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Capítulo 38. Sentenciada

Katherine Weber

No podía soportar que me tocara, lo odie, quería quitármelo de encima, gritarle que se alejara y no podía  porque estaba inhabilitada, no tenía fuerzas, sabía que intentaría besarme otra vez y que luego buscaría tomarme a pesar de mi rechazo. Tomó mi mandíbula para obligarme a estar frente a su rostro y me besó, en seguida contraje mis labios, no quería ningún contacto suyo pero era imposible, no le bastó que rechazara su beso por lo que también me acarició el cuello, bajando hasta el pecho, metió las manos debajo de la blusa holgada de mi pijama y trató de quitarme el brassier.

Mantuve mis ojos cerrados, no sabía cómo detenerlo y si lo hacía, ¿Qué me iba a esperar? Concentré mis pensamientos en detenerlo, obligarme a buscar una salida pero entre tanto yo me distraía con todo lo que pasaba por mi mente, mi subconsciente me obligaba recordar que había amado a este monstruo y que todo el sentimiento se había convertido en resentimiento, coraje, rechazo y que si no encontraba la manera de sacarlo a la luz para quitármelo de encima no iba a sobrevivir.

—No me toques...—le advertí con los dientes apretados, impidiendo que volviera a besarme, él sostenía mis muñecas con fuerza de acero para que no pudiera tocarle un pelo.

—Se que todavía te gusta esto, —murmuró contra mi mejilla, con su aliento produciéndome repulsión —Lo quieres todavía, Katherine, nadie te ha hecho sentir en el cielo como yo.

—No te atrevas a tocarme.

Se detuvo pero solo para estudiar mi cara, abrí mis ojos de poco a poco porque todavía tenía bien agarradas mis manos, de un arrebato me acercó la mano izquierda y me obligó a ver el anillo de bodas que todavía llevaba puesto, me lo echó en cara porque  lo puso literalmente sobre mi ojo, lastimándome.

—Eres mía, ¿Entiendes? Tengo todo el derecho del mundo a hacer lo que quiera contigo por todas las de la ley y como tu fuiste la que cometiste el error de querer casarte conmigo ahora tendrás que sufrir las consecuencias.

Forcejee con él para que me soltara pero mi intento era tan ineficaz que sin tanta fuerza pudo mantenerme inmóvil, apretó tanto mis muñecas que yo grité de dolor y eso solo parecía fascinarlo más porque tenía el control.

—¡Damien, suéltame, por favor!.

—Se que me quieres todavía, se que necesitas el calor de mi cuerpo ahora más que nunca. —se maravilló al ver como temblaba cuando el frío hizo más contacto con mi piel desnuda.

Volvió a besarme y cuando me soltó las manos para tomar mi rostro y evitar que me girara hacia otro lado los puños que le propinaba  eran apenas un toque para él, me agarró con fuerza de la cintura y me lanzó a la cama, cuando quise escabullirme me tomó del pie y me arrastró hacia el centro.

—¡No me toques! ¡No te atrevas! —le grité, luchando con él cuando intentaba quitarme la ropa.

Lo enfureció que yo peleara pero más que nada que le tomara tanto tiempo retenerme.

—¡Resígnate! ¡Ya estás en el infierno maldita desgraciada! Que más da lo que te pase, no hay manera de terminarlo —soltó una risa cuando yo empecé a llorar y mis movimientos eran manotazos en lugar de golpes de defensa.

—¡Damien, por favor! ¡No hagas esto!—mis sollozos no eran suficientes para él, quería que me lamentara de tristeza, que gritara de dolor porque era cómo le gustaba, el sufrimiento era su obsesión.

Mis palabras eran en vano, también lo que yo pudiera hacer para escapar de esto, su peso encima del mío era más del doble, su altura me dejaba sin manera de escapar, era su prisionera y lloré más del coraje porque no quería ceder, no quería saber que esto se trataba de una impotencia, de un abuso, no quería que fuera real, traté de pensar que no estaba aquí y que la que sufría esto no era yo.

Me quitó la ropa en segundos, yo reposaba desnuda debajo de su cuerpo desnudo también, sus caricias eran toxicas, me lastimaban y sus besos eran ponzoñosos, convenciéndome cada vez más que no tardaría mucho para que llegara mi final.

—¡Ya basta! ¡Por favor!

Me ahogue entre mis lágrimas, prefiriendo morir en ese justo instante, quería darme por vencida pero no pude, yo sabía que no era cobarde pero me deje vencer porque era mejor que luchar en un caso perdido como este. Me besó callando mis ruegos, impidiendo el aire a mis pulmones, quise gritar cuando se hizo dueño de mi cuerpo, fue ahí cuando cedí por segundos porque no iba a darle el gusto de mi rendimiento.

Con pocas ganas le regresé el beso pero entonces todo cayó a mi como un balde de agua fría, no podía exigirme esta barbaridad, no podía encontrar una salida a este acto inhumano y deplorable a menos que lograse engañarlo pero con todo el conocimiento en estos meses no iba a resultar pero lo intenté de todos modos, podía ser mi salida.

Mis manos con titubeo se posaron en su pecho y con pocas ganas se fueron deslizando hacia abajo, no lo disfrutaba, se podía percibir que no era yo, que era un acto, tuve que encontrarme valor para pretenderlo todo igual a como él lo  hacía todo el tiempo. Lo besé con más fuerza y cuando encontré esa pizca de sorpresa en su cuerpo se detuvo unos segundos y entonces como si lo supiera aceleró su embestida.

Jadee una vez y otra vez más fuerte, pensando que debía ser exagerada, sus manos ya no me tenían prisionera, me dieron libertad por primera vez en mucho tiempo, esperé unos cuantos minutos más y aproveche mi oportunidad  cuando estaba a punto de venirse, alcancé su vaso lleno de vodka que había dejado en la mesita de noche y lo estrelle contra su cabeza.

Los vidrios en pedazos cayeron  sobre mí en una lluvia resplandeciente, me cubrí la cara y también del peso de Damien que cayó a mi lado, me arrastré alejándome de él pero  no estaba del todo inconsciente,  volvió a tomarme del brazo para atraerme hacia él a pesar de que se quejaba del dolor y que la sangre goteó desde su sien manchando así todo el cubrecamas.

Grité despavorida, no podía creer que tremendo golpe no lo hubiera dejado inconsciente, era imposible. Sabía que iba a matarme, sería una lucha interminable, si lo hacía que fuera ahora pero le gustaba hacerme sufrir, torturarme, este juego no terminaría, era su favorito.

Cerré los ojos cuando con trabajo se colocó encima de mí otra vez para darme un buen puñetazo que terminó por quebrarme la nariz y otro muy cerca de mi ojo que logró desvanecerme de nuevo y ahora  sin tener conocimiento de lo que haría conmigo ya  podía hacer lo que quisiera.

Damien Westermann

La herida no era profunda, solo había logrado abrir un poco la piel, con un vendaje en una semana podría curar, la sangre era lo que llamaba la atención por lo que lave toda el área e hice el trabajo de curación yo mismo. Maldita perra desgraciada, eres un jodido dolor de cabeza, lo pensé una y otra vez, estaba harto de sus intentos por escapar, de ella misma, de todo, la hubiera matado desde hace mucho pero yo quería jugar con ella hasta que se gastara como lo haría cualquiera quien tiene una novedad nueva y lo explota hasta que ya no sirve.

Comúnmente siempre terminaba con las victimas cuando exasperaban mi paciencia pero Katherine pagaría la cuenta con un gran costo y que ella muriera sería una escapada fácil, lo medite por mucho tiempo y lo mejor que podía hacer para que lo entendiera era torturarla, explotarla y ver como se desintegraba sola.

Busque lo que necesitaba para lograrlo, hacía mucho que no las usaba, no había sido necesario. Entré a la habitación, ella todavía estaba inconsciente lo que facilito la tarea, tomé su mano y la acerque al gran tubo de fierro que conformaba la cabecera, abrí las esposas y la encadene ahí, ella colgaba como una muñeca de trapo y yo reí ante la escena, tomé la botella de vodka y la vertí sobre su cara para ver si despertaba, no lo hizo, termine por casi dejar vacía la botella y no despertó.

Maldita moribunda. Encendí un cigarrillo, lo fume todo y antes de acabarlo lo apague sobre su brazo, no funciono, no había problema en volver a intentarlo, fume otro e igual lo apague pero esta vez en su pierna y funciono, se levantó sobresaltada, dejando escapar un grito ahogado de dolor.

Respiró con mucha agitación, se dio cuenta de que estaba empapada de vodka y desnuda, no tardó en temblar y lo mejor fue cuando se dio cuenta que estaba encadenada, lo descubrió cuando intentó inclinarse para alcanzar una sábana que yo había puesto a propósito cerca del borde de la cama, se estiró tanto que ella misma gritó por su propia culpa.

—¿Ya aprendiste que no debes subestimarme? —encendí otro cigarrillo sin tener la educación de mirarla, no iba a hacerlo, lucía además muy desagradable. —Supongo que con esto aprendiste la lección.

Lloró de desesperación cuando intentó zafarse de las esposas, movió cuanto podía pero nada iba a resultar, yo quería que lo siguiera intentando, prefería que terminara cansada y  durmiera para  que de una vez muriera durante la noche,  sería más fácil, sin ropa, mojada y congelándose poco a poco.


Chicas, sigo estando impactada porque acabamos de llegar a las 19 mil leídas!!!! Me comentaron que deseaban maratón, tal vez ya la siguiente actualización que haga les pueda traer el maratón que tanto desean :) 

No se olviden de comentar y votar chicas preciosas. Nos leemos.


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