Capítulo 29. Cambio de Personalidad
Damien Westermann
No sabía ni que hora era, no sabía si todavía era madrugada o ya había amanecido, de lo único que estaba seguro era que la cabeza estaba a punto de reventarme, tenía náuseas y mi boca estaba tan reseca que no tenía suficiente saliva para hidratarme lo suficiente. Me incorpore con un gesto de dolor, mi cabeza estaba echa una mierda, me pesaba todo y solo quería mantenerla en un lugar frío.
Instintivamente me volví hacia el otro lado de la cama para ver si ella estaba todavía dormida pero no se encontraba ahí, su lado de la cama estaba deshecha lo que supuse que ya era de mañana, busque mi reloj para comprobarlo y efectivamente ya era casi mediodía. Me levanté y fui directo al baño para lavarme los dientes y darme un chapuzón en la cara, el agua congelada me despertó en un milisegundo, pude comprobar mi apariencia en el espejo y no me sorprendió, sabía que este rostro demacrado y apagado aparecería cuando decidí emborracharme sin piedad.
Baje hacia la cocina esperando que ella la hubiera encontrado sin perderse y caí sorprendido de encontrarla almorzando sin problemas en la mesa de la cocina, bebiendo café y comiendo un omelet sin preocuparle mi ausencia. Ni siquiera notó mi presencia, entré con más estruendo y ella al levantar la mirada se frenó un poco y su postura cambio.
—Buenos días —me saludó con una ligera tensión, tragó con dificultad y ocultó las manos debajo de la mesa —Tú desayuno esta sobre el sartén, no quería despertarte, yo supuse que necesitabas descansar.
Fui hacia la estufa para comprobar si era verdad que me había preparado el desayuno, así fue, me serví café y di unos bocados estando parado sin ir hacia la mesa.
—¿A si? ¿Cómo lo supusiste? Estabas dormida cuando volví.
Respondió con cautela.
—Olías a alcohol.
No dije nada, fui hacia la mesa y me senté en la silla central, comí con la sensación de que me contemplaba y eso me molestaba, no quería que empezara a analizarme para sacar conclusiones estúpidas.
—¿El trabajo estaba tan pesado que necesitaste alcohol? O fue una clase de celebración.
Me martillaba tanto la cabeza que empezar a discutir con ella iba a hacer una calamidad, ya estaba harto y me ahorraría toda clase de excusas.
—¿Me vas a dar una razón de porque preferiste emborracharte en nuestra primera noche de casados en lugar de estar conmigo?
Miré hacia otro lado intentando calmar el remolino de emociones explosivas que iban asechándome poco a poco, a ella no le convenía que yo explotara.
—Por dios —masculle con la boca llena de comida, tragar fue una dificultad porque un nudo en la garganta me impedía pasarlo todo —Sabías con quien te casabas, soy un hombre ocupado, no necesito recordártelo ¿O sí?
Katherine arqueó las cejas, confundida, parpadeando con rapidez que estaba a punto de gritarle que se detuviera.
—¿¡Qué!? Tú me lo dijiste, tú nunca tomabas trabajos de la empresa cuando estabas en casa, ¿Ahora resulta que es mentira?
—Hay excepciones —admití con aplomo, sin tomarme el tiempo de decírselo a la cara.
Se quedó boquiabierta, estudiando mi inexpresiva reacción, no supe por cuanto tiempo porque pretendí que ella no estaba ahí, de repente gruñó con frustración y se tapó el rostro con ambas manos, segundos después escuche que gimoteaba y se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano con rudeza.
—Damien...—me llamó, con la voz rota, sin dejar de quitarse las lágrimas del rostro a como pudiera. —No necesitas ser tan cruel conmigo, por favor, te necesito, ¿Qué paso? ¿Acaso dije algo? Respóndeme, te necesito.
Seguí sin decir nada, no la miré, no necesitaba sus lágrimas porque era tiempo perdido, nada iba a ablandarme. Ella deslizó su mano hacia la mía y la puso encima, inmediatamente pude sentir mi cuerpo endurecerse ante su tacto, mi mandíbula se tensó, quería quitármela de encima con violencia pero antes de que pudiera hacerlo ella la quitó y con un rechinido a la silla se levantó y se alejó sin dejarme responder.
La miré, tan solo así pude ver como se alejaba, dejándome solo con su almuerzo a medio comer, sonreí, perfecto. Fui casi corriendo a mi oficina, busque mi llave y abrí una pequeña caja fuerte donde guardaba lo que hace años no usaba y que siempre desee estrenar, abrir otro de mis juguetes nuevos. Regrese a la cocina y tome una bandeja para llevarle su almuerzo a la recamara, no sin antes darle un toque especial a su café, vertí cuatro gotas del veneno que antes use con una de mis víctimas, con quince la mate, con cuatro fácilmente le provocaría la muerte a ese bebé que esperaba sin matarla a ella porque todavía no era tiempo de que Katherine se fuera, primero necesitaba conocerme o bueno lo hizo desde mucho antes con lo de Stephen, su madre y ahora con lo del bebé, todo sin que lo supiera.
Katherine Weber.
