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Capítulo 17

Después de llorar juntos como nunca lo habían hecho, Paolo convenció a Mateo para que se bañara y bajara a cenar con él y su madre.

Grazziella no podía creer lo que sus ojos veían. Todavía no entendía cómo había hecho su esposo para convencer al muchacho de salir de su encierro, pero estaba ahí y eso era lo único que importaba.

No hubo tema de conversación, cenaron en silencio hasta que a ella se le ocurrió decir algo.

—Y... ¿qué me dices de Elisa, hijo?, ¿cuándo la traes de nuevo a casa?

El castaño dejó de masticar y tragó con dificultad. Paolo la miró para que no siguiera, pero fue en vano, la mujer continuó.

—De seguro se ha de estar preguntando ¿dónde está el chico guapo de los ojos bicolor? —sonrió.

—No quiere saber de mí... —se bebió toda el agua del vaso.

—¿Estás seguro? ¿La has llamado?

—Grazziella... —dijo Paolo, no quería que presionara demasiado al muchacho.

—Sí, mamma —la miró—, hasta el cansancio.

—Bueno... —sonrió—, a veces las mujeres somos así. Nos gusta probar que tanto les importamos.

Mateo regresó la vista al plato.

—No te rindas... —dijo segura—. Si de verdad te importa, no debes rendirte hasta conseguirlo.

Abrió los ojos despacio, miró a un lado y al otro y no reconoció en donde estaba, pero el olor característico que se desprendía de las sabanas le indicó que se encontraba en alguna habitación de la mansión Clark. Se incorporó y quiso pararse, pero un piquete en las cienes la obligó a quedarse sentada, esperó a que se le pasara para volver a intentarlo.

La habitación era muy grande. Caminó despacio buscando el baño, le urgía hacer pipí. Abrió una puerta pensando que era ahí y se encontró con un closet. Por la ropa y los zapatos debía ser de una mujer, pero no de la señora Estela, sino de una más joven, pero ¿de quién? No estaba enterada de que alguien más viviera ahí.

Cerró la puerta y siguió buscando el baño, cuando dio con él no dudo en entrar. Hizo sus necesidades, se lavó las manos, el rostro y se contempló en el espejo, de pronto cayó en cuenta de lo que había pasado.

Unas voces se escucharon en la habitación, cerró el grifo y se quedó quieta. No pasó mucho cuando tocaron a la puerta.

—Elisa ¿estás ahí? —era Rubén.

No dudó en abrir. Rubén la miró preocupado.

—¿Estás bien?, ¿cómo te sientes?

—¿Qué fue pasó...?

—Te desmayaste... El doctor te revisó y dijo que habías sufrido un ataque nervioso, que necesitas relajarte y descansar... Ven, vamos a sentarnos —la rodeó por los hombros y la llevó a la cama—, ¿te sientes mejor?

—Sí... —asintió.

Se sentaron.

—Y Aarón... ¿cómo está?

Rubén bajó el rostro tensando la mandíbula, estaba muy molesto con el pelinegro, no podía creer que la hubiera acusado de semejante cosa.

—Está bien... —la miró— Yo sé que no lo hiciste a propósito...

Elisa comenzó a llorar.

—Tranquila, todo se va a solucionar...

—Pero no me cree.. —sollozó—. Rubén... —lloró con más fuerzas —puedo ir a la cárcel...

—No te preocupes —se acercó y la abrazó—. He estado... —dudó en decirlo— orando por ti...

«¿Orando?» menguó el llanto «¿Rubén, orando por mí?»

—Y no sé cómo explicarlo... pero sé que todo va a estar bien.

Asintió con el rostro hundido en el pecho del chico.

—vamos a confiar en que Dios tiene el control...

Las palabras de él la reconfortaron. ¿Cómo es que no se dio cuenta antes? Ahora entendía porque siempre lo percibía tan agradable.

—Gracias... —se separó. Sorbió la nariz y lo miró—. ¿Eres...

—¿Cristiano? —sonrió— digamos que lo intento...

—Yo también... —bajó la mirada.

