⚫ O T E L L O ⚪
—No puede ser... —dijo Momoe, incrédula.
—Sí~ —refutó Rika, con voz cantarina—. Si puede ser~ —su sonrisa no podía hacerse más grande.
Cuando decidieron jugar Otello fue por insistencia de Momoe. La pelirroja era amante del curioso juego de fichas negras y blancas. Como tenía tiempo sin jugar, aprovechó aquel domingo para proponerle a su novia que jugaran un poco. Por supuesto, como lo había previsto desde antes de hacerle la propuesta a la rubia, ésta se negó desde el principio.
Momoe pensaba que su novia no era la más adepta a éste tipo de juegos; no le interesaban en lo absoluto. Por ende, se vio obligada a utilizar un as que tenía bajo la manga.
Le diría que, quién quiera que perdiera aquella partida, debía de cumplir con una penitencia que la otra le impusiera. Y sí, podía ser cualquier cosa que la otra quisiera. Momoe recalcó tanto lo de «hacer lo que la otra quisiera» —debido a que quería convencerla a como dé lugar—, que Rika ni siquiera tuvo que preguntar para asegurarse de que lo que su novia decía tenía que ser la más pura y sincera verdad.
—Bueno, llegó la hora de que sepas cuál es mi penitencia para ti, amor~ —canturreó Rika, perversa—. Cuál es mi deseo...
—Ésto tiene que ser una broma —añadió Momoe, aterrada.
Está demás decir que la mandíbula de Momoe casi toca el suelo debido a la sorpresa que le generó el haber sido derrotada por la despreocupada, y sumamente linda, Rika Kawai. Después de todo, ¿quién podría pensar que serías derrotada en un juego en el que se supone que eres experta? ¿Uno en el que, supuestamente, eres demasiado buena y al que llevas tanto tiempo jugando? ¿No se suponía que lo conocías al dedillo?
Cuestiones como éstas eran algo que a Momoe se le dificultaba procesar... y mucho. Rika salió al recibidor y, unos minutos después, regresó con aquella caja entre las manos.
—Aquí tienes —anunció Rika y depositó una caja plana, blanca y rectangular, en la mesita que estaba justo enfrente de la más alta—. Póntelo.
Momoe observó la caja con detenimiento, desconfiada. Era sospechosa, muy sospechosa. Ahora, ¿qué será lo que tendría Rika en mente?
—No —Rika la detuvo cuando estuvo a punto de abrir la caja allí mismo, frente a ella—. No la destapes aquí, ve al baño y póntelo. —Sonrió con esa malicia que ya parecía estar en su expresión de forma perenne—. Quiero verte aquí, de vuelta, en menos de cinco minutos.
Al escucharla, Momoe, que en una situación normal se habría quejado y protestado a más no poder —y con gusto—, sólo se quedó quieta, respiró hondo y se relajó tanto como pudo. Ésta no era una situación precisamente normal o cotidiana.
Debía recordar que fue ella, Momoe Sawaki, la que perdió en un juego en el cuál se suponía que era una experta, casi una maestra. Obedeciendo en silencio, Momoe caminó en dirección al baño.
Unos minutos después que, tal como solicitó Rika, no llegaron a ser cinco, Momoe reapareció en la sala de estar. Al verla, Rika no pudo evitar relamerse con descaro; tenía un buen motivo para hacerlo. Su Momo se veía espectacular.
Portaba un vestido de Maid bastante sencillo y muy, muy corto también. Era tan corto que la falda, además de los volantes del correspondiente delantal, le llegaban hasta un poco más arriba de la mitad de los muslos, dejando ver una muy buena panorámica de sus lindas piernas al descubierto.
El rostro de Momoe enrojeció tanto como su cabello al notar que Rika la miraba de arriba hacia abajo, sin perder detalle alguno. Apretó la mandíbula al notar que hacía especial énfasis en sus extremidades inferiores.
—Y pensar que todo eso es mío~
—¡No es gracioso! —gruñó Momoe.