Tocaron a la puerta, una, dos, tres, cuatro. No hice caso, la quinta fue la vencida, abrió la puerta y yo cerré los ojos con más fuerza, tapándome con la sábana hasta cubrirme entera. El peso de su cuerpo sobre la cama me dio la señal de su llegada, seguí apretándome los ojos tan fuerte que mis lágrimas cayeron con suma libertad por mi rostro, cuando puso su mano sobre mi hombro tuve una sobre reacción, fue un electroshock, salté y me aleje lo más que pude.
—Katherine...¿Kate? ¿Podemos hablar un momento? Por favor —me suplicó con tono arrepentido, inofensivo y suave.
Continúo insistiéndome pero no cedí, lo que hizo que diera la vuelta a la cama para sentarse frente a mí y obligarme a quitarme las sábanas, hice lo que pude para que no lo hiciera pero era fuerte, demasiado para que pudiera resistirme. Al destaparme me abrazó y yo lo golpee de todos lados para que me soltara pero me arrulló con su voz y sus caricias que intentaban desaparecer todo mi rechazo, quise tener suficiente valor para no caer pero no pude, era él, siempre, su belleza, la sonrisa angelical que me regaló cuando alzó mi cabeza con un dedo para que lo observara, toparme con sus ojos vibrantes y tener el dulzor de su aliento acariciándome los labios, nadie podía resistirse a eso, aunque quisiera obligarme.
—¿Por qué eres así conmigo? —lloré pero esta vez de coraje por ceder a su encanto siempre, de no encontrar valor en mí cuando su belleza se interponía para conseguir mi perdón.
Lo encaré, abusó de tal poder tan fascinante para hacerme caer cuando me besó cada ángulo del rostro y al final me plantó un beso en los labios, llevándose mi aliento, saboreando mi boca a cada rincón posible, apegándome a su cuerpo que encontró un refugio en donde posarse, donde no hubo dolor ni culpa, ¿Cómo podía encontrar un límite para esto? Si yo era adicta a él todos los días.
Cuando se alejó apenas podía sostener mi cabeza, creí que iba a caer sobre la almohada y cuando dio unas risitas supuse que mi apariencia le había dado gracia, sonreí y me aclaré la vista lo más rápido que pude.
—Katherine, perdóname por favor, no sabes, todo esto, de llegar a casa y ese viaje de dieciocho horas me puso de un humor...horrible —negó con la cabeza de tan solo pensarlo —No vuelvo a comportarme con un idiota, ¿De acuerdo? Sí lo soy, dímelo.
—Sí, yo también me frustre con el viaje tan largo porque nunca en mi vida he viajado tanto —reí bajito —Lo que sucede es que, creí que de verdad no querías estar conmigo porque estuviste tan distante, no me esperé eso.
Suspiró, parecía estar pasándola mal al recordarlo.
—Lo sé, debo admitir que fue un mal comportamiento, reaccione mal al saber que no íbamos a poder tener una noche de bodas como todas las demás pero que importa, ya estamos en casa y debemos disfrutar esto.
Puso una mano en mi mejilla y la acarició, me dejé caer ante su tacto aterciopelado.
—¿Me perdonas?
Junte nuestras frentes, le bese la punta de la nariz y al final le di un beso fugaz que le robó una sonrisa.
—Sí, siempre y cuando me prometas una cosa.
—Dime.
—Un tour por la casa —me detuve cuando rompió a reír —Nada de trabajos de la empresa en esta casa por favor y por último una visita a tus padres, necesito conocer a mis suegros porque ni siquiera les has dicho que te casaste o que vas a esperar un bebé, ¿Verdad?
La expresión le cambió rotundamente, se inmovilizo, por segundo y la sonrisa que tenía en el rostro desapareció sin dejar rastro alguno, al principio noté un terror en su mirada, cómo si le diera un pánico horrible luego pasó una incredulidad que se estableció en toda su cara.
—¿Con mis padres —repitió con la cejas fruncidas —¿En serio quieres eso?
No creí que lo fuese a tomar con poca alegría pero yo quería conocerlos, era una obligación ahora como su esposa.
—Tenía en mente conocerlos cuando recién llegáramos, creí que te agradaría presentármelos.
—Sí, bueno...—me interrumpió, vaciló unos segundos pasándose los dedos por el pelo, carraspeando una y otra vez —Tengo que confesarte que no nos hablamos desde hace años, con mis negocios es casi poco lo que los he visto, llevo casi ocho años de no verlos.
Jadee, ¿ocho años? Me parecía una locura.
—¿Tanto tiempo? Creí que cuando estabas en casa pasabas tiempo con tu familia.
Hizo una mueca pequeña.
—Eso era antes, cuando estoy en casa me propongo a descansar, eso es todo.
Nos sostuvimos la mirada un rato, no me esperé esto, de verdad que no. No sabía como reaccionar así que solo oculté mi sonrisa incomoda al respecto.
—En ese caso, podemos...
—Intensémoslo, no hay nada que perder, supongo que querrán saber que ha sido de mi se sorprenderán cuando vean que me he casado y que esperaré un bebé.
¡¡Feliz navidad lectoras!! Muchas gracias por las 15 mil leídas!!!!
Siempre me sorprenden, es increible, gracias por este gran regalo, las amo muchote.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro