Capítulo 16. Cabos Sueltos
Katherine Weber
Mi madre no se había dado cuenta que hace una semana y media yo había renunciado a mi trabajo, era la única que no lo sabía, Lauren me había llamado esa mañana totalmente histérica porque había comprado el periódico esa mañana y había visto una fotografía de Damien y mía caminando en la calle, yo no sabía a que se refería cuando busque yo misma las pruebas, recordaba ese momento, fue cuando habíamos ido al centro comercial, ahí me ponían como su novia oficial, no era una fotografía grande, era una de las muchas que estaban publicadas para que las personas pudiera indagar con más facilidad en su vida.
Me preguntó si era verdad y que por ello había dejado el empleo, le contesté que así era, no me dio miedo decirle a nada acerca de mi relación con Damien porque ahora era pública. Yo esperaba que mi madre no lo descubriera, no lo había hecho en esta semana y yo confiaba en que todo seguiría así hasta que el juicio de Damien pasara sin problemas. Salí esa mañana directo hacia la empresa de Damien, dijo que necesitaba hablar conmigo y como yo fingía que salía para mi trabajo no fue problema.
Metí prisa al acelerador, aparque donde no pudiera costarme trabajo encontrar el coche y fui directo hacia la entrada. No me costaba problemas entrar y decir mi nombre para que me dieran un acceso rápido pero esta mañana noté una cosa en particular, un hombre parado muy cerca de la puerta giratoria, lucía joven, muy normal pero lo único que me alarmó fue que sus ojos se clavaban en mí y en mis pasos, tal y como si yo hubiera hecho algo malo o tuviera algo que ocultar, le eche apenas un vistazo y pase a un lado suyo sin mucha importancia.
Al llegar a la oficina lo encontré hablando por teléfono con su abogado, me hizo pasar con un ademan con la mano y cerré la puerta detrás de mí.
—Sí, de acuerdo, hablamos de esto después —susurró después colgó, al verme me sonrió con fuerza y se levantó de la silla para recibirme con un beso rápido, lucía cansado, un poco nervioso y preocupado tal y como los últimos días. —Hable con el banco, te daré una tarjeta de crédito propia porque se que debes sentirte incomoda usando la mía.
Me había parecido excesivo que me hubiera dado su tarjeta de crédito pero por otro lado me había gustado mucho, pude comprar tantas cosas sin tener restricción, por fin pude darle a mi madre lo que necesitaba, el par de anteojos que le hacían falta para ver mejor, ropa nueva y varias salidas a comer a restaurantes elegantes, le mentí diciéndole que en el trabajo me habían subido un poco el sueldo porque se había recuperado de la crisis, fue una completa mentira.
—¿No crees que es demasiado? Estoy cómoda así.
No pareció hacerme caso, saco del cajón de su escritorio un sobre, supuse que debía ser mi nueva tarjeta.
—Con esta podrás hacer lo que quieras porque es tuya, compra lo que necesites ya lo sabes, igual no tiene límites.
Negué con la cabeza con reproche, de todas formas la tome y le sonreí con cierta travesura, le gustaba llevarme siempre la contra.
—Eres imperdonable —me queje intentando no reírme pero con su sonrisa fue inevitable.
—Sabes que lo necesitas, por cierto, ¿Si recuerdas que el juicio es en una semana?
Asentí.
—¿También recuerdas que te pedí que estuvieras ahí?
Asentí de nueva cuenta, no entendía porque me lo volvía a preguntar, ¿Qué acaso quería cambiar de opinión?
—¿Por qué me lo preguntas? —quise saber sin parecer demasiado alarmada.
Negó con aire pensativo como si tratara de olvidarse de algo que acababa de recordar.
—Por nada, realmente. —me aseguró con suavidad y luego volvió a sentarse sobre la silla.
Le clave por unos segundos la mirada, sabía cuándo algo no cuadraba y esto era una situación que me daba la intuición de que Damien algo se guardaba.
—¿Tiene algo que ver el hombre que está afuera?