—¡Wow! Ya decía que no podías ser tan linda solo porque sí...

Ese comentario hizo que Elisa riera, al parecer Rubén tenía el don de hacerla reír en sus peores momentos.

—Eres muy gracioso...

—¿Debería ofenderme o sentirme alagado?

Ella volvió a reír.

—Por cierto, aquí tienes tu celular... me lo entregó Bianca. Ha sonado mucho, deberías de revisarlo.

La joven tomó el celular y miró que las llamadas eran de su madre. De inmediato le llamó.

—Elisa.

—Dime, ma.

—Tengo todo el día tratando de localizarte...

—Disculpa, es que...

—Hija, pon atención a lo que voy a decirte...

—¿Qué está pasando mamá? —frunció el ceño.

Rubén la miraba atento.

—Estoy en el hospital del norte, tu hermano sufrió un colapso.

La joven se puso de pie de un salto. Rubén también lo hizo.

—Ya le hicieron análisis...  —hubo un silencio—. Elisa, Issac tiene cáncer.

La joven trastabilló un poco pero Rubén la sostuvo. Estaba a punto de desmoronarse nuevamente, pero hizo un sobre esfuerzo por mantenerse lucida.

—Necesitan operarlo inmediatamente, pero el seguro no lo cubre. Tenemos que hacer un depósito de por lo menos la tercera parte del costo, sino no pueden hacer nada...

Hubo otro silencio.

—Elisa, ¿me escuchas?

—Sí ma... te escucho.

—Ya hablé con mi jefe, pero no me prestó el dinero. No sé qué vamos a hacer... —su voz se quebró.

—¿Cuánto es lo que piden?

Abrió los ojos al escuchar la cantidad que le dijo su madre.

—No te preocupes, yo voy a conseguirlo...

—Pero ¿cómo?, ¿con quién?

—Te llamo en cuanto lo tenga... —colgó.

¿Ahora que iba a hacer? ¿De verdad Dios tenía el control? En ese momento su fe tambaleo como nunca antes lo había hecho.

—¿Qué pasa, Elisa? —preguntó Rubén preocupado.

Pero ella no respondió y corrió a buscar la salida.

—¡Elisa! espera... —fue tras ella.

Cuando salió de la habitación trató de reconocer en que parte de la mansión se encontraba, corrió por el pasillo buscando una señal y por fin lo supo. Siguió corriendo hasta llegar a la puerta de Aarón y entró. Corrió a lo largo de la pared de libros y cuando dobló a la izquierda miró la cama vacía, miró hacia el ventanal y tampoco estaba ahí. Se adentró más y no había rastros de él por ningún lado. ¿Dónde se había metido? Estaba a punto de volverse loca.

Escuchó la puerta del baño abrirse, se volvió y miró una persona enguantada, con tapabocas, lentes transparentes y una gorra.

—¿Dónde está, Aarón? —preguntó sin reparar en quien podría ser.

—No lo sé señorita, yo solo estoy limpiando la recamara.

Entonces se fue corriendo de ahí. Rubén la miró salir de la habitación y bajar las escaleras a toda prisa. ¿Qué es lo que estaba haciendo?, volvió a ir tras ella.

Miró hacia todos lados pensando en dónde podría estar. Escuchó la voz de Bianca y no dudó en ir hacia allá...

Los encontró. Estaban en la sala principal porque el obsesionado de Aarón había mandado hacer una limpieza exhaustiva de su recama pensando en que, Elisa hubiere puesto más maní o cualquier otra cosa.

Por un momento se quedó tiesa reconsiderando lo que iba a hacer. Miró el rostro frío de Aarón y dudó todavía más, pero tenía que hacerlo, era ahora o nunca. Caminó con determinación hacia él.

Bianca se percató de su presencia y al ver su expresión de inmediato se puso de pie e interpuso su brazo para que no se le acercara, no permitiría que le hiciera daño. Pero grande fue su sorpresa al ver como Elisa se postró a los pies de él.

—¡¡Por favor!! —le rogó con desgarró— ¡Por favor...! te juro que no fue mi intención...

Rubén que iba llegando, se quedó helado.


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