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3. Mala suerte. CORREGIDO

Siento decirles que estoy haciendo reestruccturación. La culpa la tiene Camile, que sentía que faltaba algo más que contarles :S

CORREGIDO

Capítulo 3. Mala suerte.

A la mañana siguiente me levanté temprano, pues tenía miles de cosas que hacer antes de ir a la casa de mis padres. Tenía que ultimar algunas cosas de la boda con ellos antes de llamar a los organizadores para ponerlos al día de los cambios.

Me preparé el desayuno, justo después de ponerme el bañador y mi bata, lista para ir a la piscina y hacer un par de largos, antes de ponerme manos a la obra, pero me detuve al entrar en ella, pues él estaba allí, mi prometido.

- ¿vas a ir tan temprano a casa de tus padres? – preguntó, sorprendido, pues sabía que papá desde que estaba jubilado, se solía levantar bastante tarde. Negué con la cabeza, sirviéndome un buen vaso de café, para luego agarrar una de las tortitas que él había cocinado – tramposa – bromeó, haciéndome reír. Él era divertido, a pesar de que no solíamos reírnos demasiado cuando estábamos juntos - ¿Vas a nadar un rato? – insistió, mientras yo asentía, justo después de tomar un sorbo del café – Rogger está allí... - me atraganté, y comencé a toser cómo una desesperada, al mismo tiempo que él me observaba, sin comprender, pues yo no solía tener errores como aquel – se buena con él.

- Sabes que esa piscina es como mi santuario – me quejé, enfadándome más de lo que debería.

- ¿No crees que estás comportándote como una cría ahora mismo? – preguntó, molesto con mi comportamiento – ¿sólo porque sea tu lugar favorito de toda la casa, no vas a dejar que nadie más lo use?

- No me gusta que la gente que no conozco toque mis cosas – me quejé, intentando mantener la calma, pues no quería que él me viese así de posesiva, era una parte de mí que solía ocultar a menudo.

- Rogger comparte tu misma afición – aseguró – él también adora el deporte – insistió, mientras yo le miraba con cara de pocos amigos – Además, él no es un desconocido, es mi mejor amigo – bajé la mirada, dejando la taza del café vacía sobre el fregadero, para luego levantar la vista tan pronto como él volvió a hablar – así que no seas estúpida con él.

- ¿Crees que soy estúpida? – pregunté, molesta con él, haciendo que se percatase de que había vuelto a estropearlo conmigo.

- A veces tienes un carácter difícil – respondió, como si tal cosa – aunque no todo el tiempo – lo suavizó. Sonreí, porque sabía que era cierto, aunque no había esperado que él se diese cuenta de esa parte tosca de mí, aún.

- Me voy a nadar – le dije, para luego marcharme sin despedirme si quiera. Entré por la puerta, observando a aquel tipo allí, en la piscina, haciendo largos. Justo iba a quitarme la bata, cuando mi teléfono comenzó a sonar, lo cogí, dándome la vuelta para darle la espalda a la piscina – mamá, ¿qué ha pasado? – pregunté, pues aún ni siquiera era la hora en que debíamos vernos.

- Tu padre y yo hemos pensado en concertar una cita con el organizador en tu casa – me dijo, dejándome algo sorprendida con ello, pues no era aquello en lo que habíamos quedado – encárgate de todo, y así no tienes que postponer tus planes por nosotros.

- ¿Estás segura? – pregunté, pues sabía que papá estaba delicado de salud, pero ella tan sólo respondió con un ruidito afirmativo, despidiéndose después y colgando el teléfono.

Aparte mi móvil de mi oído, y lo guardé en mi bata.

- Hola – me saludó, justo detrás de mí, haciendo que pegase un pequeño gritito, y me diese la vuelta, asustada – no pretendía asustarte – aseguró, para luego lamerse los labios, algo nervioso – es sólo que... me pareció maleducado no saludar.

- Alex dice que te gusta el deporte – le dije, intentando ignorar el pequeño momento embarazoso que acabábamos de tener. Él sonrió, divertido.

- La natación es mi favorito – aseguró, al mismo tiempo que yo sonreía, como una idiota, aunque perdí esta tan pronto como me di cuenta de lo que estaba haciendo – sé que también es el tuyo – insistió – no creo que haya ningún problema porque nademos a la vez en la misma piscina, siempre que nos organicemos.

- Podríamos chocarnos – añadí, intentando poner trabas a su plan. Negó antes de hablar.

- La piscina es grande – me calmó, para luego agarrar el cordón de mi bata y tirar de él, logrando que mirase hacia ese punto, aterrada. El cordón se desató y la bata se abrió ligeramente – vamos.

Me mordí el labio, fingiendo que todo estaba bien, pues no quería más problemas con Alex. Cedería ante aquello, eso es lo que había decidido.

Me quité la bata, y esta calló al suelo. Caminé hacia el borde de la piscina y me sumergí en ella, mientras él hacia lo mismo.

