42. Tatuaje.
Capítulo 42. Tatuaje.
Él no dejó que me fuese a ninguna parte, y durante un tiempo no volvimos a tener noticias de aquellos tres.
Me sentía agradecida de tenerle, y sabía que pronto llegaría Zoe a nuestras vidas, así que tendría que contarle sobre el bebé que perdí pronto, antes de que perdiese la oportunidad. Pero aún no sabía cómo hacerlo.
Apagué el televisor, justo después de cansarme de verlo, mirando hacia el reloj, Rogger volvería del trabajo dentro de poco.
Me puse una rebeca, pues había refrescado, y luego salí al porche, admirando la hermosura de la noche en aquel lugar, tan cerca del lago dónde él me llevó una vez, incluso podía escuchar alas cigarras chillar y a los grillos croar. Era reconfortante estar allí. Y lo que más temía en el mundo era tener que marcharme, tener que volver a dejarle.
La camioneta se detuvo frente a la casa, él bajó de ella y caminó hacia nuestro hogar, reparando luego en mí. Sonrió, acortando las distancias entre ambos, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, habló.
- Hola – saludó, haciéndome sonreír. Me mordí el labio, divertida, justo antes de contestar.
- Hola – respondí, volviendo a mirar hacia el lago. Él hizo justo lo mismo, para luego rodearme con su brazo, apoyando su cabeza en la mía. Sonreí, de nuevo – me gusta este lugar – acepté, mientras él levantaba la cabeza y hacía un ruidito afirmativo. Dejé caer la cabeza sobre su hombro entonces.
- ¿Sabes por qué elegí un lugar tan alejado de la civilización? – preguntó, con cierto misterio en su voz, haciendo que me mordiese el labio, pues tenía una ligera idea de qué era lo que iba a decir a continuación – cuando te haga el amor podrás gritar todo lo que quieras sin asustar a los vecinos – rompí a carcajadas al escuchar aquello, y miré hacia él, al mismo tiempo que lo hacía él.
- Te quiero – reconocí, acercando mi rostro al suyo, mientras él me agarraba este con ambas manos.
- Te quiero, preciosa – respondió, justo antes de besarme, con la pasión que habíamos estado guardando para ese momento.
Tenía ganas de él, y él tenía ganas de mí, así que no tardamos mucho en entrar en la casa, para seguir devorándonos el uno al otro, hasta terminar haciendo el amor sobre la cama de matrimonio. Fue especial, fue mágico, porque ambos añorábamos estar en los brazos del otro.
Caí rendida sobre su pecho tan pronto como volví a correrme, una cuarta vez, gritando como una posesa.
Alargué la mano para acariciar su brazo, justo dónde tenía ese tatuaje que tanto me gustaba.
- ¿Qué es? – pregunté, mientras él ladeaba la cabeza y miraba hacia mí, que había recostado la parte trasera de la cabeza en su pecho - ¿qué significa?
- Es un símbolo escandinavo – aseguró, dejándome algo sorprendida, pues nunca esperé una respuesta como aquello – Se llama Nudo Escudo de Thor – proseguía – se supone que protege al que lo usa.
- ¿De qué querías protegerte? – pregunté, levantando la cabeza, ladeándome sobre la cama, apoyando mi mano libre en su pecho, para luego dejar caer mi barbilla sobre esta.
- Cuando mi madre murió hice una promesa con Abby – me informaba, dejándome cada vez más sorprendida, pues jamás me había hablado sobre ello – no nos enamoraríamos jamás, no dejaríamos que nadie volviese a hacernos daño de esa manera, así que... me hice el tatuaje para recordarme esa promesa – proseguía, mientras acariciaba mi mejilla con el dorso de la mano – y para protegerme de las chicas que querían algo más conmigo.
- Por eso te volviste frío y pretendiste ser una persona diferente – descubrí, mientras él asentía, sin dejar de observarme. Volví a prestar atención a ese extraño escudo cruzado, volviendo a acariciarlo, despacio – pues... no te ha funcionado muy bien conmigo – rió entonces.
- Ven aquí – me dijo, tirando de mí hacia arriba, hasta que me hube recostado sobre la almohada – sé que estás cansada esta noche, así que te daré una tregua.
- ¿Por qué un símbolo vikingo? – insistí, sin querer cambiar de tema – de todas las cosas que podrías haber elegido...
- Porque me gusta su cultura – aseguró, dejándome algo preocupada con aquella afirmación – eran unos sádicos, eso es lo que la mayoría de la gente cree. Mataban a sangre fría, dirían otros – proseguía – pero la forma de ver la vida, tratando a sus mujeres como personas y no como objetos, eso es algo que admiro – concluyó, dejándome bastante sorprendida al respecto – en aquella época los cristianos eran unos bárbaros, asesinando a mujeres inocentes acusándolas de brujas, matando a gente inocente en las guerras en nombre de dios, usando a sus mujeres cómo simples objetos que podían remplazar o compartir.
- No sabía que supieses tanto sobre el tema – le dije, haciéndole sonreír.
- Quizás fui vikingo en mi vida anterior – bromeó, haciéndome reír – gracias por quedarte, Camile – agradeció, sonriente - Ya sabes que no puedo ser yo mismo con nadie más.
- Duérmete ya – ordené – te pones demasiado ñoño cuando estás cansado – concluí, haciéndole reír, para luego besarme tiernamente en la boca, antes de cerrar los ojos.
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