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25. América.

Estuve corrigiendo esta historia y la anterior, hay muchas cosas que cambiaron, así que... les subo capítulo nuevo, espero que les guste :D

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Mis padres pusieron el grito en el cielo cuando les dije que iba a ir a América con un amigo, incluso se atrevieron a especular entre ellos, sobre que iba a ese país en busca de Alex. Me daba igual lo que pensasen, en aquel momento tan sólo me importaba Rogger, nada más.

Me quedé en un hotel cuando llegamos allí, pues aún era demasiado pronto como para presentarme en su casa, junto a su familia. A pesar de que él insistió mucho para que me quedase con él, decidí hacer caso a mi instinto.

Aunque acepté a salir un rato después de cenar, pues él quería llevarme a un sitio especial. Me monté en su camioneta y me dejé llevar, rumbo a lo desconocido. Su pueblo era precioso, acogedor y agradable, al igual que su cercanía.

Se detuvo junto al lago, agarró una pequeña bolsa, me agarró de la mano y juntos caminamos, adentrándonos más y más en la naturaleza, hasta que estuvimos lo suficientemente cerca del agua. Tan sólo se escuchaban las ranas croar, seguido por los preciosos sonidos de una noche en el campo. Aquello me traía recuerdos agradables sobre el pasado, sobre Edwid.

Soltó mi mano, sacó de la bolsa una manta, y la tendió sobre el suelo, para luego sentarse sobre ella y animarme a que hiciese lo mismo. Reí, divertida, siguiendo sus pasos, observando entonces como sacaba de la misma bolsa una botella de ron.

- Para entrar en calor – aseguró, levantándola en alto. Se la quité de las manos, la abrí y di el primer trago, mientras él me observaba. Me quitó la botella después, dando un par de sorbos, observando entonces mis piernas desnudas, pues me había puesto un vestido, como solía hacer casi siempre. Dejó la botella sobre la arena y agarró mi mano – tomémonoslo con calma mañana, ¿vale? – asentí, para luego mirar hacia el lago, observando como la luna se reflejaba sobre ella. Era una noche preciosa.

- Solía ir al lago que había detrás del internado con Edwid algunas noches – aseguraba, mientras él me observaba apoyarme sobre mis piernas, con la vista fija en el agua – es agradable estar aquí.

- ¿Cómo era él? – preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos – nunca hablas sobre ello.

- Él era especial – acepté, con una sonrisa de añoranza en mi rostro – era el único chico con el que solía ser yo misma.

- Entonces era como yo – me dijo, logrando que ladease la cabeza para mirarle. Él estaba embobado, parecía que lo que sentía por mí era muy especial – porque conmigo siempre has sido tu misma – asentí, en señal de que tenía razón, en cierta forma – Me hubiese gustado conocerlo.

- Le caerías bien – admití, asintiendo después, porque era cierto.

- Camile – llamó mi atención – me gusta que estés aquí.

- Y a mí – contesté, mordiéndome el labio, algo nerviosa, haciéndole reír.

- Señorita – comenzó, con cierto matiz malicioso en su tono de voz, agarrándome de la rodilla, tirando ligeramente hasta abrirme las piernas – está muy sexy con ese vestido – reí, al escucharle decir aquello, pues sabía perfectamente que era lo que pretendía. Su mano subió, por dentro de mis piernas, mientras yo me echaba hacia atrás, apoyando las manos en la manta, mirando hacia él, que lucía tremendamente deseoso en aquel momento. Sus dedos llegaron a mi intimidad y yo escapé un leve gemido, mordiéndome el labio, lentamente, al mismo tiempo que él me lo acariciaba, despacio, observándome con cautela, abriendo ligeramente sus labios. Tiró del pliegue de mis bragas y me las quitó, despacio, para luego tirarlas al agua.

- ¿Estás loco? – pregunté, al mirar cómo se hundían poco a poco en ella. Me levanté, de golpe y me acerqué un poco más a la orilla, mientras él se posicionaba detrás de mí, y me mordía la oreja. Metiendo las manos por debajo del vestido, agarrándome el trasero – Rogger – gemí, tan pronto como su dedo se metió en mi ano y su lengua lamió mi cuello, mordisqueando esa zona después. Eché la cabeza hacia atrás, sobre su hombro, palpando con mi mano izquierda su enorme bulto, en sus pantalones, haciéndole gemir tan pronto como lo encontré, y lo friccioné, repetidas veces.

Me di la vuelta, sin más, besándole con desesperación, como si nos complementásemos, al mismo tiempo que le quitaba el cinturón y le desabrochaba los pantalones. Se los bajé un poco, estos cayeron hasta las rodillas, momento que aproveché para volver a darme la vuelta, apoyando mi trasero en su miembro, haciéndole estremecer.

- Eres una chica... - comenzó, mientras yo movía lentamente mi trasero, acariciándolo con su miembro - ... muy mala – concluyó, entre gemidos, sobre mi oreja, mientras apretaba con fuerza mi pierna - ¿estás buscando esto? – preguntó, agarrándome del pelo, tirando de él, para que me detuviese, al mismo tiempo que bajaba sus calzoncillos, dejando su pene libre, y apoyaba este en mi ano.

