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Capítulo 8 Delirio y preocupación

Los personajes de Rumiko Takahashi no me pertenecen, son solo usados para historias locas y retorcidas

La siguiente historia trata de temas extremadamente fuertes, se recomienda discreción.

Basada en narraciones japonesas reales de la era Edo.

Las comillas "" significa pensamientos.

Los fanart pertenecen a sus respectivas autoras, ninguna es de mi propiedad.

Capítulo 8

Delirio y preocupación

*+*+*+*+*

Había pasado unas semanas desde el accidente que había sufrido Bankotsu en el burdel, esa mañana, había decidió ir a caminar por el distrito, y si todo iba como estaba planeado, poder por lo menos llegar al hospital y poder preguntar por el moreno, la joven cortesana caminaba demasiado rápido, las sandalias de plataforma que en ese momento portaba, ocasionaban un eco en el suelo cuando daba cada paso, Shippo quien iba detrás de ella, solo trataba de calmarla desde atrás, recordándole que podría caerse en cualquier momento. Su rostro denotaba una preocupación absoluta, aquellos ojos azules soportaban con temple el querer derramar lágrimas en cualquier momento, sin querer detenerse llegaba a un pequeño recinto, este tenía unas hermosas puertas de madera, el pasillo tenía muchas flores de color rojo y azul, en la parte del fondo varios cojines de distintos colores, en medio una estatua de un hombre alto, de cabellera plateada y ojos dorados, en su frente una luna marcada por un azul profundo, sus mejillas tenían unas marcas en forma triangular de color magenta, el dios de la guerra, así fue conocido por toda la región, su lucha hace más de 500 años, pese a eso, varias personas pedían por salud, amor, estabilidad económica.

El de cabellos naranjas miraba a Kagome, la cual observaba el rostro perfilado de aquel dios, tocando su mano, abrió sus labios pronunciando algo que el aprendiz no pudo descifrar, al final cerraba los ojos, dando un último suspiro salió del lugar, deteniéndose abruptamente cuando su vista se dirigió a las instalaciones del hospital Yoshiwara, sabiendo de ante mano quien se encontraba en dicho lugar.

— ¿Kagome-sama?... — el de cabellos naranjas sonreía ligeramente — ¿tenemos que regresar ya?

— ¡he!, no aun no, tengo que dar una ofrenda al dios Sesshomaru, fue por lo que venimos.

— No era para ver a Bankotsu- san.

— ¿Qué?... claro que no, es una coincidencia que está cerca del recinto de nuestro dios.

Kagome se sentía sumamente preocupada, en todo ese tiempo no había podido ir a ver a Bankotsu, era un sentimiento mezclado entre culpabilidad y vergüenza, y ahora que había decidió ir a verlo, no podía. Pensaba que todas las cosas se iban distorsionando hasta volverse caóticas y horribles, siempre que había un acercamiento con el azabache.

— Entonces, ya que estamos aquí, ¿Por qué no vamos a visitarlo al hospital? — sonreía el adolecente.

— ¿Qué?... pero... Shippo..., bien, solo hare esto porque me lo pides tú.

Ambos se miraron, el más pequeño sonrió, Kagome solo asintió, reanudando el paso, se acercaban hasta la entrada. Ya había perdido la cuenta de todas las veces que Bankotsu había pisado aquel lugar, lentamente unos murmullos se fueron intensificando, sin poder evitarlo la de cabellos negros observo el entorno, encontrándose a su amigo de la infancia, saliendo de las instalaciones del hospital con el brazo derecho vendado y atado al hombro, detrás varias mujeres le hacían escolta, así como el medico del lugar y un par de enfermeras.

El semblante del joven era sumamente deplorable, se veía pálido y pese que quería sonreír no podía hacerlo muy bien, despidiéndose de aquellas mujeres que habían cuidado de su persona todo el periodo de internamiento.

Antes de que Kagome pudiera cantar victoria, ahí estaba, había aparecido la hermosa y radiante sonrisa del moreno, este se despedía de todas con una galanura y un porte que solo él era capaz de ofrecerles, una clara muestra de intimidad para quienes estaban cerca, algo que no pudo soportar la joven cortesana, sintiéndose irritada, dándose la vuelta se encaminaba de regreso hacia el burdel.

— Princesa — Bankotsu había logrado divisar aquella melena ondulada y negra, alcanzándola rápidamente — ¿Qué haces aquí?

— Nada. — pronunciaba la palabra con toda la pena del mundo.

— ¡oh! Acaso, tu... ¿viniste a verme?

— De ninguna manera — los ojos azules lo miraban con reproche — solo iba a comprar unas flores para llevarlas con Sesshomaru, era todo.

— Ya veo — sonreía ligeramente.

— Te vez muy feliz para ser alguien que fue herido.

— No comprendo.

— No importa — tomando la mano de Shippo se daba la vuelta regresando — vamos Shippo volvamos al burdel.

— Princesa, acaso no ibas a dejar flores — el moreno grito detrás de la de cabellos negros, ocasionando que esta parara abruptamente.

— ¡Es verdad! — cruzando la calle, pedía un ramo de flores de colores celeste y carmesi.

— Aquí tiene — una mano dejaba el dinero en el estante del establecimiento.

— ¿Qué haces?

— Es un pequeño agradecimiento por venir a verme y pedir por mi salud.

— Yo no... pedí por tu... — el rostro de Kagome cambio a uno de preocupación, al ver lo delgado y caquéxico que estaba el moreno — claro.

Recibió las flores por parte de la persona que atendía el pequeño local, mirando como Bankotsu se iba lentamente de aquel lugar, sostuvo aquel ramo con todas sus fuerzas, dirigiéndose al pequeño templo, coloco estas en los jarrones de barro que estaban a los costados de la enorme figura.

Observando una vez más a aquel dios, junto sus manos implorando por el bienestar del moreno, Shippo la acompañaba haciendo lo mismo, pidiendo también por la salud del cortesano, después de regresar a la casona, Kagome se encontraba realmente ansiosa, daba vueltas por toda su habitación, pensando en el chico que dormía al otro extremo del pasillo, meditando todo lo que había pasado con él, sin darse cuenta su cuerpo gravito hasta la entrada de su habitación comenzó a caminar por el oscuro y silencioso pasillo.

Sabía que las indicaciones médicas habían sido exactas, no tenía permitido dejar la cama por un par de semanas, ni mucho menos aceptar clientas por un tiempo, la de cabellos negros llegaba a la habitación de Bankotsu, solo quería saber si estaba bien, y más que nada descansando.

Lentamente abría la puerta corrediza, divisando en la oscuridad la silueta del moreno, este descansaba boca arriba, su cabeza se encontraba apoyada en uno cojín alto, su cabellera ahora estaba suelta y esparcida por todo el futan, Kagome se le quedo mirando, con paso silencioso, cerraba la puerta tras de sí, caminando hasta estar a pocos centímetros de su amigo de infancia se acomodando el kimono, colocándose de rodillas, se sentó a su lado, lo observo fijamente por unos minutos, su preocupación lentamente se iba disipando, el poderlo ver bien era lo más importante en ese momento.

Toco su mejilla, percatándose que esta estaba sumamente caliente, como pudo, acerco una pequeña vasija de porcelana, vertiendo un poco de agua fresca, sumergió una toalla pequeña, para después colocársela en la cabeza.

— "¿cuándo fue la última vez que estuve en esta habitación?, ¿la última vez que pude verlo dormido?, en que momento nos soltamos de las manos Bankotsu" — nuevamente sumergía la prenda en el agua — "no me percate de lo atractivo que te has puesto, tus rasgos cada vez se hacen más masculinos" — sonrió para sí, mirándolo con detenimiento.

— ¡hmm! — el joven cortesano se comenzó a remover, abrió ligeramente los ojos, parpadeando después — Kagome ¿eres tú?

— Sí, no te levantes, solo sigue durmiendo, ¿bien? — sonreía dulcemente.

— No, como voy a dejar escapar la oportunidad de tenerte para mí, ¿aunque solo sea una alucinación por la fiebre?

— No es ninguna alucinación Bankotsu.

— Varias veces vi tu silueta deambulando afuera, aun que eres pequeña aun podía verte. — los ojos azul eléctrico se fijaban en los contrarios.

— No fueron muchas veces, solo fueron dos.

