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Capítulo 27. Condena

Damien Westermann

Le di un gran apretón de mano a mi abogado al salir del juicio, se había ganado una muy buena paga por lograr que el jurado y el juez me libraran de cualquier culpabilidad en el caso, era un hombre libre. Ya no tendría que preocuparme por este problema, finalmente solo me concentraría en Katherine, dios, era como el recibir un juguete nuevo que deseas abrir para estrenar con urgencia.

—Gracias por todo, Howard, hiciste un gran trabajo —di una minúscula sonrisa.

Asintió orgulloso de si mismo con una postura erguida.

—Es mi trabajo señor, son muy buenas noticias y usted puede estar tranquilo, todo salió a la perfección, ahora solo concéntrese en las prioridades de su vida, su prometida y su hijo.

Mi ánimo descendió en un instante, no me gustaba que me lo recordaran, lo odiaba demasiado que todo se echaba a perder cuando lo escuchaba y esto no fue la excepción. No fingí delante de Howard así que relacione mi cambio de humor con el asunto de Robert McGrath.

—Necesito saber si ya esta arreglado lo de asunto de McGrath, quiero su despido cuanto antes.

—Ya arregle eso también, señor, no se preocupe.

Perfecto, las cosas estaban saliendo mejor de lo que esperaba.

—Entonces mantenme al tanto de eso, no quiero perder detalles.

—Eso es seguro.

Me despedí de él una última vez y subí al auto, tenía que planear los boletos hacia Grecia, todavía no los reservaba, también tenía que traer mi traje de bodas porque aunque no me gustara recordarlo, el gran día era mañana.

Katherine Weber

—¡Lauren! Necesito ayuda, ¡Ven!

Ella corrió desde el otro extremo de la habitación del hotel con el vestido de dama que había escogido para ella porque aunque era una boda pequeña e íntima, Lauren era mi mejor amiga, como una hermana para mí, era la única familia que me quedaba y le pedí que estuviera conmigo en este día tan importante de mi vida. Ella no sabía de mi embarazo porque no viviríamos en Nueva York, recién se terminara la boda nos iríamos a vivir a Grecia, lo que me alejaba de ella y no quería ilusionarla al decirle que sería tía si no iba poder ver al bebé en cuanto naciera.

—Necesitamos ajustarlo de atrás —le avisó a una de las costureras que estaban con nosotras en la habitación, Chloe estaba conmigo y también mi maquillista, todo era un caos, sin duda había sido la mejor idea el decidir arreglarme en un cuarto de hotel que en el departamento de Damien, aunque estaba grande no me parecía correcto meter a tanta gente.

El vestido era maravilloso, no podía esperar a ver la reacción de Damien en cuanto me viera pasar por el altar, quería grabarme esa sonrisa suya en cuanto me viera hermosa, destellante porque sería suya y el oficialmente sería mío. Podía imaginármelo tan atractivo, apantallante, todo ese ser precioso sería mío por siempre, su cuerpo de adonis reposaría a mi lado cada mañana y cada noche, que locura el imaginármelo porque jamás creí que una persona tan humilde como yo fuese a robar su corazón, que se fijara en mí me seguía pareciendo tan irreal.

El cuerpo entero me temblaba tanto que el velo llegó a agitarse sobre mi cabello, las personas en la habitación que lo presenciaron se rieron, no quería que se burlaran de mi nerviosismo porque me invadía  por completo el pánico que casi me ponía  de llorar.

—Calma, Kath, respira —me pidió Lauren con sus manos posadas en mi hombros, inhalando junto conmigo —No querrás arruinar el maquillaje.

La mujer que estaba delante del espejo era yo, por supuesto que lucía más bella que otra de las veces porque una luz tan cegadora se posaba en todo su ser y la hacía verse más hermosa de lo común y aquella luz no podía apagarse por mi llanto, debía concentrarme en mantenerla tan vivida hasta el final del día.

—Sí, tienes razón —rectifique con seguridad, tomé más aire y pensé en que esto no duraría más que unas horas —No hay porque llorar, debo estar tranquila.

Lauren me acarició los hombros para quitarme el estrés de encima, me pidió que contara hasta diez en lo que resolvían lo del velo porque quería ajustarlo bien. Traté de no verme tanto en el espejo, mucho menos con el vestido y mi velo puesto porque comprobé que ese era el problema, me ponía tan impaciente que lo evite.

—Katherine, es hora —me informó Chloe con una sonrisa grande tan grande que sus ojos pequeños se achicaron todavía más.

