Capitulo 11 ¿Escapar es una opción?
Capitulo 11
¿Escapar es una opción?
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Aquella sala estaba decorada de una manera tan exquisita, se sabia que aquellos muebles eran traídos exclusivamente de Europa, dándole a aquel lugar un toque extranjero, los tapizados de aquel piso, quedaban perfectamente con aquellas hermosas cortinas de color vino que se encontraban en las paredes, creando aún más elegancia al lugar.
Kagome se encontraba junto con Miroku en aquella sala, observando a quien, en esos momentos, fumaba de una delgada y fina pipa, sus ojos no dejaban de ver a la joven frente a él.
— ¿finalmente tienes esa intención?, así que la princesa que siempre ha tratado las cosas con desdén y desprecio, ahora ha decidido pertenecer a alguien más, ¿es así?
— Apretó la boca, mirando fijamente al individuo que no toleraba en lo más mínimo, no lo hizo en su niñez y mucho menos ahora. — si.
— No necesitas forzarte a ti misma a estar de acuerdo ¿sabías? — dejo salir el humo de sus pulmones — como habíamos esperado de una popular cortesana como tú, queríamos que te quedaras por más tiempo, por siempre, ganar dinero para nosotros como una prostituta.
— ¡hmm! — lo miro con desprecio.
— Sin embargo — hizo una pausa — una vez que dices sí, no hay vuelta atrás. Esto se refiere a la confianza de Hanafarion. — el hombre se acomodó mejor en aquel enorme sofá — debes ser capaz de entender lo que quiero decir con esto ¿cierto?
— ... si... — menciono con tristeza después de entender aquellas palabras.
— Bankotsu se fue, también te vas. Llamados los inseparables dos, desde hace mucho tiempo, una vez que se vallan, este lugar se volverá muy desértico y solitario.
El hombre volteo a ver a la ventana, encontrándose en aquellas ramas de árbol, dos hermosos pajarillos, no parecían ser muy grandes, pero ambos se miraban moviendo aquellas cabezas, entonando su canto para poder entenderse, parecía que no tenían más de unos días de haber salido del cascaron.
Kagome los miro de igual manera, recordando nuevamente aquel pasado que sabía la atormentaría el resto de su vida, aquella época donde podía convivir con Bankotsu sin problema, donde los juegos y la convivencia era lo que experimentaban cada día, lo que anhelaba. Siendo el problema de pagar su deuda, algo insignificante.
Y ahora, sabía que no podía volver, por más que quisiera, a aquellos tiempos.
Después de aquella mañana, donde la mayoría de su energía se había ido, se dispuso a quedarse en su habitación, observo por la ventana largamente, pensando en nada. Shippo y Soten, que en ese momento la acompañaban, comenzaban a organizar sus cosas en grandes maletas.
La de ojos azules no despego la vista de aquel cielo azul, carente de nubes y matizado con unas cuantas líneas difuminadas en blanco.
— Escucho los ruidos que ambos adolecentes hacían — ¿si les gusta algo del guardarropa?, solamente tómenlo y distribúyanlo entre los demás.
— ¡Gracias Kagome! — ambos sonrieron.
— ¡es realmente sorprendente! — Soten volteaba a verla — cualquier cosa que Kagome necesite, Inuyasha se lo comprara, así que no necesita llevarse nada con ella.
— Eso es porque el cliente es el heredero de la familia Taisho, como hijo único tiene poder y dinero, eso es lo que lo hace diferente del resto de los inocentes chicos ricos.
Escucho lejanamente aquella conversación, Inuyasha le pidió tirar todo lo que los clientes le habían regalado, sabía que su vida cambiaria drásticamente, en cuanto saliera por aquellas puertas, todo sería diferente.
Mas no agradable.
Estaba tan metida en sus propios pensamientos que no se dio cuenta cuando Soten se acercó, llevando consigo una pequeña caja de madera.
— Perdón ¿Qué hay en esta caja?
— No volteo a mirarla — como dije, pueden quedársela.
— ¿Qué hay de este pequeño broche? — esta vez Shippo era el que se acercaba, llevando consigo un objeto envuelto en una manta de seda. — está segura que... ¿quieres darnos esto?
Lentamente tomo aquel accesorio, dejándolo a la vista, recordando el momento en que Bankotsu se lo había colocado en el cabello, el primer regalo que le daba dentro de aquella casa, sintiendo nuevamente aquella tristeza que poco a poco comenzaba a ahogarla.
— Es muy lindo — la pequeña de ojos carmesí miraba maravillada el accesorio.
— Kagome — Shippo la miraba de manera preocupada — quieres que... esto lo...
De solo pensar en que aquel objeto se alejará de ella, como lo hizo Bankotsu, la angustia se hizo más grande, sin poder evitarlo, su cuerpo reacciono por sí solo, envolviendo el broche para alejarlo de los demás. Abrazo contra su pecho el objeto, provocando que las presentes se preocuparan ante la extraña reacción de la cortesana.
— ¿Estás bien? — Soten la miraba parpadeando varias veces.
— Ah... lo siento, quiero conservar esto. — miro con nostalgia el accesorio.
Sabía que no tenía caso conservar aquello, el solo hecho de aferrarse a un recuerdo y aun amor que nunca podría llevarse a cabo.
Detrás de la puerta, Bankotsu estaba escuchando cada palabra que la joven cortesana decía, sintiendo algo parecido al vacío.
Su semblante estaba lleno de angustia.
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Esa misma noche, la joven cortesana era llamada. Yendo a aquella habitación que conocía bastante bien, entre almohadas de plumas, cortinas de encaje y seda, de colores rojos y azules, recibía a quien sería su dueño por el resto de su vida. Sonriendo de manera forzado, se acomodó a su lado. Sintió como el albino se acomodaba detrás de ella para abrazarla posesivamente.
— ¡Estoy tan feliz! — Inuyasha abrazaba por la cintura a Kagome — finalmente aceptaste mi oferta.
En ese momento, el abrazo que la joven recibía, no provoco nada en ella. Su mente aún seguía rondando el tema de Bankotsu, teniendo la esperanza de poder verlo una vez que ella también pudiera salir de ese lugar. Y si eso pasaba ¿Bankotsu desearía verla?
En el momento que ambos salieran de la zona roja, ya no importaba el que fueran cortesanos, rivales o amigos. Al final Bankotsu pertenecía a una familia poderosa como único heredero, mientras que ella, será una esclava dentro de una jaula de oro, alimentada por otros.
El miedo que el joven cortesano no la fuese a buscar, la hizo temblar por unos segundos.
Cerro los ojos ante el maremoto de pensamientos que se avecinaban uno tras otro, no podía simplemente dejarlo todo así ¿verdad?, el solo hecho de pensar en cómo era Bankotsu con sus clientas, en cómo es que la seducción de aquel joven se volvía mas fascinante para aquellas que llegaban a él y caían en sus bazos.
La sola idea de que este cambiara una vez que saliera del distrito rojo la asustaba de una manera que no podía describir con palabras.
Quería evitar aquello a como diera lugar, en su cabeza comenzó a idear planes que sabía no funcionarían ¿Cómo visitarlo?, ¿cómo verlo?, ¿llamarlo?, ¿escribirle?, ¿Qué clase de excusa pondría?, ¿tratar de emboscarlo?, para después fingir que todo aquello era más que una coincidencia.
— Te acariciare por el resto de mi vida — el de cabellos plateados abrazaba cada vez más fuerte a la joven.
— Inuyasha.
Ante las palabras del universitario, desvió la mirada, no podía con la culpa, aquellas acciones tan egoístas que estaba tomando la llevarían a algo muy peligroso. Usar a Inuyasha para tales fines, era una jugada demasiado baja, hasta para ella, pero, ante las circunstancias que ahora estaba experimentando. No había vuelta atrás, había aceptado esa propuesta por esa razón.
Las salidas estaban totalmente clausuradas, sin una segunda opción.
— El próximo año, estaré cumpliendo cuatro años en la universidad, solo necesito concentrarme en mi tesis y no necesitare ir a la escuela. Siempre estaremos juntos ¿sabes? — le susurro al odio de una manera tierna.
— Tu... no...
— Mi familia posee una empresa mercantil, mi familia por mucho tiempo me ha pedido que conozca el mundo ahora que soy joven. Kagome ¿tu, has viajado a otros continentes?
— No — menciono en automático.
— Lo sabía, después de pagar tu redención te llevare a otro país conmigo. ¿Cuál sería un mejor lugar para vivir?
La sorpresa en los ojos de la de cabellos negros no podía ser contenida ¿ser separada aún mas de Bankotsu?
— .... ¿He...? Justo ahora ¿Qué quieres decir? — por primera vez se incorporó un poco para ver aquellos ojos dorados.
— Voy a estudiar en una universidad en el extranjero, se considera un viaje de estudios.
— "estudiar en el extranjero" eso... ¿podría tomar cuánto tiempo? — menciono con la voz temblorosa.
