33. La encerrona
Capítulo 33. La encerrona.
Cuando desperté estaba en el hospital, un gotero caía, conectado a mi vena, y me costaba bastante respirar, por no contar lo mucho que me dolía todo el cuerpo.
Intenté levantarme de la cama, pero las enfermeras no me lo permitieron, intenté hablar, pero me di cuenta de que no podía hacerlo, por más que lo intentaba ningún sonido salía por mis cuerdas vocales, es más, al intentarlo, me dolía terriblemente.
- Tiene irritada la garganta – comenzó la doctora, entrando en la habitación – es lo que sucede después de que alguien intente ahogarte.
Tragué saliva, dándome cuenta de que incluso aquello me dolía.
- Señorita Dunst, hemos avisado a sus padres – me dijo la mujer, mientras yo negaba con la cabeza, asustada, pues no quería que mamá se enterase de aquello, no quería verme en la tesitura de tener que dar explicaciones.
La voz de Dylan resonó en mi cabeza "Esta vez nos aseguraremos de que no hables"
Mamá y papá llegaron al día siguiente, junto a Mad, cosa que no esperé en lo absoluto, pero al entrar me explicaron que ellos estaban demasiados nerviosos como para venir solos.
No los saludé cuando entraron, ni siquiera hice el intento por hablar de nuevo, pues sabía que no podía hacerlo.
- Está muy débil – decía la doctora a mis padres, mientras Mad me agarraba de la mano, como si intentase recomponerme de alguna forma – los agresores la encerraron en el baño, la violaron y la lesionaron – proseguía – nunca había visto una paliza tan atroz.
- Las cámaras del aeropuerto no captaron nada – aseguró el médico que había al lado – al parecer aquellos tres tipos sabían perfectamente lo que estaban haciendo.
Mis padres se miraron, presa del pánico, volviendo a mirarme, mientras yo seguía mirando hacia la nada, pensando en Edwid, en lo mucho que lo echaba de menos en momentos como aquel.
- Las lesiones de la garganta son graves – se quejaba la doctora – ni siquiera sabemos si podrá recuperar el habla algún día – mi madre rompió a llorar mientras mi padre intentaba consolarla – el desgarro de la vagina está cicatrizando, pero ... me temo que no hemos podido salvar al bebé.
Espera un momento. ¿qué? ¿qué coño acababa de decir aquella doctora?
Me giré para observarla, mientras esta asentía, hacia papá, y mamá se desmallaba sobre él, conllevando a que tuviesen que pedir una camilla para ella.
Mi mundo se detuvo en ese justo instante. La píldora, había dejado de tomarla, y ni siquiera caí en ello cuando me acosté con Rogger. Un bebé, que ya no estaba.
Mis lágrimas salieron entonces, porque acababa de enterarme de que había perdido algo que ni siquiera sabía que tenía, algo que parecía ser lo único que aún me unía a él.
Mi llanto irrumpió en la sala, desgarrando mi lastimada garganta, haciendo que todos mirasen hacia mí e intentasen calmarme.
Los Potter me lo habían quitado todo, incluso lo que no sabía que tenía. Quizás podría haberlo aceptado sin vengarme si no hubiese sabido aquello. Pero después de aquello... no podía perdonarlo.
"Los mataré" – me prometí a mí misma – "como ellos mataron a mi criatura"
***
Tardé dos meses en recuperarme, en Londres, pero ni por asomo volví a ser la misma. Ya no era la misma persona que antes, mamá pensó que era por el trauma, por lo que había sucedido, y por una parte no se equivocaba, aunque no era sólo por eso, como bien sabéis.
No hablaba demasiado, a pesar de que ya podía hacerlo. Me negaba a pronunciar palabra, y por supuesto no volví al trabajo. Supe que papá contrato a un tipo para que dirigiese nuestra empresa en nuestra ausencia.
En cuanto a Rogger, no volví a saber nada sobre él.
Estaba mucho mejor, no creáis que no. Pero aún me asustaba con facilidad en los sitios cerrados, o cuando alguien se acercaba a mí demasiado. Me bloqueaba y me ponía a llorar con facilidad cuando salía a la calle.
Tony, Mad y Kat vinieron a visitarme una tarde. Sonreí al verlos, pues en cierta forma necesitaba volver a ser la Camile que era.
- Ella lo necesita, Kat – se quejaba Mad, mientras esta negaba con la cabeza – estoy segura de que...
- Está muy débil – insistía Tony, que, por supuesto le daba la razón a nuestra amiga, como siempre – se vendrá abajo en cuanto lo vea.
Los saludé con la mano, sonriéndoles entonces, haciendo después una cara de "¿qué ocurre?"
- No es nada – me calmaba Tony, mientras Mad lo asesinaba con la mirada.
- Habíamos pensado que podrías venir luego a casa – comenzó Mad, haciendo que Kat la asesinase con la mirada – no es salir a la calle, estarás en mi casa, es algo completamente seguro.
- Si es para ir a tu casa, de acuerdo – acepté, haciendo que Kat y Tony se mirasen, molestos con nuestra amiga – pero Philip tendrá que acompañarme para que mis padres no se preocupen – Mad asintió.
Me puse un vestido negro, y una chaqueta, pues quería irme con los chicos antes de que se fueran. Sonreí hacia el espejo, observándome allí. Tenía el cabello mucho más corto, pues mamá lo había recortado la semana pasada, y se lo agradecía, pues hacerme ver diferente me ayudaba, en cierta forma.
- ¿Por qué Tony y Kat no vienen? – pregunté al entrar en la limusina de mis padres, dándome cuenta de que sólo estaba Mad.
- Son unos aguafiestas – se quejaba, aunque por su rostro sabía que había mucho más que no me estaba contando.
Mad había preparado el jardín para que no me diese miedo, lo había cubierto con carpas y parecía una zona segura. Me senté junto a la piscina y miré hacia ese punto, mientras Mad enviaba mensajes por el móvil.
El timbre de la puerta sonó justo cuando íbamos a cenar, miré hacia mi amiga, mientras esta se encogía de hombros, evitando mi mirada. La conocía bien, era más que obvio que me estaba ocultando algo.
- Mad ¿qué...? – comencé, pero me detuve tan pronto como le vi.
Me levanté de golpe, quedándome estática, observándole a él caminar hacia nosotras. Estaba tan apuesto como siempre, con unos pantalones vaqueros y una camiseta negra de mangas cortas. Estaba tan guapo, que no pude evitar dibujar una estúpida sonrisa en mi rostro, que perdí tan pronto como recordé que había terminado, cualquier posibilidad entre nosotros.
Bajé la vista en ese justo instante, para luego fijarla en mi amiga, asesinándola con la mirada, mientras Rogger llegaba hasta nosotros.
- ¿por qué has vuelto? – pregunté, rígida, borde, sin tan siquiera mirarle. Él se sentó en la mesa, frente a mí, mientras yo miraba hacia él, que lucía despreocupado, cogiendo un trozo de pan y llevándoselo a la boca.
- Sé que tenéis mucho de lo que hablar – comenzó Mad, levantándose de golpe – así que os dejaré un poco de...
- ¿Por qué me has hecho esto? – pregunté hacia ella, mientras ella bajaba la cabeza, avergonzada – sabes que no puedo...
- Tenéis que hablar, Camile – se quejó ella, para luego marcharse, dejándonos a solas. Tendría que haber sospechado de ella desde el principio, había miles de señales que me lo indicaron.
- Se que estás pasando por un mal momento... - comenzó él, mientras yo miraba hacia la puerta por la que mi amiga acababa de marcharse. Tenía la intención de seguir sus pasos cuando sentí su mano sobre la mía, impidiéndome que lo hiciese. Bajé la mirada, fijándome en ese punto.
"Ni lo pienses, Camile" – dijo Emma en mi cabeza – "recuerda lo que pasó la última vez que intentaste aferrarte a él"
- Sé que estuviste en América – admitió, logrando que Emma dejase de importunarme. Levanté la cabeza para mirarle, sin comprender qué era lo que hacía allí – fui a buscarte al aeropuerto, pero ...
- ¡Basta! – le detuve, soltándome de su agarre – dijiste que terminó – le recordé – así que ... - ni siquiera pude continuar, pues necesitaba irme de allí.
Comencé a andar, di un paso, dos, cuando sentí su agarre, de nuevo. Tiró de mí, y me aferró a él, incapaz de dejarme ir aún. Me atreví a mirarle, aterrada, para luego bajar la vista hacia sus labios.
- Debiste decirme que estabas allí, Cam – me regañó, tan cerca de mi boca, que creí que iba a derretirme allí mismo.
- No habría cambiado nada – me quejé, mientras él me acariciaba la mejilla, logrando que un flash viniese a mi mente, era Dylan, haciendo justo lo mismo - ¡No! – espeté, apartándole de mí, asustada.
- Lo habría cambiado todo – aseguró. Negué con la cabeza y entré en la casa, mientras él me seguía y yo entraba en la biblioteca.
- Tu te habías rendido – me quejé, cansada de aquella estúpida conversación, encarándole, mientras él negaba con la cabeza, exasperado – era la única que estaba luchando, Rogger.
- Mentí – aseguró, mientras yo negaba con la cabeza, incapaz de creerle – porque no quería que volvieses a hacerme daño.
- Esta vez no será mentira cuando yo te diga que me he rendido – le dije, haciendo que él bajase la cabeza, molesto con todo aquello – ya es demasiado tarde, Rogger.
Me de la vuelta y caminé hacia la salida, al mismo tiempo que él me agarraba del brazo para darme la vuelta, y se quedaba observándome por un momento.
- Mentirosa – añadió, para luego agarrar de la nuca y sonreírme tenuemente, lanzándose entonces a mis labios, besándome justo como había necesitado desde hacía mucho.
Mi corazón se detuvo cuando el volvió a sanarlo de esa forma que sólo él sabía.
Apoyé mis manos en su nuca y me dejé llevar por aquello, dejando a la mente fuera de aquello, volviendo a sentirle de la forma que necesitaba.
- ¿Por qué has vuelto? – pregunté, tan pronto como me hube separado de sus labios, mientras nuestras frentes se apoyaban la una contra la otra.
- Mad dijo que estabas mejor, que quizás tenía una oportunidad para que pudiésemos hablar – me aseguró, dejándome claro que mi amiga había estado metida en el ajo – hace mucho que estoy aquí, Camile.
- ¿Cuánto tiempo? – pregunté, mientras bajaba los brazos, apoyándolos en sus hombros, retirando la cabeza un poco, mientras él rozaba su nariz por mi mejilla.
- Desde que te fuiste – aseguró, dejándome algo sorprendida – en cuánto supe que habías estado allí cogí un vuelo a Londres.
- Todo había acabado, así que... ¿por qué lo hiciste? – insistí, haciéndole sonreír, dejándome algo cohibida con la situación.
- Tenía que venir a recuperar a mi chica – admitió, dejándome altamente sorprendida por la seguridad que había en sus palabras – tenía que luchar por ti, Camile.
- Ya es demasiado tarde – volví a añadir, pero él negó con la cabeza, para luego agarrar mi rostro entre sus manos, besándome la frente con suavidad. Me miró entonces, bajando sus brazos, con una sonrisa en el rostro – ya no puedo...
- Tendré paciencia hasta que puedas – aseguró, para luego agarrar mi mano entre la suya, y besarla, sin dejar de observarme. Tirando entonces de mi mano para que nos sentásemos en el sofá – sé que me necesitas tanto como yo a ti – admitió, para luego besarme la mejilla, al mismo tiempo que yo le abrazaba, aferrándome a él, comenzando a llorar, porque tenía razón. Le necesitaba.
- ¿Cómo va todo ahí dentro? – preguntó Mad, golpeado la puerta, haciendo que ambos nos levantásemos y mirásemos hacia ese punto.
- Va bien – contestó, él, mientras yo cogía su mano, obligándome a mirarle.
- Hay muchas cosas que no sabes – comencé, porque necesitaba contarle la verdad, al menos a él – quizás cuando lo sepas no pienses lo mismo.
- Te quiero, Camile Dunst – me dijo, dejándome sorprendida, pues jamás pensé que escucharía aquellas palabras de sus labios – y nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de idea.
- ¿Me quieres? – pregunté, mientras él me cogía de la cintura para atraerme hasta él.
- ¿Por qué sigues pensando que no eres digna de recibir amor? – se quejó, mientras yo sonreía tenuemente. Sus labios se unieron a los míos, de nuevo, haciéndome sentir la persona más especial del mundo.
Él era mi billete a la felicidad, lo sabía bien. Sabía que estando con él podría dejar lo que los Potter me hicieron atrás, pero aún tenía miedo, aún seguía pensando en ese bebé que perdí, en ese bebé que de no haberlo perdido... seguiría creciendo en mi interior, una vida de los dos.
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