12.
Ronald Weasley
El mundo muggle en ciertas ocasiones tiene muchas más entretenciones que las que el mundo mágico te puede ofrecer. Cuando eres un mago nadie te conoce en el mundo de los londinenses sin magia y eso te da la posibilidad de ser otra persona.
En el mundo mágico siempre voy a ser Ronald Weasley, el hijo de Molly y Arthur quien trabaja en el ministerio, el que recibe todo de sus hermanos y no posee nada nuevo y en que en todas partes es el buen acompañante, el mejor amigo de Potter, de Granger el más inadvertido de Gryffindor, en cambio en el mundo muggle podía ser la persona que quisiera y el mejor.
Podía tener el nombre que se me antojase y también dedicarme a lo que fuera; nadie tenía cómo saber si era verdad o era mentira.
Antes que nada, mis viajes al mundo muggle comenzaron en las vacaciones antes de quinto año, realmente el mundo mágico era realmente aburrido. Todo ese drama de que Voldemort había vuelto y que esperaba para matarnos a todos, las reuniones de la Orden para idear planes para detenerle, que nos hayamos mudado a Grinmauld Place –la horrenda casa de los Black – sin la compañía de Harry se hacía muy tediosa, por lo que apenas salía del ojo de mi madre decidí comenzar mis incursiones en el mundo de los no magos.
Más allá del Palacio de Buckinhan o la estación de Kings Cross no conocía. Por lo que mis paseos empezaron en modo de turista para conocer el país donde vivía. Londres era enorme y siempre estuve atrapado en lo que sabía que era mi mundo; jamás tuve asco por los muggles, sólo que no los identificaba del todo y este momento era ideal para conocerlos.
Las primeras veces paseé por el centro y conocí un montón de lugares emblemáticos que desconocía; sentía que salía de mi burbuja donde hasta ese momento se me hacía muy cómoda . Evité que mi madre se enterara, puesto que era demasiado aprehensiva y nunca hubiera permitido que yo divagara solo por las calles de la capital inglesa; o de lo contrario hubiera enviado conmigo a uno de mis hermanos, en ese caso hubiera tenido que ir con los gemelos y mi idea era lograr hacer cosas por mi mismo. Sin tener a mi familia inmiscuída en todo lo que quería, desmarcarme un instante de mi faceta de mago.
Cuando ya se hicieron recurrentes mis viajes tenía la confianza suficiente como para ir más lejos, visitar sitios más complejos de abordar o con más gente. Siempre llevé la varita escondida, un poco de dinero y un mapa en caso de perderme. Por lo general no buscaba cercanía con los demás, ese no era el propósito de mis viajes, tampoco se lo contaba a nadie ya que eso implicaría ser descubierto.
Fue un día en que llegué al Parque Hyde y me interné entre sus arboledas que divisé a bastante gente muy joven, algo mayor que yo o incluso menores a mi edad, todos sin sus padres, en grupos de amigos bebiendo lo que asumo que era cerveza debido a las risas de esos raros y alocados muggles. Me senté alejado mirando todo a mi alrededor y sentí en ese momento que la vida de los no magos era muy cómoda, ni siquiera sabían de nuestra existencia, su vida era demasiado simple a mi parecer, si ni si quiera sus padres les reclamaban por beber alcohol en un lugar público.
Pensándolo bien, me hubiera gustado nacer en una familia de muggles, tener un vida común y corriente, tener las responsabilidades de un adolescente normal y sin preocupaciones. Poder perforarme la nariz, tal vez hacerme algún tatuaje o tinturarme el cabello. Los veía tan serenos e involucrados en su mundo que por un momento deseé ser uno de ellos.
— ¡Hey! ¡Tú, el pelirrojo! — escuché a uno de los chicos llamar en mi dirección.
Miré hacia atrás y me percaté que era a mí a quién llamaban.
— ¡Sí, tú! — me apuntó el muchacho moreno con rastas parecidas a las de Lee Jordan.
Me sentí nervioso ya que jamás había conversado con muggles propiamente tal y menos en solitario, siempre había estado con papá y creo que la última vez que hablé con unos fueron los padres de Hermione en segundo año. Cogí mi mochila y me acerqué algo dubitativo, tratando de hacer totalmente lento el encuentro entre ellos y mi persona.
— Queremos pedirte un favor — exclamó una chica morena con la voz algo chillona — ¿Nos puedes tomar una fotografía? — preguntó enseñando una cámara fotográfica.
Sonreí y la tomé en mis manos; conocía el objeto ya que mi padre era un coleccionista de los instrumentos muggles y el mismo tenía una de esas cámaras en casa, por lo que no sería nada que no supiera hacer.
—Por supuesto, posen todos juntos — contesté con algo de timidez — tres, dos, uno. — cuando apreté el botón para capturar sentí como la foto salió por arriba ya que era una de esas instantáneas.
— ¿Cómo te llamas? ¡Únete a nosotros! ¿Qué hacías tan solo? — me preguntó el chico que hizo gestos para que me acercara a donde ellos estaban tirados en el césped — Soy Henry — se presentó — ella es Alisha, Silvya, Charlie y Daniel.
Asentí y sonreí ya que aún se me hacía bastante complejo hacer amistades. Cuando era más niño se me hacía más simple convivir y hacer amigos, pero después de años de estar sólo con Harry y Hermione, se me hacía algo difícil socializar.
—Hola, soy Ron — murmuré en tonos más bajos ya que estaba algo abrumado, no mencioné mi apellido ya que era demasiado extraño dentro del mundo muggle y eso podría ser un problema si es que llegaban a preguntar o en el caso de que mis huídas fueran descubiertas.
Me invitaron a sentarme junto a ellos por un momento y de verdad que me sentía como un mago sin su varita. Era muy rara la manera en la que se expresaban, demasiado espontáneos y morían de risa por todo.
— ¿No les dicen nada por estar bebiendo aquí? — cuestioné sin pensar.
Ellos rieron nuevamente y la chica que respondía al nombre de Silvya fue la que habló.
— No, estos lugares no son custodiados por nadie, además estamos bien escondidos entre las ramas.
— ¿No eres de Londres, Ron? — me preguntó el otro chico del cual ya había olvidado su nombre.
Eso me puso en un aprieto, puesto que había dejado en evidencia mi desconocimiento sobre el tema.
— Sí, pero la verdad es que no suelo salir mucho — me apuré a mentir — mis padres son algo estrictos y no frecuento mucho por estos sitios.
— ¡Vaya que lío son los padres! Todos tenemos problemas con ellos, por eso nosotros nos hemos venido aquí a ahogar nuestras penas en cerveza ¿Quieres una? — me ofreció Henry prácticamente lanzandome una lata antes de que hubiera contestado que sí.
Agradecí y observé como todos a mi alrededor estaban comiendo y haciendo picnics con mantas en el pasto; tal y como estaban los chicos con los que estaba hablando. Me fijé en la lata de cerveza cuya marca era Budweisser, jamás había probado licores muggles pero no creía que fueran peores que el whisky de fuego.
Pensé en lo que diría mamá si me viera entablando este tipo de conversaciones con perfectos desconocidos, sabía que estaría diciendo que era peligroso, que debía de cuidarme –pero ella no estaba aquí – además que yo venía a explorar el mundo y eso sería lo que haría. Abrí la lata y le dí un sorbo corto para probar lo que estaba bebiendo, en caso de que no me gustara, no sería bochornoso tragarla rápido en vez de escupirla.
Para mi sorpesa me gustó su sabor algo amargo y la consistencia del brebaje. La plática con el grupo de rebeldes –como decidí bautizarles– fue muy agradable y me divertí bastante a pesar de haberlos conocido apenas hacía unas horas, pero ya se estaba haciendo tarde y yo debía de llegar a Kings Cross antes de que cerraran las oficinas que albergaban secretamente chimeneas para viajar en polvos flú.
— ¡Ron! Deberías venir otro día, siempre solemos estar aquí y si no, en la noche nos hallamos en el lado norte de la cuidad, donde hay bares y discotecas para bailar, allí se pasa muy bien — me invitó Daniel, luego de estar con ellos todo el día, memoricé sus nombres.
— Ten — señaló Henry — este es mi número de teléfono, si quieres un día me puedes llamar para volver a encontrarnos — me dijo entregándome un papel de dulces, ahí había un número telefónico — suelo estar en casa después de las siete y antes de las diez de la noche.
Me despedí bastante feliz por mi aventura veraniega. Estar relacionandome con otras personas me hacía gracia y me daba curiosidad conocer la manera en la que ellos pasaban los veranos y cómo se divertían. A la que no le hizo gracia fue a mi madre, puesto que cuando llegué, tenía los brazos cruzados y me esperaba a la entrada de la puerta.
— ¿Dónde estuviste jovencito? ¡Sin avisar en toda la tarde! — se alteró al verme salir de la chimenea, ya que claramente pensaría que estaba por allí cerca.
— ¡Madre ya no soy un niño! Estuve paseando cerca de la Madriguera, me aburro de estar todo el día aquí en el Cuartel.
Ví cómo su cara se suavizó un poco al decirle que estuve en casa pero de inmediato volvió al ataque.
— ¡Los tiempos no están como para andar paseando Ronald Weasley! Por algo decidimos pasar en este lugar el verano — volvió a regañarme — ¡Así que te pediré que cuando vuelvas a irte todo el día, me digas donde estarás, a qué hora llegarás y los nombres de las personas con quien estarás!
No quise seguir discutiendo con ella ya que no me era agradable hacerlo, ella era algo entrometida y no quería que me persiguiera con preguntas toda la cena y antes de dormir.
Pasó bastante tiempo antes de que fuera nuevamente al mundo muggle y que hablara con los chicos que había conocido en aquella ocasión, se estaban por terminar las vacaciones cuando un día tomé un teléfono que papá usaba a escondidas de mi madre para llamar a Henry.
— ¡Creí que nunca más sabría de tí, pelirrojo! Alisha mencionó que tal vez te habrías embriagado y te habían secuestrado — dijo de manera graciosa cuando me comunicaron con él.
— Lo lamento, habíamos estado sin línea acá en casa. — respondí.
— Bueno, nada más que hablar ¿Por qué no vienes hoy al centro? Será la última fiesta del verano en nuestro pub favorito y tienes que venir a divertirte.
— Yo... — comencé a excusarme.
— Te esperaremos en la estación de trenes, en Kings Cross, a las diez y media, no tardes a Alisha no le gusta esperar y se pondrá odiosa si no está en el momento en que reparten tragos gratis.
Eso fue lo último que dijo antes de cortar y que yo quedara en la máxima espera y en el mayor de los desconciertos.
¿Cómo esperaban que fuera para allá a esa hora sin que mi madre se diera cuenta?
Diablos, pero la verdad es que me mataban las ganas por ir. Jamás me había encontrado en una situación así y no quería perdérmela, por lo que si quería ir debía de ser cuidadoso, no actué como un infantil en la cena preguntando tonterías que hacían enojar a mamá y comí la misma cantidad que siempre o si no ellos sospecharían que escaparía de casa.
Tenía la ventaja de que como la casa de Sirius era tan grande, no compartía planta con nadie, en un pasillo vacío sólo estaba la pieza que había escogido, así que no debería esperar a que nadie se durmiera para salir de mi habitación.
— Me duele un poco la cabeza mamá, creo que me iré a dormir — murmuré unos quince minutos antes de las diez.
—¿Quieres alguna poción, hijo? — me preguntó preocupada.
— No, ya se pasará y la verdad es que muero de sueño.
Dicho esto subí raudo y me cambié de ropa para verme algo más arreglado, cogí mi varita y la guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta. Tomé una mochila pero decidí que lo más probable lo único que haría sería estorbarme. No podía llegar y aparecer pues no sabía todavía cómo se hacerlo, por lo que abrí la ventana de mi habitación y me pasé von cuidado hacia el árbol frente a ella, donde descendí con precaución.
Luego de salir de casa, llegar a la estación no fue complicado y ahí estaba el grupo de extraños muggles esperándome. Admito que me sentí parte e integrado, casi tanto como con mis amigos magos, pero aquí estaba conociendo cosas distintas.
— ¡Al fin llegas! Creímos que no ibas a venir.
— Me ha costado salir de casa la verdad de las cosas. — mencioné — ¿Pues a dónde vamos a ir?
— Hoy irás a una fiesta que jamás olvidarás Ron.— contestó Charlie — Así que te recomiendo prepararte.
Caminamos conversando hasta que subimos al metro subterráneo, jamás lo había usado y traté de no verme tan asombrado, mentí diciendo que había olvidado mi tarjeta y uno de los muchachos no tuvo inconveniente en pagar mi pasaje. Llegamos a un barrio muy movido y bohemio, se veía un montón de tabernas y bares –eran muy distintos a las Tres Escobas– pero lograban cautivarme sin duda.
Los chicos entraron y prácticamente estaban familiarizados con el lugar. De inmediato me percaté que allí había alcohol en exceso y otras sustancias con las que no estaba familiarizado para nada. Ellos estaban felices y emocionados por llegar allí, conocían a la mayoría de las personas del lugar, mientras me quedé parado al lado de la barra del lugar.
— ¡Ven aquí Ronald! ¿Qué haces allí parado? — chilló Silvya — ¡Ven a bailar con nosotros!
La música estaba a todo volúmen y la cantidad de personas allí hacían que el lugar fuera sofocante, pero aún así todos estaban a gusto. De pronto comencé a sentir un aroma particular que llamó la atención de mi olfato, no era particularmente agradable, sin embargo era totalmente diferente a las pociones o infusiones de mi mundo. Me dí cuenta que el olor provenía de donde estaban Alisha y Daniel que fumaban en la puerta del local.
Me acerqué y fruncí el ceño al verlos algo distendidos y con los ojos algo rojos.