— Quien sabe — respondió de una manera neutral — después de graduarme, nos enviaran a diferentes sucursales de la compañía, regresar a Japón podría ser después de 3 a 5 años, incluso 10 años.
Ante aquella respuesta, el corazón de la joven dolió, aquel palpitar era pesado, ¿acaso se iría al extranjero sin más?, trago saliva pesadamente, su cuerpo tembló sutilmente, el miedo la invadió. Quería dejar todo aquello así, si por algún motivo se iba, entonces, ¿Qué pasaría con Bankotsu?, ya no podría encontrarlo. Sintió un fuerte mareo, sus malas acciones se reflejaban en aquello, lo que estaba haciendo tal vez era una venganza del destino por jugar con Inuyasha.
— Tanto...
— Lamentable no es así — una sonrisa se dibujó en aquel rostro, una que distorsiono el amable rostro del joven.
Aquellos ojos azules lo miraron fijamente, percatándose de la intención en aquellas pupilas doradas. Inuyasha sabía todo, cada cosa que pasaba con Bankotsu, sus sentimientos, el amor que ella le tenía a su amigo de infancia. Todo lo que había hecho hasta ahora lo estaba haciendo a propósito.
¿acaso se lo tenía merecido?
No dijo nada más, llevo su mano hasta la mejilla del contrario, acariciando sutilmente esta, ya lo sabía, no había otra opción.
Después de despedirse del albino, entro a la recepción de la casa, manteniendo el control, pero una vez que llego a la sala, se dejó caer de rodillas al suelo. Todo aquello, no era más que su culpa, si las cosas se volvieron de esa manera, era porque se había vendido a sí misma.
Dejo salir un suspiro, pensando rápidamente en otra estrategia, el escapar de aquel lugar no sonaba tan descabellado, ante lo que vivió minutos atrás con Inuyasha, la opción no sonaba tan mal. Sabía que había guardias en la entrada principal, que, de seguro la reconocerían de inmediato.
Se sentó en uno de los escalones de la entrada, mirando fijamente el panorama, percatándose de un pequeño camión de abastecimiento que se encontraba en la entrada de la casa, justo a un lado de uno de los locales, frunció las cejas, solo para examinar rápidamente. No lo pensó de forma clara, su cuerpo se movió por si solo una vez que aquellas puertas se mantuvieron abiertas para dejar el arroz y algunos vegetales por parte de los mismos empleados. Sin que nadie la viese, se introdujo en la parte trasera, acomodándose detrás de unas bolsas y cajas de madera. Tomando ambas piernas, se hizo un ovillo, dejo salir el aire lentamente, solo, para quedarse quieta una vez que el vehículo cerro las puertas y arranco.
Si aquellos chicos no se daban cuenta que ella estaba en aquel lugar, sería fácil salir por la puerta principal, tenía miedo, mas no se echaría atrás.
El vehículo comenzó a acelerar solo un poco, sintiendo la adrenalina inundarle todo el cuerpo. Cada vez estaba más cerca de la salida. Podía incluso imaginarse del otro lado de la puerta.
Repentinamente las puertas se abrieron, un nuevo cargamento tenía que ser llevado a uno de los restaurantes de la zona roja, cuando uno de los hombre comenzó a bajar aquellos enormes sacos, se percató del cabello de kagome.
— ¿Qué es esto?, esta cosa de color negro — una mano jalo el cabello de forma brusca. — oye ¿no es una cortesana?
— ¡Espera!
Kagome caía sobre los costales, observando a los hombres que en ese momento miraban con desprecio a la joven cortesana.
— ¡PENSANDO EN ESCAPAR! — tomándola del brazo la sacaba del auto, lanzándola al suelo.
— ¡urgh!... — se levantaba mirándolos de mala manera.
— ¿Esta chica no es kagome de Hanafarion? — mencionaba otro de los repartidores, una vez que se acercó a ver que estaba pasando.
— Esto es realmente sorpendiente, ella es tan hermosa que hace a las personas sentir exitacion ¿cierto? Oye — nuevamente el hombre que había jalado su cabello, tomaba el brazo de la joven para apretarla — aunque solo había visto fotos, viéndola en vivo es incluso más....
— Suéltame — dando un golpe en aquella mano, se libraba de aquel agarre, como pudo se puso de pie, solo para escapar del alcance de aquellos dos.
La terquedad y la necesidad de poder ser libre fue mayor que la razón, sin que los hombres le dijeran algo más, se dispuso a correr a la salida, aquellas puertas cada vez se iban haciendo más grandes. La libertad le estaba llamando y con ello el que estuviera con aquella persona, era lo que le daba impulso en seguir corriendo.
Pero todo aquello quedo en una pequeña imagen, nuevamente su cabello era presa de las manos de uno de los trabajadores, quien, sujetándola fuertemente de un par de mechones, la jalo hacia abajo, haciéndole daño en el proceso. Su rostro nuevamente estaba en el pavimento.
Mirando como la salida quedaba a unos cuantos pasos. La libertad, estaba tan cerca de sus manos que no pudo alcanzarla.
Cayo la noche en el distrito rojo, la casona contaba con cuartos traseros donde guardaban alimentos e impartían castigos cuando alguna de sus inquilinas incumplía las reglas. Kagome se encontraba sujetada de ambos brazos, sus rodillas apenas tocaban la fría madera del suelo, las puntas de sus pies estaban rígidas en ese momento. Su cuerpo al igual que sus prendas, estaban empapadas por la ducha fría que había recibido justo al llegar.
Sin que podría si quiera tomar aire, un latigazo le fue dado en la espalda, provocándole dolor, su espalda se arqueo debido a la magnitud del golpe, no sabía cuánto tiempo había pasado, ni cuanto iba a durar tal castigo, pero, a estas alturas, no importaba nada.
Pensando solo en el largo de su cabello, si este no hubiera estorbado, ahora estaría fuera de aquel lugar. Cerro los ojos, sintiendo nuevamente como aquellos recuerdos la volvían a invadir, junto con el dolor de cada azote.
La promesa que una vez hicieron.
— "mentiroso"
Con estos pensamientos, se mantuvo en aquella posición una vez que dejaron de reprenderla, mirando un punto en la nada, lentamente y sin que ella quisiera, unas lágrimas invadían sus orbes azules, no podía con la tristeza de su corazón. Apretó la boca con fuerza, sintiendo después como el agua fría nuevamente volvía a mojar completamente su cuerpo. Lentamente volteo el rostro hasta los barrotes de madera, mirando quien se había atrevido a mojarla.
— Hola — el moreno le saludo desde afuera.
— ¿Bankotsu?
Lo miro por unos instantes, solo para volver su cabeza a la posición inicial, algo que Bankotsu no pudo dejar pasar, había observado a Kagome por mucho tiempo, que aquella sonrisa que tenía en el rostro se fue borrando lentamente. Saco la llave de su bolsillo, solo para abrir el seguro de aquellas maderas que asemejaban los barrotes.
Se le quedo mirando fijamente, pero, parecía que la mente de la joven estaba en otro lado, los ojos del moreno viajaron rápidamente por aquel cuerpo, cada parte de aquel kimono de color blanco se pegaba a Kagome como si se tratase de una segunda piel, los pechos subían y bajaban al compás de las respiraciones, su intimidad podía verse solo un poco, debido a la posición en que la habían dejado, y el hecho de no poder moverse.
Algo que Bankotsu contemplo con premura, sonrió ante semejante vista, por una extraña razón, le parecía la escena más erótica que podía haber visto de Kagome.
— Escuche que trataste de escapar ¿cierto?
— Al escuchar la frase, ladeo el rostro — estu... pido.
— ¿Qué?
— ¡Por el bien de quien lo hice!, es todo por tu culpa — esta vez lo miro a los ojos. — "todo por tu bien"
— Con esa clase de método tan tonto ¿Cómo podrías haber escapado exitosamente? Incluso si hubieras salido por la entrada principal ¿Cómo ibas a salir del camión sin ser notada? — se cruzó de brazos — y para alguien como tú que no tiene ni un centavo ¿Qué ibas a hacer?, llevando un llamativo kimono verde, es fácil saber que estas escapando de Hanafarion.
— ¡hmmm! — ante semejantes cosas que el joven cortesano le mencionaba, no podía objetar ninguna de estas, tenía razón, era un plan realmente malo.
— Kagome — aquella mirada se afilaba, la pantera nuevamente hacia acto de presencia, lentamente llevo su mano hasta la barbilla de la contraria, tomándola, la obligo verlo — ¿Por qué querías escapar?
— ....
— Además, ya habías aceptado el dinero de tu redención ¿cierto? — acaricio con el pulgar la barbilla. ¿o de repente ya no tienes la intención de pertenecerle a un hombre? — aquellos ojos se afilaron aún más — ¿Por qué?
— Cerro los ojos ante aquello, solo para desviar el rostro — ....
— No hay nada que hacer contigo, no eres nada linda. — la mueca en su rostro se transformó en una de impaciencia.
— Dilo por ti mismo... ¿para qué viniste aquí?
