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41. Amenazas.


Capítulo 41. Amenazas.

El regreso al bar fue raro, por más que miraba hacia atrás no podía ver nada, pero tenía la sensación de que alguien me seguía. Aligeré la marcha y llegué en poco tiempo al bar, estaba a rebosar esa noche y me encantó verlo trabajar en la barra, estaba tremendamente sexy.

Había tres chicas ligando descaradamente con él, a pesar de que él intentaba resistirse. Eso me encantó, que él fuese un chico tan deseado.

Me acerqué a ese punto y me hice la desconocida, haciéndole sonreír, divertido.

- Buenas noches – saludé, haciendo que las chicas me mirasen con cara de pocos amigos – una copa de ginebra con fresas, por favor – pedí, divertida, mientras él me sonreía con chulería, dándose la vuelta para preparar mi copa, sirviéndola después, mirándome con atención, mientras yo me apoyaba en la barra y metía la primera fresa en mi boca, sin dejar de observarle.

La lamí, despacio, mientras él acariciaba su colmillo con su lengua, intentando no perder la cordura, al mismo tiempo que yo la mordía, masticándola, saboreándola, hasta que no quedó absolutamente nada. Me mordí el labio, divertida, dándome la vuelta para marcharme hacia la pista, pero él me detuvo antes de haber dado un paso más.

- Aún no me has pagado – se quejó, haciéndome sonreír, divertida, para luego acortar las distancias entre ambos, mientras las chicas me asesinaban con la mirada.

Le cogí de la camisa y tiré de ella, acortando la distancia que había entre nuestros labios, besándole con desesperación, saboreándole, justo como había saboreado la fresa de hace un momento.

- ¿Es suficiente con esto? – pregunté, divertida, mientras él me miraba con lujuria. Me mordí el labio, con ganas de más. Pero el dejó de jugar tan pronto como escuchó la voz de un tipo, llamándole para pedirle una copa.

- Vas a librarte porque tengo trabajo – aseguró, haciéndome reír, para luego marcharse sin más. Sonreí, ilusionada, pasando mi dedo por encima del borde de mi copa, en círculos, pensando en lo mucho que quería hacer con él, en casa, cuando llegásemos.

- Jamás te había visto así de turbada – comenzó una voz detrás de mí, haciendo que mi corazón se congelase. Sabía perfectamente de quién era aquella voz, y por eso no podía mirar, no quería hacerlo. Miré hacia Rogger, y le vi allí, despreocupado, atendiendo sin más – ni siquiera por mí.

- ¿Qué quieres? – pregunté, mientras él se dejaba caer sobre la barra y miraba hacia él, sin tan siquiera mirarme.

- ¿Sabes lo que significa la marca de tu espalda? – preguntó, mirando entonces hacia mí. Tragué saliva. Porque lo sabía, siempre lo supe – Eres de mi propiedad, Camile.

- Ya no puedes hacerme nada – me envalentoné, haciéndole reír, aunque no le hacía gracia en lo absoluto. Volvió a mirar hacia Rogger antes de hablar.

- Puedo quitarte lo que más quieres con tan sólo una llamada – aseguró, sacando el móvil de su bolsillo al hacerlo, volviendo la vista hacia mí – y sé que mi primo estaría encantado de acabar con él.

- ¿Qué quieres? – pregunté, temiendo que ellos pudiesen dañar a Rogger, porque sabía que eran muy capaces de hacerlo. Sonrió, divertido, al verme en aquel estado.

- Eso está mejor – comenzó, guardando el teléfono en su chaqueta, para luego volver a mirarme – eres mi juguete sexual favorito, Camile – proseguía – eso significa que tienes que olvidarte de ese tipo, porque no voy a permitir que él te tenga, ¿me has entendido? – preguntó, mientras Rogger miraba hacia nosotros, y yo bajaba la mirada – Estoy esperando una respuesta, Camile – asentí, mirando hacia él, mientras me cogía de la barbilla antes de concluir – buena chica – me soltó entonces, volviendo a sonreír, al darse cuenta de que Rogger miraba hacia nosotros – toma – dijo, sacando un billete de avión de su chaqueta – vuelve a casa, Camile, deja de jugar a las casitas con este idiota, antes de que pierda la paciencia.

Dylan se marchó sin más, y yo me encerré en el baño. Necesitaba poner en orden mis ideas, comprender que era lo que acababa de pasar.

Miré hacia el billete. Él quería que me marchase, que me alejase de Rogger, y sabía que si no lo hacía irían a por él, sabía que eran capaces de matarle con tal de que me alejase de él.

Salí del baño, y miré hacia la barra, justo hacia la tabla de cortar limones. Agarré el cuchillo que había sobre ella y abandoné el local por la puerta de atrás, para no pasar por el salón, justo dónde estaba la barra, justo dónde él estaba.

Necesitaba protegerme, tenía miedo.

Me llamó, sabía que estaba preocupado, pero en aquel momento tan sólo podía marcharme, no podía darle ninguna explicación.

Corrí hacia el bosque, dejando atrás la ciudad, pues era el único atajo hacia nuestra casa. Tan pronto como lo hice me asusté, pues sentía que me seguían, corrí, más y más, hasta que ellos llegaron hasta mí. Klaus rio, divertido, pegándome una bofetada, rompiéndome el labio, pues me había dado con su afilado anillo.

- Te dije que si la amenazábamos con su amigo haría cualquier cosa – aseguraba Dylan, justo detrás de él. Negué con la cabeza, al darme cuenta de que había sido una trampa, desde el principio. Tan sólo querían alejarme de Rogger, tenerme a su merced en un lugar alejado, nunca pretendieron que me marchase a Londres.

- ¡Qué retorcido! – espetó Emma dentro de mí, haciendo que ellos me observasen, sorprendidos de que me atreviese a hablar, pues yo nunca solía hacerlo. Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta, encontrando el cuchillo en el bolsillo derecho. Sonreí, al darme cuenta de que había llegado mi momento - ¿Qué? – pregunté, mientras me tocaba el labio y limpiaba la sangre con la lengua, mirando hacia Klaus - ¿pensaste que iba a volver a suplicar? – insistí, mientras él se acercaba un poco más a mí, y yo retrocedía, haciéndole reír.

- Sujétala – pidió hacia su hermano mayor, sabía que quería volver a violarme, el muy hijo de puta.

- ¿Qué pasa Klaus? – pregunté, divertida - ¿no puedes hacerlo tu solo? – insistí, haciendo que él sonriese aún más - ¡qué poco hombre...!

- ¡Maldita zorra! – espetó, volviendo a golpearme en el rostro, mientras yo sacaba el cuchillo, dispuesta a usarlo en cuanto me dijesen la oportunidad. Se acercó a mí e intentó volver a agarrarme del cuello, pero se detuvo cuando clave el cuchillo en su mano y lo saqué con éxito - ¡Hija de puta! – se quejó, con la mano ensangrentada, mientras Brad intentaba alcanzarme y yo volvía a correr a toda velocidad, hacia el pueblo, pues aún había mucho camino que recorrer hacia la cabaña - ¡Coged a esa zorra! – gritó Klaus, en la espesura de la noche, gritando de dolor.

Me escondí detrás de un árbol cuando me di cuenta de que no podía más, se me iba a salir el corazón del pecho. Me detuve a escuchar y me quedé muy quita, escuchando sus voces a lo lejos, parecían haberse perdido, pues las luces del móvil no estaban cerca de mí en lo absoluto.

Mi corazón se detuvo cuando empecé a escuchar unas pisadas cerca de mi posición. Preparé el cuchillo, aferrándome a él con fuerza, haciéndome incluso daño al apretarlo con tanta fuerza, más que lista para usarlo si intentaban volver a llegar a mí.

Salí de mi escondite, con el cuchillo en alto, observando a Rogger frente a mí. Solté el chuchillo en ese justo instante y le abracé con fuerza, aterrada, agradecida de que él hubiese venido a salvarme.

- Gracias por venir a buscarme – agradecí, con la voz aún temblorosa del miedo. Me apretó contra él, para luego besarme la mejilla y separarse de mí – Ellos están aquí – le dije, al escuchar un ruido cerca.

Agarró mi mano y tiró de mí de vuelta al bar. Al entrar me di cuenta de que Alex estaba allí y también Abby. No entendía nada de lo que estaba sucediendo hasta que él habló.

- ¿Te has hecho daño? – preguntó, mirando hacia mi mano ensangrentada.

- No es mía – declaré, haciendo que todos mirasen hacia mí – no iba a dejar que ellos me arrebatasen nada más.

- ¿Nada más? – preguntó, sin comprender, mientras yo volvía la vista hacia Abby. Ella lo comprendió en ese entonces, a lo que yo me estaba refiriendo.

- Me están buscando – admití, mirando hacia él – Dylan me amenazó, dijo que te mataría... - mi voz se quebró.

- Que lo intente – comenzó Alex, metiéndose en la conversación – la policía ya está al tanto de esos cabrones. Si quieres dar una declaración los detendremos, Camile.

- No – le detuve, haciendo que todos mirasen hacia mí – no quiero.

- Camile – me llamó Rogger, agarrándome de las manos para atraerme hasta él – si no los detenemos ahora...

- Les haré pagar yo misma – me quejé, haciendo que él me mirase sin comprender – me vengaré de Klaus Potter yo misma.

- La ley no funciona así, Camile – se quejó Alex, mientras Abby le cogía del brazo.

- Ella necesita hacer esto a su manera, Alex – le detuvo ella, haciendo que todos mirasen hacia ella, menos yo, que sabía por qué ella lo estaba haciendo – yo también lo haría de esta forma, Camile – asentí, sonriendo hacia ella, agradecida.

- ¿Qué cojones acaba de pasar? – se quejó Rogger atónito, mientras yo me encogía de hombros, junto a Abby, y ambas nos marchábamos al almacén - ¿por qué ahora son tan amigas?

- Necesito marcharme un tiempo – le dije hacia ella, haciendo que me mirase sin comprender – para que piensen que realmente dejé a Rogger.

- Quieres ponerlo a salvo – descubrió, mientras yo asentía, con una sonrisa calmada en el rostro – él no va a aceptarlo, así como así, ya sabes lo cabezota que es.

- Lo sé – bajé la cabeza, sin saber bien cómo hacer aquello – nos pelearemos – le dije, mientras me observaba sin comprender – fingiré que peleamos y me marcharé después.

Él y yo no volvimos a hablar, ni siquiera cuando estuvimos en casa. Acarició mi espalda, metiendo la mano por debajo de mi blusa, acariciando aquella fea marca antes de hablar.

- Sé lo que es – no contesté, no podía – es el sello de los Holt – no entendía cómo él podía saberlo – ese tipo, Dylan, te hizo daño, ¿Verdad?

- No puedo hablar de ello – le dije, dándome la vuelta para mirarle, recostándome frente a él, sonriéndole levemente antes de seguir hablando – ni siquiera a ti, Rogger.

- Lo sé – me calmó, con lágrimas en los ojos, aunque parecía que mi negativa por contárselo le molestaba - ¿por qué no quieres que te proteja? – preguntó, mientras yo bajaba la cabeza, avergonzada, y él la levantaba, aferrándose a mi mentón – te pagaré el vuelo a Londres si eso es lo que quieres – no tenía ni idea de cómo lo sabía, pero sabía que aquello le desgarraba por dentro, al igual que a mí.

- Siento todo esto – me disculpé, dejando escapar mis lágrimas – siento que tengas que verte envuelto en toda esta mierda por mi culpa – negó con la cabeza, sin dejarme decir una sola palabra más.

- Sé que tienes miedo de que me hagan daño – aclaró, mientras yo volvía a prestarle atención – por eso quieres irte, para mantenerme a salvo.

- No necesito decirte nada ¿verdad? – pregunté, mientras él sonreía, divertido – me conoces mejor que yo misma, siempre ha sido así.

- Si los denunciaras... - comenzó, pero se detuvo tan pronto como yo agarré su rostro con mi mano y negué con la cabeza - ... sé que es difícil para ti.

- Los padres de Dylan son influyentes – respondí, atreviéndome a hablar sobre ello – no duraría ni dos minutos entre rejas – declaré, dejando escapar algunas lágrimas más, limpiándolas con rapidez – créeme lo sé, porque fue así la primera vez.

- Lo que dijo ese tipo... Nick es cierto – se percató, cambiando de tema por un segundo – después del orfanato te fuiste a York – asentí – Huiste a Londres porque denunciarlos no sirvió de nada – descubrió, mientras yo asentía.

- Conseguí que los expulsaran, porque en aquella época mi padre también era un tipo influyente – contesté, porque él necesitaba una explicación – pero nada más.

- Te dejaré ir a Londres – repitió, como si intentase creérselo él mismo – pero... no te diré adiós, sólo será un hasta pronto.

Asentí, aunque en el fondo de mi alma temía que aquello fuese cierto. Ya que, si yo no destruía a aquellos tipos, ellos me destruirían a mí.

Me dejó dormir en la cama, mientras llamaba por teléfono a su hermana, pues necesitaba saber un poco más de todo aquello.

- Ya he hablado con ella – aseguró, encarando a su hermana – me lo ha contado todo, así que no hace falta que me digas nada, porque ya lo ha hecho ella – se quejó, pues en el bar había intentando que ella le dijese algo más sobre lo que me ocurría, y ella se había negado en rotundo.

- Me alegra oír eso – alegó la muchacha – ahora ya sabes por qué era algo que no podía contarte yo misma.

- Lo sé – mintió, escuchando de nuevo a su hermana.

- Tú más que nadie sabes lo difícil que fue para mí reponerme después de eso, así que intenta comprender a Camile, para ella también es difícil, y más cuando el culpable aún anda suelto – proseguía, mientras Rogger se frustraba más y más. ¿De qué coño estaba hablando? – yo también buscaría venganza por mi cuenta si estuviese en su lugar.

- Voy a dejarla marchar a Londres – añadía, mientras ella se detenía.

- No hagas eso – le reprochó – ella te necesita más de lo que quiere admitir, yo también necesitaba a Jay a pesar de apartarlo de mi lado, en aquel entonces – reconoció, mientras él comenzaba a ver el patrón – perder a un hijo es difícil, pero si sientes el apoyo de la persona que te quiere, es más llevadero.

Colgó el teléfono en ese justo instante, sin detenerse a escuchar nada más. Me despertó entonces, mirándome con interés.

- ¿Qué pasa? – pregunté con incredulidad.

- Lo he pensado mejor – me dijo – no voy a dejar que te vayas a Londres.

- Rogger – me quejé, poniéndome en pie, mientras él negaba con la cabeza, alejándose de mí – por favor.

- Una vez... - comenzó, agarrándome de las manos, mirándome con lentitud - ... le prometí a tu padre que me casaría contigo – me quedé sin palabras al escucharle decir aquello, no lo había esperando en lo absoluto, y no pude evitar sonreír como una tonta – Esta vez voy a prometértelo a ti. Me casaré contigo – aseguró.

- No me hagas esto – supliqué, mientras él acariciaba mi mejilla, sin soltar mi otra mano aún

- Si tengo que matar a esos tipos para que me aceptes, lo haré – declaró, mientras yo negaba con la cabeza – te ayudaré a matarlos, pero no me apartas, Camile.

Le abracé, con fuerza, aferrándome a él, dándome cuenta de que tenía razón, no podía apartarle, no quería hacerlo, y no entendía por qué debía hacerlo.

- No me dejes ir – supliqué, al separarme de su abrazo, deteniendo mi cabeza cerca de su boca – no quiero dejarte, Rogger.


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