Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 45. Batalla


Katherine Weber.

—¿Katherine Weber? —preguntó el psicólogo de Damien, justo afuera de su habitación, estaba recargado sobre la pared esperando mi llegada. La atmósfera se había vuelto densa que si no fuese por la ayuda de Nora hubiera terminado en el piso.

Asentí con poca fuerza, me aferré al brazo de Nora mientras el doctor me examinaba de pies a cabeza, no me sentía amenazada, no me causó un mal presentimiento, lo que me daba miedo era lo que tuviera que decirme acerca de Damien, no fui capaz de ser paciente ni un segundo.

—Soy Scott Oliver, el psicólogo que esta tratando a su esposo —alzó una mano a mi dirección, le regresé el saludo con una sonrisa apagada —Tengo que hablar con usted de algunas cosas antes de que entre a verlo.

Tenia una apariencia bastante confiable, era de la misma edad que Nora y su rostro era casi parecido al de un niño, pude sentirme en confianza cuando pregunté si podía decírmelo todo enfrente de Nora ya que Robert estaba detrás de nosotras a unos cuantos metros, aceptó sin problema porque seguro se había dado cuenta que yo me apoyaba en ella.

—Tengo que decirle que adentro esta con el doctor, todavía le está realizando unos cuantos análisis, también estuvo hablando con los detectives como es de esperarse y yo estuve presente porque fue con quien habló conmigo cuando recién despertó —sentí una punzada en el costado y me hizo dar un sobresalto, imaginarlo despierto me ponía ansiosa. —Y descubrí que no recuerda absolutamente nada, despertó con amnesia y me di cuenta porque no entendía que había sucedido ni porque estaban los policías y cuando ellos le preguntaron por ti no te reconoció ni aunque le enseñáramos una fotografía.

Parpadee no se cuántas veces pero no fue suficiente para poder entender las palabras de Scott, una decepción inmensa se mezcló con una furia e impotencia que se notó cuando aferré mis dedos al brazo de Nora, no, esto no podía pasar, no recordaba nada de lo que me había hecho, ni de lo que seguramente también les había hecho a las demás, ¿Qué clase de castigo injusto era esto?

—¿Con amnesia? —pregunté jadeando de impunidad, con la mandíbula cayendo en seco, mis ojos viajaban por todo el rostro de Scott que no reacciono ante mi comportamiento —¿Qué quiere decir con eso? ¿Hasta dónde tiene memoria?

Sus cejas se juntaron hasta casi tocarse en gesto pensativo.

—Hable con él y haciendo los cálculos que me dieron los detectives, solo está consciente de la primera víctima, él solo recuerda a Elissa.

Me estremecí, sentí que la expresión se me endureció, debía hacer justica a como diera lugar, no importaba cómo, le recordaría que clase de monstruo era. A pesar de todo Scott seguía dándome indicaciones y estas alturas había perdido un poco de atención.

—Intentaré hacerle más preguntas para ver cuanto más puede recordar pero cuando se le habló de ti y que eras su esposa pidió verte en seguida.

Palidecí, ¿Cuánto le habrán dicho de mí?

—¿Le contaron todo?

—No, me refiero a no todo, se le dio información muy básica, se le mostró una fotografía y se le dijo que eras su esposa, los detectives insistieron en contarle todo pero solo pudieron decirle que te maltrató por varias semanas y que casi llegaba a matarte.

—¿Por qué no le dieron toda la información? —pregunté malhumorada, debía saberlo, ¿Por qué no lo habrían hecho?

Scott suspiró, fue un gran y cargado suspiró de estrés.

—Les pedí que no lo hicieran, yo puedo decirle todo con detalle, sé cómo es la manera de hacerlo.

No quería insultarlo pero faltaba poco para que lo hiciera, gracias a dios todo se interrumpió cuando alguien salió de su habitación, era un doctor, con ello Scott me dio el permiso de entrar, no quise soltar a Nora pero me sugirió que fuera yo sola.

Antes de entrar les pedí a todos que permanecieran cerca, no quería estar sola y así fue, el primero en prometerlo fue Robert seguido de Nora, Scott lo estaría porque era obligación estar en contacto con Damien, de todas formas todos debían estar afuera. Inhale aire, me dieron tiempo de prepararme, debía estarlo mental y físicamente, estaba consciente que estando frente a él toda esta valentía y fortaleza se iba a perder así que necesitaba estar preparada cuando sucediera.