— Sonrió de manera seductora — por ti — paso el dedo índice por el cuello de la contraria — vine aquí para acosarte. — descendió a uno de sus pechos solo para hundir la suave piel con la punta.
— Ante el tacto, no pudo evitar sentir la cara arder — ¿acosarme? — lo miro con una mueca de disgusto.
— Soborne a la persona encargada de tu castigo, para dejarme remplazarlo. Francamente hablando, soy tu maestro de ajuste.
— ¿Qué?... a... ajuste... ¿maestro de ajuste? — la sorpresa y el sonrojo en su cara era sumamente notoria. — ¡que!... ¿Por qué te permitirían hacer tal cosa?
— Porque he querido hacerte cosas sucias desde hace mucho tiempo — la sonrisa de Bankotsu salía de manera tenue, cargada de deseos insanos. — no lo sabes ¿cierto? Porque cada uno de tus movimientos incita mucho los deseos de un hombre.
Ante el semblante de superioridad de Bankotsu, articulando aquellas palabras, Kagome, no pudo emitir sonido alguno ¿acaso lo estaba diciendo enserio?
Quiso moverse, pero la soga que ataba sus muñecas se lo impido, siendo esta sujetada por la mano del moreno quien rápidamente colocaba sobre su regazo a la de cabellos negros. Lo miro con extrañeza una vez que sacaba de sus ropas un sobre blanco, sin mucho esfuerzo y cuidando de no lastimarla, le tomo la barbilla, abriéndole después la boca, solo para verter el contenido de manera rápida.
Sorprendiendo a un más a Kagome, ¿Qué estaba haciendo?, se escucharon unos pasos a la lejanía, observando que se trataba de uno de los guaridas, que llegaba con una botella de sake, estiro la mano dándosela a Bankotsu en el proceso.
Una vez que tubo aquel recipiente entre sus manos, bebió un poco, solo para acercar nuevamente sus labios a los de la contraria, besándola en el proceso. La sorpresa era demasiada, nunca pensó en poder hacer eso con su amigo de infancia, solo en aquellos sueños, sin pasar a la realidad. El calor de aquel líquido, provocaba en aquel beso una sensación de cosquilleo entre ambas lenguas. Emitió pequeños gemidos ahogados, aquel liquido resbalaba por su garganta, provocando una mayor concentración de sofoco en su cuerpo.
Una vez que el moreno se separó de aquella boca, paso la punta de su lengua por la comisura de aquellos labios ahora hinchados, no pudo solo dejarla así, ver aquel hermoso rostro, los pómulos teñidos en color carmín, los ojos azules implorando por algo más. La cordura se resquebrajo, esta vez la tomo de ambas mejillas, solo para besarla apasionadamente, casi al grado de arrebatarle el último aliento.
Las manos de la joven cortesana temblaron, aun atada, no puedo evitar que su cuerpo se estremeciera con cada toque, cada acto que el joven cortesano le proporcionaba.
El calor se iba concentrando cada vez más.
— ¡Hah! — el sonrojo en sus mejillas era tan marcado, algo que a Bankotsu le pareció bastante provocativo. — ¿Qué me acabas de hacer beber? — pronunciaba con agitación en su voz una vez que se separaron.
— Hay muchas clases de castigos, creciendo en el distrito de la luz – roja durante este tiempo debes entender que es lo que significa ¿cierto?
— Que... estas... intentando... hacer...
— El dueño está muy molesto, no importa que cortesana tan popular seas, esto fue muy desconsiderado, para él, esto es intolerable. Antes de este incidente, hacías cosas que le molestaba ¿cierto?
— Por unos segundos el semblante de Kagome, cambio a uno de preocupación, mordiéndose los labios. — ¿y?
— ¿y?... — nuevamente aquella sonrisa sádica salía a la luz — es por eso que te enseñare como es un hombre.
Los ojos azul eléctrico del joven, se afilaban de tal manera que parecía tomaban un color negro, su sonrisa se ensanchaba dejando ver más que solo una mueca de seducción, era retorcida, casi rayando a lo enfermo.
semblante que más que asustar a Kagome, por una extraña razón, provoco que su cuerpo temblara de una manera pervertida mente placentera.
Continuara....
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Datos de la historia
Maestro de ajuste: es un término que se usa para aquella persona encargada de enseñarle a otras, técnicas en la cama.
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Mis bebas hermosas, espero que les haya gustado estos capítulos, el extra que esta cortito y este que está un poco más largo, gracias por dejar sus comentarios y estrellitas, les mando muchos abrazos y muchos besos. Nos seguimos leyendo.
Cha- matta- ne :3
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