Capítulo 18. Desconfianza
Damien Westermann
—¿Katherine? ¿Kate? —la busque por todo el departamento, ya no podía esperar más, necesitaba que me lo dijera todo, ya no podía controlarme si ella intentaba alargarlo.
Ella apareció desde un rincón, había pocas luces y a pesar de ser casi las cuatro de la tarde el día se mantenía casi a oscuras, el clima no ayudaba mucho, eran las clásicas tardes de noviembre, frías, apagadas, silenciosas y muy fúnebres.
La observé acercarse con pasos lentos, cómo si mantuviera distancia de mí, no podía entender que clase de cosas pudo haberle dicho el hijo de puta de Robert McGrath pero debía resolverlo ahora mismo, no era momento para que me tuviera miedo, mis planes con ella iban a su paso y aunque a estas alturas ella me desesperaba demasiado como para estrangularla ahora mismo yo sabía que mi espera valdría la pena.
—¿Katherine? ¿Qué pasa? ¿Qué te dijo McGrath? —le pregunté con paciencia, tuve que tener mucha voluntad para lograr el tono perfecto.
Se cruzó de brazos mientras aparecía un gesto de disgusto en sus labios, sus ojos se escondían en una sombra de confusión, como si de repente no me reconociera y yo fuera un extraño, cierto temor también la embargó, cuidándose de mí.
—¿Hay algo que no me quieras contar? —susurró con voz baja, manteniendo un tono neutro, inexpresivo.
La contemple varios segundos, perplejo, ¿Qué cosas estaban pasando por su cabeza ahora? Discretamente me apreté los dientes con frustración.
—No se a qué te refieres, no comprendo. Katherine, si no me dices que te dijo Robert, no voy a poder entenderte.
Se apretó los labios, su expresión me decía que estaba preocupada pero también tan dudosa, todo al mismo tiempo, sabía que no debía acelerar las cosas, no mientras ella se encontraba así.
—¿Quién es Miranda Deligiannis?
Mierda, mierda. ¡Ese bastardo mal parido de McGrath! En esos momentos quise gritar tanto, desgarrarme la garganta, golpear lo que fuese, destruir cada gramo de la existencia de Robert McGrath, tenerla entre mis manos y desaparecerla, torturarlo y obligarlo a maldecir su presencia en este mundo por siempre, arreglaría cuentas con él pero primero me concentraría en Katherine.
Recordaba a la perfección a Miranda, fue una de las cuatro que asesine antes de volver a Nueva York, estaba en mi casa en Grecia, la conocí a la perfección o eso creía, no sabía que un año después un tío lejano pudiera querer reencontrarse con ella y eso no lo vi venir, siempre elegía a víctimas sin familia que no pudieran preguntarse de su desaparición, las cuatro eran tan alejadas de sus padres a excepción de Elissa, ella era huérfana y sus padres adoptivos murieron. Yo le dije a la policía que Miranda me acosaba cuando era al revés, yo la asechaba como a la mayoría de mis victimas solo que a Miranda los lujos se trataban más de sexo que de otra cosa, ella prefería que yo le comprara las cosas que deseaba en lugar de aceptar mi dinero, de todas formas era la misma historia, el dinero era su otra atracción.
No me afectaba hablar de Miranda, lo que me sacudió es que Katherine conociera de ella antes de tiempo, mis victimas siempre conocían la verdad después de que las cosas se pusieran violentas.
—Ya veo que de nada sirvió que me prometieras que vendrías directo al departamento, ni siquiera fuiste para llamarme y decirme que te habías encontrado a Robert.
No respondió, ella esperaba que le contara de Miranda y eso haría solo que cuidando lo que decía porque yo no sabía que pudo haberle dicho el imbécil de McGrath y que todo se diera a confusiones después.
Inhale aire y me preparé para inventarme una mentira a último momento.
—Era una mujer que conocí hace casi tres años, trabajó para mí un tiempo en la empresa hasta que ella renunció, sus motivos jamás los supe, después de eso ella comenzó a frecuentar la empresa solo por mí, me pedía que saliéramos y que si era necesario ella podía brindarme servicios a cambio de dinero.