Abrí la puerta, estaba histérica por dentro, quería correr, esconderme y no volver a esta parte del hospital, mis nervios eran incontrolables, empecé a sudar frío y al entrar mi corazón estaba latiendo con frenesí, la sangre viajo con locura por mis venas, retumbando en mis oídos y mi garganta, tuve que tragar saliva, mi pulso se disparó cuando lo vi recostado, su espalda descansaba en una almohada para mantenerse erguido, tenía la vista en un punto ausente y cuando me escuchó entrar se dirigió a mí, me congelé, fue mi única reacción, sus ojos impenetrables estaba en mí, mi respiración se aceleró, fue un flashback lo que me hizo sentir intimidada, era verlo a él otra vez en aquella casa, no iba a superarlo jamás, estaba segura.

Me estudió con gesto pensativo un momento y después habló, su voz sonaba diferente, un poco perdida y baja.

—Katherine —susurró, no se escuchó como pregunta, más bien esperaba la confirmación.

Su rostro era de preocupación y un poco de frustración, debía querer entender todo, sabía que su cabeza estaba llena de preguntas, cada una de ellas pasaban con velocidad en sus ojos ansiosos.

Asentí, no tenía valor para hablar. Hubo un punto exacto a donde sus ojos se fijaron, justo en mi abdomen, ¿Lo sabía? Para mi alivio lo que había llamado su atención fue el anillo de matrimonio en mi dedo, el que todavía conservaba. 

Baje las manos hasta mis costados y vacilé, no sabía a donde mirar para poder escapar de su curiosidad punzante.

—¿Puedo hacerte unas preguntas? —me ofreció la silla a lado de su cama poniendo sus ojos sobre ella.

La única pregunta que se formulaba en mi cabeza era la razón por la que quería verme, ¿Qué significado tendría tenerme aquí? No me recordaba, no sabía lo que me había hecho, estar aferrada a él sería un hecho que debía comenzar a aceptar, a fin de cuentas tendría un hijo suyo, siempre estaríamos conectados.

Alejé un poco la silla de su cama, eso se notó, no podía estar muy cerca suyo aunque luciera tan frágil y desentendido, su apariencia no servía a que yo permaneciera tranquila, yo sabía que eran sus ojos, que aunque no lucieran amenazantes como antes para mí serían los mismos, ahora estaban vulnerables y curiosos y eso ayudó a que pudiera permanecer en la misma habitación con él.

Me indago el rostro con mucha intensidad, me paralice, no sé qué buscaba en mí pero fui paciente hasta que decidió hablar.

—¿De verdad eres mi esposa? —me cuestionó con mucha calma pero con ojos persistentes.

Sentí que de nueva cuenta mis facciones se endurecían y más al responder, volví a lo mismo, preguntándome que era lo que quería, podía preguntárselo a cualquiera, no necesitaba estar aquí. Asentí solo una vez y en movimiento involuntario escondí la mano que tenía el anillo entre mis piernas, debí habérmelo quitado desde hace mucho pero al menos servía para que lo creyera.

—Me contaron muy pocas cosas sobre ti —hizo una pausa para acentuar sus ojos curiosos, dejó de molestarme que me brindara demasiada atención porque era lo único que podía esperar. —Tenía que verte porque creí que me mentían pero ahora veo que no es así.

Dio una risa apagada y por primera vez quitó su mirada de mí para observar su mano, la que también llevaba el anillo de casado, lució distante por un momento hasta que rompió su concentración, al volverse a mí sus ojos resplandecieron ya no en curiosidad, fue extraño pero detecté un poco de fascinación y también supe porque, yo era para él alguien nuevo, algo que deseaba entender y luchaba por saber que enigma encerraba.

—¿No quieres hablarme, verdad?

Me costó tragar saliva y cuando tuve la garganta despejada me armé de valor para hablar.

—Tu querías hacerme las preguntas —le recordé con frialdad, clavando mis ojos incisivos en él. —Estoy respondiendo, no estoy segura de lo que quieras saber.

—Quiero comprender, es todo —repuso con desesperación —Hace poco desperté y me cuentan un montón de cosas que no recuerdo, nombres que no existen para mí, quiero entenderlo.

Le dirigí una mirada llena de melancolía, no sé que era esto que sentía pero verlo tan confundido me daba lastima y compadecerme de él era lo que menos quería hacer.

—¿No te recuerdas de mí en absoluto? —susurré, los ojos me picaban y lo relacione a mis lágrimas que esperaban salir sin permiso.

Me estudió de nuevo, veía el esfuerzo que hacía en silencio para acordarse, la frustración que caía en derrota.

—No, no te recuerdo —contestó en voz baja.

Esta vez fue difícil tragar saliva, el nudo de mi llanto estaba ahí y me impedía hablar con voz clara.

—¿Ni lo que me hiciste?

Hizo un breve esfuerzo para volver a recordar y dejo caer los hombros en resignación.

—No.

Sentí una aguda punzada de impotencia, era verdad, no lo recordaba, sabía que no mentía porque era autentica toda su frustración, poda verlo, lo hacía lucir un poco triste, derrotado, percibía su cambio de humor cuando respondía.

Agarré coraje contra él de todas maneras, lo odiaba por tener la suerte de olvidar algo que yo no iba a poder tener jamás.

—Tú me hiciste esto —apunté las marcas de mi cara, la cicatriz de mi nariz y los hematomas que ya tenían un tono amarillento, le mostré las quemaduras de cigarrillos de mis brazos, temblé de pura cólera y mis lágrimas ya no eran de tristeza ni lastima, se convirtieron en desprecio y oposición —Estás marcas están aquí por ti, quiero que lo sepas y te quede claro, me lastimaste, a pesar de que te suplique que me dejarás lo hacías todavía más insoportable.

Las lágrimas acumuladas en mis ojos me impedían darme cuenta de su reacción, lo que menos quería era perderla de vista, ver hasta qué punto podían tocar mis palabras. Estaba tan callado, encerrado en su propia confusión, lo único que podía hacer era verme sufrir porque no había solución.

—Y no solo lo hiciste conmigo, también con mi madre, mi bebe, Miranda, Sara, Emma y Elissa.

La mención de la única mujer que recordaba lo aterró, vi cómo se sobresaltó, sus ojos soltaron en esa chispa de reconocimiento, por fin sus recuerdos trabajaban. Su rostro se ensombreció, tal vez el que le costara recordar lo estaba poniendo de mal humor.

Un arrebató de coraje me hizo levantarme de la silla, odiaba que se quedará callado, quería saber que era lo que tenía que decir, que pensaba, que sentía al verme.

—Estuviste a punto de matarme, si no me crees puedes preguntárselo a tu psicólogo, a los detectives, hay fotos, toda la evidencia que necesitas. —cómo no se disponía a hablar fui confesando todo, sin detenerme. —Inclusive me contaste todo lo de tu madre, tu coraje hacia ella y cómo la mataste.

Me miró por un instante y con voz desanimada volvió a hablar.

—¿Yo te lo conté? —preguntó, sumido en perplejidad.

Camine hasta posicionarme frente a su cama, aferré mis manos a la cabecera porque presentía que si no me tomaba de algo me iría sobre él para atacarlo.

—Sí, lo hiciste, me humillaste, hiciste que odiara mi existencia, mataste lo que más ame y es tan injusto que no lo puedas recordar —me apreté los labios para callar un grito, respiré para mantener mi calma para este grado era imposible y mis impulsos dominaban hasta casi tomar control total de mí. —A pesar de todo, al final me dijiste que me amabas, que tu monstruo interior te obligó a hacerme todo el daño, se que todo fue mentira, lo sé, desde hace mucho deje de creerte.

—No sé porque hubiera dicho algo como eso.

—Dijiste que no era especial, solo diferente, esa era tu excusa.

Su rostro estaba sosegado pero su respiración se aceleró, quería realmente ver hasta donde recordaba o si ya lo había encajado todo con sus propias teorías, quería investigar a profundidad si podía llegar a hacerlo recordar aunque fuera un solo momento, lo que fuera.

—¿Por qué no dices nada? —lo acusé con insistencia —¡Di algo!

Su mandíbula estaba apretada, todavía me vigilaba pero lo hizo con mucho escepticismo, sabía que volvería a preguntarme otra cosa.

—¿De que bebé hablas?

Solté una risa agría, nadie se lo había dicho al parecer, todavía faltaban cosas por confesar, era increíble que todo el trabajo dependiera de mí.

—Sí era obvio —volví a reír sin ninguna gracia —Nadie te lo iba a decir.

Esperó a que yo respondiera, estaba indignada y aunque en cierta forma me daba gusto que pudiera decírselo porque lo haría a mi manera.

—Era tu hijo —remarqué, mis ojos se clavaron en los suyos con desprecio —Mataste a tu propio hijo antes de que naciera, lo envenenaste también, mataste a dos miembros de tu familia con la misma arma, ¡Cómo es posible que no sientas remordimiento!

