfacer el vacío que tengo aquí... —se pegó con el puño en el pecho.

Elisa puso sus labios en una línea y asintió llorando.

—Así es, Karla. Y jamás podrás llenarlo... Ese vacío que cada ser humano tiene, no lo puede llenar ningún placer terrenal: las drogas, el alcohol, el sexo, la pornografía, la masturbación, la comida, los videojuegos, el dinero... y la lista sigue. El vacío que tenemos es del tamaño de Dios y solo él puede llenarlo. Y cuando él llena, Karla, entonces nunca más vuelves a sentirte vacía.

La Rubia la miró con añoranza.

—¿Y cómo puedo hacer para tenerlo...?

Elisa sonrió al escuchar aquella pregunta.

—Es muy fácil. Solo tienes que arrepentirte de todo lo malo que hayas hecho. Tienes que pedirle a Papá Dios que te perdone por medio de su hijo Jesucristo.

—Pero ¿cómo...?

—¿Quieres que te ayude?

Karla asintió, estaba desesperada por deshacerse de toda aquella miseria que no había hecho más que arruinarle la existencia...

—Repite conmigo: Dios todo poderoso. Hoy me presento delante de ti, reconociendo mis faltas. Sé que no soy una buena persona y te necesito para que me limpies y me rescates de esta vida de perdición. Me arrepiento de todos los pecados que he cometido y te pido que me perdones, por medio de la sangre que tu hijo Jesús derramó en la cruz por mí. También, te entrego a cada persona que me ha hecho daño...

Karla la miró no muy convencida.

—Es importante que perdones a todos aquellos que te dañaron. Así como el Padre acaba de perdonar cada una de tus faltas. Si no lo sueltas, no serás libre de verdad... Al principio puede que no sientas nada, pero perdonar es una decisión y los sentimientos vienen después.

Karla asintió y volvió a cerrar los ojos. Entonces, Elisa continuó.

—Pongo en tus manos a cada persona que me ha dañado y los perdono. Sana mi corazón, Señor. Lléname de tu hermosa presencia y enséñame realmente quién eres y cómo quieres que viva de ahora en adelante. En el nombre de Jesús, amén.

Karla terminó de repetir la oración y sintió una paz inexplicable. Por fin era libre, por fin podría empezar a disfrutar de la vida que tanto había anhelado, esa que Dios había planeado para ella.

*******

Se limpió las manos por enésima vez y comenzó a verter el puré de fresa y las chispas de chocolate a la mezcla. Se volvió a limpiar las manos y pasó la mezcla al recipiente para congelar.

—¡Pero cuanto movimiento! —dijo su madre entrando en la cocina—. ¿Y ahora qué haces?

—Estoy haciendo el gelato especial de la familia —respondió Mateo.

—Lo sé, solo que me encanta que me lo digas... —se acercó y lo besó—. Déjame adivinar, ¿es para Elisa?

—Sí y no —metió el recipiente en al refrigerador.

Su madre lo miró extrañada.

—¿Cómo así?

—Estoy haciendo una prueba para elegir cuál será el postre que daremos en la conferencia de la OMD. Quedé de llevarlo mañana para que lo degusten.

—Pues no dudo que el tuyo ganará. Nadie puede resistirse a un gelato.

—Eso espero, mamma.

*******

Abrió la puerta de la habitación de Aarón y entró. Dio una voltereta en medio de la sala y se puso a tararear una melodía.

Se le hizo raro no mirar a Aarón por ninguna parte. Advirtió el ventanal abierto y se acercó para cerrarlo.

—¡Aarón! —gritó al mirarlo desplomado en el piso. Rápidamente se arrodilló junto a él, le tomó el rostro y comenzó a darle palmaditas—. Aarón... —le tomó el pulso—. Aarón, reacciona... —le volvió a dar palmaditas en el rostro.

Aarón apretó los ojos haciendo muecas de fastidio.

—Aarón... —lo ayudó a incorporarse—. ¿Estás bien?, ¿qué fue lo que pasó?, ¿te desmayaste?

Carraspeó incómodo.

—Ven, vamos a pararte.

—Suel-tta-meee... —balbuceó a penas.

Le llegó el tufo de su aliento y se hizo hacia atrás.

—¿Cuánto bebiste...?

—Lo... sufisss-cienntee parraa olvidaaarr... —eructó.

Lo observó descompuesta. ¿Qué iba a hacer?

—Vamos adentro, se está poniendo muy fresco y te puedes enfermar.

Lo tomó con fuerza, pero apenas logró levantarlo un poco, él se resbaló provocando que ella cayera sobre él. Se quedaron quietos por unos segundos hasta que Aarón comenzó a reír.

—Ereess... traviesa... —hipeo, luego volvió a reírse—, ¿ttanto te usto...?, ¿quieghres un beso...? —levantó la cabeza y lanzó un beso.

Elisa logró esquivarlo a tiempo y cuando intentó bajarse, Aarón se abalanzó hacia un lado haciéndola caer al piso y la encerró entre sus brazos. Se acercó lentamente con la intensión de besarla.

Sin pensarlo cerró el puño y le propició un fuerte golpe en las costillas, haciéndolo que cayera a un lado quejándose. Rápidamente se puso de pie.

—EEErees... eeres... —decía tocándose lugar del golpe.

—¿La mejor enfermera que puedas tener? —dijo jadeando—. Lo sé... —se acomodó el uniforme mientras trataba de controlar su respiración.


—Gracias por su ayuda, Nelson. Sola no hubiera podido.

—Estoy para servirle, señorita —le sonrió—. ¿Necesita algo más?

—No —negó—, muchas gracias, puede irse.

Y haciendo una leve reverencia, el hombre se retiró.

—Elisa... quiero orinar...

La pelirroja le acercó el orinal y volteó el rostro mientras él hacía lo que tenía que hacer. De pronto sintió algo calientito salpicándole la mano, cerró los ojos tan solo de imaginárselo.

Cuando acabó fue inmediatamente al baño para lavar el orinal y sus manos, por supuesto.

Regresó y sacó una camiseta de la cómoda. Se acercó al joven que se removía en la almohada como si tuviera alguna especie de pesadilla. No dejaba de pensar en cómo había hecho para conseguir el alcohol.

—Aarón... Aarón... —lo removió, pero no logró despertarlo.

Le quitó la camiseta y por primera vez se quedó contemplando los tatuajes que tenía en su cuerpo, mientras pensaba en lo dura que seguramente había sido la vida para él. Un joven que aparentemente lo tenía todo, pero a la vez no tenía nada...

Lo limpió con las toallas húmedas, lo humectó y le puso la camiseta limpia. Se sentó en la silla de ruedas y lo miró pensativa. Suspiró. De pronto recordó la conversación entre la Señora Elisa, Brianna y él.

<<Que desdichado...>> pensó <<Yo tampoco sabría qué hacer si me obligaran a casarme con alguien que no amo>>

Miró su reloj y se dio cuenta de que ya casi era hora de irse. Iba a poner de pie y mejor se arrodilló junto a la cama de Aarón.

—Padre... —oró—, te pido que traigas una solución favorable para Aarón. No permitas que cometan esta injusticia con él, que solo lo denigrará y llenará de más amargura... —lo miró—. No lo permitas... ayúdale, por favor... En Jesús, amén.

Se puso de pie, sacó su celular y le mandó un mensaje a Bianca, informándole del estado de Aarón. Tomó sus cosas y se fue.


Estaba a punto de salir de la casa cuando escuchó que le llamaron por su nombre.

La señora Estela estaba parada junto a una de las columnas interiores, luciendo un rostro que jamás pensó miraría en ella.

—¿Está bien, señora? —se acercó.

Estela negó, mientras las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.


Notita: UF! que fuerte...

Espero que hayan disfrutado el capítulo :)

Nos seguimos leyendo :D (Me encanta leer sus comentarios ❤️)

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