Hice diez largos desde la zona izquierda de la piscina, mientras él lo hacía desde la derecha. Él tenía razón, la piscina era lo suficiente grande para los dos.

Mi corazón latía a toda velocidad después de hacer ejercicio, así que tuve que hacer una parada, junto a las escaleras, agarrándome al borde, intentando recuperar el aliento.

- Nadas bien – dijo una voz junto a mí, volviendo a asustarme, pero aquella vez no grité ni nada - ¿lo hiciste de manera profesional? – preguntó.

- Fui campeona del club de natación cuando estaba en el instituto – expliqué, bajando la cabeza entonces, arrepentida de haber hablado sobre mi pasado con un extraño.

- ¿Por qué no elegiste eso cómo tu futuro? – insistió.

- Es complicado – respondí, mientras apoyaba la barbilla sobre el borde, justo en el mismo lugar en dónde estaban mis manos - ¿y tú?

- Era bueno en el instituto – explicaba – gané varias medallas, incluso iba a seguir mi carrera profesional.

- ¿Qué pasó? – pregunté, mientras él bajaba la mirada, algo melancólico.


- Las cosas se complicaron, y terminé yendo a la universidad para hacer informática – le observé con cautela, él parecía tener más fondo del que se veía a simple vista. Me recordaba demasiado a mí – ¿y tú? ¿qué terminaste haciendo?

- Diseño – contesté, dedicándole una sonrisa que perdí al darme cuenta de lo que estaba haciendo.

- Mi hermana también hizo algo parecido – aseguró – hace obras muy buenas.

Miré hacia el reloj, percatándome de que se me estaba haciendo tarde, y luego levanté la vista para observarle. Él sonreía al mirarme, maravillado.

- Tengo que irme – me quejé, para luego nadar hacia las escaleras, mientras él me seguía.

- ¿tienes complejo de Aurora o algo por el estilo? – preguntó, haciendo que me detuviese junto a las escaleras y mirase hacia él, sin comprender – Aurora, ¿no conoces a la protagonista de "La bella durmiente"? – me reí al escucharle decir aquello – Eres como Aurora, en cuanto hablamos un poco te entran las prisas por marcharte.

- ¿Aurora era así? – inquirí – se supone que la característica de esta princesa Disney es que se queda dormida la mitad de la película. ¿Tengo cara de dormir mucho? – me quejé, haciéndole reír, divertido.

- Aurora huyó del príncipe en cuanto habló con él un poco, en el bosque, ¿acaso no has visto la película? – insistió, mientras yo asentía, en señal de que sí que la había visto.

- Si yo soy Aurora... ¿tú eres el príncipe? – pregunté, divertida, mientras él asentía – el príncipe debería de ser Alex, ¿no crees?

- ¿Por qué? – insistió, mientras yo negaba con la cabeza y salía de la piscina. Él siguió mis pasos.

- Porque voy a casarme con él – respondí, haciéndole sonreír, con chulería. Agarré mi toalla, me la puse alrededor de mi cuerpo y miré hacia él – está claro que Alex es el príncipe.

- Eso no tiene ningún sentido – se quejó él, haciéndome reír.

- ¿No lo tiene? – pregunté, para luego marcharme sin más, dejándole allí, mirando hacia mí.

Agarré mi bata y me la coloqué, para luego agarrar mi teléfono y concertar la cita con el organizador de bodas para esa misma tarde.

Boris vino con su buen humor aquella tarde, dándome mil ideas alternativas al problema que hubo con la canción del baile de bodas, mientras mi madre ponía el grito en el cielo al escuchar sus propuestas.

- Bueno, escucharé las propuestas de tu madre luego – se quejó Boris, de mala gana, para luego mirar hacia mí, entusiasmado – he traído algo que te animará – sacó una caja del maletero de su coche, mientras la ilusión llegaba a mí – tu vestido está terminado antes de tiempo – me aseguró, para luego poner la caja sobre mi regazo – vamos dentro y te lo pruebas.

Mi madre y Boris parecían haber llegado a un acuerdo sobre la canción, justo cuando terminé de ponerme el vestido los escuché bromear, y eso sólo quería decir una cosa, se habían puesto de acuerdo.

- ¡Oh! – exclamó mamá al verme - ¡Hija, estás preciosa!

- Sí que lo está – aseguró papá, ilusionado, con un brillo especial en sus ojos – parece una princesa de un cuento de hadas.

No pude evitarlo, tan pronto como escuché aquellas palabras pensé en Rogger, en la conversación que habíamos tenido horas antes sobre "La bella durmiente"

- Camile, ¿has visto mi...? – preguntó Alex, entrando en la habitación, viéndome con el vestido puesto, quedándose de piedra, haciendo que Boris y mamá pusiesen el grito en el cielo.

- ¡Por Dios, Alex! ¡Sal de aquí! – espetaban, agarrándole del brazo y sacándole de allí a la fuerza.

- ¿Qué te pasa, tío? – se quejaba Boris - ¿es que no sabes que da mala suerte ver a la novia antes de la boda?

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