Tuve que pedirle a Lauren y a mi costurera que me ayudaran a levantarme, el vestido de un momento a otro pesó muchísimo, tal y como si estuviera lleno de piedras y no me dejase avanzar ni un paso. Salí de la habitación apretando el ramo de rosas blancas y violetas con tanta fuerza que el listón que lo rodeaba se marcaba en las palmas de mis  manos, respiré tan fuerte como pude en lo que Chloe, Lauren, mis dos maquillistas y mis dos costureras sostenían mi velo de casi siete metros lejos del suelo.

 Me armé de valor para entrar en razón a mis pensamientos de que esto era real, que era el día, el momento  y que sería uno de los más grandiosos días de mi vida, tal vez lo sabía pero el miedo de que alguien pudiera arruinarlo era lo que me consumía, debía ser perfecto porque el hombre que me esperaba lo ameritaba, él era perfecto, lo era para mí y no podía fallarle porque había esperado toda mi vida para que tomara el lugar que siempre le correspondió, el del hombre de mis sueños, el dueño de mi corazón y el hombre que me haría feliz por toda la eternidad.

Damien Westermann.

La esperábamos por más de quince minutos, yo perdí el tiempo arreglando la pequeña violeta que tenía en la solapa de mi traje, me daba mucha gracia todo esto pero era seguro que si me reía todos lo tomarían a mal y no es que la iglesia estuviera reventando de gente, podía calcular unas veinte personas y la mayoría eran amigas antiguas de Katherine, yo solo invité a mis primos y varios socios muy importantes que podían llevar a sus esposas y participar en esta fingida ceremonia.

—¡Ya viene! —escuche gritar a alguien de la última fila del lado de los conocidos de Katherine.

Me prepararé, los presentes se levantaron de sus asientos, puse el rostro más sereno y erguí mi postura, envidie al padre porque lucía con mucho más aplomo que yo cuando debía ser lo contrario. Las puertas se abrieron y ella apareció con una sonrisa a medias que fue incrementando cuando avanzaba a pasos lentos hacia el altar, lucía hermosa, la tela vaporosa del velo que le caía a los costados del rostro y la luz del día que le daba la espalda le daba una apariencia de un autentico ángel, dando un toque celestial a todo el lugar con mucha delicadeza y en una brisa suave que llegó a mí como en una punzada que me tomó por sorpresa, mi postura se relajó cuando me sonrió y algo se desvaneció en mí y revivió en una oleada cálida y calmada, tal y cómo si el contemplarla  me empapara de tanta paz y al mismo tiempo de amor y alivio.

Apenas me sostuve cuando se fue acercando porque no reconocí a la mujer que estaba delante de mí, su energía y su felicidad emanaban de todos lados que me contagió también, su entusiasmo eran tan magnético que me llegó tanto al punto en  que inclusive me había puesto nervioso el tomarla para ayudarla a subir por el escalón. Había presenciado bellezas mucho antes pero ella no tenía comparación, era surreal, por un momento habría jurado que me había robado el corazón y que de verdad la querría para tenerla por el resto de mis días hasta que todo se apagó y mi realidad cayó encima de mi como un costal aplastándome y amargando el ambiente, dejándolo  sin sentido. La realidad de porque estaba yo aqui y  para que la quería era más fuerte, era un poder rudo y rompía todo a su paso, incluso el amor que algún día pude llegar a sentir por alguien.

—Es hora de comenzar. Estamos aquí reunidos...

El padre dio inicio la ceremonia, yo sostenía las manos de Katherine mirándola a los ojos y ella a mí, se congeló el tiempo cuando ella se hundió en mi profunda mirada y me recargó con un poco gracias a esa apariencia que adoraba y que me había vuelto loco desde que la conocí, tan inocente, aspirante a miles de sueños, delicada y prometedora, aclamando mi atención, diciéndome que era para mí y que me había esperado por mucho tiempo.

Al final finalmente se dio lo más esperado de la ceremonia, las palabras que nos unían, la que la volvía mía ante todos, inclusive ante dios.

—Sí, acepto —recitó Katherine con seguridad, regalándome una sonrisa victoriosa.

Me reí, la victoria era para mí sin duda.

—Sí, acepto.

—Los declaro ante la audiencia marido y mujer. Puede besar a la novia.

Acune su rostro entre mis manos y en el minúsculo silencio que nos dieron los presentes la bese, abrigándola del deseo que había acumulado para este momento, para cuando acordé los aplausos estallaron con más fuerza cuando ella me tomó del cuello para prolongar tal beso.

Nos volvimos hacia el frente juntos, a nuestra nueva vida y hacia la audiencia que seguía en aplausos. Sonreí, en este momento ella no lo sabía pero se había condenado a su peor infierno que tenía nombre y cara, Damien Westermann.

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