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Capítulo 36. Entrega

Damien Westermann

No podía dormir, estaba seguro de que ni aunque lo intentara podría conciliar el sueño, pensaba en todo lo que me esperaba de ahora en adelante, mi futuro no estaba claro y eso era lo que me dejaba pensando hora tras hora, no sabía si podría lograr lo que quería, eso me provocaba mucho miedo y mezclado con mis pensamientos depresivos eran las razones de mi poca voluntad de sueño.

No quería ser una molestia en casa ajena pero necesitaba aire, dejar a un lado mis pensamientos, hacer algo. Abrí la puerta de mi habitación, pasando con mucha cautela a lado de la habitación de Nina, no quería despertarla y bajé las escaleras, quería ir al jardín para tomar aire pero frené en seco cuando vi la lámpara de noche en la sala de estar, Nina estaba revisando papeles que estaban regados en la mesita de centro, llevaba una pijama ligera de seda y tenía una taza de café alado.

Sintió mi presencia a pesar de que no había hecho ruido, levantó la vista y al igual que yo se asustó de verme ahí parado.

—Dios...—jadeó del susto.

—Perdón —me disculpe al ver su expresión de horror —Lo que sucede es que no podía dormir.

Se quedó boquiabierta aun procesando el susto, su respiración se agitó pero al ver que estaba a salvo se regularizó.

—¿Tú tampoco podías dormir? —preguntó, soltando un resoplido —Ya somos dos.

Siguió revisando los papeles pero esta vez los apiló más cerca de ella y que no quedarán muy expuestos y a mi vista.

—Voy a ir a tomar un poco de aire —le avise, apuntando hacia la cocina, saldría por la puerta trasera.

—¿Por qué no puedes dormir? —inquirió, levantando sus ojos otra vez hacia a mí, prestándome más atención que antes.

No supe que decir, eran muchas cosas y muy personales pero seguro que ya se las podía sospechar. Me quedé inmóvil, viéndola y me encogí de hombros.

—Hace mucho que no duermo en una cama normal y tampoco he estado en una casa ajena.

—¿Te sientes incomodo?

—No —respondí con velocidad, me acerque dos pasos, esa no era la razón en absoluto —Yo siento que más bien soy el que sobra aquí. Si tuviera dinero para poder pagar un lugar donde quedarme, lo haría. No quiero causarte más molestias.

Me observó confundida, con un gesto extraño en el rostro, casi como si yo hubiera dicho algo estúpido que no podía creer.

—¿Crees que me incomodo teniéndote aquí? ¿O es porque no te gusta vivir en mi casa? Si no quieres estar conmigo lo entiendo.

—No es eso —volví a decir con rapidez, negué con la cabeza, sus ideas no iban por el camino correcto —Me gusta estar contigo pero sigo pensando que sobro en tu casa.

Siguió observándome con esa expresión, pensaba que estaba perdiendo la cabeza.

—No digas estupideces, Damien, sabes que no me molesta y a nadie le importará que estés aquí pero si deseas irte eres libre de hacerlo.

—No quiero irme —afirmé.

—Pero es porque no tienes a donde ir. Si tuvieras dinero te irías de aquí.

—Lo haría porque no hubiera querido ser una molestia, ¿No has visto todo lo que has hecho por mí? Sería el colmo que teniendo dinero viniera a vivir contigo.

—A mi no me importaría.

Sonreí sin querer, fue un acto reflejo, Nina siempre era así, testaruda, ya la conocía a la perfección, todos estos años me habían hecho experto de sus defectos y virtudes.

—Estoy seguro de que no, eres muy considerada.

Sus labios temblaron, imploraban una sonrisa que al final dejo escapar, se ruborizó y bajó la vista hacia los papeles que comenzaron a hacer un desastre otra vez sobre la mesa. Fui a la cocina para salir un momento a respirar aire, camine un poco por el extenso jardín, la noche era fría pero agradable, el viento soplaba y chocaba contra mi cuerpo, me quedé parado estudiando el cielo oscuro y ausente de luna, seguro debía ser luna nueva, todo era tan claro, la negrura era muy evidente.

