Capítulo 12
Estaba estupefacto mientras miles de pensamientos cruzaban por su cabeza.
«¿Por qué me quitó la manta?» «¿qué iba a hacerme...?» «¿lo que escuché caer fue...?» Se inclinó y tanteó el piso «¡una jeringa!» abrió los ojos sorprendido «¿está loca?» «Planeaba inyectarme sin mi consentimiento...» la escuchó sollozar, luego su expresión cambió a una de burla «Esto va a ser divertido...»
Aarón comenzó a gritar frenéticamente.
Elisa se limpió el rostro y rápido fue a donde él. Estaba doblado tomándose la pierna como si tuviera mucho dolor. Con la mirada buscó la inyección, pero no la encontró; corrió hacia la gaveta y buscó las sublinguales de emergencia, volvió e intentó darle la pastilla en la boca.
—Ponga esto debajo de su lengua... —le indicó.
Aarón abrió la boca y aprovechándose de la cercanía tomó la mano de Elisa con fuerza, ella se sobresaltó.
—¿Qué ibas a hacerme? —se incorporó y mostró la jeringa que sostenía con la otra mano.
—Yo... —dijo nerviosa.
Él río con descaro.
—Eres interesante... —la soltó y condujo la silla hasta el ventanal, guiado por la luz que podía percibir a través de este—. Tengo hambre, tráeme la cena —tiró la jeringa al piso.
Continuó pasmada por unos segundos, cerró los ojos y sacudió la cabeza. Lentamente caminó hacia donde estaba la jeringa, se agachó y la tomó, luego se fue a la cocina.
No era la mejor manera, pero de alguna forma había cruzado la línea hacía una comunicación con su paciente y eso, por el momento era lo más importante.
*******
Serena estaba rellenando los contenedores de las especias cuando la puerta de la cocina se abrió.
—Disculpa... —Elisa asomó la cabeza con el rostro hacia abajo ocultando que había llorado.
La chica alzó la vista y al ver que era ella continuó con lo que hacía, ignorándola totalmente.
—Vengo por la cena del joven...
A regañadientes, Serena sirvió un platillo y lo puso en la barra sin decir una palabra. Elisa tomó todo y lo colocó sobre una charola. Ya iba a salir cuando el resto del personal entró.
—¿A cenar? —le preguntó Karla sonriendo.
—Es para el joven... —evitó verla a los ojos.
—Puedes tomar para ti también. Aquí todos comemos de... —pero Karla se dio cuenta— ¿Estás bien?
Todos, incluso Serena miraron a la pelirroja.
—Sí...
Hubo un silencio. Karla miró a Serena con enojo.
—¿Qué le dijiste, Serena?
—¿¡Qué!? —saltó de inmediato la mencionada.
—Tranquilas chicas... —trató de mediar Rubén.
Pero ya era tarde, Serena caminó con gran enojo hacia Karla y la empujó.
—¿Por qué me culpas?
—Porque es evidente, tú siempre...
—Siempre ¿qué? —la empujó de nuevo.
—Ya, deténganse.... —Rubén se interpuso entre las dos y Lía sujetó a Serena del brazo.
—¡Suéltame Lía!
—Hazte a un lado Rubén —dijo Karla—. Tenemos que arreglar esto de una vez por todas.
Elisa los miraba consternada, no podía permitir que por su culpa se diera una pelea.
—Es verdad. Serena no me dijo nada...
—¿Lo ven? —se soltó de Lía—. Lo que le pasa a esta —dijo despectiva—, no tiene nada que ver conmigo —se cruzó de brazos—. Mejor pregúntenle a nuestro querido amo —sonrió con malicia—, seguramente él sabe lo que le pasa... —se volvió hacia Karla y la señaló con el dedo—. Y tú inútil, la próxima vez mide tus palabras, porque no me detendré... —les lanzó una mirada de odio y se marchó.
—Te pasaste, Karla —dijo Lía antes de seguirla.
Rubén, Karla y Elisa se quedaron en silencio por un momento.
—Bueno ya, olvidemos el asunto —Rubén caminó a la estufa para servirse.
—Perdón Elisa... —Karla la miró avergonzada.
—No, está bien. Yo debí ser clara desde el principio.
Rubén estaba seguro de que Aarón era el culpable del estado de Elisa. Sintió pena por ella, de tener que soportar tantas humillaciones. Y en ese momento se propuso que en tanto de él dependiera, la protegería.
—Entonces ¿por qué lloraste?
—Karla, Elisa tiene que llevar la cena...
—Luego platicamos... —la pelirroja esbozó una leve sonrisa, tomó la charola y salió de la cocina.
Colocó una mesita frente a Aarón y puso charola de comida sobre esta.
