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Capítulo 1. El Encanto

Katherine Weber

Mis zapatos de tacón de más o menos de diez centímetros de altura, cayó sobre un charco de agua que estaba al momento en que baje la acera, había un clima horrible en Nueva York, llovía, hacía frio y la gente no dejaba de golpearte el costado y la espalda como si fueras un costal de papas macizo, refunfuñe cuando un hombre me golpeo con su hombro y yo me hice para adelante llevándome mechones de cabello, lo mire alejarse sin disculparse. Si bueno, no le importa que me haya pasado casi una hora arreglándome el cabello, sin duda le daría igual si me hubiera hecho caer sobre aquel charco. Este día en la mañana la ciudad era un caos, un tremendo pandemónium que rigurosamente trate de asimilar, las aceras repletas de gente, las calles estancadas de autos que hacían sonar sus claxons como si fuera ni más ni menos que una perfecta demostración de conciertos a todo pulmón, di por sentado que este caos se debía en más intensidad porque era lunes y que todos andaban a prisa como normalmente alguien lo está al principio de semana. No era la única persona molesta y que debía llegar a tiempo a una entrevista de trabajo, podía apostar a que había más de cien personas en mi situación y que pasaba exactamente a mi lado, tal vez intentado llegar al mismo destino que el mio.

Crucé la calle cuando el semáforo se tornó rojo, no quería mirar ningún solo reloj, no quería darme cuenta que podía estar llegando a destiempo, necesitaba estar ahí aunque yo no fuese la primera. Traté de correr con los tacones, era un fiasco corriendo con tacones, pero no daba de otra que tratar de dar una impresión considerable cuando es tu primer trabajo oficial en tu curricular casi vacío, jadee cuando me detuve ya en la acera y avancé unas cuadras más. La gente seguía golpeándome, perdí esperanzas de que alguien tuviera decencia y se disculpara asi que simplemente lo ignore, a los pocos minutos el cielo comenzó a tronar, fue peor de lo que pensé porque ahora la gente se detenía para sacar sus paraguas, suspire, ¡No hoy!

Me cubrí la cabeza con mi maletín de cuerpo negro al avanzar entre la gente, todo era molesto y desesperante pero tenía el vago presentimiento de que la tormenta del día se alejaría más pronto de lo que creía. Casi resbalo con el pavimento cuando me gire hacia una calle, perdía equilibrio cada vez que trataba de acelerar con los tacones y las suelas de mis zapatos húmedos, tome aire y corrí sin detenerme esta vez.

International Companies Daley

Logré ver aquello cuando me detuve al mirar un edificio aproximadamente de más de treinta pisos, me quedé un minuto contemplándolo a través de las gotas de lluvia que me salpicaban la cara y los parpados. Sonreí para mi misma, había llegado al fin, esperando a que yo pudiera ser al menos la tercera, cuarta o quinta en llegar, subí las grotescas y largas escaleras de la entrada, había gente que entraba y salía de dicha empresa por una puerta giratoria de cristal. Crucé la puerta y cuando entré pude sentir al instante la revitalizante sensación del aire cálido y delicadamente calculado de la calefacción del lugar, me quite el abrigo de terciopelo empapado y lo doble lo más correcto posible sobre mi brazo para que nadie notara que estaba chorreando agua en la recepción, mi pelo estaba en un desastre incorregible así que ya era tarde querer remediarlo. Me acerque a una mujer que estaba detrás de un escritorio plateado que llevaba el logo de la empresa (era negro con el nombre de la empresa en letra manuscrita color dorado) en el centro, era fácil identificarlo a larga distancia porque era sumamente enorme.

—Son solos los miércoles, necesitará cita...—tenía la mirada hacia abajo en una Tablet —Tal vez quiera llamar después, estaré aquí esperando la llamada.

Hasta que no escuchó el traqueteo de mis tacones pude hacerla entrar en razón, era una mujer de unos treinta años, cabello cobrizo con ojos verdes y un semblante de "dime rápido lo que necesitas que estoy ocupada"

—¿Qué necesitas?

—Vengo a una entrevista de trabajo en el piso veinticuatro con el señor Donovan, sobre el puesto de secretaria de gerente.

—Ah sí claro –saco algo de un cajón, me entrego un gafete de visitante —Ve por ese ascensor, allá podrás completar un papeleo.

Me puse el gafete y fui hacia el ascensor, apreté el número 24 y esperé a que ascendiera sintiéndome ligeramente desorientada, estaba nerviosa, completamente angustiada, había venido aquí con el propósito de tener un empleo digno, un empleo que me permitiera darme los lujos que yo siempre había añorado, esa clase de lujos de ser alguien importante, tener un departamento caro y exclusivo, un auto enorme y reluciente que fuera solo para mí, un guardarropa de ensueños con la más alta calidad en confección, zapatos finos, viajes en jets privados, compras desquiciadas en centros comerciales, pero que obtuve a cambio...un empleo miserable de secretaría, tras haber estudiado casi cuatro años en la carrera de administración de empresas solo pude lograr obtener esto ¿Y que podía esperar? Si el empelo me lo recomendó mi amiga Lauren que aquí mismo trabajaba como recepcionista, ella me dio aviso del trabajo, si no, yo aun estaría en casa vagando en sueños ridículos.

Llegue al piso veinticuatro, era una habitación mediana con paredes blancas y con olor a café y papel, el sonido de varios teléfonos resonando y el traqueteo de varias impresoras en función fueron los únicos sonidos que había ahí, mire alrededor de la sala, mire a Lauren tomando el teléfono y luego a una salita con alfombra en donde solo tres personas descansaban en unas sillas, había solo una silla disponible ¿Acaso esa era la cantidad de gente que pedían por el trabajo? Carajo ¿Qué tan degradante era?

Me acerque con Lauren, ella me hizo un gesto intentando que la esperara un poco. Colgó y me acerque.

—Llegas temprano, así que ¿Lista?

La mire con una mueca, luego disimuladamente apunte al grupo de tres personas.

—¿Son todos los que han venido?

—Sí.

—¿Y porque aún están aquí?

—El señor Donovan piensa dar el puesto esta misma mañana, así que será mejor que entres y vea que eres bastante buena.

Asentí y mire la entrada de dos puertas que estaba cerrada, parecía que aquellas puertas deseaban comerme con tanta agonía. Mire a Lauren antes de entrar, ella aviso por teléfono que estaba en la puerta y espero a que el señor Donovan me diera permiso de entrar.

Abrí la puerta y asome primeramente la cabeza, el señor Donovan era un hombre de más o menos de cuarenta y cinco años, cabello negro con varias entradas de calvicie, llevaba un traje con corbata azul marino, estaba sentado frente a un escritorio de madera con una lámpara encorvada que iluminaba unos documentos que firmaba con lentitud, la oficina estaba tapizada de varios cuadros bastante grandes y que se veía sumamente pesados, había solo una ventana en todo el lugar y estaba del lado oeste.

Levanto la mirada de los documentos y dejo a un lado la pluma con la que firmaban.

—Adelante, señorita Weber, tome asiento —me ofreció la única silla que estaba disponible frente a su escritorio.

Me senté, me quede con las manos sobre las rodillas y totalmente cohibida, esperando a que me diera indicaciones.

—¿Trae su curricular?

—Si claro –susurré, abrí el maletín que llevaba y saque un folder rojo, estaba tan delgado porque solo llevaba dentro dos hojas, una era la de mi diploma y el otro de los trabajos de medio tiempo en los  que desperdicie mi tiempo.

Abrió el folder, miro solo unos segundos mi diploma y paso a leer la hoja de mis antiguos empleos.

—Asi que recién graduada de la universidad —observó, con aire pensativo —¿Desde cuándo?

—Hace un año.

—¿Tiene experiencia en el ambiente empresarial?

Quise tener una respuesta rápida pero tardé demasiado en contestar.

—No realmente pero no significa que sea una inexperta, se cómo se maneja la computadora, la impresora, guardar y enviar archivos, no me resulta nada nuevo.

—Pero ¿Nunca has trabajado como secretaria?

—No —y no creo que sea difícil.

—¿Cuántos años tienes?

—Veintitrés

El señor Donovan miro más atentamente la hoja de mis viejos empleos, los revisó con esa expresión que me tenía con las uñas aferradas a la silla, esa seriedad que no emanaba más que angustia y preocupación. No sabía cuánto tiempo estaba avanzando, sentía mi nuca sudar y una picazón en la piel que se debía sobre todo a mi ropa casi húmeda, luego de un tramo de apremiantes minutos, dejo la hoja dentro de mi folder y tomó una hoja que firmo.

—Su curricular se ve interesante y más que usted sea universitaria, le diré algo, este trabajo no es algo tan bien pagado, ciento cincuenta dólares a la quincena, más prestaciones, vacaciones decembrinas, aguinaldo y liquidación, el horario es de nueve de la mañana a cinco, usted sabe si le conviene.

Suspiré con desgana ¿Ciento cincuenta dólares a la quincena? ¡Que podía hacer yo con eso! Y más aún cuando yo vivía con mi madre, nunca iba a poder salir de aquella pequeña casa si iba en tan malos pasos económicos, no, definitivamente no podría aceptar este trabajo pero que más daba, no era si lo quería o no, lo necesitaba y punto. Mis ojos automáticamente miraron hacia abajo con una ligera inquietud, era tan poco.

—Me conviene porque lo necesito —admití con poco aplomo.

—Me extraña que busque trabajo de secretaria si usted es universitaria ¿Por qué no busca en otra parte?

Creí que estaba bromeando, si no hubiera intentado en montones de lugares jamás hubiera caído hasta aquí, como había dicho era mi última opción, además, era mi primer trabajo en una oficina, necesitaba experiencia.

—Porque no es fácil conseguir trabajo, necesito dinero y este trabajo me dará los inicios para comenzar con experiencias laborales más formales.

—En ese caso, veremos si esta empresa puede hacer algo por usted —una sonrisa diminuta le cruzó el rostro, me entregó mi portafolio amablemente —Si gusta esperar con los demás para que yo pueda hacer unas llamadas

Tome el portafolio al tiempo que me levantaba, sonreí a medias y le agradecí, camine hacia la salida y para cuando cerré la puerta escuche que hablaba con alguien. Al salir Lauren se estaba limando las uñas, me acerque a ella con el cuerpo sintiéndose fatal, parecía que había corrido un maratón de aquí hasta Central park.

Bufé y mi cabello bailo sobre el aire, cayendo pegajoso sobre mi frente.

—¿Y?

—Esperaré como los demás. –puse los ojos en blanco, era un puesto tan mediocre que no podia creer que nos hagan esperar

Lauren sigo limando sus uñas de un lado otro, soplando su uña bien afilada con despreocupación, ella y yo habíamos estado en la misma universidad y en la misma carrera y ahora estaba de recepcionista en un piso tan desierto en donde yo jamás soportaría estar, en un cubículo pequeño con un jefe tan aburrido y poco atractivo, aunque, su vida no era tan miserable como la mía.

—No seas negativa, Kath— replico con voz suave —Necesitará ver si eres eficiente, además aquí nadie se contrata hasta ser aprobado por uno de los socios del jefe.

—¿Qué socio? —protesté.

—Bueno no es socio pero le administra la empresa, su primo, Damien Westermann, se le envía tu curricular pero me supongo que el señor Donovan hará una excepción este día, veremos a ver qué sucede.

No le dije nada más y me fui a sentar en la única silla que estaba disponible, me atuse los cabellos que llevaban pegados aun en la frente y miré el reloj de pared,  eran las ocho y treinta, no se cuanto tiempo llevaba la gente que está a mi lado esperando una respuesta, me supongo que el señor Donovan prefirió esperar a que alguien más se presentará para el puesto. Hojee una revista de modas que estaba en la mesita de centro, otros fueron simplemente por café, no era mala idea ir por uno ya que me sentía extraña del estómago por no haber desayunado, así que seguí a una mujer alta, esbelta de cabello rubio hacia donde se preparaba el café, cuando regrese yo y la rubia el señor Donovan les agradecía a los demás candidatos y los despidió amigablemente.

Mire a Lauren quien me sonreía de oreja a oreja y me apuntaba con los ojos al señor Donovan.

—¿Katherine Weber? —preguntó.

Me busco por la habitación y cuando me encontró se acerco a mí y me atendió la mano, el vaso desechable donde llevaba el café tambaleo sobre mi mano con la advertencia de tirarse sobre mi brazo. Le tome la mano.

—Bienvenida a International Companies Daley, empieza mañana mismo.

Me quede perpleja y desorientada, la chica rubia de mi lado salió a zancadas hacia donde había dejado su portafolio y se fue sin decir nada pasando a un lado de nosotros, le agradecí varias veces por la oportunidad de empleo y me dije una y otra vez que ese certificado universitario tendría que darme al menos algo.

—Muchas gracias, nos vemos mañana sin duda —la sonrisa de mi rostro se transformó en auténtica sorpresa y asombro, no era un gran trabajo, realmente no cubría con mis expectativas pero yo iba a lograr lo que quería tarde o temprano.

—A primera hora —añadió con una vocecilla muy tonta.

—Claro —mi sonrisa se transformó en una mueca imperceptible, pero mis ojos dejaban mucho que ver mi insuficiencia por el empleo.

Damien Westermann

Europa, GRECIA.

Minuciosamente daba la vuelta a la página de la revista Play boy, sintiéndome inevitablemente agotado luego de haber pasado más de treinta minutos excitándome con las fotografías de las modelos completamente desnudas que aparecían a cada vuelta de hoja, era la única cosa que me gustaba hacer en mi cuarto de hotel cuando los oficios del trabajo me dejaban descansar un rato, me gustaba masturbarme mientras el tiempo me era tan largo y silencioso. Las mujeres de aquellas revistan no saciaban mi deseo, algunas por el simple hecho de que no eran mi tipo, yo gozaba de las mujeres delgadas, de estatura mediana, con el cabello largo y ondulado, con esa chispa de tonos rojos y cafés y los ojos libremente embriagados de inocencia y juventud, esas eran las que inexplicablemente me atraían.

Dejé la revista en el suelo, acostándome sobre el sofá reclinable, mire hacia el techo y pensé ¿En cuánto tiempo no me he topado con una mujer así? Aproximadamente en medio año y aquella mujer había desaparecido, ella me tenia loca, tenía una figura de locura y un trasero de infierno pero no siempre lo bueno dura para siempre, tal vez fue un error horrendo que ella se hubiera topado conmigo o el que yo me la encontrara en la calle recogiendo unos papeles que el aire arrebato de su maletín medio abierto. El hecho es que ahora ella ya no volvería, porque uno simplemente no puede traer a alguien de la muerte y asi pasaron con dos mujeres más...

Maldita sea, yo solo quería hacerlas feliz.

Cerré los ojos esperando poder descansar hasta que mi agenda electrónica sonó, me levante de un salto y lo tome de la mesa de centro en donde lo deje boca abajo.

—¿Diga?

—Señor, ya tengo a la nueva secretaria, empieza mañana mismo.

—Que bien Donovan ¿Y esperas que la apruebe cierto? Espero que hayas contratado a alguien capaz y eficiente, no me gusta que haya idiotas y analfabetas en la empresa, no soporto la mediocridad.

—Es universitaria, señor —tragó saliva.

—Bien, envíame su curricular a mi E-mail, veremos si es eficiente después de todo.

Colgué, desplace la mesita de centro hacia donde estaba y entonces abrí mi Laptop, teclee mi contraseña y entré al acceso a internet, pasaron tres minutos cuando me llego la curricular de la nueva secretaria, lo abrí e inspeccione todo, sus estudios, la carrera de administración de empresas, su promedio, sus empleos, su edad, todo andaba en orden, era universitaria, tenía buenos promedios desde el preescolar hasta su bachillerato, me agradaba que gente así se uniera a la empresa, me gustaba cazar talentos.

—Parece que todo esta en orden —susurré, di hacia abajo para poder ver más de información hasta que una fotografía suya ocupó todo el tamaño de una hoja.

Hubo un silencio inmóvil que me dejó sin aliento, me incline hacia delante para ver con más precisión la fotografía, era una muchacha apuesta, realmente preciosa, unos ojos enormes color café achocolatado, pestañas largas, negras y gruesas, pómulos resaltados con uno tono inocentemente rosado, una sonrisa encantadora con una energía que me perturbo de buena gana, un cabello con volumen y brillo que se dejo caer sobre sus hombros, un tono tan atractivo, podía apostar a que era cobrizo o tal vez tabaco. Llevaba una blusa de botones roja que dejo resaltar su tono de piel nívea que combinaba muy bien con aquel color carmesí de su ropa.

Tardé varios minutos en procesar que era lo que me había sucedido, que fue lo que  sentí al instante en que  la vi, hubo una atracción fulminante y aquello solo significaba una cosa.

—¿Quién eres? –musite con fascinación mientras regresaba al principio del curricular y leía su nombre —Katherine Weber, eres un verdadero encanto.

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