— Pero no entraste, así que pensé que estabas enojada conmigo, y me golpearías, pero ahora que estas aquí, creo que pensé mal.

— Idiota, estuviste a punto de morir — el rostro adormilado del moreno sonreía ligeramente — ¿entonces?... ¿Cómo te sientes?

— Bien, no pase mucho tiempo en el hospital, fue lo bueno, el cuchillo no perforo ningún órgano vital, esto es un golpe de suerte en esta desgracia que nos tocó vivir.

— Un suspiro salía de los labios de la de cabellos negros — no puedo creerlo, tú en verdad condujiste a tu clienta a un doble suicido, no tienes derecho de criticar lo mal que manejo a mis clientes.

— Los ojos del moreno se abrieron desmesuradamente — supongo que tienes razón.

— Kagome se había sorprendido con la nula respuesta por parte del contrario — ¿me das la razón?

— ¿en verdad tú crees que esto fue un doble suicidio forzado?

— ¿Qué otra cosa podría ser?

— Sí, pero es extraño ¿no?, esa mujer tenía siempre mucho dinero, y venía a gastarlo aquí al burdel, ella se encontraba muy bien, después de que gastaba dinero en mí, pero con el negocio que tenía, no debió haber tenido mucho dinero... ¿de dónde sacaba tanto dinero?

— Kagome retiraba la prenda seca de la cabeza de Bankotsu, volviéndola a sumergir en el agua fresca — ¿tal vez prestado?

— ¿pero pedir dinero prestado?, para visitar un burdel, es un poco difícil de imaginar.

la joven cortesana se quedó pensando, la toalla aun sumergida en el agua, analizando lo que el contrario le decía, era verdad que todo eso era sumamente extraño, aun mas por la gran preocupación que Bankotsu tenía en ese momento, el hecho de herirlo y realizar aquella acción tan deplorable, cuando ninguno de los dos tenía una relación tan cercana, como para quitarse la vida, se mordió el labio apretando fuertemente sus manos. Cuestionándose si todo aquello había sido planeado por alguien o por varias personas.

Estaba en problemas.

— Algo como esto ya había pasado antes ¿verdad?

— ¿huh?

— El azabache miraba al techo tocándose ligeramente la frente — mientras yo dormía, tú te asomaste, cuando nuestros ojos se encontraron, te retiraste rápidamente, mientras me preguntaba que estabas haciendo, pusiste una toalla mojada y goteando en mi cara.

— Ahora que lo mencionas algo así ocurrió aquella vez — un ligero sonrojo pintaban las mejillas del joven.

— No podía respirar, pensé que morirá, además no exprimiste bien la toalla, el futon se mojó y el cabello también. — recordaba aquellos sucesos riendo ante el recuerdo. — ¡oh dios!, en comparación con aquel entonces, la princesa ha crecido mucho.

— No podía aguantar tanta burla por parte de su compañero, sintiendo su cara arder — bien lo siento, no es como si lo hubiera hecho a propósito.

— Reconozco que todo aquello paso en aquel tiempo porque me robaste un cliente.

— ¡ah!, creo que sí.

La de ojos azules recordaba aquel día, apenas había tenido un mes de haber iniciado con los clientes, cada persona que llegaba a aquel lugar tenia fetiches e ideas bastante desquiciadas, aquel hombre no era la excepción, a pesar de su porte, sus elegantes trajes, su semblante de persona callada, era todo lo contrario.

En ese tiempo y antes de que entrara de lleno en su trabajo de cortesana había escuchado hablar de un hombre en particular que le gustaba el sadismo, no conforme con eso, le excitaba maltratar y golpear a las y los jóvenes que trabajaban en el burdel, haciendo cosas tan humillantes como enfermas, solo para satisfacer sus más bajos instintos.

En esa ocasión, cuando aquel hombre de anteojos se presentó con ella, eligiéndola como su nuevo juguete sexual por esa noche, el que había intervenido era Bankotsu, entregándose a un cliente masculino que había querido estar con Kagome, al principio aquella persona no quería, era algo extraño el querer acostarse con alguien de su mismo género, le comenzó a explicar lo fabuloso que podía ser estar con él en la cama, someter a un hombre era aún más placentero que hacerlo con una mujer, había algo que se llamaba "dominación" al final había elegido al moreno. Provocándole toda clase de actos inhumanos, dejándolo casi en la cama por más de una semana, con todo aquello que lo había obligado a hacer.

Bankotsu, sabía perfectamente la clase de cliente, investigaba a cada persona que entraba al burdel, y de quienes se trataban, en esa ocasión, se había entregado a las garras de un animal para salvar a Kagome de una mala y tortuosa experiencia.

La joven se había enterado después de todo aquello, de todos los aberrantes escenarios que experimento su amigo de la infancia, sintiéndose culpable por todo aquello.

— Bankotsu... esa vez, cuando tomaste a ese cliente, era diferente ¿verdad?

— ¿diferente?

— Si, tu... querías protegerme — los azules toparon con los contrarios. — como aquella vez, que me protegiste de aquel hombre que llego a querer llevarme.

— Los ojos azul eléctrico, se abrieron desmesuradamente, cerrándolos después — para nada, en esos tiempos no estábamos en buenos términos ¿verdad?

— Sí, pero... "es por eso que él tuvo que tomar tales medidas para que los clientes se alejaran de mi... tal vez "

— ¿Por qué haría algo así para ti? Eres nuestra princesa verdad. Después de todo, estas acostumbrada a que te mimen todo el tiempo, piensas que todo esto es sobre ti.

— Un semblante asesino se dibujaba en el rostro de la de cabellos negros, dejándole caer la toalla en la cara, se ponía de pie — ¿ES ASI?, BIEN LO SIENTO, PERDON POR EL MAL ENENDIO, me retiro.

— Lentamente se retiraba la prenda de la cara, dejando ver su sonrisa arrogante — buenas noches princesa, hasta mañana.

— Insolente.

Era algo que no esperaba escuchar, pero claramente era una invitación por parte del moreno para regresar, se llevó la mano a la frente, no quería caer en provocaciones, pero realmente estaba preocupada, recordando aquella apagada sonrisa, ¿Qué estaba pasando?, sin poder evitarlo comenzó a ir todos los días a verle, ayudándolo a vestirse, limpiando su espalda o incluso haciéndole compañía, aunque sabía que no podía hacer nada de eso, quería hacerlo, por él.

Estaba perdida en sus pensamientos, revolviendo el huevo en el arroz al vapor que ese día le había llevado al moreno para que degustara, preguntándose muy dentro de ella ¿qué estaba haciendo nuevamente en ese lugar?

Bankotsu la observo, sentándose en la colchoneta, la miraba con aquellos ojos de niño.

— ¡Eso se ve muy bien! — al ver como la contraria se acercaba, serraba los ojos, abriendo la boca — ¡ahh!

— Me pregunto el por qué no actúas como un enfermo.

— ¿Por qué no?, además no puedo usar mis brazos como yo quisiera, así que aliméntame.

— No se puede evitar ¿cierto? — llevaba la cuchar a su boca, soplando un poco para que esta se enfriara, lentamente llevo la mano hasta la boca contraria, colocando el bocado dentro de la cavidad bucal. — ¿está caliente?

— Sorprendentemente podrías llegar a ser una buena esposa — los ojos de Bankotsu la miraban con intensidad, sonriendo de medio lado.

— Estas pensando mucho, tal vez esto sea solo una estrategia para engordarte, ¿ya sabes?

— Entonces — tomaba la cuchara de las manos de la joven, llenándola de arroz — debería de hacer lo mismo que la princesa ¿no? Y engordarte de igual manera — haciendo lo que minutos antes había hecho Kagome acercaba la cuchara a sus labios. — vamos abre la boca.

— Las mejillas se pintaban ligeramente de rosa, acercando su rostro, tomaba el alimento que Bankotsu le ofrecía — gracias por la comida.

Había terminado con sus alimentos, sintiéndose feliz de poder tener cada día más fuerza para poder ponerse en pie, la joven cortesana recogía los platos dejándolos en una bandeja de madera, el moreno la observo sonriendo de medio lado.

— Ahora deberías de ayudar a limpiarme.

— ¡HUH!...

— Si no me limpio adecuadamente mi piel se estropeará.

— Eres un...

Sin poder evitarlo, se acercaba al azabache, retirando ligeramente las prendas que cubrían su pecho, observando las vendas, estas no mostraban manchas de sangre, sintiéndose aliviada, ya que temía que por los movimientos las heridas se abrieran, mas no era el caso, tomo una toalla mojada, limpiando con calma la espalda del joven.

Su mano paso ligeramente por uno de los omoplatos, percatándose de aquellos músculos fibrosos, por desgracia, debajo de esos yukatas, no se distinguía el atractivo cuerpo del joven cortesano, el sonrojo de Kagome se iba intensificando, cada vez que su mano iba en descenso por aquella espalda marcada, comprendía que había dejado de ser un niño, se había vuelto un hombre, uno muy apreciado y querido por las mujeres que llegaban a aquel burdel.

Sabía que Bankotsu no podía perder la estética de su cuerpo, ni mucho menos darse el lujo de trabajar sus músculos como debía de ser, aquel moreno dejaba de ser hermoso para convertirse en un ser atractivo, con rasgos tan masculinos que cualquier mujer daría todo por estar con él.

— ¿pasa algo?

— ¡he!, no — siguió con su labor, llevándose uno de sus mechones detrás de su oreja. — es solo que veo que tu... herida se ve bastante dolorosa.

—  cerró los ojos — que felicidad, pensar que tengo a la princesa lavando mi espalda, me vuelve un hombre afortunado.

— Estas siendo muy engreído... ¿sabes?

— Bueno, recordemos que no quieres hacer nada por ti misma, que eres un poco caprichosa y, aun así, haces esto por mí.

— Claro que puedo hacer cosas por mí misma, además esto lo hago por qué estar herido... Bankotsu, todo está cambiando ¿cierto?

— ¿he? — abrió aquellos ojos, fijándolos en un punto de aquella habitación — bueno, todo cambia Kagome.

— Realmente has crecido a tu manera — retiraba el cabello que cubría el cuello del moreno.

— Han pasado muchos años.

— Si — hablaban con nostalgia.

— No olvides adelante también — el joven trataba de llevar las cosas a un nivel donde la tensión rompiera toda la armonía.

— ¿Qué estás diciendo?, si alguien nos ve así, quien sabe lo que dirán.

— Bankotsu hacia la cabeza un poco hacia atrás, mirando los ojos de Kagome — ¿eso importa?, además si alguien pregunta diré que mi amiga de la infancia vino a ayudarme porque me sentía mal.

— Bueno si... pero — la de ojos azules parpadeo un poco, sintiéndose extremadamente nerviosa, sabía que no hacían nada malo, al contrario, estaba ayudando.

— O tal vez — el azabache hacia una pausa, sonriendo de manera lasciva — ¿te me estas insinuando para hacer esas cosas?

La joven de cabellos negros se había sonrojado ante las insinuaciones del contrario, pero también se había enojado por lo dicho, cuando quiso reaccionar no pudo, recordando las frases que anteriormente el chico le decía, sabía que podía leerla con facilidad, siempre actuaba de manera violenta ante las insinuaciones y las palabras de su amigo, no podía hacer nada ahora, se trató de calmar, tomando aire, respirando pausadamente, lo miro a los ojos, quitándose la mano de la boca.

— Si digo que sí... ¿entonces qué?

— Aquella mirada de pantera amenazaba con salir, una ligera sonrisa salía de aquellos labios, cerrando nuevamente los ojos, miraba hacia otro lado — bueno, ningún hombre en su sano juicio rechazaría una invitación así, por que la princesa, que tiene una disminución de clientes, se estaría tomando la molestia de invitarme.

— Ante lo dicho por el chico, apretó la pequeña toalla entre sus manos — te burlas de mi otra vez, tu siempre te ríes de mí, pero... ¿CUÁLES SON TUS VERDADEROS SENTIMENTOS?

Un destello entre gris y blanco salía por fin de aquellos ojos azules que se afilaban ante las palabras dichas por la de cabellos negros, en un movimiento rápido, tomaba con su mano el brazo de la contraria, la cortesana se había sorprendido ante esto, tratando de alejarse, realizo un pequeño movimiento, pero le fue imposible, la mano de Bankotsu tenía sujetada el lazo de aquel hermoso quimono, lentamente la fue acercando cada vez más a su cuerpo

— ¿Qué pasa con los tuyos?, realmente me vas a dejar hacerlo.

El azabache tomaba la mano de la contraía, jalándola hacia sí, ambas miradas azules hacían contacto, Kagome no podía reaccionar ante la cercanía y la adrenalina que su cuerpo estaba experimentando, la respiración de ambos se hacía cada vez más intensa con el pasar de los segundos, sus labios se rozaban ligeramente, solo un pequeño y delicado toque era suficiente para liberar descargas eléctricas en el cuerpo de ambos, sus ojos no pudieron expresar más que sorpresa, sintiendo una explosión de los sentidos cuando Bankotsu posaba sus labios en los contrarios, sintiendo la suavidad de estos, como se amoldaban a la perfección a los suyos, continuando con aquel apasionado y demandante beso, lentamente deslizaba la lengua en su cavidad bucal entrelazando su lengua con la de Kagome, succionando aquel néctar que se deslizaba entre la comisura de la boca de la menor, aquel acto, aquellos labios eran demasiado adictivos como para dejarlos libres, la joven cortesana no supo en qué momento correspondía aquella acción tan intenso y profunda, sintiendo como su cuerpo iba produciendo aún más calor, sus piernas temblaban, se sentía demasiado débil, se estaba quedando sin aire.

El azabache deslizaba su mano izquierda hasta aquel moño que hacía de cinturón, adentrándose ligeramente, tocaba aquella piel aterciopelada de la contraria, el sonrojo por parte de la menor no podía pasar desapercibida, sus ojos estaban realmente embriagados en éxtasis, su cuerpo temblaba sutilmente ante la respiración del joven, chocando en su piel.

Lentamente Bankotsu descendía por el plano abdomen, llegando hasta esos hermosos y redondos pechos, tomando uno, lo comenzaba a masajear de arriba hacia abajo, haciendo círculos, sorprendiéndose de lo grande que estaban y aun más, de lo bien que se amoldaban a su mano.

— ¡ahh! — un ligero y delicado gemido salía de los labios de la de ojos azules. — no... Bankotsu ... ¡DETENTE!

Sin que ambos lo esperaran, Kagome alejaba al moreno, mirándolo con desprecio, se cubría la parte que una vez estuvo descubierta, dándole la espalda salía a toda prisa de aquel recinto, el moreno no podía quedar más sorprendido, había estado nuevamente a punto de cometer acciones que eran imperdonables en el burdel, llevándose la mano a su frente, sonrió con amargura.

Camino por los pasillos, aun sintiendo el escozor del tacto de Bankotsu en su piel, cada lugar que su boca y sus manos habían tocado estaba quemando, al llegar a su habitación cerró la puerta, recargándose en la pared, miraba al techo, su respiración era agitada, el cuerpo estaba demasiado débil, se dejó caer en el suelo, llevo su dedo índice a su rostro, tocando ligeramente su boca, recordando lo que hacía minutos antes.

Comenzó a temblar, apretando un poco las piernas, sorprendiéndose a sí misma cuando llevo su mano libre hasta su intimidad, sintiéndola realmente húmeda, aquellos ligeros toques fueron suficientes para ponerla de esa manera.

Odiaba estar en esa situación, odiaba el destino que estaba viviendo, pero aún más odiaba sentir algo por Bankotsu que no fuera una simple relación de amigos.

¿Qué más podía hacer?

Continuara...


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Hola soy yo de nuevo en esta madrugada, tuve unos asuntos que me impidieron subir el capítulo desde el martes, pero dije no las puedo dejar así otra vez que pasen más de dos semanas y ya ven que este mes estaría publicando por semana, pues bueno, aquí esta esté capitulo, esto cada vez se pone más intenso, más profundo y sobre todo con tantas cosas nuevas por descubrir, les mandó un mega beso, gracias por leerle y por no dejar de seguirme en los escritos, créanme que el trabajo me consume todoooooo y parte del alma. Nos vemos en el siguiente capítulo.

Aun me falta responder sus mensajitos hermosas, muchos pero muchos besos y abrazos súper fuerte

Cha matta ne 😊

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