Capítulo 41. Salvación
Katherine Weber.
Aguarde estando muy quieta, sus ojos no se apartaron de mí porque los sentía estudiándome cada vez más constante, mis ojos estaban hacia abajo, justo en su mano sobre mi rodilla, no sabía que trataba de hacer con esto pero si daba un mal movimiento me defendería, sacaría el tenedor y lo encajaría justo en cualquier lugar para herirlo y salir a como diera lugar. Me estremecí cuando su otra mano se posó sobre mi mejilla, acariciando mi piel, fue algo ligero pero segura de que lo había percibido.
Se inclinó hacia mi rostro, cerré los ojos, no quería tener que verlo a la cara, era una tortura, ya era muy insoportable tener que aguantar todo esto, se me estrujaron los sesos cuando detuvo su rostro demasiado cerca del mío, podía escuchar su respiración y sentir su aliento cerca de mis labios, soplando cada vez con más agitación.
—Mírame, por favor —suplicó, su voz era diferente, no mostraba una doble intención, era delicada, cuidadosa, afable, me lo pedía con toda la compasión posible, no me familiarizaba a que fuera de esta manera.
Con suma lentitud abrí los ojos, sin dejar de desviar mi rostro cuando acercó el suyo todavía más, como yo me negaba a sostener su mirada lo único que pudo hacer era buscarla a como diera lugar, al final cedí y lo encaré, sus ojos estaban expuestos a un montón de sentimientos, tanta derrota, inocencia, cariño y atracción, todo se fusionó y me atrajo al instante.
—Se que no te merezco justo en este momento pero es el sentimiento que tengo por ti es quien te habla ahora —pronunció cada palabra con voz aterciopelada, acercándose demasiado y yo por primera vez en mucho tiempo no huí ni siquiera lo intenté. —Te amo, Katherine.
Sus palabras me hirieron, fue un dolor que me quitó el aire, un estrujón en el estómago que me quería doblar justo en ese momento, no había manera de que sus palabras sanaran mis heridas, ya no había remedio pero llegaba él y sus actos que me confundían tanto que no sabía si el sufrimiento de tal forma podía pasar a otro plano.
No respondí, en lugar de eso acunó mi rostro entre sus manos y rozó su boca en mi cabello y en mi frente, aspirando mi olor y depositando ligeros besos en mi sien y en mí frente, no sabía que era esto, no comprendía el sentimiento que se apoderaba de mí pero no quería acostumbrarme a ello nunca más. Sabía lo que se avecinaba y aun así deje que pasara, me besó, al principio fue con sumo cuidado, temiendo que yo me rompiera en pedazos con cualquier fuerza, no se si habría notado el temblor de mis labios y se dedicó a tener cuidado por eso.
Podía oírlo respirar con urgencia cada que vez separaba uno poco sus labios de los míos y me acariciaba con un roce lleno de sensibilidad, regalándome con cada beso una dosis genuina de deseo y adoración.
—Solo una noche más, es todo lo que te pido —murmuró una y otra vez sosteniendo mis labios con los suyos, con cada caricia, demostrándome que lo necesitaba —Déjame conservar este sentimiento un poco más.
Era ahora o nunca, lo haría, era justo el momento para huir o jamás saldría de aquí viva, sería ahora yo quien lo engañaría a la manera que él me había enseñado. Deje caer mis manos a su nuca y lo atraje a mí para prolongar el beso, saciándome de la necesidad que empapaba en mí con cada caricia, estaba animada a seguir por mi supervivencia, esa era la única razón que necesitaba para hacerlo confiar en mí.
Dejé que acariciara mis piernas, que sus besos húmedos cubrieran mi cuello y que sus manos jugaran sobre mi cuerpo sin cesar, deje que mis gemidos descansaran sobre su oído a propósito, sus manos bajaron hacia mi pecho directo hacia mi pelvis donde las metió en mi pantalón y sus dedos rozaron directo en la entrada de mi vagina en lo que su lengua exploraba el interior de mi boca una y otra vez, gemí otra vez cuando sentí que introdujo sus dedos estimulando el área que me palpitaba.
Tuve que apartarme de su rostro para poder respirar ya que a este paso me faltaba el aire, necesitaba concentrarme, descansé mi cara sobre su hombro en lo que distraía a mi cabeza con el plan, solo necesitaba esta oportunidad hasta que todo se frenó, incluso nuestros jadeos lujuriosos, todo gracias al toque en la puerta que indicaba que alguien había venido.
Damien se congeló por varios segundos, sus ojos ahora tenían horror pintando en ellos, alarmado buscó la forma de huir pero yo aparecí, era el momento, busque el tenedor ocultó en el borde del sofá, cuando volvió la cabeza para incorporarse e irse lo encajé justo en su espalda, cerca de su omóplato. Jadeó de dolor y cayó arrodillado y desconcentrado, salté pasando sobre su cuerpo doblado y corrí hacia la salida.
—¡¡KATHERINE!! —aulló enfurecido.
Sabía que venía detrás de mí, oía sus grandes pisadas, eso no iba a detenerlo, no sabía cuanto tiempo tenía para llegar hasta cualquier salida y escapar, baje las escaleras con mucha prisa que tropecé, rodee hasta estampar mi cuerpo en el piso del vestíbulo, grité en silencio cuando me di cuenta que tenía la rodilla lastimada, me arrastré un poco para acercarme más a la barandilla y levantarme, cojee hasta llegar a la salida principal pero tenía puesto la alarma de seguridad, no iba a salir sin la contraseña.
Alguien todavía seguía tocando a la puerta y esta vez lo hacía con más urgencia, escuché que era un hombre y que pedía que le abrieran en seguida, sabía que pertenecía a la región porque su dicción era igual al de la doctora que me atendió aquella vez.
—¡Abran la puerta! ¡Es la policía!
Golpee la puerta para que me escucharan, yo estaba adentró gritando y lamentándome al mismo tiempo, pidiéndole ayuda, aferrándome a la esperanza que daba por desaparecida.
—¡Ayúdenme! ¡Soy Katherine Weber, por favor! ¡Sáquenme de aquí!
—Señorita Weber, abra la puerta por favor, necesitamos entrar en seguida.
Lloré tan fuerte que apenas podía escuchar lo que me decía, estaba desenfrenada, paranoica, necesitaba abrir la puerta antes de que llegara y me matara.
—¡No puedo! ¡Está asegurada!
Comencé a desesperarme, tenía que hacer algo, no podía quedarme aquí y estar expuesta a lo que fuera, deseaba esconderme pero no podía perder la oportunidad de que el policía se fuera y me dejara sola.
—Tú no vas a ninguna parte —espetó por perversidad, desde lo alto de las escaleras.
Con agilidad volví la cabeza hacia su dirección para detectar por donde venía pero lo peor fue darme cuenta de que iba armado con una pistola y con ella me apuntaba con la distancia exacta para darme un tiro perfecto.
Caía al suelo, deslizándome sobre la puerta, todavía los golpes que daba el agente de policía me tocaban la espalda en puños desesperados. Se me escapó un jadeo silencioso, quise retroceder y huir pero no podía moverme, estaba en el blanco y si lo deseaba podía dispararme para acabarme en un parpadeo.
Me deslice sobre el suelo en movimientos minúsculos pero nada podía engañarlo, cualquier movimiento lo detectaba y lo acortaba con avanzar hacia mí.
—¡Abran la puerta ahora mismo! ¡O será derribada! —amenazó el agente de policía —¡Señor Westermann sé que está ahí! Será mejor que abra esta puerta ahora si no quiere tener más problemas. Uno...dos...
Escuché la respiración desenfrenada de Damien, la agonía por dispararme, la locura aferrada en su semblante, sus ojos enfermizos y llenos de frenesí, ya no había forma de escapar, quitó el seguro de la pistola y me apuntó con más acierto.
—Damien....—articulé con los labios, sabía que leería en ellos mi ruego —Por favor.
Me estudiaba con incierta seguridad, titubeo pero no fue demasiado, solo duró un poco aquel impedimento interno que lo frenó y con eso fue suficiente para que pudiera intuir que había una batalla consigo mismo para detenerse.
—Tengo que hacerlo, no hay otra forma —confesó con la adrenalina hirviendo en sus ojos glaciales.
Con mis manos heladas y temblorosas quise protegerme de lo que me esperaba hasta que un ruido estruendoso irrumpió la casa entera, se había escuchado desde la parte más alejada, cerca de la cocina y en seguida dos hombres apuntaban a Damien acercándose con pasos agiles pero lentos.
—¡Arriba las manos! ¡Rápido! ¡Suelte el arma, ahora!
Aproveche para deslizarme lejos de la vista de Damien pero eso solo ayudó a que quisiera acabar esto con rapidez, estaba apuntándome y cuando quiso dispararme salté lejos de la dirección de la bala, logró rozarme muy de cerca y entonces dio dos intentos más en menos de un segundo y esta vez me hirió gracias a la oportunidad que le daba mi poca agilidad al correr.
Aullé del dolor cuando la bala se incrustó en mi pantorrilla, caí al suelo retorciéndome del ardor, del fuego calcinante que iba ascendiendo a mi cuerpo. Ignoré el sufrimiento cuando la figura de Damien había caído al suelo también por el impacto de dos balazos que le lanzaron cada uno de los policías, su cuerpo cayó en un peso muerto, casi creí escuchar el crujido de su cráneo al estrellarse contra el piso de granito.
Fije la mirada hacia él, la idea de verlo inmóvil finalmente estaba ahí y gracias a ello fue que yo desperté de un trance, cuando en realidad no lo era, estaba despertando de la pesadilla, no daba crédito a que así era, que estaba a salvo y que no iba a poder lastimarme nunca más, no tenía poder sobre mi, era libre.
—¿Señorita Weber? —me llamó alguien, arrodillándose a mi lado, me tocó el hombro para que volviera en sí porque yo aun contemplaba a Damien y cómo los dos agentes se le acercaban todavía apuntándole y arrastrando el arma que llevaba hacia el rincón.
Sabía de quien era la voz, era el mismo policía que hace unos momentos estaba tocando en la puerta principal, me pregunté cómo pudieron haber entrado a la casa y luego pensé en la puerta de la cocina, debieron haberla logrado abrir con más facilidad que la principal.
El acento marcado le dificultaba el hablarme con fluidez aunque de todos modos era comprensible lo que trataba de decirme.
—¿Señorita?
Me giré hacia él todavía con los ojos puestos en Damien, no se que razón extraña me hacía creer que despertaría. Examinó mi pie herido y le pidió a otro de los policías que le buscaran una sábana y artículos de curación, no se en que momento la cantidad de agentes subió a cinco.
—La policía viene hacia acá, señor —le avisó uno de ellos.
El otro llegó con la sábana y unas vendas, el agente me cubrió con ella y trató de mantener la herida de mi pantorrilla limpia, me quejé cuando intentaba apretar para que la sangre dejara de salir porque ya había dejado una gran mancha en el suelo.
—Todo estará bien, señorita, no se preocupe, ya termino.
La cabeza empezó a darme vueltas, no sabía si iba a poder mantener mi cuerpo todavía en el suelo por lo que tuvieron que cargarme para depositarme en la sala de estar, sobre uno de los sofás, pusieron varias toallas para que no manchara nada, justo en el camino pasamos por donde estaba Damien, no quería mirar pero lo hice, estaba con los ojos cerrados, le habían dado dos balazos, uno en el costado y otro en la espalda, al parecer eso no era bueno porque su pulso estaba bajando.
—Señor, está bajando, necesitamos a la ambulancia en seguida —uno de ellos estaba tomando el pulso de Damien, no querían que muriera.
Ni yo tampoco, por la simple razón de orgullo, no iba a evadir su culpa, la pagaría, de eso yo me iba a asegurar. Recargue la cabeza en una almohada porque todavía sentía que la cabeza me taladraba, no sabían en cuanto tiempo llegaría la ambulancia ya que la casa estaba alejada. No se en que momento un gran peso se sentó al borde del sofá, como tenía los ojos cerrados los abrí con lentitud y me encontré al agente, un hombre regordete, poco cabello ya muy canoso, grande nariz, ojos hundidos y piel pálida.
Traté de sonreír pero mi intento fue inútil.
—¿Ya acabó? —pregunté con voz baja, cansada y marchita.
Apretó los labios en un intento de sonreír y al menos funciono.
—Así es, señorita, ya puede descansar en paz, nosotros nos encargaremos de esto.
—¿Cómo...? ¿Cómo supieron esto?
Dio un suspiro largo y su voz parecía ser más suave al contármelo.
—Se nos mandó un informe completo del señor Westermann junto con una orden de detención por asesinato de cuatro mujeres, vinimos en cuanto pudimos para venir a arrestarlo pero no esperábamos encontrarnos con esto.
—¿Quién lo envió?
—Los documentos los envió un detective de Nueva York llamado Adam Burke y un ex detective llamado Robert McGrath.
Ahí estaba de nuevo, la sensación que me regeneró por completo, la esperanza, el triunfo, la total victoria, sabía que no me había dejado, lo supe, volví a la vida y mi razón de seguir con mi promesa estaba de nuevo en pie, encontré el propósito de luchar para dar por fin terminada esta venganza y con la mejor ayuda de todas, Robert.
—Yo lo sabía...—rompí a llorar, la emoción se apoderó de mí —No iba a dejarme morir aquí.
El agente me dio un momento, no dijo nada y yo no me incomode con su presencia para poder expresarme, lo necesitaba, el sacar todo esto de mi cuerpo me alivianaba.
—También se le dio el aviso de la detención de Damien Westermann, es posible que esté viajando para venir hasta acá con usted.
Cubrí todo mi rostro en lágrimas, me llevé una mano a la boca para no dejar escapar un grito de felicidad, volvería a casa, eso era lo que deseaba, ya no quería seguir en este infierno, quería destruir cada recuerdo, cada rincón y la esencia de ello en mí para siempre, no quería que siguiera volviéndome miserable porque ya no pertenecía a este mundo, se había terminado, finalmente.
Sabía que esto no era la parte final del ciclo porque aun debían resolverse más problemas por venir, podría decirse que iniciaba la búsqueda del final definitivo para borrar a Damien de mi vida.
Maratón....!!Todo gracias a las 20 mil leídas¡¡ Yo si cumplo chicas, si les prometo maratón, lo va a haber, millones de gracias por esta gran cantidad que en mis dos años en wattpad ha sido el más grande.
Ahora si espero que Wattpad no me esté eliminando los capítulos porque me harta que se ponga loco.
¿Qué les va pareciendo la historia? Esto se va a descontrolaaaaaaar, ya van a saber porque.
Besotes a todas, abrazos desde mi computador, nos leemos guapas. <3
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