No se movió, se mantenía como una estatua, solo observándome y presionándome a que continuara hablando, yo me tome segundos para seguir inventándolo todo y que encajara.
—No supe que hacer, ella era perseverante, de verdad quería una relación pero yo no quería problemas con ella, lo que se es que desapareció y a mi me mandaron un citatorio para declarar en Nueva York que era donde estaba en ese entonces hasta que volví a casa y me quedé ahí un tiempo.
—Y luego regresaste a Nueva York —prosiguió con un tono muy rígido, frío.
—Sí —respondí a secas. Quise tomarla del brazo, jalarla hacia donde estaba y dejarle muy en claro que ella no era nadie para exigirme explicaciones, esta estúpida relación no era más que una maldita mentira para que ella cayera sin problemas, no la amaba, nunca llegaría a experimentar remordimiento por las cosas que le haría, yo nunca lo sentía.
Caminó hacia la sala y con delicadeza tomó asiento, sin siquiera dejar de cruzar los brazos, ahora solo podía leer en ella como los pensamientos la atacaban y no podía escapar de las miles de cosas que seguramente la tenían confundida, no podía creer que esto hubiera sido demasiado para ella, apenas era algo que yo mantenía escondido.
—¿Qué fue lo que te dijo Robert? —le volví a preguntar esta vez con la voz alta, firme para que estuviera claro que era lo que quería saber desde un principio.
No dijo nada y para entonces tenía colmada mi paciencia, me acerque y me paré frente a ella, alzó lentamente sus ojos marchitos y cristalinos a causa de un mar de lágrimas, no sabía con que expresión podría estar mirándola porque noté que se estremecía, tomándome miedo otra vez.
—¿Por qué siento que no me has dicho la verdad? —susurró con voz débil y ligeramente quebrada —No se que clase de...
—¡Maldita sea que te dijo Robert McGrath! —exploté sin más, ya no podía esperar a que se sintiera la víctima por más tiempo para hacerme sentir mal, yo no era así. Le grité y ella enmudeció al igual que sus gimoteos, estaba boquiabierta, surgiendo de sus ojos un horror reflejante desde donde me vi a mi mismo. —¡Que te dijo! Me estoy cansando de hacerte la misma pregunta.
Su rostro se crispó en una grande mueca de dolor cuando se levantó de un movimiento y con voz acusadora empezó a gritarlo todo.
—¡Que me cuidara de ti! ¡Que ni siquiera confiara en nada que pudieras decirme! Y que por cierto no eras buena persona y por ello ocultabas cosas tal y como ahora lo haces.
Con todo esto no iba a poder controlarme, se había desenfrenado toda la ira que había acumulado desde que recibí su llamada, desde que supe que Robert estaba involucrado, yo me rompía en mil pedazos dejando al descubierto una furia bestial que aun debía mantenerse en cautiverio
—¡¿Y vas a creer en todo lo que te diga el imbécil?! ¡Esa es tu primera impresión! ¿¡Después de aun así de habértelo aclarado!?
—¿¡Y qué quieres que crea!? —me gritó con los ojos dilatados, no podía creer que una voz tan potente pudiera refugiarse en su pequeña y frágil garganta. —¡Él lucía tan convencido de que tú eres un mentiroso! ¡Me advirtió que me cuidara de ti! ¿Qué crees que me pone a pensar todo eso?
Resople tan fuerte, llevándome las manos a la cara frotándola tan fuerte para tomar la calma de nuevo a mi control pero las cosas se ponían mucho peor, no podía hacerme responsable si esto no mejoraba y tomaba un rumbo insoportable.
Aparté mi vista de ella porque lo sabía, lo podía sentir, si la miraba no iba a controlarme, le di la espalda y retrocedí lo más que pude.
—¿Así es como me demuestras que confías en mí? —inquirí con tono estupefacto, desilusionado y levemente triste, me armé de valor para observarla a la distancia que estaba de ella y leí con atención su expresión resentida y culpable que cargó con mucha pena. —Me habías prometido que tú confiabas en mí y que lo que la gente dijera no te afectaría en nada.
Le dedique una mirada cargada de decepción, me sentía traicionado y ofendido y por supuesto todo esto sobrecogió a Katherine provocándole una agonía que la atormentaba, quería recuperarme y podía ver venir que poco a poco yo perdía fe en ella cuando en realidad solo la hacía sufrir con cada segundo que pasaba, fingiendo mi desdicha.
—Damien, sabes que yo...no desconfío de ti, es solo que —se detuvo para aclarar sus ideas, sacarlas meneando con fuerza la cabeza —A veces tengo el presentimiento de que me ocultas cosas, sé que las tendré que saber a su tiempo pero respóndeme con toda la sinceridad posible. ¿Hay algo más que tengas que decirme acerca de Miranda Deligiannis?.
Quería dar por terminado el tema y no dude en responderle con prisa, no iba a hablar de ella hasta que fuera necesario.
—No —afirmé con seguridad —No hay nada que decir.
Camine hacia la cocina, pasando justo alado suyo, pude sentir como se había estremecido cuando casi rozaban nuestros hombros, no quería tenerla más en el departamento, al menos por lo que restaba del día, necesitaba calmarme y su presencia no me ayudaba. Aferré mis manos en la barra de granito, si no hubiera estado tan sujeta era seguro que podría temblar hasta caer, mi cuerpo lo absorbía todo, mi coraje, mi impotencia, era una mezcla que me enfermaba.
Quería que se fuera, no era buena idea que se quedara y lo mejor era si yo se lo pedía o si al menos se lo daba a entender. Busque algo para beber, no le preste atención a su presencia teniendo la esperanza de que fuera una indirecta y se largara.
De reojo solo pude ver que ella se mantenía parada observando lo que hacía, tenía otra vez los brazos cruzados, cuidando de no moverse.
—¿Quieres que me vaya? —susurró mucho después con ligereza.
Hice lo que fuera en la cocina para no tener contacto visual con ella, me alegré de que por primera vez pudiera entender lo que quería. Le di la espalda, con eso le daba entender que sí lo quería, no escuche nada por un segundo hasta que un resoplido proveniente de ella y sus pasos acelerados directo hacia la cocina me decían que había cambiado de idea.
—Lo siento —admitió con el tono un poco afligido, podía imaginar los rasgos de su rostro descompuestos por su arrepentimiento y sus ojos destellando en puro ruego —Sé que la acusación no pareció ser la más correcta pero debes entenderme, hay cosas que me ponen a pensar...
La interrumpí haciendo ruido con los cubiertos, seguía imaginándola tan suplicante y eso me gustaba.
—Sí vas a dudar de mí cada vez que te encuentres a Robert McGrath es mejor que las cosas terminen, él parece influenciarte mucho.
—¡No, no! —se apresuró a aclarar —Él no influye en mí, lo peor de todo es que ni siquiera tenia planeado discutir por algo como esto, no quería que terminara así, perdóname.
Estuve callado por varios segundos, apenas y tomando en serio lo que me decía, de todas formas quería estar solo en el departamento, tenía cosas que arreglar que no requerían de su presencia. Actué indignado sin exagerar, no quería que lo comparara con un drama como las que ella hacía.
—De acuerdo, yo se que él pudo darte mucho en que pensar pero por ahora, me gustaría que las cosas se calmaran, no es bueno que esto empeore.
—Entiendo —aceptó con voz apagada —Me voy, no quiero incomodarte, de todos modos estaré disponible si me necesitas.
Escuche como se iba hacia la puerta con titubeo, esperaba que la detuviera en medio del camino para quizá aceptar sus disculpas con un cálido abrazo y un largo beso pero no, no iba a suceder, el Damien de sus fantasías no estaba de humor para sus complacencias. Salió del departamento y hasta que no escuche que bajaba por el ascensor me giré de nuevo lazando un vaso de vidrio a la puerta.
Maldita estúpida, maldita perdida, me las iba a pagar, muy pronto, haría que mi dolor y mi tremendo coraje no fuese en vano, lo cobraría muy caro.
¡Gracias por el apoyo! De nueva cuenta me han sorprendido por todos sus votos :)
Cómo les dije estaré subiendo lo más seguido que pueda, les mando un beso y un abrazo, nos seguimos leyendo.
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