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06.

Pansy Parkinson.

La fama de zorra y fácil que me han dado en Hogwarts no es más que eso.

Fama.

Si fuera una chica débil andaría llorando por los pasillos – como la mayoría de las chicas a las que descubren con quien se han acostado. – pero eso no es para mí.

Solamente yo soy la dueña de mi verdad.

Y también de mis secretos.

Todo esto de que «Pansy es una zorra» o de «Parkinson no desaprovecha nada, todo lo que se mueve le sirve. »
Comenzó con mi no secreta obsesión con Draco, porque si tengo que ser sincera y admitir que lo perseguí desde que era una niña.

Conocí a Draco cuando teníamos aproximadamente cuatro años, por ende era el único que chico que conocía. Yo no era de muchos amigos y mis padres no me permitían frecuentar a nadie que ellos no consideraran digno. Porque claramente sólo me podía relacionar con parte de la sociedad que mi estatus de sangre me imponía.

Y eso no me era desagradable.

Imagina estar cerca de muggles o sangres sucias, iugh.

Cuando entré a Hogwarts conocí a un montón de chicos que poco a poco fueron haciéndose cercanos. En Slytherin las chicas nos llevamos mejor con los varones, entre mujeres es imposible tener una amistad sincera. En Slytherin todo el acercamiento entre las chicas es por conveniencia, nada es real.

Más ninguno era como Draco.

Gregory Goyle, Vincent Crabbe, Blaise Zabini y Theodore Nott eran los chicos con los que yo mayoritariamente compartía –pero – yo quería a Draco.

Era mi capricho infantil, mi supuesto primer amor, el chico lindo y el más codiciado de la escuela.

Y él lo sabía.

Porque cuando él percibió mi interés extremo por su persona, no tardó en aprovecharse de aquello. Estúpidamente yo hacía todo lo que me pedía, su tarea, ir a dejar su ropa a la lavandería, dejar sus cartas en la le chuchería, iba a buscarle comida.

Todo para agradarlo.

Era realmente tonta, lo admito.

Pero lamentablemente era perseverante.

Todo empeoró cuando llegó cuarto año, mi padre falleció y solamente pude tomarme una semana para estar en casa. Semana en que mi madre se colocó histérica. Siendo honesta a ella jamás le importó mi padre, por lo que su muerte le era muy conveniente, la dejaba viuda siendo muy joven y con una fortuna impresionante.

Papá tenía leucemia y tarde o temprano sabíamos que esto pasaría.

Él nos amaba. A mí y a mi madre.

Pero mi madre –Camille– no era una mujer amorosa, se había casado con mi padre por un acuerdo matrimonial y estoy segura de que jamás llegó a quererlo. Más mi padre la adoraba, cumplía todos sus caprichos para hacerla feliz. Pero a ella sólo le importaba su fortuna en Gringotts. En cambio yo sufría su pérdida porque estaba segura de que nadie me querría como él.

Y mi madre demostró su insensibilidad de inmediato.

— Tienes que atrapar a Draco Malfoy y conseguir que él se case contigo. — declaró habiendo terminado el entierro de mi padre. — Edward jamás quiso que te hiciéramos un arreglo —dijo refiriéndose a él — ahora estás en desventaja y debes ir a por él, ten por seguro que todas quieren atraparlo.

— ¿No crees que es un poco desubicada tu manera de pensar, viendo las circunstancias? — le eché en cara con las lágrimas aún frescas en mis mejillas. —Acaba de morir mi padre y tu piensas en casarme ¿Quieres más dinero acaso? Tienes de sobra, tienes incluso para no mover un dedo en tu vida.

—Ninguna mujer en este mundo vive sin un hombre poderoso a su lado, aunque no te guste Pansy — aclaró —Eres inteligente y astuta, nada mejor que atrapar al joven Malfoy para tener tranquilidad en tu vida, hazme caso niña.

Tal fue la insistencia de mi madre y su manipulación que caí en esa tontería y mi obsesión con Draco que fue tal, que le perseguí hasta que conseguí que me invitara al baile del Torneo de los tres magos.

En ese momento fui feliz, más era obvio que sólo se había aprovechado de la situación para conseguir acostarse conmigo. Se aprovechó de mis obsesivos sentimientos para meterse en mi cama.

Acto que al otro día toda la escuela sabía.

Tenía dos opciones, llorar y hacerme la ofendida o manejar la situación a mi conveniencia. Si bien darme cuenta de que el príncipe de Slytherin había jugado conmigo fue doloroso; estar cerca de él me daba estatus entre las chicas, las cuales se morían de celos.

Ahí fue cuando todo empezó, todas comenzaron a tenerme celos porque yo podía tener a todos los chicos que quería. Mientras ellas sólo podían mirar. Enfatizo que sí me gustaban los chicos, pero tenía algo con ellos solamente cuando yo estimaba conveniente. Después de estar con Draco, tuve un amorío con Blaise Zabini –me gustaba, sí – pero no era el mismo sentimiento que había sentido por Malfoy. Cada que quería podía estar con él y eso fue lo que sucedió con varios chicos más.

Podría hacer una lista, pero «eso no es de señoritas » como solía decir mi madre.

Y poco a poco los chicos comenzaron a aburrirme. Eran demasiado predecibles, cuando les decían un simple no, les dolía el ego de una manera tal, que terminaban inventando historias que ellos jamás podrían haber vivido, relataban proezas que jamás podrían haber realizado. Y eso comenzó a cansarme.

No tardé en empezar a mirar a las chicas.

Nunca me había dado cuenta de lo atractivas que eran las mujeres a nuestra edad. Tenían piernas bellas, caras angelicales, cabellos que olían delicioso, pechos deseables– entre otros, por supuesto – yo misma me encontraba muy guapa, todos los chicos me lo decían, todos me deseaban y yo me daba cuenta de ello.

Pero mis ojos curiosos y hormonas alborotadas empezaron a jugar conmigo.

La primera chica que tuvo mi atención fue Aylén Rosier de sexto año. Era rubia y con unos ojos verdes muy hermosos. Volaba en la escoba con una elegancia poco vista en las mujeres que jugaban Quidditch. Más solamente fue una atracción platónica, ya que ella jamás se dió cuenta de cómo yo la observaba mientras reía en la sala común. 

Después tuve una ligera obsesión con una chica de quinto de Hufflepuff.

Sí, no me agrada admitirlo, admitir que estuve con una noble tejona, pero Alexa Bones tenía unos grandes pechos y no podía dejar de observarla. Intercambiamos unas cuantas miradas en los pasillos hasta que le hablé un día en la biblioteca, excusándome que necesitaba información del Frayle Gordo para la clase de Historia de la Magia. Ella fue la primera chica con la que me involucré, cada vez que podíamos nos encerrabamos en un aula vacía a darnos besos –nada tiernos– y a acariciarnos. No era capaz de ir al siguiente nivel con ella, ya que aún estaba redescubriendome, estaba descifrando quien era yo.

Eso fue delicioso mientras duró, pero ella quiso mantener las apariencias y comenzó a salir con Anthony Goldstein, chico con el que yo ya había estado y que me daba miradas desde su mesa en el gran comedor. Pero la dejaría ir.

Mi obsesión con las chicas ya estaba desatada.

Realmente me gustaban y seguiría probando cómo me iba. El tema de las incursiones con personas de tu mismo sexo aún era un tema tabú dentro de la escuela, por lo que estaba segura que ella no diría nada. Si había corrido tras su heterosexualidad me daba respuesta de que no diría nada sobre nuestros besos en el armario.

Tengo que decir que Ginny Weasley era muy guapa, pero yo era una mujer de principios. Nunca tendría nada con una Gryffindor aunque fuera la única mujer en el planeta.

Mi amiga Daphne Greengrass me ayudo en mi camino por descubrir mi identidad sexual. Ella era muy sexy, tenía las piernas largas y la piel pálida.

De algo ya estaba segura, me gustaban las rubias.

Si mis compañeros supieran que era lo que hacíamos dentro del cuarto habrían muerto por haber estado dentro de la habitación. Ella fue la primera chica con la que estuve más allá de sólo simples caricias. Y ella lo hizo totalmente satisfactorio ya que ya había estado con otras chicas, obviamente en secreto.

Y así estuve con varias chicas, mayores, menores que yo. La mayoría de Ravenclaw.

Me empecé a cuestionar porque si te gustaban las chicas no podías decirlo abiertamente.

En la escuela prácticamente todos creían que yo era una deboradora de hombres.

Y no era así.

Ahora veía a los chicos y no los extrañaba ni me excitaban en lo más mínimo.  Eran como si hubieran sido una prueba gratis y ahora estaba en el real juego.

Siempre quise mantenerlo en secreto, hasta que descubrí a una chica que realmente se robó toda mi atención. Por ella hubiera dicho abiertamente que era lesbiana y hubiera tenido una relación sin ningún tapujo..

Luna Lovegood era preciosa en todos los sentidos.

Era tan angelical y de sólo pensar en cómo pervertir esa mente inocente me podía tocar en las noches.

No sé cómo no le había prestado la suficiente atención antes. Nunca la había visto hasta que Millicent Bulstrode comenzó a hablar con ella en los pasillos y a juntarse con ella en las clases. Tuve que tragarme todas las humillaciones que le había provocado a Millie por su peso.

Pero a toda costa tenía que acercarme a ella.

Era tan dulce, tan tierna, se veía tan soñadora y yo quería soñar que sus labios y los míos se besaran.

Dos semanas haciendo la tarea de Aritmancia de Bulstrode bastó. Ella no era exigente en ese sentido y no me hizo sufrir todo lo que yo le hice. O al menos hasta ahora.

Un día simplemente me acerqué a ellas para pedirles un labial en el baño de mujeres.

Luna me observó y sonrió.

A pesar de toda mi mala reputación e historial de chica bully ella me otorgó una sonrisa.

— Ten, creo que quedará genial con tu tono de piel. — dijo en una voz cantarina — aunque no sé si sea de tu estilo, te ves más ruda.

Me dió su labial rosa claro, que le sentaba precioso a ella y a su piel de ángel.

— Está perfecto, si me queda tan bien cómo a tí. — respondí embobada.

Desde allí me uní a ese grupo de chicas y un día me dí el valor de declararme con ella. Para mi sorpresa ella me respondió con un tierno beso.

Uno que jamás olvidaría.

Ella entró en mi vida y yo en la de ella.

Me dijo que odiaba a su padre.

Le conté que odiaba en el fondo a mi madre.

Me dijo que no estaba segura de nada en ese momento y que prefería que fuésemos amigas, que no quería arruinar lo lindo que había surgido.

Yo pensaba lo mismo, después de todo yo la quería en mi vida y no quería perderla por nada del mundo ahora que estaba en mi existencia.

Además creo que en mi mundo sería algo que jamás aceptarían. Imaginaba a mi madre y el lío que armaría si supiera lo que últimamente estuve haciendo con las féminas de Hogwarts.

Y sí, los chicos podían decir que yo era una zorra, que era fácil.

Podían decir lo que quisieran luego de que yo les rechazara.

Me importaba menos que un sangre sucia.

Lo que nadie sabía era que yo amaba a mi mejor amiga.

A la lunática.

Y mientras ella y yo lo supiéramos todo estaría bien.

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