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Capítulo 28. Indiferente

Katherine Weber.

Santo dios, no puede ser, pensé, esto era más  hermoso de lo que pude imaginar, la casa de Damien era casi un palacio, era enorme, no sabría ni siquiera por dónde empezar, estaba parada en el umbral de la gran residencia y yo sentía que estaba en el centro de todo un laberinto, miraba y por todos lados había largos pasillos con millones de puertas que quien sabe a dónde dirigían. Cuadros carísimos, candelabros con diamantes, papel tapiz de una calidad excelente decoraba las paredes, cortinas de sedas blancas, muebles de madera de roble resistentes y de grabados a mano, no podía calcular la fortuna que costaba este lugar pero mis expectativas habían sido superadas.

—No puedo creerlo...—estaba anonadada, contemplando hacia arriba el hermoso ventanal en el techo que ilustraba la noche fría y cubierta de niebla con ciertos pedazos de nieve cayendo encima. —Esto es enorme, ¿vives tu solo aquí?

La casa estaba en una residencia privada, encima de una colina, no tenía vecinos y el llegar aquí era un viaje de una hora por un sendero casi interminable, ¿Cómo podía gustarle estar tan descartado de la gente?

—Me gusta estar solo —me respondió sin mucho esfuerzo, con una sonrisita —Yo disfruto de mi simple presencia.

—¿Ni siquiera de vecinos? —inquirí con curiosidad, por si en cierto momento pasaba una emergencia.

—No, ni siquiera de vecinos, si necesito algo, solo hago una llamada. Vamos, te enseñaré nuestra habitación.

Él ya avanzaba con nuestras maletas hacia las escaleras principales, fui corriendo detrás de él para alcanzarlo, trataba de no perderlo de vista porque yo seguía contemplando todo en el recorrido, no me cansaba de lo maravilloso que era este lugar y que ahora también era mío, por dios, si tan solo mi madre hubiera podido ver todo esto quizá su forma de pensar habría sido otra.

—¿Cuándo me darás el tour? Necesito un mapa para poder andar por aquí, es enorme.

—Sí, la verdad no lo pensé cuando la compré —me explicó todavía caminando sin mirarme —Lo que se es que fue una muy buena compra, hay lugares de la casa que no uso y otros acaban de ser remodelados.

—Fácilmente podrías hacer una gran fiesta, ya sabes al estilo El Gran Gatsby.

—Sí, algún día podremos hacer una. —me respondió con tono neutro, inexpresivo.

Me pareció que la idea no le agradaba pero no quise hacer un problema por eso, seguimos avanzando hasta que llegamos a una puerta de roble autentico  con la perilla y el picaporte en color dorado, juraba que era oro puro de doce quilates, la abrió y dejo ver el interior. En seguida una ráfaga de aire caliente se escapó desde adentro y revoloteo a mi alrededor como un remolino, el olor a leña quemada también se intensificó, había una chimenea, estaba encendida, el tamaño de toda la habitación eran las de cuatro más, era gigantesca, con una cama King size con un cubrecamas en color canela con bordados dorados, había una pequeña estancia en el centro con un televisor y unos sofás reclinables, al final estaba el balcón con puertas corredizas.

—Pedí que mantuvieran la habitación lo más cálida posible, aquí es muy helado.

Entré y lo primero que hice fue sentarme cerca de la chimenea y coloque mis pies en frente, estaba muy frío en el pasillo que sentía que mis dedos se entumían.

—Estamos casi en las montañas —comenté mientras me frotaba los hombros —Eso explica el frío.

—Acabas de llegar a Europa, Katherine, no es el lugar más cálido del mundo.

Detecté otra vez esa sensación rígida en la que me contestaba, no sabía si algo andaba mal o simplemente estaba cansando tanto como yo pero no me gustaba.

—¿Pasa algo? —pregunté con inocencia.

Él ya estaba acomodando sus cosas de la maleta en un closet, dejando la mía sobre la cama. Se sorprendió un poco a mi pregunta y retomó la tarea que estaba haciendo con una pequeña mueca en el rostro.

—No, lo que pasa es que estoy cansando. Eso es todo.

—¿Quieres que te ayude?

—No, puedo hacerlo solo estoy bien —admitió con rapidez y sin mirarme, como si siquiera eludirme.

No quise seguir pensando en que su humor estaba cambiando desde que recién llegamos así que me concentré más en calentarme y en dejar de temblar que en seguir indagando en su problema, más tarde el frío dejó de molestarme, el calor de la chimenea funciono y no me di cuenta que él había puesto en el borde de la cama una sábana doblada para justamente yo tomarla y arroparme, ya era tarde porque no la necesite.

Me explicó dónde estaba el baño por si necesitaba usarlo y también donde podía guardar mi ropa si quería hacerlo.

—Voy a estar en la oficina de abajo, necesito verificar unas cosas. Puedes dormir si te cansas de esperarme.

Levanté las cejas, perpleja, estaba boquiabierta, no podía creer lo que escuchaba, ¿Esto era en serio? ¿Era una broma acaso?

—¿No vas a dormir conmigo? No se si lo olvidaste pero...nos acabamos de casar y es nuestra primera noche de casados desde que volamos por casi dieciocho horas, pensé que querrías estar conmigo.

Dio un largo suspiro y se pasó la mano por el cabello, meditando las cosas en lo que yo le clavaba la mirada esperando que de verdad todo esto se tratara de una broma suya.

—Sí, lo sé pero tengo trabajo pendiente —me explico con firmeza, sus ojos eran apremiantes, había cierta cólera, desesperación e urgencia que me hizo estremecer —No puedo dejarlo para después, necesito enviarlo por correo. Si quieres puedes esperarme, si no, entonces duerme, llegaré después.

Quería refutar, decirle que él me había dicho que estaba cansado pero no pude hacerlo, me inmovilice, lo vi caminar con pasos grandes hacia la puerta y cerrarla. Me quedé sola en la habitación, con los ojos todavía puestos en la puerta como si confiara en que entraría y decidiría por lo más importante, por mí, pero la puerta no volvió a abrirse y me resigné tomando la sábana de la cama y me acurruque en el sofá reclinable.

Damien Westermann.

Lo que más quería era deshacerme de su presencia, mientras menos estuviese a su lado podía hacerme a la idea de que no estábamos casados ni que tampoco esperaba un bebé. No tenía trabajo pendiente, lo único que hice fue emborracharme en mi oficina, esperando a que ella cayera dormida y yo pudiera descansar sin en malestar de verla despierta. No iba fingir delante de ella nunca más, mi etapa había terminado y mi propio yo estaba de vuelta regresando finalmente a casa.

Volví a subir a mi habitación, abrí la puerta con todo el sumo cuidado y cautela que pude y no la encontré en la cama, sin embargo todo estaba apagado a excepción de la chimenea que casi no contaba con leña, entré y la encontré dormida en uno de los sofás, que dramática por dios, siempre tenía que hacer una estúpido berrinche, de acuerdo, si esto quería entonces no sería el imbécil que la contentara. Me decidí por cargarla para llevarla a la cama ya que no iba a querer reclamos suyos por dejarla dormir ahí, además no quería despertarla y obligarla a levantarse porque no quería tenerla despierta.

La deje en la cama y la cubrí con la sábana que llevaba encima,  me quite la ropa para ponerme un viejo pantalón de franela para dormir que usaba cuando el clima estaba frío, encendí la calefacción y me acomodé en la cama, alejándome lo más posible de ella, lo peor de esto es que ni siquiera pudimos tener una noche de recién casados normal, al menos me hubiera gustado pasar una última noche con ella antes de tomarla como mi juguete pero no, tuvo que llevar dentro de ella a un engendro que jamás quise y que es seguro no nacerá porque de eso se trató el fingir que la amaba, que ese bebé también cayera en el infierno de su vida junto con la madre.


Subi dos capítulos chicas porque quería de verdad supieran que las escucho, además pensé que el anterior estaba muy corto y sentí que les debía más :) 

Mil gracias por votos y comentarios!!! Ustedes me sorprenden, besotes enormes a todas ustedes mis lectoras increibles y hermosas. 

Nos vemos y los leemos pronto 

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