Pasaron tal vez unos veinte o treinta minutos y decidí entrar, me quedé perplejo de que ella todavía siguiera trabajando, me acerque dispuesto a ofrecerme por si necesitaba ayuda.

—Es tarde, deberías dormir. —le aconsejé, poniéndome frente a ella.

—No puedo —me recordó, sin dejar de revisar —Además tengo mucho trabajo que hacer.

—¿Quieres que te ayude?

Se encontró con mis ojos cuando alzó su rostro, no se porque algo me decía que si quería mi ayuda pero a la vez deseaba tenerme alejado.

—Pues...—vaciló —No quería decirte esto o más bien que lo vieras pero lo que reviso son tus finanzas.

Intenté mostrarme indiferente ante a la sensación de ansiedad, curiosidad y decepción, quería ver de que se trataba aunque esperar buenas noticias no era lo más probable que tendría para mí.

—Y supongo que no es nada bueno, eso es fácil de adivinar.

Dejó escapar un resoplido pero cargado de mucho estrés, otra vez la estaba pasando mal por mi culpa, esa ansiedad que nunca iba a poder quitarse de encima porque yo solo le causaba problemas y muchas preocupaciones.

—No, no es nada bueno —dijo al fin, sin rodeos, se dispuso a decirme la verdad —No tienes nada, Damien, todo se ha perdido, incluso la herencia, todo. Obviamente las empresas decayeron mucho y no pudieron salvarse. Prácticamente no tienes ni un centavo.

Dicho esto, echó el cuerpo hacia atrás cayendo en el respaldo del sofá, lucía tan cansada y al mismo tiempo impaciente, quería resolver el problema pero no sabía como hacerlo, de nueva cuenta mi culpa.

—Esto era de esperarse, Nina, no tiene solución —susurré, despertando en ella la sorpresa, me observó perpleja, no supo reaccionar a mi poco interés —Déjalo, no tiene sentido que busques una forma de arreglarlo. No quiero que lo hagas.

—¿Por qué no? ¿Qué harás de aquí en adelante?

—Me las arreglaré, buscaré algo que hacer.

Estaba preocupada ahora por mí porque aunque sonara muy confiado no iba a ser fácil empezar de cero, ella no se lo creyó.

—¿Cuál es tu idea? —preguntó sin dejar de observarme, escéptica — ¿Acaso la tienes?

Se endureció mi expresión, no la tenía pero eso no quería decir que no pudiera conseguir una, me esforzaría en recuperar o ganarme de nuevo algún sustento, sabía que no iba a poder contar con mi padre por eso mismo estaba solo en esto.

—Buscaré una forma, tú no debes preocuparte por ello, no puedes seguir salvándome. Ya lo hiciste, me ayudaste a salir de la cárcel y ahora quieres que recupere lo que perdí —me encamine hacia ella, me senté a su lado y apilé los papeles para dejarlos en el suelo —Ya no puedo permitir ser una carga para ti, Nina, no puedes ser mi salvadora.

Nuestras miradas se entrelazaron, estábamos muy cerca uno del otro, sus grandes ojos fijos en mí me paralizaron, siempre al tenerla de cerca me contenía a respirar, a moverme, a todo. Tenía un poder increíble que me hacía olvidar todo a mi alrededor, silenciando el ambiente, haciendo concentración solo en nosotros dos.

—Me gusta ser tu salvadora —me aseguró con un tono conciliador, mientras su aliento dulce iba acercándose a mi rostro —No me molesta serlo.