—Nunca dije que lo fuera —aclaró—. Por cierto, ¿no te tocaba hacer limpieza hoy, Momo?
—¿Eh? —A la pelirroja se le moteó el rostro de morado.
—Jeje, sí. Ya sabes, es domingo, ¿no?~ —Hablaba de forma tan dulce que Momoe se vió tentada de decir algo al respecto—. Y tú eres una linda criatura de hábitos muy arraigados~
—B-Bueno, me quitaré esto y...
—¿Acaso dije que podías quitártelo?
—¡Rayos!
Con esfuerzo, Momoe empezó a caminar hacia el cuarto de la limpieza, podía sentir la intensa mirada de su novia encima de ella. Notó, con molestia, que con cada paso que daba la falda oscilaba un poco, permitiendo que Rika —si se lo proponía— pudiera ver lo que llevaba debajo. Su incomodidad iba en aumento.
—¿¡De dónde sacaste éste estúpido vestido!?—estalló Momoe tras volver con los utensilios que solía emplear para hacer su rutinaria limpieza de ése día.
—Oh, fue un regalo de Neiru —respondió Rika, con simpleza. Como si lo que acababa de decirle tuviera algo de sentido en lo más mínimo.
—Mmmm, así que un regalo de Neiru... —estiró un poco su falda hacia abajo, en un inútil intento por cubrir lo incubrible, hasta que cayó en cuenta de lo que Rika acababa de decirle—. ¿¡Qué!? —exclamó, una ceja le temblaba—. ¿Que Neiru estuvo de acuerdo con ésto?
—Pues...
—¿Por qué lo hizo? —interrumpió Momoe que, sinceramente, no escuchaba nada de lo que Rika le decía en ése momento—. ¿Es qué estaba...?
—¡Oye, oye! —intervino Rika, divertida—. ¡Tranquila! Sí, fue un regalo de Neiru. No hay equivocación alguna.
Momoe la miró con seriedad mortal.
—¿Es que ni siquiera sabía mi talla? —acotó, fría, acomodándose la falda para cubrirse por enésima vez.
—Ése es el detalle —entrecerró los ojos—. Te lo habría explicado desde un principio si no me hubieras interrumpido.
—Está bien, está bien —suspiró Momoe y volvió a estirar su falda. Además de lo corto que le quedaba el vestido, también le quedaba muy ceñido en muchas partes, detalles que Rika no perdía de vista para nada—. ¿¡Podrías dejar de mirarme de ésa forma, al menos, por un momento!?
—Lo siento —se disculpó Rika, sin intención alguna de que sonara como una disculpa real—. Es que no puedo evitarlo~
—Sólo explícame lo del vestido y ya, por favor.
—Oki doki —asintió y le guiñó un ojo—. Es simple, Neiru me regaló ése vestido porque pensaba que yo sabría que hacer con él porque ya no lo necesitaba. Le quedaba pequeño a nuestra querida Ai, ese fue el motivo por el cuál Neiru se deshizo de él.
Momoe se le quedó mirando con fijeza, digiriendo, o al menos intentando hacerlo, la información que Rika acababa de pasarle. El proceso sería lento y pesado, pero lo entendería, claro que sí.
—¿Es enserio? —Se ánimo a preguntar Momoe cuando, unos minutos después, logró guardar la información en su base de datos—. Neiru hacía que Ai... Es decir, Ai era la que usaba ésta cosa originalmente y, cuando ya no le quedaba, Neiru te lo regaló.
—Sí~
—Ahora soy yo quien debe llevarlo puesto. —la ceja derecha temblaba nuevamente—. Corrígeme si me equivoqué en algo.
—Nou, todo es muy cierto, Momo. —afirmó, divertida.
—Eso explica todo —se miró a sí misma en un espejo que estaba cerca—. Por eso me queda tan mal.
—Yo no lo veo así~
—Cállate.
—¿Qué no ibas a limpiar, Momo?
—Ya voy —masculló Momoe, molesta, resignada y estirando su diminuta (y ajustada) falda tanto como podía...
Fin
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