Rompí a llorar, volví a tocar mi punto débil al decírselo, no podía soportar recordarlo todavía con el trabajo que me costaba dejarlo atrás con las terapias de Nora, siempre estaría el hueco en mi corazón al imaginarlo y se agrandó más cuando supe que dentro de mí había otro hijo suyo que él desconocía.

—¡Te odió por ello! ¡Te odió por todo lo que hiciste! ¡Por mentirme, por destruir mi vida! —solo fui capaz de callar cuando me ahogue entre mi llanto, recién recuperé el aliento volví a hablar —Me alegro de que al menos no sea yo quien tenga amnesia porque sería la única forma en que pueda perdonarte y de olvidar quien eres, tener presente que eres la persona más deplorable me permite tratarte como lo mereces.

—¿Qué te hace creer que quiero tu perdón? —musitó sin mostrar ninguna expresión.

Enarque las cejas, tenía razón, no lo buscaba, no le importaba, pero yo tenía más información que él en este momento y lo que iba a decirle me complacía mucho.

—Yo sé que no me llamaste para eso —le recordé con voz prepotente —Pero debo decirte que no eres tan fuerte como crees, a pesar de todo lo que hiciste conmigo tú me sacaste de la habitación, lloraste por mí para que yo no muriera, me alimentaste, me mostrarte tu lado más humano algo que me hizo pensar que siempre hay manera de quebrar al más fuerte. Llegue a amarte y te lo dije, realmente lo hice pero me enseñaste algo después de todo, que no necesito riquezas ni lujos para vivir, me abriste los ojos, no lo necesito, soy capaz de encontrar riquezas más importantes que el dinero.

Sus facciones fueron de piedra, en autentica calma, sin moverse, no hubo ninguna reacción y yo perdía paciencia, no toleraba que su consciencia estuviera tan tranquila porque eso era lo que transmitía, quizá estaba perdiendo tiempo y de nada serviría hacer esto.

—No necesito que respondas, ha sido suficiente para mí —acepté con desanimo, me volví hacia la puerta para salir pero entonces habló con un tono más alto de lo que acostumbró en toda la conversación.

—¿Qué paso por tu mente cuando creíste que podía morir? ¿Me habías dejado de amar?

Creí que estaba bromeado pero nada de eso pintaba para que lo fuera, parecía tomar en serio la pregunta, inclusive yo, me planté la idea de recordar mis sentimientos cuando supe que finalmente podía vivir en el mundo sin su presencia, había sentido alivio, calma, seguridad, incluso felicidad pero también me había enfocado en lo contrario, si había sentido tristeza, ¿Por qué? No procesaba de donde vino esa tristeza pero admitía que se debía a que me había asustado un poco pensar que jamás estaría aquí.

Entrecerré los ojos con suspicacia, no se a donde quería llegar con la pregunta.

—¿Por qué te importaría saberlo? —inquirí sintiéndome un poco molesta, tal vez trataba de enfurecerme aun más. —Sobre todo ¿Qué te hace creer que sigo amándote?

Suspiró al mismo tiempo en lo que parecía que sus ojos se suavizaban.

—Porque se que eres la única persona que puede aclarar mis recuerdos y mis sentimientos justo ahora, la única que puede ayudarme.

No era la única persona en la habitación que estaba tratando de hacer lo mismo, yo me encontraba luchando por descifrar los propios enigmas de mis sentimientos ahora que estaba justo en frente de mí y se volvían cada vez más complicados, no pude encontrarle sentido ni nombre a lo que me apoderó  cuando el rostro de Damien se había transformado ante mí en una expresión de ayuda suplicante, los dos nos necesitábamos al parecer, pasábamos por esta batalla contra nosotros mismos porque yo sabía a lo que todavía luchaba cuando entré a esta habitación, a un amor que se rehusaba a irse y a desparecer.



¿Les gusto?

Esto es solo una probada de lo que viene con estos dos, vienen capítulos que ni mejor les digo cómo estarán jaja #KamienForEver asi van a estar 

Chicas nada más les quería recordar que tengo página de facebook nueva que se llama "Lectores Cinnluna06" por si gustan unirse para que puedan estar al tanto de mi y mis novelas, noticias y ediciones, también para que podamos estar más cerca. 

El link se los dejé en mi perfil 

Las amo!!!!!!!!!!! Muchote 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro