5. La infidelidad. CORREGIDO.
CORREGIDO.
Estaba histérica ese día, era mi gran día, el día de mi boda. Las chicas aún no estaban allí, Tony me mandó un mensaje, diciéndome que iría directamente a la iglesia, pues su vuelo se había retrasado. Papá me envió otro, estaba peor de la ciática y le sería imposible conducir el auto que me llevaría al altar. Todo eran problemas aquel día, y para colmo la cremallera del vestido se había atascado y me era imposible subírmela por mí misma.
Unos gritos se escuchaban a lo lejos, pero ni siquiera quería pensar en ellos. Salí de la habitación, necesitaba encontrar a alguien que me ayudase con ese problema, más tarde me preocuparía de los demás, no había dado más de dos pasos cuando me topé con él. Mi corazón latía desbocado, no podía dejar de pensar en lo que había soñado, en aquella fantasía que aún tenía tan presente...
Nuestras miradas se cruzaron.
¡Oh no! ¡Oh no no no no no! – rogaba, desde lo más profundo de mi alma. Él sonrió y por poco no me derrito allí mismo.
- ¿Qué son esos gritos? – pregunté, en mitad del pasillo, mientras él dirigía la mirada hacia la habitación que compartía con Alex – Alex se quedó a dormir en casa de su padre, ¿no te acuerdas? – pregunté, perdiendo un poco aquel nerviosismo, intentando recuperar la compostura.
- Estás preciosa – aseguró. Me mordí el labio, ahogando una sonrisa. No podía sonreír por aquel tipo, no podía mostrarle lo mucho que me temblaban las piernas en aquel momento.
- ¿Puedes ayudarme con la cremallera? – pregunté, dándole la espalda, caminando hacia mi habitación, mientras él me seguía de cerca. Entré en ella, y me detuve, me quedé muy quieta, para luego apartar mi cabello de la cremallera, sintiéndole justo detrás de mí.
Sus torpes dedos se detuvieron en la mitad de mi espalda, haciéndome cosquillas con ellos, lo que provocó que se me erizase la piel, y un escalofrío me recorriese entera.
¡Por favor! – rogué - ¡No, por favor! – insistí. Pero tan pronto como sentí sus dedos subiendo la cremallera, y el sonido que esta hacía, dejé de pensar, y ladeé la cabeza un poco, provocando que él se detuviese.
¡Oh no! ¡Oh no! – insistía esa voz dentro de mí. Era el miedo lo que no me dejaba disfrutar de ese momento.
- Estás muy callado – le dije, pues me estaba poniendo histérica aquel silencio. Sus dedos retiraron los mechones de cabello que se me habían escabullido al mover la cabeza, y fueron sujetados en mi cuello, de nuevo, mientras sus dedos rozaban esa parte de mi piel que estaba prohibida.
- No eres como pensé que serías – admitió, dejándome algo sorprendida con ello. Volví a ladear la cabeza, importándome bien poco si mis cabellos volvían a interponerse en su labor. Él volvió a repetir el mismo proceso, apartándome los cabellos de la cremallera, volviendo a erizarme la piel con ello.
Me moría por preguntarle sobre ello, sobre lo que acababa de decir, pero sus dedos desnudos sobre mi piel ejercían un efecto arrebatador. Sus dedos volvieron a agarrar mi cremallera, volviendo a rozar mi piel, volviendo a hacerme dudar de mi propia existencia.
Quizás aquello era un sueño, quizás aún no me habría despertado, quizás...
- Pensé que serías simple, sin gracia y fea – declaró, haciéndome reír, incluso me olvidé de todo lo anterior. Su sinceridad me gustaba, nadie nunca se atrevería a decir cosas como aquellas, él sí. Siempre lo hacía, aunque a veces no me sentase bien su sinceridad – pero eres interesante, divertida, atrevida, guapa y sexy – concluyó, deteniendo su conversación a la par que sus dedos.
Me quedé en silencio, sin saber qué decir, mientras sus palabras retumbaban en mi cabeza. Él parecía ser el único al que Camile Dunst no había podido engañar.
- ¿Sexy? – pregunté, dándome la vuelta, mirándole con detenimiento, pues jamás pensé que escucharía un adjetivo como aquel. Nadie jamás me había dicho que era sexy, ni siquiera Alex - ¿te parezco sexy?
- Mucho – admitió, mientras yo abría la boca ligeramente, altamente sorprendida. Pero dejé de estarlo tan pronto como pensé en él. Seguramente sólo lo hacía para compensar sus palabras del día anterior.
- Eres un adulador – bromeé, bajando la cabeza, algo avergonzada, intentando distraer a mi cerebro, intentando fingir que me lo estaba tomando a broma. No podía caer, él era la serpiente y yo no podía ser Eva. - ¿Qué pensaría Alex si te escuchase decir esas cosas sobre su futura...?
Dejé de hablar tan pronto como miré hacia sus labios.
¡Oh no! ¡Oh no, no, no, no! – insistía el miedo, mientras él se mordía el labio, y yo me moría por estar entre ellos, siendo mordida de la misma forma.
- No importaría mucho – aseguró – al fin y al cabo, no os casáis por amor.
Di un par de pasos hacia atrás, intentando huir de él, con tan mala suerte que tropecé y por poco no caigo al suelo. Digo por poco, porque él me cogió al vuelo, me sujetó de la cintura e impidió que me despeñase.
Me agarré a su camisa con miedo de caer, y él levantó la vista mirándome, al mismo tiempo que yo abría los ojos que previamente había cerrado con miedo, percatándonos de que estábamos cerca, demasiado.
Abrí la boca ligeramente, al mismo tiempo que lo hacía él.
Estaba perdida, de un momento a otro me dejaría vencer por la serpiente, y sería vulnerable a ella.
- Debería de darte vergüenza – comenzó la voz de Katy, justo delante de nosotros, logrando que nos separásemos el uno del otro con rapidez- ¿Cómo se te ocurre ponerte a ligar con el mejor amigo de tu esposo?
- Él sólo me ayudaba a ponerme el vestido – me quejaba, aunque tan pronto como lo dije me di cuenta de que sonaba peor de lo que parecía en mi cabeza. Él se marchó, dejándonos un poco de intimidad, y entonces recordé algunos de los problemas a los que tenía que ponerles solución – Rogger – le llamé, haciendo que él se detuviese en la puerta y volviese la cabeza para observarme. Sonreí justo antes de hablar - Mi padre acaba de mandarme un mensaje, tiene mal la ciática y no podrá llevarme a la iglesia.
Él hizo un ruidito afirmativo con su voz, y yo tuve que morder con fuerza mis labios para no gemir deseosa de escuchar mucho más.
Mi teléfono comenzó a sonar, haciéndome salir de mi hipnotismo. Lo agarré de encima de la mesa y lo descolgué, mientras él se daba la vuelta con la intención de marcharse sin más.
- Dime mamá – respondí al ver que se trataba de ella.
- Tienes que venir, cariño – me pedía, con la voz tomada. Aquello me preocupó bastante, pues ella no solía afectarse con facilidad – siento pedirte esto el día de tu boda, pero ... tu padre acaba de tener un infarto, estamos en el hospital.
- ¿En qué hospital está? – fue lo único que pude preguntar, mientras sentía como se me congelaba el corazón al pensar en la sola idea de perder a papá.
- En el hospital Santa Mónica – aseguró ella, colgando el teléfono. Levanté la vista, aterrada, mirando hacia Katy.
- Papá ha sufrido un infarto – declaré, aún sin poder creer aquello. Papá no podía morirse, no podía dejarme, aún tenía que verme casada con un buen hombre, no podía irse con el miedo de que yo no tuviese a nadie que cuidase de mí.
***
Madison tenía sexo con Jack en el almacén del bar de este, mientras el teléfono de mi amiga sonaba, y esta le hacía caso omiso. Besó al chico, mientras ambos llegaban al final, y luego le echó a un lado, levantándose de un salto, mirando hacia el teléfono, dándose cuenta de que tenía tres llamadas perdidas de Katy y un mensaje.
Katy:
"¿Dónde coño te metes, zorra? El padre de Cam está en el hospital, avisa a Tony. Te aviso con lo que suceda"
***
No supe bien como, pero él nos llevó al hospital, y cuando llegué corrí a abrazar a mi madre, que parecía estar aterrada con todo lo que había vivido.
- ¿Cómo ha pasado? – pregunté, histérica, derramando una y más lágrimas, mientras ella se separaba de mi abrazo, sacaba un sobre marrón del bolso y me lo cedía. La miré extrañada.
- Un mensajero dejó esto esta mañana – aseguró, mientras yo aceptaba el sobre y lo abría, despacio, ante las miradas de todos los demás.
No entendía bien qué podía ser tan malo como para...
Mi corazón se detuvo tan pronto como vi la primera foto. Alex estaba junto a una chica, la cual le sonreía, ambos lucían felices. Aun así, no me detuve, pasé esta y miré la segunda foto, la cual era aún peor que la anterior. Alex y aquella chica se estaban besando en la calle.
Algo dolía dentro de mí, pero decidí pasar a la tercera foto, y entonces morí del todo. En aquella última foto Alex y aquella chica estaban teniendo sexo sobre el sofá.
La desolación y la soledad me golpearon de golpe, y mi mente se fue lejos, muy lejos, a aquel día en el que perdí a Aron...
"Corría hacia la verja del orfanato, mientras mi hermano mayor me seguía, me detuvo antes de haber llegado, y me obligó a retroceder.
- ¡Emma! – me llamó, agarrándome del brazo, obligándome a mirar hacia él - dijiste que no nos separaríamos – se quejó, haciéndome dudar. Pero tenía que hacerlo, tenía que huir de aquel infierno, ya no estaba segura de poder soportar al padre Damian en las noches en las que se metía en mi habitación y me obligaba a hacer cosas que no quería – dijiste que siempre estaríamos juntos, que seríamos hermanos, aunque no nos uniese la sangre y que ...
- Ya no lo soporto más – espeté, soltándome de su agarre, saltando la verja, mientras él me seguía – no me sigas, tú no has hecho nada malo – insistí, deteniéndome en medio de las vías del tren, escuchando el sonido de este entonces. Miré hacia ese punto, percatándome de que el tren estaba a punto de pillarme, cuando mi hermano me empujó, salvándome del peligro, pero él no tuvo tanta suerte.
Era mi culpa, todo aquello lo era. Jamás debí escaparme, debí aguantar, a pesar del padre Damian"
Mis lágrimas salieron, al mismo instante que el teléfono de Rogger comenzaba a sonar y este lo descolgaba.
- Alex – escuché, levantando la cabeza en ese justo instante, mirando hacia él horrorizada – estamos en el hospital, no creo que lleguemos a ...
Le arrebaté el móvil antes incluso de que hubiese terminado de hablar, para luego comenzar a gritar, histérica, porque había confiado en una persona buena, que al final me había mentido, aquella persona no era buena en lo absoluto, aquella persona no merecía ser digna de mí ni de nadie.
- ¡Eres un cabrón! – espeté, mientras temblaba de ira - ¡Dijiste que sólo ibas a América por trabajo, pero en lugar de eso te revolcabas con otra!
- ¿De qué estás hablando? – preguntó él, sin comprender a lo que me refería – Estuve en América por trabajo, Camile.
- ¡No te atrevas a mentirme, maldito hijo de puta! – espeté, mientras todos miraban hacia mí, pues yo no solía gritar de esa manera, no solía insultar, yo no era en lo absoluto como todos pensaban – Tengo fotos que lo demuestran.
Colgué el teléfono sin tan siquiera esperar una respuesta, pues dijese lo que dijese no le creería. Ya no, habían pasado demasiadas cosas en mi vida cómo para volver a ser usada.
- Deberías ir a casa – me dijo mamá – tu padre ya está fuera de peligro.
- Tu madre tiene razón – aceptó Kat, sujetándome, pues sabía que de un momento a otro perdería el equilibrio. Ella jamás me había visto en ese estado, y yo jamás pensaría poder encontrarme de aquella manera – al menos deberías de cambiarte de ropa antes de ir a aclarar las cosas con Alex.
Me fijé en mi ropa, aún llevaba puesto el vestido de novia. Recién comprendía por qué todo el mundo me miraba, como si estuviese loca.
- Tienes razón – acepté, tendiéndole el teléfono a Rogger, mirando hacia él por un corto periodo de tiempo – no hace falta que me lleves, puedo...
- Te llevo – me contradijo, al mismo tiempo que Kat hablaba.
- Yo iré a la iglesia – añadía – alguien tiene que avisar a los invitados de que no habrá boda.
Me marché del hospital, por aquellos largos pasillos, caminando hacia el exterior, pensando en coger un taxi. Era más que obvio que no iba a aceptar la ayuda de Rogger. No quería volver a confiar en ningún hombre, nunca más lo haría.
Él me detuvo, agarrándome del brazo, tan pronto cuando llegamos a la puerta principal.
- ¡Suéltame! – espeté, haciendo que él me mirase sin comprender – No necesito tu ayuda, no soy una frágil dama a la que debás socorrer – insistí, dejándole algo sorprendido – yo no soy ese tipo de chicas, Rogger.
- Lo sé – me dijo, dejándome algo anonada con ello – no eres la chica que muestras a todos – insistió. Le miré extrañada, porque nadie jamás me había dicho algo como aquello – pero necesitas que alguien te lleve a casa, y no voy a dejar que cojas un taxi – insistió – créeme, soy bastante cabezota.
Tiró de mi mano hacia la limusina antes de que me diese cuenta, pero me detuve antes de haber entrado, haciendo que él me mirase con cara de malas pulgas.
- No quiero ir allí – le rogué, mientras él asentía con calma.
- Sube – me dijo, para luego ayudarme a entrar en el auto.
Le guie hasta la mansión de mis padres. Él se sorprendió al ver lo grande que era, incluso se quedó mirando al mayordomo con la boca abierta.
- Gustaf – le llamé, haciendo que el hombre me mirase en espera de instrucciones – guarda el auto – concluí, para luego dejarlos atrás y caminar escaleras arriba. Me encerré en mi habitación y me quité las horquillas que sujetaban mi cabello, molesta con todo aquello, sin querer pensar demasiado en lo que había descubierto... Alex me había engañado, me había sido infiel.
Me miré en el espejo, dándome cuenta de que aún tenía puesto aquel ridículo vestido, y luego intenté llegar a la maldita cremallera y quitarme el vestido, pero parecía ser imposible hacerlo por mi misma.
- ¡Joder! – me quejé, abriendo la puerta de malos modos, corriendo por el pasillo, deteniéndome frente a las escaleras donde encontré a Rogger - ¿qué haces aquí? ¿Estás esperando a que te de las gracias por haberme traído? – pregunté, molesta, mientras él sonreía, con chulería.
- Había pensado que igual necesitabas ayuda con la cremallera – bromeó, haciendo que lo mirase aún más enfadada.
- ¿Qué te hace pensar que la necesito? – espeté, de mala gana, haciéndole sonreír nuevamente.
- Eres tozuda – aseguró – pero te aseguro una cosa, Camile – se detuvo, agarrando mi mano entonces, tirando de mí arrastrándome hasta que hubimos llegado hasta mi habitación – yo lo soy aún más.
- ¿Se puede saber qué estás haciendo? – espeté, volviendo a recuperar mi mano, observándole con detenimiento, mientras él se posicionaba frente a mí y sonreía con chulería.
Su teléfono comenzó a sonar, haciendo que ambos nos distrajésemos y mirásemos hacia cualquier otro lado.
- Es Alex – aseguró, mirando hacia la pantalla del celular. Apoyé la mano sobre su teléfono, y bajé su mano con él, al mismo tiempo que negaba con la cabeza. Él me observó, sin comprender.
- No lo cojas – rogué, a pesar de que podría mandarme a la mierda, pues yo no era nada para él, mientras que Alex era su amigo. Aun así, él me hizo caso.
Apoyó su mano libre sobre mi espalda, agarrando la cremallera con sus dedos, tirando de ella lentamente hacia abajo, mientras yo volvía a bajar la mirada, centrándome en su cuello, observando como tragaba saliva, nervioso. Aquello me hizo sonreír, pues me encantaba ponerle nervioso.
Su boca se abrió ligeramente, tan pronto como sus dedos llegaban hasta el final, soltó la cremallera, mientras yo me mordía el labio, y él se quedaba mirando hacia ese punto.
Tenía que pensar en otra cosa, hablar de cualquier otra cosa estaría bien para dejar de pensar en aquella incomodidad que existía entre ambos en aquel momento.
- ¿Cómo ha podido él hacerme esto? – pregunte, haciendo una pregunta al azar, aunque era obvio que para nada estaba afectada, y aquello me molestaba bastante, que me diese igual lo que Alex me había hecho.
La mano que había bajado mi vestido, minutos antes, en aquel momento se aferraba a mi cintura, haciéndome dudar y levantar la vista sorprendida por su atrevimiento. Estaba dispuesta a recriminarle, a mandarle a la mierda, pero me detuve tan pronto como me percaté de su cercanía.
- Shhh – me detuvo. Seamos realistas, hasta mi corazón se detuvo. Cerré los ojos, aterrada, temblando.
Su cercanía me hacía dudar, me ponía nerviosa y os aseguro que en ese momento sólo pensaba en una cosa: besar sus labios.
Me mordí el labio, al mismo tiempo que él abría los suyos, con deseo, y bajaba la mirada también, hacia los míos.
Sonrió, divertido, al darse cuenta de que el ambiente se había caldeado demasiado.
Una loca idea invadió mi mente, mientras intentaba buscar alguna excusa para escapar de aquella situación.
- ¿tú lo sabías? – pregunté con el corazón en un puño. No necesité decir mucho más, él sabía a lo que me estaba refiriendo y no dudo cuando asintió con la cabeza.
Reaccioné tan sólo un par de segundos después, le aparté de mí, le empujé y me di la vuelta, con la intención de marcharme.
- Camile – me llamó, agarrándome del brazo – no es lo que piens... - me decía, mientras yo me soltaba y le cruzaba la cara, sin miramientos. Le observé, dolida, mientras él me estudiaba con la mirada, haciéndome dudar.
Aquello iba a matarme. Yo no podía, no en aquel momento, no cuando acababa de confesarme que él sabía sobre la infidelidad de Alex, no cuando...
Dejé de pensar tan pronto como apretó sus labios, lamiéndose uno, al mismo tiempo que miraba hacia los míos. Él se moría por besarme, podía sentirlo en cada una de sus respiraciones.
Echamos nuestras respiraciones sobre el otro, mientras él apoyaba su mano libre en mi cintura y me pegaba a él un poco más, mordiéndose levemente el labio inferior. Apreté su camisa, sin saber qué hacer para detenerle, pues ni yo misma estaba segura de querer hacerlo, quizás tan sólo quería que hiciese algo, que me hiciese algo y arder en el infierno.
Lamí mi labio inferior, despacio, para luego morderlo, mientras él abría su boca un poco más, levantando la vista entonces, observándome con cautela.
Bajó su mano echándose hacia atrás, conllevando a que tuviese que soltarle, y entonces bajó la cabeza y se marchó sin más, sin tan siquiera despedirse, dejándome allí, bastante confundida y con ganas de mucho más.
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