Capítulo 15. Curiosidad
Damien Westermann
Sabía que el día llegaría, cómo había percibido anteriormente ella era curiosa en algunos casos y el que yo nunca mencionara a mi familia tuvo que haber influido en su curiosidad. Habría cosas que no le confesaría porque no era correcto que las supiera aunque de todos modos yo tenía mi estrategia en estos casos, sabía que decir, que no y también como hacerlo para que no sonara como una total mentira.
La vi a través del espejo con ese deseo de saber, ya conocía ese sentimiento, todas la tenían siempre. No detuve mi tarea y le di pie a su cuestionario sonriéndole con ligereza.
—¿Qué deseas saber? —le pregunté sin preocupación, no habría nada que me tomara por sorpresa.
—¿Tienes hermanos?
Fue fácil.
—No, soy hijo único, así lo he querido siempre, supongo que tuve suerte porque mis padres no quisieron más hijos y yo estaba más que feliz, todo era para mí —no pude evitar sonreír con ganas al recordarlo.
—¿No te molestó tanta soledad? Me refiero a que...—tardo un poco en estructurar la palabra correcta —¿No querías compañía?
Reí para mi mismo, era una pregunta que también le correspondía a ella.
—Al menos no para mí, ¿Quién no se la pasaría bien teniendo todo para si mismo? ¿Tú lo compartirías con alguien más? Porque tu tampoco tienes hermanos o hermanas
Aquello fue un golpe bajo, ella enmudeció por varios segundos bajando un poco la mirada, se atusó un cabello que le rozaba la mejilla y con una expresión dubitativa me respondió.
—Algo así —hizo una mueca —Yo si quería una hermana pero creo que con la perdida de mi padre jamás paso y mi madre nunca se volvió a casar porque tenía que mantenerme a mí y eso la tenía muy ocupada. —acto seguido meneo la cabeza para borrarse la imagen que se había formado en su cabeza para seguir con mi interrogatorio —¿Me puedes platicar como empezó la empresa? En sí cómo llegó tan alto.
Remoje mi rastrillo para seguir con mi trabajo porque era una historia que sabía de memoria y no requería de mi concentración.
—Es empresa de mi padre, es un legado que le dejó mi abuelo y él tuvo que seguirlo hasta que llegó a mis manos, la empresa que lo empezó todo está en Grecia, específicamente en Marusi que es donde vivo.
Ella dio carcajadas que sofocó poniéndose la mano sobre la boca, no entendía que chiste privado pudo haberse contado. Levanté una ceja, intrigado de su apariencia burlona.
—Ya decía yo que venías de otro lugar —me contestó después de haber tragado sus carcajadas con esfuerzo —Lo digo por tu acento, tu forma de hablar, es muy singular al igual que tu apariencia, no tienes una pinta de americano, das una imagen más interesante...curiosa.
Curve una sonrisa petulante solo para mí, sabía que era lo que a ellas les gustaba, ser algo diferente y que las atrajera las llevaba a mi cueva, sin esperar que al llegar hasta el fondo de la gran cueva oscura se escondía una pesadilla viviente del que jamás se desharían.
—Sí, tal parece que a todos es lo que les llama más la atención, ¿Me equivoco?
Sabía que me refería a ella, no lo pudo evitar y evidenció la afirmación huyendo de mi mirada cargada de atención.
—Sí, así eres tú —admitió poniéndose la mano en la boca para ocultar una sonrisa traviesa. —Eres demasiado intimidante, cualquiera se hubiera puesto a pensar en cuanto te ven que es eso lo que te hace tan interesante.
Fue inevitable no volverme hacia ella y dedicarle una sonrisa de oreja a oreja, eso era lo que ella probablemente descubriría muy pronto y si tenía suerte quizá le daría tiempo para asimilarlo.
—Pronto lo descubrirás —le aseguré, manteniendo mi postura lo más casual posible, no quería dejar entre ver demasiado.
No pareció funcionar muy bien porque la percibí de todos modos un poco inquieta, mis palabras la habían sacudido ligeramente.
—¿A qué te refieres? —inquirió con risitas nerviosas, asomándose cierto recelo en su rostro.
Quise tranquilizarla acercándome a ella, deje todo lo que hacía para que no hubiera un atisbo de sospecha o temor hacia lo que acababa de decirle, pase mis dedos sobre su mejilla y al menos logré destensar sus facciones ya rígidas.
—Tengo muchos encantos, Kate —añadí con una sonrisita —Soy un estuche de monerías, aun no conoces lo mejor.
—¿Hablas en serio? —soltó una risita, enarcó las cejas, perpleja —Ya eres todo un encanto, ¿Qué más puedes tener escondido?
No quise evidenciar nada solo me incline para estampar un largo beso en sus labios, ella me regresó el beso con mucho frenesí como siempre lo hacía, la miré fijamente cuando al fin me dejó respirar y le sonreí.
—Todo a su tiempo, Kate, todo tiene que ir a su paso.
Ella apenas tenía la cabeza en la realidad ya que el beso la había desconcentrado un poco, dio unos cuantos parpadeos para aclarar su cabeza y cuando pudo volver en sí yo ya estaba de nueva cuenta posicionado de espaldas a ella con mi trabajo de rasurado tal y como si yo nunca lo hubiera dejado.
—Entonces...—prosiguió manteniendo un tono de voz lo más regular y normal posible —¿En que momento podré conocer un poco más de ti?
—¿Qué más deseas saber?
—Me refiero a una foto de tus padres, tú ya conociste a mi madre, así que supongo que me gustaría conocerlos aunque sea en fotografía.
Maldita sea, sabía que esto iba a pasar y no me había preparado muy bien, no recordaba si había conservado una fotografía de mis padres en este departamento porque ellos hace años se habían divorciado además llevaba más de siete años sin hablar con mi padre y otros tantos con mi madre, mucho menos con ella, la odiaba tanto, me repugnaba tener que hablar o inclusive acordarme de ella, por su culpa se incitó en mi un odio completo por cada mujer que se cruzaba en mi camino y los detalles Katherine los conocería algún día.
Pensé con demasiada fuerza para intentar recordar donde pude haber guardado alguna fotografía aunque fuera de hace años, quería mantener a Katherine satisfecha porque ahora lo menos quería, que pensara que mi familia era un cero a la izquierda.
—Veré si tengo una fotografía. Acompáñame.
Salimos juntos del baño, yo me acerque a uno de los cajones de mi mesita de noche y rebusque entre las montañas de papeles inservibles, folders, cajas y plumas sin tinta para ver si encontraba una fotografía vieja que había dejado ahí hace varios años, esperaba de verdad que aun estuviera aquí.
Al encontrarla en seguida se la entregue, no quise ni siquiera verla, tener que observar a mi madre me provocaba un sentimiento que apenas y lograba controlar, no quise arriesgarme.
—¿En serio eres tú? —preguntó en tono conmovedor. —Te veías tan pequeño. ¿Cuántos años tenías en esta fotografía?
No tenía idea así que tuve que hacer otro esfuerzo por calcularlo.
—No estoy seguro, tal vez unos nueve —respondí con aire distraído, no quería ni saberlo.
Katherine estaba evaluando la fotografía con tanta atención que me ponía nervioso, cada segundo era una pregunta que podía formularse en su cabeza, yo no quería hablar mucho de mis padres, a veces ni siquiera recordaba momento con ellos, fueron pocos los momentos que quise conservar en mi cabeza.
—Te pareces mucho a tu madre —admitió llevando esos ojos llenos de ternura hacia mí, apunto la fotografía donde seguro se encontraba mi madre —Tienes sus ojos y el cabello de tu padre.
—¿En serio? —solté una risa pequeña, no quería que sonara tan sombría así que solo la mantuve para mí, en estos extremos yo ya me estaba controlando para no arrebatarle la fotografía y romperla, no quería que siguiera con el tema por lo tanto me esforcé en hablar de otra cosa. —A propósito, necesito pedirte algo.
El cambio drástico de tema la sorprendió un poco, tomó toda su atención para alojarla hacia mí, yo necesitaba que el asunto del escándalo fuera cuanto antes y eso requería que ella no trabajara más, no sabía cómo reaccionaría, yo esperaba que fuera algo que pudiera controlar.
—¿Qué cosa?
Tome aire, no era nada grave pero era seguro que no lo vendría venir.
—Quiero que dejes tu empleo.
—¿¡Dejarlo!? —jadeo con sorpresa, rió en incredulidad y me miró como si yo hubiera perdido la cabeza —Necesito ese trabajo, no puedo hacerlo, tenemos deudas y yo soy el sustento de la casa. ¿Por qué me pides esto?
Baje un poco la mirada en signo de decepción, fingí que en verdad me afectó el habérselo pedido, me esforcé en tener una apariencia alicaída, mezclada con desesperación y confusión al tenerla de frente esta vez.
—Se que es muy importante lo que te pido, lo entiendo —le explique con un tono levemente arrepentido, al encararla sus ojos destellaban en vulnerabilidad, en cualquier momento caería, yo lo sabía —Lo que sucede es que en pocos días es el juicio y quiero que estés conmigo, quiero tenerte la mayor parte del tiempo a mi lado porque ahora más que nunca necesito de tu apoyo.
Sus ojos me lanzaban una mirada torturada, ella deseaba doblegarse, obedecerme sin ninguna restricción pero pensaba todavía en los demás, sobre todo en su madre, lo que se convirtió en mi siguiente problema.
—Pero y si lo hago, ¿Qué va a pasar conmigo? Me refiero ¿Dónde voy a conseguir el dinero? A veces ni siquiera es suficiente con lo que me pagan.
Acaricie su mejilla despacio antes de atravesar la cama para llegar al otro extremo que era donde estaban mis pantalones, saque mi cartera y deslice una tarjeta de crédito, se la extendí y ella casi con la mandíbula sobre el piso la examino.
—Usa esta tarjeta, no tiene límite, con esto podrás fingir que sigues trabajando porque no te faltara dinero, aunque de todas maneras —le advertí con un tono dulce y echándole una mirada en complicidad —Deberías mencionarle a tu madre que tienes novio, puede que sospeche.
No sabía si se reía de mí o del comentario, fuera lo que fuese ella aceptó la tarjeta sin refutar, sabía que había decidido obedecerme, esto cada vez sería más fácil, ella sería tan manipulable como todas las demás.
—Es lo último que mi madre quisiera escuchar —me confesó con un cierto tono melancólico y una sonrisa con pocas ganas.
Me acerque a ella, puse un dedo debajo de su mentón y la obligue a mirarme, no sabía que era lo que se le dificultaba el tener que contárselo a su madre, yo no le caía bien, eso lo demostró la primera vez que fui a su casa y para ser sincero a mi tampoco me gustó tener que ir a su casa solo para que Katherine afianzara su confianza en mí, su madre era un cero a la izquierda pero ahora era otro estorbo que debía quitarme de encima.
—¿Crees que no le caigo bien?
No respondió en seguida, quiso huir de mis ojos penetrantes que escrutaban su rostro pero yo no iba a darme por vencido, lo que más odiaba es que mis dudas se quedaran sin ser resueltas cuando había la posibilidad de poder descubrirlo.
—Kate...
Hizo un leve gesto con los labios y se encogió de hombros como si la cosa no tuviera mucha importancia.
—No es eso, solo dame tiempo, ¿Bien? Déjame esto en mis manos, no te haré esperar demasiado, yo se que esto es importante para ti.
No sabía si confiar en ella o no, en realidad nunca lo hacía pero debía hacerlo si quería que todo estuviera en orden, lo que menos quería era que pensara que desconfiaba en ella o que era una hipócrita.
Sonreí mientras le acariciaba el rostro desvaneciendo sus facciones decaídas, reavivaron ante mis ojos, lucía esplendida como si mi toque le diera una chispa de vitalidad.
—De acuerdo, confió en ti, Kate, no me falles.
—No lo haré. —me prometió en un susurró casi inaudible, apenas pude ver que lo que decía por que leí sus labios, sonrió al momento de levantar la punta de sus pies para besarme con una serenidad que llevaba detrás una pasión exótica que nunca en la vida había podido percibir en ninguna otra.
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