—Es... estofado de pollo. Provecho.
—¿Por qué tardaste tanto? —la cuestionó.
No respondió.
—Te hice una pregunta, ¿por qué tardaste?
Tragó saliva antes de responder.
—Porque... —carraspeó, no supo que decir.
—Cuando pido algo, lo quiero en el instante.
Lo miró con angustia, la dureza con la que le hablaba le atravesaba el alma.
—Disculpe... —volvió a tragar—. No volverá a suceder.
—¿Qué esperas entonces?
Elisa frunció el ceño. No entendía a qué se refería.
—¡Dame la maldita comida!
Se sobresaltó y aspiró nerviosa. Se sentó junto a él, tomo el tenedor, enganchó un pedazo de pollo y se lo aproximó a la boca. No podía creer lo que estaba haciendo. Era la primera vez que se topaba con alguien tan grosero y egocéntrico al mismo tiempo.
Según sus cálculos, Aarón debía ya haber aprendido a comer solo y no únicamente eso, sino que también ya debería poder caminar, aunque fuese apoyado de un bastón.
—No sé si... —se animó a decir—, ya haya intentado comer solo..., es importante que...
—No quiero —dijo tajante.
Definitivamente sería toda una odisea hacerlo entrar en razón.
—Dame agua —le ordenó.
Le acercó el vaso a la mano, pero él la quitó y le señaló que se la diera en la boca.
«¿Es en serio?» Para no contradecirlo le acercó el vaso a la boca y espero a que bebiera.
Por fin y para el bien de ella la cena había terminado. Su celular comenzó a sonar con el tono de llamada. Fue hacía la gaveta y abrió su bolso para sacar el aparato, pero no alcanzó a contestar. Entró un mensaje.
Mateo – 7:00 pm
Me imagino que estás ocupada.
Solo para preguntar a qué
hora paso por ti :)
Era verdad, había pasado por tanto que olvidó mandarle un mensaje. Estaba escribiendo la respuesta cuando la voz de Aarón la interrumpió.
—¿Quién te llama?
Frunció el ceño y lo miró molesta. ¿Qué le importaba?
—Estás en horario de trabajo. Dile que no te moleste.
El comportamiento de Aarón era absurdo; podría soportar sus berrinches, pero no toleraría que se metiera en su vida privada.
—Entiendo que no debo de usar el celular mientras trabajo, pero eso no le da derecho a decirme...
—Ahora trabajas para mí y por si no lo sabías, cualquier cosa que sale de mi boca se vuelve ley.
—¿Ley? —frunció el ceño y se puso la mano en la cintura—. Mire joven, no sé en qué mundo de fantasía vive, pero no permitiré que me trate de esa manera.
<<¿No te sabes quedar callada?>> pensó.
—Pues si no estás de acuerdo, puedes largarte.
Abrió la boca indignada. No podía creer su grado de desfachatez.
—¿Sabe qué? —tomó su bolso con brusquedad y recogió los platos con no menos enojo—, con permiso... —se fue.
También estaba molesto. ¿Qué se creía aquella jovencita insolente para responderle? De pronto se sorprendió a si mismo sonriendo. Desde el accidente no recordaba la última vez que alguien lo hubiese tratado como ella... sin lastima. Y eso le fascinó.
La pelirroja abrió la puerta de su habitación, fue a la cama y se tumbó de frente dando un gritó ahogado en el colchón, se puso boca arriba y meditó en todo. Entonces se dio cuenta de que, aunque quisiera no podía simplemente irse. Había firmado un contrato y dado su palabra a la Sra. Estela.
Estiró la mano para buscar su celular y llamó a su madre.
—Hola hija, ¿cómo te va?
—Mamá, no sabes lo horrible es... Por favor, triplica tus oraciones porque estoy a punto de salir corriendo.
—Tranquila... ¿qué pasó?
—¡De todo!, ¡ay, mamá! quiere que lo trate como a un bebé, hace comentarios sarcásticos y me habla golpeado. Dos chicas del servicio me odian y...
—Elisa, cálmate —le habló con severidad—. Ya habíamos hablado de esto y desde un inicio sabías que no sería fácil.
—Pues no debí aceptar —comenzó a llorar—. Ya ni siquiera sé si elegí la profesión correcta. ¡Estuve a punto de cometer una locura, mamá! —sorbió la nariz.
—Escúchame... Amar a quien te trata bien es muy sencillo. El verdadero reto es amar a quien no lo merece. Y bien sabes que muchas veces tu tampoco lo has merecido.
Comenzó a llorar con más fuerzas.
—Así que olvida lo de rendirte. esa palabra no está en nuestro vocabulario.
—Ay, ma'... —sollozó—, yo sé, yo sé... pero es tan difícil... —se limpió el rostro con la mano.
