Capítulo 2. Un Ser Indescriptible
Katherine Weber
Llegue a casa en taxi, fue mucho mejor que regresar caminado, aunque la lluvia ya hubiese cesado del todo yo no quería arriesgarme. Abrí la puerta de la remota y pequeña casa que teníamos en desde hace más de nueve años, no era algo grande pero tampoco tan pequeña, tenia mi propio cuarto con baño, la sala y la cocina estaban en la misma habitación así que no había comedor.Mi madre dormía de vez en cuando en el sofá porque no le agradaba la idea de dormir sola en una cama King size, desde que mi padre murió hace once años ella no hizo cambio alguno de ningún rincón. Yo tenía recuerdos muy presentes de mi padre cuando no podía dormir, de esas veces en la que uno es victima de las largas noches de insomnio y la única forma de no mirar el techo con aburrimiento es pensar en algo, así que yo recordaba a mi padre todo lo que podía.
Nosotros éramos de Portland pero a los siete años le pedí a mi padre viajar a Nueva York porque todos se referían a la ciudad como La gran manzana y como en la película infantil de Jim y el melocotón gigante pensaba que tal vez en el centro de Nueva York habría una gran manzana para todo el mundo, fue una ridiculez cuando termine descubriendo que era completamente imposible, pero para entonces mi padre se había enamorado de Nueva York y había conseguido esta casa en una subasta así que aquí se formo nuestra historia hasta que el murió de un infarto.
Tal vez las personas no son para siempre pero suerte que los recuerdos sí y me llenaba de confort retenerlo en mi memoria cuando necesitaba de su presencia.
—¿Katherine? —mi madre asomo la cabeza desde la entrada de la cocina, ella era una mujer delicada y dulce, había estado conmigo en los momentos más complicados de mi vida y aun así era hermosa. Tenía un cabello del color del maíz, unos ojos grandes y azules un poco sumidos en una melancolía discreta, un sonrisa suave que me daba la bienvenida cada vez que entraba por esa puerta.
La salude con una sonrisa y ella salió con una taza de café, llevaba el saco de color naranja neón de su trabajo en Home depot, almacenaba mercancía por un poco menos que mi nuevo sueldo.
—Guao, hay un caos tremendo allá afuera, me he venido en taxi, necesito urgentemente un auto —había pasado cuatro años desde que había cumplido la mayoría de edad para tener permiso y dinero para un auto más o menos decente, odiaba caminar y desperdiciar el poco dinero que tenía en transporte, mi madre me había sugerido montones de veces irme en tren pero odiaba la clase de gente que rondaba ahí.
Mi madre tomo de su taza y se encogió de hombros.
—No es posible con un sueldo tan bajo como el mío, créeme, daría todo lo que tuviera para darte lo que quieres pero no es suficiente.
Nada era suficiente para mí
—Esperemos que ciento cincuenta dólares a la quincena me den esperanzas —solté un bufido de tan solo recordar el estúpido sueldo, que coraje, que insuficiencia.
—¿Te han dado el empleo? —sus cejas se alzaron con repentina curiosidad.
Asentí, debía sentirme bien pero solo me daba asco.
—Empiezo mañana, es frustrante porque no es lo que quiero, nada resulta bien —me deje caer sobre uno de los sofás, me tape la cara recordándome una y otra vez ¿Qué estás haciendo Kath? ¿Qué estás haciendo...?
Mi madre se acercó a mi con pasos largos, se sentó a mi lado y me acaricio el pelo con una suavidad que emano en mí una consolación inmediata, la mire, ella como yo sabía que quería más, que necesitábamos más y que tal vez yo no funcionaba para dar todo de mí, teniendo un trabajo que yo consideraba "mediocre".
—Uno empieza desde abajo, con el tiempo desarrollaras experiencia que te servirá para alcanzar el puesto que quieres —su voz tan baja y consoladora solo me hacía sentir peor, no quería que nadie tratará de animarme, solo quería que alguien me recordara que yo podía conseguir más.
Me volví hacia ella con una expresión quebrada por mi angustia.
—Nunca lograré nada siendo una mediocre secretaria —masculle, retándola con los ojos y gruñendo para mi misma con una furia enloquecedora que me rasgaba la piel por dentro.
Ella bajo la mano que tenía sobre mi cabeza y giró su cuerpo hacia otro lado, me fui corriendo hacia las escaleras, subiendo a mi habitación, ahí fue donde me aplaste contra la cama y hundí la cabeza en la almohada ¿Cuándo iba a salir de esta miseria? De esta casa tan chica y desordenada, de esta ropa tan usada y gastada y de la comida que se repetía cada dos días ¿Cuándo...?
Damien Westermann
Esa noche había previsto que mi vuelvo de Grecia a N.Y llegaría dentro de varios días, yo no podía permitirme tanto tiempo, necesitaba llegar a Nueva York más tardar en veinticuatro horas, así que para entonces había llamado a un viejo colega que tenía desde la preparatoria que coleccionaba Jets privados, la mayoría los rentaba y algunos los mantenía fuera de servicio por mera admiración, había tecleado su número y a los dos timbrazos me respondió.
—¡Damien! ¡Viejo amigo! ¿Qué puedo hacer por ti?
—Necesito que me rentes unos de tus Jets, Carlo, si es posible para mañana en la mañana, necesito llegar a N.Y
—¿Nueva York? Creí que te quedarías en Grecia unas semanas más ¿Ya pasaste suficiente tiempo con tu familia como para querer regresar?
—Es un asunto importante. —afirme.
—Me supongo que debe ser un asunto grandísimo para volar tanto en un Jet —hubo una pausa luego escuche que tecleaba en una computadora y que le gritaba alguien "Para mañana en la mañana", varios minutos más y regreso al teléfono —Te lo tengo reservado para mañana como has pedido.
—Te lo agradezco Carlo, mañana te tengo el pago en un cheque en blanco, por la cifra que más te convenga, ya que es asunto de emergencia.
Rió entre dientes.
—No creo que vayas a viajar por asuntos de trabajo ¿Verdad? Te conozco, tu dejas asuntos del trabajo para luego, es algo más viejo amigo, lo percibo.
Mire hacia la pantalla de mi Laptop, aferrándome a la mirada de la fotografía de Katherine Weber.
—Es algo indescriptible.
Katherine Weber
Doblaba la ropa limpia de esta mañana sentada en el centro de mi cama, con mi teléfono celular aplastado sobre mi mejilla, hablando con mi novio de exactamente cuatro años Stephen Harris, aun recordaba el vago día en que nos conocimos, sentados en un café cerca de la secundaria yo en ese entonces tenía hambre de ambición y Stephen era uno de esos chicos que atraían mi atención por ser sumamente atractivo y con la disposición de complacerme en todos mis inevitables caprichos. No lo culpe cuando se fijó en mi, para ese entonces yo había hecho un esfuerzo enorme para que me echara de vez en cuando miradas ya que muchas andaba detrás suyo, la suerte estuvo de mi lado cuando en una ocasión me ofreció un café, charlamos durante horas y al final del día había llegado a mi casa con dos grandes ramos de rosas rojas, una lona descomunal que decía HONRARME CON SER PARTE DE MI VIDA POR SIEMPRE.
Había quedado en shock en ese momento porque era algo que había esperado durante meses, no tardamos en ser completamente inseparables, yo me aferré a él como su segunda sombra, hasta que, en la crisis económica del 2008 el negocio de su familia se había derrumbado por completo, en sentido figurado porque sus ganancias habían bajado demasiado como para llevar a la familia en una tremenda quiebra. A los dos años la familia había vendido su casa, propiedades fuera de la ciudad y empeñando joyas, prácticamente tuvieron que empezar desde cero y fue muy difícil para ellos tener sustento de dinero otra vez.
Ahora la familia Harris vive en un modesto departamento en el centro de Manhattan y Stephen se gana la vida vendiendo Hot Dogs para pagarse poco a poco la carrera de psicología que por falta de pago tuvo que suspenderse varios meses. Y pensar que Stephen algún día iba a ocupar el puesto de su padre en su negocio de bienes raíces, ahora ya no era nadie prácticamente.
—Mañana puedo esperarte después del trabajo y te llevo a casa para que evites pagar taxi —Stephen siempre usaba una excusa para llevarme en la única cosa que le había quedado después de la crisis de su familia, su auto, un Tsuru negro, año 1990, un fiasco.
—No tienes porque —arrugue la nariz de tan solo pensar en ese auto, fuera del edificio, me hacía sentir una pena —Me iré en tren o en taxi, me da igual de todas formas.
—Katherine por favor, déjame traerte a casa o podemos pasar un rato juntos en tu hora de comida ¿No te parece?
—A puesto a que estaré ocupada siendo mi primer día, veremos si podemos hacer algo, yo te llamo ¿Ok? —rodee una mueca, era tan terco.
—Me alegro mucho que hayas conseguido trabajo, se que eso le restara tiempo para pasarla juntos pero ya veremos como arreglamos los horarios. —un silencio irrumpió de repente, nadie dijo nada hasta que él carraspeo —Te amo Katherine, espero de verdad verte mañana.
Yo solo pude escuchar aquello, sintiéndome repentinamente culpable a causa de las falsas esperanzas que desde hace tiempo le iba ofreciendo, tenía que admitirlo, desde que Stephen no era aquel chico apuesto, con dinero, mis perspectivas acerca de nuestra relación habían cambiado, dejándome ver que lo nuestro no iba a llegar a ningún lado, siendo un don nadie para el mundo.
Mi voz se hizo nudo en la garganta cuando le contesté con una debilidad que me afecto al momento en que me engañe a mi misma respondiéndole.
—Yo también.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro