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28. Todo terminó una noche de lluvia.

Debido al gran tiempo libre que todos tendremos, dado al reciente caso de Coronavirus por todo el mundo, subiré capítulos más seguidos.

Gracias!

Capítulo 28. Todo terminó una noche de lluvia.

Miraba las maravillosas luces de la ciudad mientras Eric conducía hacia la casa de Mad, aún no podía creerme que hubiese enviado un mensaje a mamá para avisarle de ello, incluso le dije que no volvería a trabajar en la empresa, que me aterraba volver a ser Camile la cornuda. Cuando le dije aquello no me estaba refiriendo a Alex, por supuesto.

Algo seguía doliendo dentro, pero fingí que no era nada, sabía que podía hacerlo siempre que no le tuviese cerca. Un nuevo mensaje suyo llegó a mi móvil, pero le ignoré, justo como hice con todos los demás.

Al final acabamos en casa de Eric, tomando champangne en la piscina, mientras él nos suplicaba que no hiciésemos mucho ruido y no molestásemos a los vecinos.

- ¡Madison! – se quejó él, cuando ella le tiró vestido a la piscina. Lucía realmente molesto, en aquel momento, así que me pareció justo empujarla a ella. Él empezó a reír tan pronto como ella se quejó – eso te pasa por ...

- ¡Te odio, Eric! – espetó, salpicándole con agua, logrando que él la cogiese en brazos, y la detuviese, haciendo que ella dejase de reírse y ambos se mirasen. ¡Por Dios! Era más que obvio que él no era gay, no sé por qué todos se empeñaban en decir que si lo era. Ella se soltó entonces, molesta, y le dio la espalda, caminando hacia la escalera, para salirse de la piscina. Pero él la detuvo entonces, agarrándola del brazo para atraerla hasta él, dejándonos a ambas sorprendidas - ¿qué...?

- ¡Yo odio cuando te alejas si me acerco! – se quejó, acortando las distancias entre ambos un poco más.

- Es difícil para mí – aseguró ella, bajando la cabeza, obligándole a él a agarrarla de la barbilla para que ella volviese a levantar la mirada – la forma en la que me tratas, en la que cuidas de mí... sólo haces que me gustes más y más – se quejó, apartándole de ella, echándose hacia atrás, dejándole a él algo sorprendido al escuchar aquellas palabras – ojalá no fueras gay – susurró.

- ¿Qué has dicho? – preguntó él, agarrándola de la cintura para atraerla hasta si, de nuevo. Ella bajó la cabeza, avergonzada.

- Kat nos dijo que eras gay – hablé, haciendo que ambos mirasen hacia mí, y él rompiese a carcajadas, aunque sin soltarla aún.

- ¿te hace gracia? – preguntó Mad, molesta.

- Kat me dijo que sólo querías acostarte conmigo, y que si quería algo más tenía que ir despacio contigo – le dijo, haciendo que ambas estallásemos en carcajadas.

- ¡Qué hija de puta! – blasfemé, mientras miraba a aquellos dos.

- Me gustas, Mad – aseguró él, haciendo que ella se mordiese el labio, agradecida de haber descubierto aquel embrollo – me gustas mucho, y no quiero ser sólo tu amigo.

- Tú también me gustas mucho, Eric – admitió ella.

Ellos se besaron entonces, y yo volví a sentirme sola. Era obvio que me alegraba por mi mejor amiga, pero a pesar de eso, me sentía vacía y sola. Cogí mi bolso y mi abrigo, y me marché sin más, pues quería darles a aquellos dos algo de intimidad. Tenían que recuperar el tiempo perdido.

Saqué el teléfono cuando caminaba sola por las calles de la urbanización en la que vivía Eric, y llamé a aquella manipuladora asquerosa que lo estaba estropeando todo.

- Kat – la llamé – todo lo que has hecho para separar a Eric y Mad... - pero me detuve al escucharla gemir. Mis pies se detuvieron incapaz de dar un paso más, mi corazón se heló y dejó de latir por unos minutos, incluso me costaba respirar.

- Ahora no es ... un buen momento... - se quejaba Kat, mientras gemía, sobrecogida.

- ¿Con quién coño hablas? – preguntaba Rogger, haciendo que incluso sintiese como mi corazón se rompía del todo. Se hizo trizas y parecía que dolía el no tener corazón - ¡cuelga el puto...!

- Es Camile – respondió ella, haciendo que él dejase de hacer lo que hacía, y mirase hacia el teléfono.

Dejé caer el teléfono, sin tan siquiera saber que era lo que ocurría, dejando que mis lágrimas empañasen mis ojos, negando con la cabeza, limpiándolas, molesta conmigo misma.

"¿no te ha quedado claro aún? – preguntó Emma, dolida – Sólo te estaba usando. Ya no te necesita y ahora es Kat quien calienta su cama"

Todo había terminado, y si aún quedaba algún atisbo de esperanza murió en ese justo instante. Ya no me quedaba nada por lo que seguir siendo yo misma, Emma Dawson debía volver a desaparecer. Camile Dunst era la persona en la que debía esconderme, aferrarme a ella.

Los sentimientos siempre me hicieron débil, y yo no podía ser débil nunca más.

Su risa inundó mis oídos, en mi memoria, y mis lágrimas volvieron a salir. Caí en cuclillas, agarrándome las rodillas, dejando escapar mi dolor, de nuevo.

"No es verdad" – negué, mientras todo aquello seguía doliendo – "él ya no puede hacerme daño" "Soy Camile Dunst" – insistí.

"¿Por qué sigues llorando? – preguntó Emma, molesta conmigo misma - ¿por qué sigues pensando en él? Todo lo que viviste fue mentira: Su sonrisa, sus palabras, su risa, sus besos, la forma en la que te hacía el amor... - insistía, mientras yo negaba con la cabeza, tocándome el pecho, dolorida - ... ¿acaso te has pillado por él?"

- No – negué, mientras la gente se detenía a mirarme – no – volví a insistir, viendo su sonrisa en mi cabeza, haciendo que doliese de nuevo – ¡por favor, no!

La lluvia me empapó entonces, y yo dejé que lo hiciese. En aquel momento no podía hacer nada, no podía huir de mi propio destino.

Él teléfono, aún con la pantalla rota por el golpe seguía sonando. Miré hacia él, observando su número en la pantalla, haciendo que mi llanto creciese, incapaz de detenerme. Dolía como el demonio.

"¿Cómo pude pensar que teníamos algo? ¿Cómo pude creer que sentía algo por mí?" – seguía preguntándome mientras el taxi me conducía hacia casa, mirando por la ventana, viendo la lluvia caer sobre la ciudad – "todo indicaba lo contrario. Debí hacer caso a las señales, debí dudar" – me quejaba, volviendo a limpiar las lágrimas que habían salido, apretando después mi bolso, con fuerza, luchando por volver a controlar la situación justo como solía hacer antes – "Rogger es exactamente igual que Dylan, recuerda eso Cam"

Ya sabía la razón por la que él no había ido a por mí después de la fiesta, ni siquiera le importaba lo que pensase, pues justo acababa de descubrirlo todo. Sonreí sin ganas, volviendo a apretar el bolso, sintiendo la vibración del teléfono en su interior. Ni siquiera quería sacarlo, pero lo hice, admirando mi roto teléfono, con su número reflejado en él.

Una punzada de dolor volvió a hacer que todo fuese un poco más difícil. Me imaginé cómo hubiesen sido las cosas si le hubiese dejado explicarse en mi despacho, quizás me habría mentido un poco más...

- Fui a buscarte, pero ya te habías ido – me dijo el Rogger imaginario.

Negué con la cabeza, intentando alejar la locura de mí. No podía volver a derrumbarme como hice ese día, no podía dejar que mamá volviese a darse cuenta de que habían usado a su pequeña. Ella no se lo merecía, no se merecía a una hija como yo.

Ellos debieron quedarse con alguna de las otras niñas del orfanato, yo no era digna de recibir amor.

Si tan sólo no hubiese seguido los consejos de Nick aquella tarde, en la que me convenció de que ser adoptado era lo mejor para mí... quizás nunca hubiese sido Camile Dunst. Sonreí al pensar en ello, aquello me calmaba, el pensar en lo que hubiese sucedido si jamás le hubiese conocido. No Dylan, no Rogger. Estaría a salvo.

Era mi castigo, todo este dolor lo era. Mi penitencia por haber permitido que Edwid me siguiese aquella noche, por haberle llevado a las vías del tren.

Quizás si él no hubiese estado allí, yo... estaría muerta. El tren me habría arroyado a mí en vez de a él, y todo lo que dolía no existiría.

El taxi se detuvo frente a la puerta del hotel, pues no podía ir a casa en aquel estado, ya no quería preocupar más a mis padres.

Me recosté en la cama, mientras escuchaba a los huéspedes de la habitación de al lado, sin lugar a dudas estaban haciendo el amor. Cerré los ojos, agarré mi chaqueta y mi bolso y me marché de la habitación, encerrándome en el baño, lugar dónde estaría a salvo.

Me metí en la bañera y me recosté sobre ella, cerrando los ojos, pensando en el pasado, con una sonrisa melancólica en mi rostro.

Edwid me abrazaba, mientras ambos nos escondíamos de las mojas, que querían arreglarnos y ponernos guapos pues tenían nueva visita de un matrimonio que elegiría a algún niño que llevarse a casa.

- ¿estás segura de que aquí no nos encontrarán? – preguntaba él, mientras yo negaba con la cabeza, echando la cortina.

- Aquí estamos a salvo – le aseguré, para luego abrazarle con más fuerza.

Sonreí, agradecida de poder recordar aquel maravilloso momento junto a él. Era feliz en ese momento, y podría haberme quedado dormida con él, pero otro apareció, y me quitó hasta el último momento de paz que había creado.

Rogger tiraba de mí hacia la bañera, para luego abrir el grifo. Ambos reímos, y luego me enjabonó el mismo.

Mi pecho dolió, así que apreté mi mano contra ese punto, para luego enervarme y salir de la bañera mirándola como si me hubiese hecho daño estar dentro de ella.

Dolía tanto, que tuve que salir también de allí. Acabé en el pasillo, apretándome el pecho, con más fuerza, con el rostro plagado en lágrimas, mientras miraba hacia la habitación, al mismo tiempo que mi teléfono volvía a sonar. Lo saqué del bolso y admiré el número de Mad.

Lo colgué sin tan siquiera cogerlo, para luego abrir la conversación que manteníamos y decirle que todo estaba bien.

Yo:

"Disfruta de la noche con Eric. Yo estoy bien, ya en casa"

Mentí, por supuesto, pero no podía estropearle la noche a mi mejor amiga.

Mad:

"Gracias. Nos vemos mañana. Te quiero"

Sonreí, dispuesta a guardar el móvil cuando un mensaje saltó.

Rogger:

"Al menos coge mis llamadas, estoy preocupado"

Limpié mis lágrimas, aclaré mi voz y marqué su número, pues estaba más que lista para terminar del todo aquella situación. No podía seguir postergándolo más, quizás si lo terminaba de una vez dolería menos, aunque sabía que sería todo lo contrario.

- Camile – me llamó al darse cuenta de que era yo – dime ¿dónde...?

- Se ha terminado, Rogger – le corté, antes incluso de haber escuchado algo más. Estaba tranquila, demasiado, y aquello me sorprendía demasiado – así que, por favor, deja de buscarme.

- Necesito explicarte, Camile – aseguró, mientras yo negaba con la cabeza, como si él en realidad pudiese verme – necesito que entiendas...

- Ya no quiero escuchar nada más – le dije – las excusas, las mentiras, sólo alargarán esto que no lleva a ninguna parte.

- ¿Dónde estás? – preguntó, dolido, como si no pudiese aceptar un no por respuesta – deja que te explique esto cara a cara.

- No – le corté – ya no volveremos a vernos, Rogger – aseguré, sintiendo como una punzada de dolor se hacía partícipe – y cuando nos encontremos de casualidad, por favor haz cómo si no nos conociésemos.

- Camile, por favor...

- ¿No puedes hacer eso por mí? – pregunté, algo más afligida de lo que debería de notárseme al teléfono – es lo que quiero.

- Lo haré – admitió, haciendo que doliese incluso más que antes – lo haré por ti.

- Gracias – agradecí, para luego colgar, volviendo a entrar en la habitación, dejando escapar mi dolor, de nuevo.

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