Tenía toda mi atención, en aquel momento. Bajó mi cabeza, tanto que tuve que bajar también mi espalda, mostrándole mi trasero. Me tenía a su merced, y él lo sabía bien, pues me golpeó el trasero, dándome una dulce cachetada, justo antes de proporcionarme su primera embestida.

Soltó mi cabello y apoyó ambas manos sobre mi cintura, reforzando sus movimientos intensos, rítmicos y sobrecogedores. Gemía como una posesa, cada vez más y más fuerte. Era como si fuese a desgarrarme la garganta de un momento a otro, pero no podía parar, me gustaba demasiado, sobre todo escucharle a él, detrás de mí, gimiendo, o el sonido que hacía su polla al entrar en mi mojada intimidad.

- ¡Joder! – me quejé, disfrutando de aquello, mientras escuchaba como el ritmo de sus movimientos crecía, al igual que sus gemidos. Él estaba a punto, y yo no quería que terminase aún. Así que me aparté, dejándole sorprendido con ello. Le miré desde allí, mordiéndome el labio inferior, mientras le devoraba con la mirada, echándole una mirada desde la cabeza a los pies, deteniéndome en su pene, relamiéndome los labios al hacerlo. Él sonrió, con lujuria, justo antes de que le empujase, echándole hacia atrás.

Caminé hacia él, acortando nuestras distancias, agarrándole del cuello de la camiseta, atrayéndole hacia mí, para luego comerle la boca. Nos agachamos mientras lo hacíamos. Él se sentó en la manta y yo me senté sobre él, metiéndomela dentro, haciéndole gemir más fuerte que antes.

Apartó su boca de la mía, buscando respirar, mirándome lentamente, mientras yo me movía sobre él, a un ritmo fijo, y él apretaba su frente contra la mía, agarrando mi cuello, para volver a atraerme hacia su boca.

Le quité la chaqueta, y luego metí las manos debajo de blusa, quitándosela también, mientras él sonreía, mordiéndose el labio. Recorrí su cuerpo con mis manos, para luego lamer su pezón derecho, haciéndole estremecer.

Apoyó sus manos en mi trasero y guio el ritmo, mientras gemía frente a mí, obligándome a mirarle.

- ¡Camile! – gritó, cuando estaba a punto, mientras yo hacía crecer la velocidad y él se quedaba embobado mirándome, mientras ambos llegábamos a la cumbre del éxtasis.

Ambos jadeábamos, intentando volver a la normalidad, sonriéndonos después. Aún estaba sobre él, y ninguno de los dos hizo ningún movimiento por moverse.

Me levanté, mientras su semen salía de mí, manchándome las piernas, pero no me importó, pues tenía una idea clara en mi mente. Me quité el vestido frente a él, observando cómo me miraba sin comprender, poniéndose en pie, él también. Mientras yo me metía en el agua.

- Voy a recuperar mis bragas – bromeé. Me agarró de la mano y negó con la cabeza, como si no le pareciese una buena idea.

- No es una buena idea – se quejó – hace frío, no quiero que nos resfriemos.

- ¡Aguafiestas! – le dije, para luego lavarme la pegajosidad de mis piernas, saliendo del agua, agarrando la manta para secarme con ella, mientras él me seguía.

- Escucha – comenzó, cambiando de tema completamente, mientras ambos nos vestíamos, con naturalidad – he pensado que mañana podría venir por ti, ya que la celebración no será hasta por la noche, y podríamos ir juntos a un lugar.

- ¿A qué lugar? – pregunté, justo después de ponerme el sujetador, apretando mis pechos para que se quedasen de la forma en la que los quería.

- Es una sorpresa – contestó, haciéndome sonreír.

- Estás de lo más misterioso últimamente – me quejé, para luego observar cómo me cogía de la cintura, acercando su boca a la mía – me gusta – admití, sintiendo sus besos entonces.

Caí rendida al llegar al hotel. Había sido un día largo, el viaje también me cansaba más de lo necesario, y nuestro encuentro de esa noche había sido perfecto. Una sensación agradable se expandía dentro de mi pecho cada vez que estaba con él, y eso me gustaba.

Como prometió, a primera hora de la mañana estaba allí, recogiéndome. Me puse una falda vaquera, una camiseta de mangas cortas y una chaqueta. El pelo aleonado y apenas me maquillé, solo los labios. Él estaba guapísimo, con unos jeans, camiseta negra y el cabello despeinado.

Me monté en su camioneta y le besé, para luego observar cómo ponía rumbo hacia dónde sea que fuésemos, ya que era una sorpresa y no tenía ni idea de dónde iba a llevarme.

Miré por la ventanilla durante un largo rato, y luego miré hacia él, que estaba altamente concentrado en el camino que recorríamos por la carretera, hacia algún lugar. Sonreí, con malicia, mordiéndome los labios al verle tan sexy. Lo cierto es que me ponía mucho verle con su cara de concentración.

La canción que sonaba en aquel momento en la radio era bonita, hablaba sobre el amor. La chica que la cantaba tenía una voz preciosa.

Levanté la pierna, cruzándola sobre la otra, mientras él se fijaba en ese punto y luego en mí. Me encendí de manera inmediata. Apoyé la mano en dicha pierna y luego la levanté un poco más, abriéndola, dejando que él mirase hacia ese punto, y yo le provocase con la mirada.

Sonrió al darse cuenta de que era lo que pretendía, para luego apoyar su mano sobre mis piernas, metiéndola poco a poco entre ellas, subiéndola hasta llegar a mi sexo, gemí levemente, haciéndole abrir la boca con deseo. Sonriendo después, volviendo la vista hacia la carretera, apoyando su mano en el volante, de nuevo.

- Camile – me llamó, haciéndome reír – eres peor que yo – se quejó, haciéndome sonreír. Me encantaba estar con él, sacaba el lado animal que llevaba dentro. Esa zorra mala que se volvía loca cuando estaba cerca de él.

- ¿y eso no te gusta? – pregunté, sonriendo con malicia, haciendo que él se lamiese sus labios, divertido. Mordí el lateral derecho de mi labio de abajo, dejándole ir despacio, para luego alargar la mano, desabotonando el primer botón de su pantalón. Sonrió con malicia, sin dejar de prestar atención a la carretera.

Bajé su cremallera y metí la mano entre su ropa, acariciando su desnudo pene, haciéndole estremecer. La saqué sin esperar demasiado, dándome cuenta de que a él también le excitaba la situación. No era tan enferma como puede parecer a simple vista.

Acerqué mi boca, y lo besé despacio, haciendo que gimiese con fuerza, tan pronto como me lo metí en la boca. Lo succioné, jugué con ella, mientras él seguía disfrutando, mirando a la carretera para no tener un maldito accidente.

El auto se detuvo de repente y yo me levanté, mirando hacia nuestro alrededor. Había aparcado junto al arcén. Le miré entonces, observándole allí, loco por acostarse conmigo, aquello tan sólo me hizo reír.

- Eres una chica muy mala – se quejó, observando cómo me quitaba las bragas ante sus ojos, para luego meter mi mano entre mis piernas y enseñarle mi sexo. Sonreí al ver las muchas ganas que me tenía.

- Perversa – admití, para luego subirme sobre él, tocando el claxon sin darme cuenta, logrando que ambos estallásemos en carcajadas.

- Espera – pidió, para luego levantar la palanca y echar su asiento para atrás, para que estuviésemos más cómodo – ahora, ven – me llamó, para que me sentase cómodamente sobre él.

Me moví sobre él, sin dejar de mirarle, robándole un beso apasionado de vez en cuando, gimiendo sin parar, a un ritmo fijo. Mientras, él, agarró mi trasero para guiarme, colando un par de dedos por mi ano, haciéndome disfrutar mucho más.

- ¡Oh, joder! – me quejé cuando comenzó a moverlos dentro, haciéndome gemir más fuerte. Él sonrió, mordiéndose el labio, mientras yo me volvía aún más loca - ¡Sí, sí, sí!

- ¡Camile, joder! – se quejó tan pronto como comencé a darle más fuerte, lamiéndole el cuello al hacerlo, mientras él me soltaba el trasero, al mismo tiempo que seguía moviendo sus dedos dentro de mi ano, y me agarraba del pelo, obligándome a que le mirase, para luego lanzarse a devorar mis labios. Nos corrimos en ese instante, gimiendo sobre la boca del otro.

Nos observamos entonces, y sonreímos. Era especial estar con él. Me sentía genial, aquella felicidad me recorría todo el pecho y se iba expandiendo de manera sobrecogedora.

Volví a mi asiento, haciendo presión para que no se me saliese nada, luego agarré un clínex del bolso y lo puse en la abertura, y me relajé, dejando que el pañuelo se empapase, para luego tirarlo por la ventanilla.

Miré hacia él, me estaba mirando aún. Se subió los calzoncillos y se abrochó los pantalones, para luego encender de nuevo el motor del coche, poniéndose en marcha, de nuevo.

Miraba por la ventanilla cuando sentí su mano coger la mía, entrelazándose con ella, obligándome a mirar hacia ese punto, para luego levantar la vista hacia él, que observaba la carretera con una tonta sonrisa en su rostro. Sonreí, en calma, volviendo a sentir esas mariposas en el estómago, tomándome un momento para pensar en ello.

¿Qué era esa extraña sensación que nunca antes había sentido? Esa calidez que se expandía por mi pecho, llegando hasta cada una de mis extremidades, llenándome por completo, haciéndome feliz.

¿Acaso... me estaba enamorando de él?

¡No! ¡Claro que no! – me quejé – Tan sólo nos estábamos conociendo aún, no era algo muy serio, tan sólo lo estábamos intentando, pero nada más.

Pero una cosa si era cierta, él tenía razón la otra noche cuando dijo que con él era yo misma. Y yo también comprobé una cosa, él también era él mismo cuando estaba conmigo. Y eso me gustaba, pero al mismo tiempo me daba miedo.

No quería enamorarme de él, tenía miedo, porque sabía que después del amor siempre venía el dolor.

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