— ¿Qué es eso? — señalé — ¿Tabaco? — pregunté porsiacaso ya que estaba seguro de que no lo era.
Ambos se miraron y rieron como si hubiera dicho el disparate más grande de la vida.
— ¡Si que es inocente este muchacho! — rió Alisha — No Ronnie, esto no es tabaco, es algo mucho más estimulante.
Claramente no lo conocía, el aroma no lo había sentido jamás y pude reconocerlo a lo lejos.
— ¿Qué es, entonces ?
— Pues esto es hierba — dijo Daniel por lo alto —¿ No conoces la marihuana?
Jamás había oído nombrarla la verdad, no sacaba con hacerme el mundano vivido cuando no lo era.
— No — negué — jamás la he probado y no...
— Pues tenemos mucha — comentó Henry llegando a donde estábamos nosotros — en el caso de que te animes, tenemos mucha hierba para drogarnos.
En mis quince años jamás había probado ninguna sustancia psicotrópica, ningún cigarrillo, ninguna droga ilícita. Y la verdad es que no estaba seguro de que este fuera el lugar y el momento, pues estaba lejos de mi casa y no estaba seguro de lo que pudiera pasarme. Jo obstante esta sería una de las pocas ocasiones en las que podría probarla.
Por lo que acepté a hacerlo. Cogí el cigarrillo delgado que me ofreció Henry.
— Debes darle una calada y mantener el humo, pero por favor no vayas a tragarlo, ya que puedes ponerte mal. — me aconsejó.
— ¿Cómo sabré cuál es el efecto?
— Es totalmente pura, sin ningún componente dañino y la verdad es que lo sentirás en tu interior, no puedo decirte cómo.
Jamás sentí una sensación como la que experimenté al probar la hierba. Me sentí primero elevado y después una sensación de plenitud invadió mi interior. Nunca había sentido tan bien en toda mi vida. Al llegar a casa dormí como nunca antes, totalmente relajado y los chicos me habían dado algunas colillas para que me elevara en casa.
Me solía ir a fumar a la playa cerca de casa, obviamente no podía hacerlo con mamá ahí dentro de la Madriguera, pues de inmediato sentiría el aroma extraño. Podría decir que mis vacaciones fueron bastante redondas luego de haber descubierto aquel cigarrillo que daba risa.
Esa no fue la última vez que ví a los chicos. De modo que cuando volví a la escuela solía verles cuando nos tocaba ir a Hogsmeade; se suponía que no podíamos alejarnos del pueblo pero era muy difícil que nos controlaran a todos y no costaba nada escabullirse a las chimeneas que daban al Caldero Chorreante.
Semana por medio me juntaba con mis nuevos amigos muggles para fumar marihuana. Me sentía en las nubes la mayoría del tiempo y no sentía la suficiente paz cuando no podía consumirla. Era costosa pero podía conseguir dinero con Ginny–no entendía cómo tenía dinero todo el tiempo, pero no me importaba – después de todo solía pasármelo sin chistar cuando le amenazaba con que le diría a mamá que tenía dinero y nadie sabía de dónde.
No me dí cuenta cuando me convertí en un adicto a la hierba, se suponía que eso no pasaría por lo que dijeron los chicos. Pero no me percaté cuando todas las semanas tenía que conseguir marihuana para estar tranquilo. Y después de eso no recuerdo muy bien, supongo que me tranquilicé luego de lo que me sucedió.
Un día ninguno del grupo podía conseguir dinero para comprar. Ya estábamos algo borrachos y drogados un fin de semana en el bar a eso de las cuatro de la tarde. Mis actos no eran del todo conscientes cuando me dirigí al grupo de hombres que estaba al lado nuestro, no se veían muy concentrados, por lo que no pensé que se darían cuenta de que les pretendía robar un poco de marihuana que tenían prácticamente olvidada sobre la barra.
La cogí e intenté correr fuera, hacia unos callejones. Los chicos me siguieron, pero también lo hicieron los hombres a los que les había robado. Estaba tan borracho y drogado que no pude defenderme de la golpiza que me dieron, dejándome tirado allí mismo prácticamente inconsciente.
Supongo que los chicos llamaron a la ambulancia, pero no supe de nada hasta que comencé a oír voces sin poder conectarme del todo en con el sitio. Pude escuchar la voz de mi madre preocupada en mis oídos, por lo que mi mente sintonizó que lo más probable fuera que estuviera en San Mungo.
Después de oír lo que dijo el médico a mis padres preferí volver a dormir.
— Lamentablemente Ronald recibió demasiados golpes en su zona genital, no podrá tener hijos. — señaló y pude oír a mi madre sollozar — Es irreversible y me temo que será infertil.
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