Se congeló al escucharme, mantuvo sus ojos tan firmes en mí y su mirada se llenó de una extraña curiosidad que me pareció obsesiva casi con mucha urgencia, pareció que alguien lo había inmovilizado, se contuvo la impaciencia hablando con voz muy baja, fingiendo tranquilidad.
—¿Hombre? ¿De qué hombre hablas? —ladeo un poco la cabeza, entrecerrando sus ojos mientras inhalaba aire.
Tenía una mirada tan penetrante, casi con delirio, no me dejo concentrarme en mis palabras porque prácticamente me sentí amenazada.
—Sí...un hombre afuera, tiene el pelo castaño, es alto —me esforcé muchísimo en recordar con precisión su aspecto —Me tenía cómo vigilada, no se si se haya ido.
De repente pareció que aquella agonía había abandonado su cuerpo para ser remplazado por una ira contenida que había tensando la línea de su mandíbula y había inyectado en sus ojos una desquiciada cólera que lo sacudió y una mirada que reprimía su furia y lo estrangulaba por dentro.
—McGrath —masculló con repulsión, apretándose los dientes —Robert McGrath.
No dije nada, me pegó un susto horrible cuando se levantó de un movimiento de la silla y casi corrió hacia donde estaba, me tomó del brazo apenas siendo un roce.
—Lo mejor es que vayas a casa, ¿Recuerdas a ese detective que busca como incriminarme? Es él y debe estar detrás de ti para seguirte el paso y ver en que puedas estar involucrada. Debes irte.
—Pero...—tartamudee en lo que me llevaba de la mano de vuelta al ascensor —No puedo ir a mi casa, mi madre cree que estoy trabajando.
—¿No le has contado que tienes novio? —se detuvo en seco cuando se lo dije, suspiró un poco frustrado en lo que el ascensor subía —Kate, te lo había pedido desde hace una semana me dijiste que lo harías.
Permanecí callada, eso me hizo muy culpable porque no sabía que decir, de todas maneras ¿Cómo iba a hacerlo? Confesarle a mi madre que salía con un hombre que estaba incriminado en un fraude millonario y que todo el mundo creía en su culpabilidad, ¿Acaso iba a aceptarlo? ¿Qué iba a pensar de mí? El ascensor llegó, creí que se despediría pero entró junto conmigo, el viaje fue un silencio que tensó todo mi cuerpo, estaba segura que se había enfadado conmigo, era la primera vez que lo había hecho.
Cruzamos todo el umbral de la mano y salimos de igual forma, instintivamente puse mis ojos en el lugar en donde estaba el hombre pero ya no estaba ahí. Detuve el paso para demostrárselo
—Se ha ido —apunté con un dedo el lugar vacío que había dejado.
Damien se quedó pensativo mirando hacia el lugar vacío, de nueva cuenta su urgencia resurgió de repente y me guió hacia donde había dejado mi auto.
—De todas formas no podemos estar seguros de que se haya ido —admitió con un tono rígido muy bajito —Ve a mi departamento y llámame en cuanto hayas llegado. ¿De acuerdo?
Asentí sin decir nada, me entregó las llaves con ese aire ausente, mirando por encima de su hombro, estaba segura de que se había ido pero él estaba tan paranoico que no quise decir nada. Se despidió de mí con un beso en la frente y retomo su camino de regreso al edificio.
Por varios segundos me quedé inmóvil viendo cómo desaparecía entre la gente, a veces sentía que perdía muchos detalles en todo esto y que Damien me mantenía muy ajena, suponía que era por mí bien pero si quería mi apoyo en esto yo debía saberlo todo, era la única forma de ayudarlo como debía. Me volví para abrir la puerta del auto cuando de repente escuche la voz de un hombre por detrás de mí.
Jadee por el susto de que aquella voz desconocida supiera mi nombre.
—Katherine Weber —me llamo una voz grave, lo suficiente para hacerme una imagen inmediata de su apariencia en mi cabeza, era un joven adulto, puede que de mi edad o un poco más.
