19.
Pansy Parkinson
El estatus es lo único que importa y si no lo tienes debes de hallar la manera de encontrarlo a como de lugar aunque sea rebajándote a niveles insospechados.
Ese era el pensamiento de mi madre, madre a la cual le deseaba todos los males del mundo.
Si mi madre hubiera muerto en vez de mi padre; mi vida sería mejor y todos estaríamos más felices, ella no hace falta en este mundo.
Tal vez no la odiaría tanto si no fuera que por su culpa conocí a Phinneas Fawley y sucedió todo lo que vino después de él.
En toda mi vida mi mamá se hizo de un montón de novios de turno con los que tenía aventuras y luego desechaba, muchas veces los ví saliendo a medio vestir de su cuarto durante las mañanas mientras ella creía que no me daba cuenta de nada, siempre creyó que era una niñata incapaz y para lo único que me quería era para casarme con alguno de sus amigos para tener más dinero.
¿Mencioné que lo que mueve a mi madre aparte de querer verse de veinte era el dinero?
Bueno, eso no era algo que no fuera a deducirse.
Su búsqueda desenfrenada de nuevos novios tenía la única intensión de querer conseguir un nuevo esposo para que satisfaciera su insaciable deseo de comprar ropa, de viajar y sus hormonas de colegiala.
Sí, era patética y cada cosa que hacía me provocaba un aborrecimiento total en contra de su estúpida persona.
Todo marchaba con normalidad hasta que un día entró en mi habitación para las vacaciones de navidad y me observó con desaprobación.
—¿No te he dicho que no me gusta que entres en mi alcoba?
—Sólo vengo a decirte que esta noche tendremos invitados y quiero que te vistas decente.
Rodé los ojos.
— ¿Otro de tus novios, madre? ¿Enserio no te das cuenta de que agotas a los hombres?
—Mira, no te pongas odiosa; sólo quiero que te comportes y que no hagas ninguno de tus comentarios poco atinados.
—Sabes que no miento madre, no puedo decir que eres una mujer inteligente cuando no lo eres.
La relación con ella realmente estaba quebrada y no había momento en que no buscara fastidiarla o atacarle por uno u otro motivo, jamás dejaría de pensar que la muerte de mi padre fue algo sumamente conveniente para ella y que ni siquiera le había dolido un poco.
—Pansy, no tengo tiempo para pelear contigo, sólo quiero que te vistas adecuadamente para que bajes a cenar.
— ¿Y si no lo quiero hacer?
—Pues tendrás que hacerlo, porque es una orden —mencionó y salió de mi habitación. Detestaba saber lo idiota e irracional que mi madre podía llegar a ser por un ser un humano con un bulto entre las piernas, era realmente asqueroso verla actuar como adolescente y dar estúpidas sonrisas al aire.
No quería problemas así que a la hora acordada salí de mi habitación de manera presentable, tampoco me había arreglado lo suficiente o tanto como ella quería. Me observó con algo de desaprobación pues claramente esperaba que me vistiera como para la fiesta de navidad, pero ya era tarde; el elfo doméstico entró en el salón y anunció que la visita había llegado.
—Dile que pase, Glacy—ordenó y vi su expresión de ansiedad.
—Comportate o lo espantarás antes de meterlo en tu cama —le susurré.
—Pansy si no quieres que pierda la paciencia contigo, te vas a comportar y no harás ningún comentario desagradable ¿Me has entendido?
Nuestra mini discusión quedó en el aire cuando entró un hombre de unos cuarenta años –de la edad de mi madre– con un traje elegante y aspecto de jefe de la mafia; delgado, de ojos verdes y de cuerpo musculoso. Le clavó los ojos a mi madre escaneándola y luego los puso sobre mí.
— Phinneas, que alegría que ya hayas llegado.
—Camille, es un placer que me hayas convidado a tu hogar; tienes una hermosa casa —saludó con cortesía.
—Quiero presentarte a mi hija, Pansy — me tomó del brazo para que me acercara —Actualmente está terminando sexto año en Hogwarts.
— Un gusto, Pansy— saludó y besó mi mano ¿Por qué no estás en la escuela?
Mi madre se colocó nerviosa.
—Pues estoy suspendida, por lanzarle maleficios a un compañero —respondí con toda y natural sinceridad.
