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Capítulo 30. Perdido

Damien Westermann

No iba a hacerle caso, jamás la enviaría a donde mis padres, porque la verdad es que mi madre había muerto y mi padre vivía lejos, la última conexión que tuvimos fue hace tres años, era la única persona de mi familia con la  que conservaba comunicación. Lo que si es que la historia detrás de cómo sucedió tenía que ver conmigo y mis orígenes por destruir a cualquier mujer que tuviera en la mira.

Esperaba que su idea se fuera desvaneciendo pero durante estos dos días yo sabía que lo quería y que se lo había prometido, yo seguía diciéndole que iríamos sin ningún problema porque esperaba el momento cumbre para que nuestra ida se cancelara.

Katherine Weber.

El clima estaba empeorando, podía sentirse el frío colándose aun en las ventanas cerradas, la casa siempre se mantenía cálida al igual que nuestra habitación pero de todos modos no podía andar por ahí sin una chamarra, calcetines y zapatillas cómodas, yo quería tomar una ducha porque desde ayer por la madrugada no me sentía nada bien, me pase casi toda la mañana recostada y a Damien le preocupo demasiado que mi malestar fuese en el vientre. 

—Puedo prepararte un poco de té, creo que te vendría bien darte una gran ducha —me alentó, acariciándome la frente y con una media sonrisa.

Reprimí un gesto de dolor cuando la punzada en mi vientre se intensifico, me estrangulo tanto que me revolví en la cama con los ojos cerrados, no quería gritar pero esta vez no pude, solté un grito apretándome lo más que podía para que la agonía terminara, sentía que moría y entonces el pensamiento más catastrófico se cruzó por mi mente, por esos escasos segundos ese dolor se volvió en una angustia inmensa y paranoica que fue más fuerte que todo.

—¡Damien! —grité, mis ojos se dilataron de golpe y lo tome de la camisa para que se acercara a mí, la respiración me faltaba tanto que apenas pude hablar —¡No puede ser! ¿¡Y si es un aborto!? ¡Debes llamar a una ambulancia!

Sacudí la cabeza alejando esos malos pensamientos pero no pude, lloré a causa del terror que se enterró en mi pecho, no quería que fuera aquello, no quería pensar que este dolor que me doblaba el cuerpo fuese por perder a mi bebé, no lo quería perder. Damien limpió mis lágrimas cuanto podía pero nada funcionaba, yo presentía que nada estaba bien.

—¡Debes llamarles! —le suplique con la voz estrangulada, ahogándome cada vez más en el terror de que fuera verdad.

—Cálmate por favor, los llamaré, lo haré pero necesitas tomar una ducha.

Ni siquiera llegue a escuchar lo que me pedía, no hice más que apretar mi vientre e ignorar el dolor que iba en un margen de 11 en un límite de 10, quería arrancarme este sufrimiento, era como si me envenenara por dentro y yo estuviese agonizando.

Damien me tomo en brazos y me llevo hacia la ducha, donde me pidió que me diera una baño rápido en lo que llamaba a la ambulancia, hice lo que me pidió, me quite la ropa y deje que el agua caliente tratara de quitarme la rigidez del cuerpo pero era inútil, me estremecía sin cesar, estaba pegada a la pared para no estar todo el tiempo inclinada por el malestar hasta que una sensación más caliente que el agua se sintió entre mis piernas.

Jadee, lo sentí como una pequeña explosión, rompiendo una barrera, me petrifique al sentir que se escurría y que tenía una consistencia espesa, no quise mirar, lleve mi mano hacia mi entre pierna y la cosa espesa y viscosa resulto ser sangre, la misma que viajó por mis piernas hasta los pies y tiño el agua de un rojo carmesí intenso y vibrante.

Respiré entrecortadamente, la voz se atascó en mi garganta y para cuando acordé, gritaba a todo pulmón con urgencia.

—¡¡Damien!! ¡¡Oh dios mio!! ¡DAMIEN!