Su aliento entraba directo a mi boca, su sabor saltaba sobre mi lengua, yo todavía estaba inmóvil, la contemple durante un largo momento, apreciaba su belleza, me gustaba hacerlo, nunca me iba a poder cansar de esto. Acerque una mano a su rostro y le acaricie la mejilla, ella encantada de mi tacto relajó su cuerpo, sentí esa liberación en el ambiente.

—Ya es tiempo de que dejes ese trabajo, ya no quiero saber de más cosas legales, no quiero conocer a la abogada Nina Schiffer, la que siempre has mostrado, quiero que seas Nina, solo eso.

También acarició mi cara, leyendo con sus manos mi pequeña decepción, ya no quería más a la abogada Nina Schiffer, conocía mucho de ella, quería conocer a la mujer delante de ella, de la que esperaba enamorarme y amar algún día.

Sonrió con un aspecto culpable pero aun así su sonrisa era cautivadora y me gustó mucho verla.

—Siento que soy egoísta, tu me has mostrado más allá del Damien que eras y yo siempre te mostré mi lado posesivo, no es justo. Tienes razón, quizá por eso no has logrado quererme como quisiera, no has conocido a la Nina real, a la mujer enamorada.

No me dio tiempo de aceptar su propuesta, con urgencia se abalanzó hacia mi rostro y me estampó su boca que imploraban mis labios, se acercaba cada vez más fuerte y aunque no podía respirar no me importó, yo también deseaba comerle los labios, hacerlos míos. Aferré mis dedos a su cabello y la seguí apegando más hasta que ya no pudiera más.

Nos atragantamos de besos que no eran suficientes, no podía solo existir una rutina de besos que pudiera ser suficiente, era claro que no nos estaba satisfaciendo. La acerque a mi cuerpo, quería sentir el nacimiento de su excitación, de su lujuria que rápidamente se estaba desbordando de su cuerpo, de su piel.

—Quiero que en verdad me conozcas, Damien —logró decir entre jadeos, aun contra mis labios —Conóceme como debe ser.

De un momento a otro le arranque solo lo que llevaba encima del pecho, que era su blusa de seda que era el conjunto de la pijama que traía y solo deje sus pantalones, ella se deshizo de mi camiseta, no se porque pero no deseaba hacerle el amor en el sofá, no era algo que consideraba digno.

La cargue, tomando sus piernas y las envolvió en mi cintura, la lleve hacia las escaleras, ella me besaba entre pausas porque no queríamos caer por alguna falta nuestra, fuimos a su habitación que era la más cerca y la deje caer en el colchón. No desperdiciamos el tiempo, se quitó lo que restaba de su pijama y yo de la mía, solo estuvimos en ropa interior.

Me puse encima de ella y comencé a besarla otra vez, ella rodeo mi cuello con sus brazos, aspirando mi aliento, mordiendo mis labios, introdujo su lengua en mi boca, haciéndose la tarea de comerse todo lo que estuviera a su alcance.

Mis manos viajaron por todo su pecho y lo único aquí que sobraba era su brassier, suerte que era de aquellos que se abrían de adelante, quité el broche y sus pechos cayeron delante de mí, me incline para morder el pezón, succionarlo, estimulándola lo más que podía, quería que estuviera bien húmeda. Ella jadeó en repentinas ocasiones tan fuerte que a veces la voz se le esfumaba.

—Mmm...—se mordió los labios —Damien...

Pronunció con poca fuerza mi nombre, seguí explorando su cuerpo, mi lengua trazó una línea recta desde su abdomen hasta su pelvis donde con los dientes sujete el borde sus bragas, las fui bajando lentamente, ella tenía enroscado los dedos en la sábana, conteniendo lo más que podía los gritos de excitación.

De un tirón le quite las bragas, desde este punto podía ver lo húmeda que estaba. Ella no se quedó atrás, se incorporó para quitarme también el pantalón junto con el bóxer, como era de esperarse mi pene saltó por lo erecto que estaba, las venosidades alrededor de mi miembro estaban bien marcados y mi punta estaba purpura y rosada.

Nos conocíamos muy bien, exponer nuestros cuerpos no era nada nuevo para nosotros pero si lo que vendría continuación, era la primera vez que tendríamos sexo, era una entrega completa de nuestros cuerpos, esto no lo habíamos hecho antes. Ella tomó mi rostro para volver a besarme, acarició mi abdomen, yo agarré sus senos, moldeándolos, después de mucho juego previo me dispuse a hacerlo, me deslice con mucha facilidad dentro de su vagina y en forma instantánea ella gimió de placer, soltó un gran grito pero de victoria absoluta.

Su interior estaba ardiendo, el vaivén fue fácil, entraba y salía y ella pedía más, lo gozaba tanto como yo, su rostro estaba bañado en éxtasis, podía sentir con la punta de mi pene su clítoris cada vez más agrandado, muy estimulado, ella estaba bañada en sudor, sus mejillas enrojecidas, se ahogaba entre tanto placer.

Había estado deseando por tanto tiempo poder estar dentro de ella, hacerla mía, la deseaba desde hace tanto que ni yo mismo lo sabía. La besé salvajemente, ella chupaba mis labios, yo introduje también mi lengua en su boca, aferró sus uñas a mi espalda, irguiendo su espalda cada vez que sentía la embestida más fuerte.

Me balance encima justo cuando pude sentir esa alerta de su orgasmo y del mío también, ya no tenía voz para seguir gritando, cuando su orgasmo se acercó lo único que pudo fue abrir la boca, gimiendo en silencio con los ojos cerrados, cuando su orgasmo me tocó ella se mordió los labios tan fuerte, fue un remolino incandescente, su cuerpo vibró y el mío igual.

Eche la cabeza hacia atrás, dejando correr mi orgasmo dentro de ella debajo de mi su piel estaba ardiendo tanto como el mío, parecía que habíamos tocado una parte del infierno, el calor se consumió en toda la habitación.

Al terminar los dos al mismo tiempo me deje caer a un lado suyo, gimiendo, recuperando aire y fuerzas, nos contemplamos sudorosos y cansados pero con una felicidad y una explosión de pasión que estaba inyectado en nuestros ojos. Sonrió y yo también, se puso encima de mí y me besó.

—Quiero que sigas... conociendo a la verdadera...Nina—jadeó, con el poco aire que llevaba en los pulmones —Esto es el principio.

Le quité los mechones que se pegaron en su frente por el sudor y le sonreí, era una buena imagen de ella, seguía luciendo muy hermosa, incluso más radiante.

—Entonces quiero llegar hasta el final.

La sonrisa que me dio no cabía en su rostro, se ruborizó todavía más que su piel tomó un color rojo brillante. Se recostó a mi lado y besó mi hombro, acurrucándose a mi lado. Nos cubrimos con la sábana y la abracé en lo que esperábamos recuperar aire y energía. Ahora que me daba cuenta con Nina era un derroche de pasión, de excitación y erotismo pero de lo poco que había recordado esa vez cuando Katherine y yo estábamos haciendo el amor en mi departamento me di cuenta que aquello se trató de sentimiento, amor y compatibilidad.

Con Nina ¿Podía sentir lo mismo? La diferencia era de muy poco pero estaba ahí, lo sabía. Faltaba algo.



Kheeeeeeeeee aqui pasa algo, que alguien me explique (a no veda pues yo escribo esto) jajaja 

Es que no lo puedo creer, estos dos ya también tuvieron salseo, recuerden que solo tenian sexo oral, nada que ver con el de ahorita, esto si era sexo. 

Pero aqui el Sr Damien que anda dudando, este hombre nunca acaba jajaj.

No se olviden de votar y comentar que en verdad me tomo el trabajo de poder traerles maratón y que tengan que leer para rato. 

Los amo mucho como siempre ya lo saben pero no está de más decirlo. Besotes y nos volvemos a leer pronto, muak.


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