Él me observó y emitió una carcajada sonora que a mi madre le pareció encantadora. La cena transcurrió sin mayores incidentes, ellos al parecer se conocían de hace bastante tiempo, por lo que me limité a observarles y a tratar de deducir las intenciones del tal Phinneas; si para algo era buena, era para darme cuenta lo que escondían las personas realmente y no tardaría mucho en saber qué era lo que quería este hombre, porque claro estaba que no amaba a la estúpida de madre.
Luego de volver a Hogwarts y terminar el año quedé con Luna de que ella me visitaría algunos días en casa durante las vacaciones de verano. Siendo honesta me aterraba que ella se quedara sola con su padre, además pasaría otros días en casa de Neville y de Seamus Finnigan; de quien se había hecho muy amiga, no confiaba del todo a él; pero era mejor que nada.
El día en que volví a casa, el elfo que fue a recogerme a la estación se llevó mi maleta a mi habitación y pude percibir que no habían mayores ruidos en la Mansión. Eso me extrañó, pues Camille siempre se comportaba como una loca histérica y daba ordenes a los gritos todo el día.
Observé y todo estaba como hacía unas semanas, fui a la cocina para prepararme algo para comer cuando me topé de frente con el al parecer nuevo miembro de la familia.
— Pansy —me saludó Phinneas, quien estaba en bata de baño y llevaba un vaso de jugo de frutas —Pensé que llegarías más tarde.
— ¿Qué haces en mi casa? —le espeté de inmediato, pues no era normal toparme con un casi desconocido en esa facha.
— ¿Tu madre no te lo dijo?
— ¿Decirme qué?
— Pues Camille me ha invitado a vivir aquí y yo he aceptado —dijo con tono despreocupado y dándole un trago a su jugo —Espero que no te moleste —declaró, observandome sin ningún tipo de preocupación.
— ¿Y tú acaso no tienes casa para quedarte en ella? ¿O esperabas hayar a una loca desesperada como mi madre para ascender en sociedad? —pregunté de manera inmediata.
— ¿Eso piensas de mí, linda? Vaya, creo que me siento algo ofendido.
—Con mi madre podrás jugar, pero créeme que no creo nada de lo que vaya a salir de tu boca de ahora en adelante—me volví y él me tomó suavemente del brazo.
—Pues creo que sólo es cosa de que nosotros podamos conocernos más ¿No crees?
Le enfrenté con la mirada y luego me deshice de su agarre. Fui en busca de mi madre para que me explicara qué era lo que estaba sucediendo; la hallé en la cama, desnuda, como si le hubieran dado un buen revolcón.
— ¡Pansy, no sabía que habías llegado!
—Claro, eso es obvio; ahora en lo único que piensas es en la polla de ese hombre al que metiste a mi casa —resoplé.
—No seas irrespetuosa y grosera.
— ¿Puedes decirme qué hace ese tipo aquí?
—Pues ahora vive aquí ¿No puedes ponerte un poco de feliz por mí acaso?
Su respuesta fue tan infantil que no pude evitar reír.
— ¿Te estás oyendo? Mamá, él lo único que quiere es tu dinero ¿O crees que te quiere de verdad?
—Mira, ese es mi asunto; deberías ser un poco más madura para asumir esto—habló de forma seria —Tu padre jamás me entendió como lo hace él, jamás me complació de esta manera.
— ¡No vas a comparar a mi padre con este gigolo, mamá! ¡Despierta! ¿Vas a mantener a este zángano?
—Mira, esta es mi casa también y si quiero que esté aquí lo hará o puedes tomar tus cosas e irte a la casa en París —declaró sin hacerme mayores inconvenientes —Ahora quiero que me dejes sola, estoy ocupada.
Si claro, muy ocupada siendo una puta.
Desde ese día que me dediqué a observar cada una de las acciones y movimientos del nuevo novio de mi madre, estaba dispuesta a hacerla ver que se equivocaba. Quería verla humillada, no era posible que fuera tan ciega, tampoco era posible que hablara como si mi padre no le hubiera dado nada; cuando era todo lo contrario.
Phinneas tenía todo para considerarse un caza-fortunas; si bien tenía un buen apellido y venía de una familia conocida, no se apreciaba que se desempeñara en algún cargo importante; no era muy cercano a su familia, por lo que no lo respaldarían en cualquier dificultad, tenía esa cara de galán que me hacía pensar que se relacionaba con cualquiera y por último se había apegado a mi madre como una lapa como si fuera su último respiro.
Pero no tenía nada concreto como para que mi madre se desencantara y admitiera que sólo se involucraba con hombres de cuestionable reputación.