Había tirado las llaves del departamento al suelo, esa mirada tan fija era tan reconocible, era el mismo hombre que estaba afuera del edificio, teniéndolo más cerca podía calcularle unos veintiocho y aun así lucía de unos cuantos años menos, iba vestido con un abrigo negro, pantalones de mezclilla y una bufanda rojo oscuro rodeándole el cuello, sus ojos eran tan profundos que de inmediato percibí su amenaza.
Me aferré a la puerta del auto con mi cuerpo congelado por el horror de tenerlo tan cerca, le tenía tanto miedo porque Damien me lo había sembrado, a pesar de ser un detective yo no quería problemas que me vieran envuelta en un caso mayor.
—Usted...—fruncí las cejas, observándolo con incredulidad y nerviosismo —¿Qué quiere? ¿Por qué me persigue?
La amenaza de sus ojos se debilitó cuando mi pánico embargó todo mi cuerpo a un extremo de hacerme temblar de las rodillas, se me aflojaron las piernas que por un segundo creí que estaba a punto de caer ahí mismo.
—No se asuste, señorita Weber. Soy el detective Robert McGrath —lentamente se arrodilló para tomar las llaves que se habían caído al suelo y me las entrego —¿Podría hablar con usted por favor? Necesito su colaboración.
—¿Yo? —hice un mohín, estaba desorientada —¿Por qué querría usted mi colaboración? No he hecho nada malo.
—Usted no —me aclaró enfatizando con voz alta y arqueando las cejas —Yo me refiero a su novio, Damien Westermann.
Le eche una mirada cargada de desdén, ya sabía a que iba esto, Damien me lo había advertido, conseguir pruebas contra él era lo que este detective quería.
—Lo siento detective pero no puedo —me disculpe fingiendo una sonrisa en disculpa —Tengo un día muy ocupado y no tengo tiempo para contestar sus preguntas.
El detective sonrió sin ganas y se acercó un paso hacia a mí para detener mis acciones.
—Yo se que Damien ya le ha advertido sobre mí pero déjeme explicarle esto —hizo una pausa para carraspear su garganta —Solo hago mi trabajo, si me permite no solo voy a hablar con usted del caso de Larry Wilson, necesito que me diga unas cuantas cosas que necesito saber, es algo que no tiene nada que ver con el caso. ¿Podría tomarse al menos unos quince minutos?
—Se muy bien lo que me va a decir —entrecerré los ojos, tomando un tono de voz acusador —Me va decir que Damien es un fraude y que a él solo le importa el dinero y más estupideces que yo ya se me de memoria, yo se que usted quiere incriminarlo y quiere utilizarme para sacar tal información para usarlo después. No soy idiota, ¿Por qué no lo deja en paz? Sea sincero y diga que lo cree total culpable y termine con esto.
Suspiró con frustración, estaba poco tolerante eso podía notársele conforme hablaba.
—Ya lo dije, señorita Weber, no voy a decirle nada de Damien, no pienso siquiera hablar de él, quiero hacerle unas preguntas, algunos cabos sueltos que quizá pueda ayudarme a resolver.
Me crucé de brazos, esperando a que las cosas se relajaran un poco, no me parecía correcto hacer tal cosa porque se lo había prometido a Damien, yo no debí haber cruzado palabras con Robert McGrath, no debía discutir sobre Damien pero si en mí estaba el dejar su nombre libre de culpas entonces lo haría.
—Está bien —acepté de mala gana, sin dejar de mirarlo con cierta acritud y cara de pocos amigos —¿Qué quiere saber?
Respiró profundo y mantuvo un rostro sereno, imperturbable.
—¿Le molestaría hablar de esto en otro lugar?
Siento que no he publicado en años pero ya regrese, espero que el capítulo les guste, yo se que puede llegar a hacerse un poco aburrido pero le estoy dando lugar las escenas más interesantes muy pronto, ya verán.
Las amos ¡Y mil gracias por su apoyo! Un beso desde donde me lean. Nos seguimos leyendo
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