En segundos llegó, abrió la puerta y corrió hacia la regadera y en cuanto vio mi mano llena de sangre y el agua que corría por el resumidero pintada de rojo, palideció, una máscara de horror colgó de su rostro, nuestras miradas cargadas de pánico se encontraron, yo estaba aturdida al igual que él pero supo manejar la situación con más coherencia que ninguna otra persona que haya conocido.

Reaccionó con rapidez, me sacó de la ducha, me envolvió y me seco, yo temblaba sin parar, el dolor no había desaparecido, seguía ahí, golpeándome y haciéndome gritar otra vez. Damien regresó con ropa limpia para mí y me ayudo a cambiarme.

—Te llevaré yo mismo —susurró, moviéndose con agilidad, guardando cosas en una pequeña maleta de mano. —No hay tiempo que perder.

Me cargó de nuevo en brazos y salimos con mis gritos llenos de tortura almacenándose por todos los rincones de la gran casa.

Damien Westermann

La lleve a una de los hospitales más cercanos que tenía, cómo todos hablaban griego tuve que decirles que era lo que ocurría, Katherine no sabía que pasaba lo que me obligó a ser su traductor y decirle que era lo que el doctor le recomendaba. Les pedí que buscaran a alguien que pudiera comunicarse con ella y una doctora llegó, tenía una dicción pésima pero al menos Katherine podía entender.

Me pidió que esperara afuera de la sala porque era necesario examinarla y no querían a nadie presente a menos que fuera alguna enfermera. No se por cuánto tiempo estuvieron encerradas pero cuando la enfermera abrió la puerta para que pudiera pasar el llanto de Katherine era un lamento.

La doctora me tocó el brazo lo que me obligo a llevar la mirada hacia ella, me invitó a pasar hacia donde estaba Katherine casi desmayándose de tristeza y nos contempló con los ojos llenos de consuelo más para Katherine que para mí.

—Ella perdió al bebé —nos aseguró en voz baja con una pronunciación bastante mala —Lo siento muchísimo, le dije a su esposa que reposara por dos semanas. Podrán volver a intentarlo en unas semanas.

—Pero, no lo entiendo —la detuve, fingiendo que estaba muy indignado cuando en realidad mi propio interior quería soltar una risa triunfal. —¿Puede decirnos que fue lo que paso?

Ella no iba a encontrar restos del veneno porque la sustancia desaparecía en veinticuatro horas mediante la orina y cómo siempre hacía frío ella bebía muchísimo café y té, lo que le provocaba ir al baño cada media hora.

—Ella me dijo que un dolor ligero en la cabeza empezó a molestarle un día antes y que al día siguiente el dolor de vientre fue insoportable. Le explique a su esposa que ella tenía pocas semanas de embarazo y en algunos casos los abortos espontáneos son más frecuentes si se tiene poco tiempo, en cierto caso, debió haber venido si tenía un malestar.

—Lo entiendo. Gracias por la atención —sonreí con poca gana y me acerque a Katherine.

La doctora se fue cerrando la puerta detrás de ella, en seguida Katherine se aferró a mí, atrayéndome a su cuerpo, tuve que hacerlo aunque no quisiera, la abracé y deje que se desahogara lo que quisiera en lo que yo ocultaba mi sonrisa triunfal en la maleza de su cabello.

Qué bien se sentía que mis planes salieran a la perfección, a esto me refería, a la sensación de poder y control que hace tiempo necesitaba sentir, que se adueñara de mi cuerpo otra vez.



Muchas gracias por leer, guapas. Ya casi las 16 mil leídas!!!!!!! Es la primera historia que tengo aqui en wattpad que alcanzaría la meta ¿Me ayudan? Yo se que sí, me harían muy feliz, espero que les este gustando la historia, ya se acerca el Damien enfermo y desquiciado, ya estoy escribiendo los capítulos que harán que lo odien como nadie.

Besotes y de nueva cuenta no olviden votar 

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