—Recuerda que no estás sola, Dios está contigo. Deja tus cargas y ansiedades sobre él... Si tratas de hacerlo en tus fuerzas no vas a poder. Déjalas ahí...
—Sí... Dale un beso a mi hermanito, buenas noches...
—Buenas noches princesa, te amo...
—Yo también.
Lo que su madre le dijo era cierto. Cuán fácil es amar a quien lo merece y cuán difícil es hacerlo con quien te resulta fastidioso e incluso repugnante... Pero el amor no es un sentimiento sino una decisión, una decisión que a veces comienza con sacrificio y es ahí en donde reside el verdadero valor de este... en el sacrificio.
Se escurrió hasta el piso y se arrodillo para orar. Lloró cual niña lo hace frente a su padre y lo dejó todo en sus manos; también oró por Serena y Lía, las perdonó y bendijo sus vidas.
—Muy bien —se dijo a sí misma poniéndose de pie y limpiándose el rostro—. No estás aquí por casualidad... —sorbió la nariz—, el pobre de Aarón ha sufrido demasiado y no conoce lo que tú conoces. Así que debes mostrarle que hay algo mejor, que ser feliz de verdad se puede.
—Está bien Señora, mañana temprano lo resolveré... —alguien llamó a la puerta—, claro, que descanse —colgó—. Pasé...
La pelirroja entró a la oficina.
—Dime, Elisa, ¿pasa algo?, ¿todo bien con Aarón?
—Sí, ya le di de cenar.
—¿Y el medicamento?
—Tuve que darle una sublingual... —puso sus labios en una línea y bajó la mirada.
—No te preocupes, el que sigas aquí significa demasiado. Tenle paciencia, estoy segura de que muy pronto va a tolerarte completamente —acomodó los documentos sobre el escritorio—. ¿Ibas a decirme algo?
—Sí. Lo que pasa es que necesito salir, quedé con un compañero.
—Mmm, un chico ¿eh? —sonrió provocando que Elisa también lo hiciera—. Está bien. ¿Necesitas que Nelson te lleve?
—No, gracias. Vendrá por mí.
—¡Oh! y aparte un caballero...
—No es lo que piensa, solo vamos a...
—Bueno jovencita —la interrumpió—, tienes hasta las 11 de la noche para llegar, si no estás aquí a esa hora, la puerta estará cerrada.
La joven asintió. Tuvo la extraña sensación de ser una hija advertida por su madre; aquello le causó gracia y a la vez melancolía, todavía no pasaba ni un día y ya extrañaba demasiado a su "ma", como solía llamarla.
El celular de Mateo comenzó a sonar, miró la pantalla y su corazón se aceleró, soltó un cortó suspiró antes de responder.
—¿Bueno? —sonrió de oreja a oreja.
—Hola Mateo, ya estoy lista.
—Ok, voy para allá...
Mateo aparcó frente a la mansión. En cuanto Elisa lo miró bajar se dio cuenta de que estaba muy bien vestido: llevaba un traje negro con camisola blanca que a pesar del cabestrillo lo hacía ver muy guapo; se ruborizó inconteniblemente y tuvo que esforzarse para esconder su admiración.
Ella no estaba tan elegante, llevaba un vestido casual corte a la cintura y estampados florales, zapatos de piso color carne.
—Te ves muy linda... —le dijo con una media sonrisa que casi la derritió.
—¿Cómo sigue tu mano? —desvió el alago.
—Mejor...—manteniendo la sonrisa le abrió la puerta del auto.
En el camino ella iba con la mirada vaga en el vecindario y meditando en las palabras que usaría para no herirlo. Él, nervioso, ansioso e ilusionado.
Cuando llegaron Mateo volvió a ser un caballero y le abrió la puerta. Elisa echó un vistazo y se dio cuenta de que la casa era muy bonita, no tan grande como la mansión Clark, pero hermosa y elegante. Algo que llamó su atención es que tenía muchas ventanas con lindas flores al pie de cada una.
—¿Vamos? —le ofreció la mano—. Mis padres nos esperan...
«¿¡SUS PADRES!?»
Notita: Gracias por llegar hasta aquí :) Espero que de verdad te estés deleitando con la lectura.
Levante la mano el que se ha topado con esas personitas preciosas y hermosas de la creación que, a veces son súper mega difíciles de amar...
Y es que de verdad, hay algunos seres que son tan complicados y nomás no logras simpatizar con ellos :D y el más difícil de todos, a veces me lo encuentro todos los días en el espejo...
Ahí está la clave: No trates de cambiar a nadie. Basta con que lo logres contigo. Después tu ejemplo impacta tanto que tal vez haga algún efecto...
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