Hasta que llegó Luna a casa a pasar unas semanas; no había ningún problema pues mi madre vivía en su mundo y no le interesaba en nada con quien yo pasara mi tiempo mientras fuera un sangre pura. Puedo admitir que esos días fueron de los mejores, pues realmente disfrutaba de la compañía de mi amiga. Hasta que esa misma situación me dió una oportunidad; un sábado y luego de mucho tiempo de que con Luna no sucedía nada por haber acordado que sólo seríamos amigas; ambas nos estábamos besando en mi cama, comencé a acariciarla y bastó eso para que sintiera un montón de sentimientos gratos.
Mi mirada se fue hacia la puerta y allí vi a Phinneas, estaba parado detrás de la puerta media abierta y nos observaba con detenimiento.
— ¿Qué ves allí?
—Nada Luna, pensé que andaba alguien pero no fue nada—contesté.
Así que el guapo Phinneas era un voyeur que gustaba de las señoritas jóvenes.
Esa era mi arma contra él.
Y obviamente no la desaprovecharía.
Comencé a pasearme en poca ropa por la casa, cuando me cambiaba lo hacía con la puerta abierta, muchas veces fingí que me estaba masturbando para asegurarme de que me viera y puedo decir que sus miradas lascivas hacia mí fueron notorias hasta para los elfos domésticos. Al inicio mi madre lo dejó pasar; pero después ella era consciente de sus casuales roces con mis manos o de sus apretones en mis hombros, no obstante no era capaz de decirle nada, de echárselo en cara, por lo que al parecer tendría que hacerlo personal.
No tardé mucho en hacerme la coqueta y que él contestara a mis insinuaciones, al principio sólo eran pláticas con cumplidos sobre lo bella que era, luego habíamos pasado a algunas caricias en la cocina, dos semanas después lo tenía metido en mi cama. No es que eso me hiciera sentir bien, tampoco me generaba rechazo; simplemente fue una manera de vengarme de todo lo malo que Camille le había hecho a mi padre.
Sabía que jamás sentiría que un hombre mayor se involucrara con su hija, sentiría que él la había desplazado por otra mujer, no pensaría en las consecuencias.
Ella jamás pensaba en lo importante; jamás pensaba en otra persona que no fuera ella.
Y ahí las cosas se pusieron en mi contra, sucedió algo que no estaba en mis planes y al inicio traté de solucionarlo como cualquier mujer con una vida sexual activa.
— Estoy embarazada— le solté a Phinneas durante el desayuno, mi madre no estaba presente.
—¿Qué?
—Eso, estoy embarazada.
—¿Cómo sé que ese niño es mío? Se ve a lo lejos que eres una fácil; te involucraste con el novio de tu madre.
— Aquí el que saldrá perdiendo serás tú, necesito dinero muggle.
— ¿Mira, dime de inmediato qué harás?
— Yo veré como lo soluciono, lo único que quiero es que te largues de esta casa si no quieres que monte un espectáculo diciendo que abusaste de mí; créeme que puedo ser muy convincente.
En ese momento sentí su puño en mi cara.
—Eres una zorra, igual que tu madre.
— Prefiero eso a ser escoria.
Nadie jamás me había puesto una mano encima y él se llevaría el premiado por ser el primero, tomé las cartas en el asunto y me practiqué un aborto en el mundo muggle; no lo sentía, sólo fue algo que no estaba contemplado en mi plan, luego de eso fui a la oficina de aurores y puse una demanda en contra de Phinneas Fawley por estupro y abuso sexual.
El escándalo mediático fue de proporciones, delante de un sinfín de periodistas que acosaron a mi madre y a su novio al salir de la mansión Parkinson, a él le dieron una condena de varios años en prisión.
La última conversación que tuvimos con mi madre fue cuando volvió del ministerio.
— Eres una egoísta, jamás quisiste verme feliz; siempre defendiste a tu padre y ahorainventaste esta mentira para hacerme quedar en ridículo.
— Si quieres que sienta lástima por tí, créeme que no lo hago; me das pena, tú y tu patética forma de actuar; agradece que ya no estoy embarazada, de lo contrario hubiera sido peor.
Vi cómo su mano iba en dirección a mi cara pero se la detuve.
— Ni te atrevas a tocarme, jamás te has preocupado por nadie que no seas tú; me alegro que ahora estés sola, pues desde este momento quiero que te vayas , toma todo el dinero que quieras; pero aléjate de mí.
Extrañaba a mi padre.
No me importaban las cosas que pasé.
Había vengado su memoria.
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