24. El sur de Francia.
El cambio de aires me sirvió de mucho, para pensar, para darme cuenta de que era real, pues él no dejó de enviarme mensajes durante todo el tiempo. Y sobre todo me sirvió para valorar a las personas.
Puede que fuese cierto que mis padres y mis tíos no se llevasen bien, pero ellos siempre me trataron bien, siempre era como un alivio que viniese a visitarles y le trajese noticias sobre mis padres, a pesar de que en persona no se soportasen.
Era la primera vez en mi vida que tenía sentimientos reales por un tío, la primera vez que ese tío los tenía por mí, la primera vez que quería estar con alguien de verdad, y la primera vez que todo aquello me daba miedo. Me aterraba que fuese real, pero al mismo tiempo me aterraba que fuese mentira. Me aterraban sus sentimientos, y también los míos.
- ¿Qué haces aquí tan sola? – preguntó una voz, sacándome de mis pensamientos. Ladeé la cabeza y dejé de apretar la caliente taza de té. Se sentó junto a mí, en el columpio del porche, y me sonrió – Fue muy triste que al final se cancelase el compromiso – añadió, algo incómodo – quería decírtelo desde hace tiempo, y ... - añadió, haciéndome sonreír, levemente. Me encantaba cuando se ponía tan nervioso, era tan mono – He oído que lo mejor para olvidar a un viejo amor, es un nuevo amor – proseguía, mientras yo daba un leve sorbo a mi té – así que... si quieres... puedo presentarte a algún amigo – me puse a toser como una desesperada, pues el té se me había ido por otro lado. En mi vida pensé escuchar algo así de él - ¿estás bien? – asentí – Bueno, ¿qué me dices, debería llamar a alguno de mis amigos? – negué con la cabeza, sin atreverme a responder si quiera, pues aquella situación me resultaba de lo más violenta – Puedo presentártelos, no pierdes nada en conocerlos, y si no te gustan... bueno, no tienes por qué...
- Estoy saliendo con alguien – dije casi sin pensar, haciendo que él se detuviese en el acto, mirándome perplejo – se supone que...
- Lo siento – se disculpó, algo avergonzado – si te he incomodado, no era mi intención... - negué con la cabeza, apoyando mi mano sobre la suya, en señal de que estaba bien - ¿cuánto tiempo vas a quedarte? – preguntó, cambiando de tema – papá dice que te irás al final de la semana – asentí de nuevo, pues era cierto – oye, he pensado que... - se detuvo un momento, y titubeó antes de arrancar de nuevo - ... ya que tú has estado aquí una semana, sería agradable si esta vez soy yo el que va a visitar a mis tíos en Londres, y quedarme con vosotros una semana, ¿qué te parece?
- Me parece bien – contesté, para luego levantarme, con la intención de marcharme al interior, pero él habló de nuevo.
- Y quizás... si te parece bien... podrías presentarme a algunas de tus amigas – me di la vuelta tan pronto como escuché aquello. Él estaba algo avergonzado después de decir aquello. Reí entonces, sin tan siquiera responder nada, marchándome después.
Era agradable estar allí, no tener que fingir ser otra persona, ni nada parecido. Últimamente... no fingía en lo absoluto, creo que en aquel momento era yo misma, era Emma Dawson.
A Rogger le encantó la noticia de mi regreso, incluso quería ir a recogerme a la estación, a pesar de que le dije repetidas veces que sería demasiado precipitado, pues sabía que mis padres lo harían.
- Ya te lo he dicho – me quejé – mis padres estarán allí. ¿No dijiste que querías tomarte esto con calma? ¿Es que quieres que mis padres se enteren de que estamos juntos?
- Bueno, está bien – torció el gesto, aceptando mi decisión – pero prométeme que seré el primero al que veas después de eso.
- ¿Tanto me echas de menos? – bromeé, haciéndole sonreír, al otro lado.
- Mucho – contestó – pero eso ya lo sabes, así que deja de intentar que te lo diga todo el tiempo, no soy nada ñoño – añadió. Reí, divertida.
La vuelta a casa fue tranquila, entretenida, pues Aiden (mi primo) venía conmigo. Sus padres se fueron a vivir a Francia cuando él era pequeño, así que técnicamente, él no era francés, simplemente tenía acento por haber estado viviendo toda la vida en otro país, pero nada más. Era agradable, muy agradable.
Papá estaba feliz de tenernos allí a los dos, pues le abrazó y parecía no querer soltarle, lo cual me hizo reír, divertida. Empecé a pensar que yo también merecía ser feliz, y que Rogger era esa persona que lo haría posible.
Aquella noche, después de cenar, fui al bar de Jack con Aiden, para presentárselos a los chicos. Todos estaban entusiasmados con él, sobre todo porque tenía un acento adorable. Sonreí hacia ellos, apretando mi tónica, desde mi sillón, para luego darme cuenta de que tenía un mensaje sin leer en el móvil.
Rogger.
"Hola preciosa, ¿has terminado ya? Avísame cuando termines y te recojo. Tengo ganas de verte"
Yo:
"Estoy en el bar de Jack, los chicos estaban deseando verme. Vente y te tomas algo con nosotros"
Rogger.
"Pensaba llevarte a un lugar. Pero vale"
Yo.
"¿A qué lugar?"
Rogger.
"Necesitamos hablar, me ha surgido algo urgente"
Yo.
"¿Qué quieres decir con eso?"
Rogger.
"Me pongo algo y voy, hasta ahora, preciosa"
Sonreí, dejé el móvil sobre la mesa, y me di cuenta de que Jack había subido la música y de que Aiden bailaba divertido junto a Mad y Eric, el cual se había unido al grupo en mi ausencia. Aunque parecía que aún seguía siendo gay, o al menos eso pensábamos todos. Mad y él se hicieron íntimos, pero sólo eran amigos, o así lo juraba ella, al menos.
Me fui a bailar con ellos, justo después de tomar mi tónica, riéndome de las bromas que se daban. Parecía que a Aiden le gustaba Mad, pero ella no le daba bola ni por asomo, al contrario, creo que lo veía más cómo un colega que como otra cosa. Ella era así, y más desde que tuvo el palo con Jack, se había vuelto bastante reacia en eso de fiarse de los hombres, y no la culpaba, en lo absoluto.
Rogger entró por la puerta cuando íbamos por la décima canción, en aquel momento bailábamos por parejas, Eric con Mad y Aiden conmigo.
- Ey – saludó Rogger al llegar a la mesa, dónde aún estaban sentados Kat y Tony, bebiendo, y hablando sobre el próximo evento. Ambos se giraron y se quedaron atónitos al verle allí.
- Si estás buscando a Camile – comenzó Kat, con cara de malas pulgas, pues no entendía cómo yo podía estar aun jugando con él después de lo que pasó entre ellos – está bailando en la pista con su nuevo juguete – añadió – recién llegado de Francia.
- ¡Kat! – le regañó Tony – eres una zorra mala – está rio, divertida, tomándoselo a broma, mientras Rogger miraba hacia la pista y me veía bailando medio en broma con mi primo, y fruncía el ceño, molesto – ¿Estáis saliendo? – preguntó hacia Rogger, pero tan pronto como volvió la cabeza para escuchar su respuesta, se percató de que él ya no estaba.
Rogger caminó hacia nosotros, molesto con la situación, pues nunca había tenido que lidiar con una situación parecida. Bueno, quizás una vez, pero no fue igual ni por asomo.
Agarró mi mano cuando estuvo lo suficientemente cerca. Me giré para observar a la persona que había agarrado mi mano, y por poco no me da un infarto allí mismo. Lucía molesto, y eso sólo podía significar una cosa, había malinterpretado mi situación junto a Aiden.
- ¿Qué pasa? – preguntó Aiden, al darse cuenta de que me había detenido, para luego seguir la dirección de mi mirada y descubrir a Rogger, que no estaba feliz en lo absoluto.
- Hola – le saludé, mordiéndome el labio, sonriéndole después. Él perdió su enfado después de ese justo instante y se fijó sólo en mí.
- Tú debes de ser Rogger – comenzó mi primo, haciendo que él se fijase de nuevo en él – Camile me ha hablado mucho de ti – él levantó una ceja, en plan de que no entendía en lo absoluto la situación – soy Aiden – añadió, levantando la mano para estrechársela. Rogger lo observó, sin tan siquiera tener la intención de devolverle el gesto – su primo.
Él se calmó entonces, estrechando la mano de mi primo, para luego volver la vista hacia mí, que me mordía el labio en aquel momento, por alguna razón que desconocía me encantaba verlo así.
- Voy a por una copa – añadió él, para luego mirar hacia nosotros - ¿queréis algo?
- No – le cortó – nosotros nos iremos pronto.
Tiré de su mano para acercarle a mí, dejándole algo sorprendido, para luego entrelazar mis brazos rodeando su cuello, bailando aquella bonita canción con él. Mientras sonreía, divertida, jugando con él, haciéndole reír.
- Estás muy guapo – le dije, mientras él se lamía los labios, divertido, sin dejar de moverse junto a mí – te pones aún más cuando estás celoso – él rio de nuevo, al escucharme decir aquello.
- ¿Le has hablado de mí? – preguntó, queriendo saber más sobre aquello. Asentí, bajando la cabeza después, algo tímida – espero que no le hayas dicho que soy un capullo o algo así – bromeó, haciéndome reír, divertida.
- ¿De qué querías hablar? – pregunté, mientras él sonreía, para luego negar con la cabeza, en señal de que no me iba a librar tan pronto, pues había cambiado de tema repentinamente – quería presentarme a sus amigos por si quería ligarme a alguno – añadí, haciendo que me prestase aún más atención – le dije que no era necesario, que ya estaba con alguien – sonrió entonces, para luego besar cálidamente mi mejilla. Pero cuando se separó ambos nos observamos con detenimiento, mirando hacia los labios del otro.
- Deberíamos irnos – aseguró, apartando mis manos de su cuello, para luego agarrar la derecha y tirar de mí hacia mis amigos, pues era allí dónde tenía mi chaqueta.
Cogí mis cosas y me marché con él, justo después de despedirme de los chicos, mientras estos nos observaban con interés.
Me detuvo antes de haber llegado a la boca de metro, cogiendo mi rostro entre sus manos, besándome después. Sabía que se moría por besarme, pero no quería hacerlo frente a los demás. Sonreí, y me dejé llevar por aquello.
Caminaba por las abarrotadas calles de Picadilly Circus, mientras él me seguía, ambos con una sonrisa de oreja a oreja, pues acabábamos de bromear en el metro. Él me lo ponía a huevo, y no podía no hacerlo. Me encantaba estar con él.
Se me quedó mirando entonces, de forma especial, mientras yo me quejaba, divertida, y él se encogía de hombros.
- ¡Dios! ¡Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida! – bromeó, haciéndome reír, de nuevo.
- Adulador – espeté.
- Preciosa – me dijo, agarrándome de la mano, sin dejar de sonreír, deteniéndome en medio de la calle, besando mi mejilla, para luego seguir caminando.
Su teléfono comenzó a sonar, lo que hizo que me soltase. Lo descolgó y habló con su hermana.
- Dime Abby – respondió – Sí, claro, pero no sé si podré ir – un nuevo silencio – Si, no seas pesada. No creo que a Dulce le importe que no asista – insistió, pero parecía que su hermana no opinaba lo mismo – tengo un asunto en Londres, así que tengo que colgar – colgó el teléfono en ese justo instante, y caminó hacia mí, algo divertido al verme allí, observándole.
- ¿Tienes un asunto en Londres? – le regañé, haciéndole sonreír, para luego agarrar mi mano y tirar de mí, acercándome a él.
- Tengo a una preciosa chica en Londres – aseguró, acariciando mi mejilla, besando mis labios después – vamos – insistió, tirando de mí hacia el paseo.
- ¿Qué quería tu hermana? – pregunté, pues me estaba muriendo de la curiosidad. Él sonrió, miró hacia mi levemente y luego siguió avanzando. Sabía que le encantaba que quisiese saber cosas sobre él.
- Tengo un tema en América – respondió, sin dar muchos detalles, justo en su línea, siempre tan reservado – mi hermana pequeña va a casarse – añadió, entonces, dejándome sorprendida, pues él no solía hablar demasiado sobre su familia conmigo.
- ¿Abby? – pregunté, preocupada. ¿Cómo era posible que Alex fuese a casarse con otra mujer tan pronto? Negó con la cabeza, ante aquella pregunta.
- Dulce – me calmó – es mi hermanastra, somos hijos del mismo padre – declaraba, mientras yo me mordía el labio, algo nerviosa – una historia larga de contar.
- Luego soy yo la que te oculta datos sobre mi pasado – bromeé.
- ¿Qué quieres que te cuente? – preguntó, deteniéndose, obligándome a mí a hacerlo, colocándose entonces justo delante de mí.
- ¿No lo sabes aún? – pregunté, divertida, haciéndole sonreír, para luego bajar la voz al responder – Lo quiero saber todo de ti.
Ambos reímos después de aquello, para luego continuar andando hasta entrar en el mercado. Probé varios dulces, pues estaban de prueba para que la gente los probase, mientras él me explicaba su complicada relación familiar.
- Mi padre no era un hombre fiel – declaraba, dejándome algo sorprendida por la forma en la que hablaba sobre ello, como si aún guardase rencor – se acostó con la madre de Dulce y le puso los cuernos a mi madre – proseguía, mientras yo levantaba la mano con un trozo de pastel, que devoró en seguida, lamiéndose las comisuras de los labios después – imagínate lo duro que fue para mi madre cuando se enteró. Pelearon y se marchó de casa – proseguía, apretando mi mano, como si necesitase ser reconfortado. Se detuvo durante unos minutos, sin saber cómo continuar la historia. Estuve tentada a hacerlo yo, pero él habló antes – por eso Dulce es mi hermana.
- ¿Es todo? – pregunté, saliendo del mercado, sentándome en el centro de la plaza, junto a él.
- Hay muchas más cosas, Cam – aseguró – pero no tenemos por qué hablar de todo esto ahora, ¿verdad? – asentí, en señal de que le entendía - ¿y tú? ¿me hablarás sobre tu hermano?
- No era mi verdadero hermano – le dije, mientras él asentía – pero decidí protegerle cuando llegó al internado.
- ¿Eres adoptada? – preguntó, asombrado, pues no lo esperaba en lo absoluto. Asentí, despacio – tus verdaderos padres...
- Tenía tres años cuando mi madre me dejó en el orfanato – aseguré, bajando la mirada, algo nerviosa al hablar sobre aquello, mientras él cogía mi mano, de nuevo, entre las suyas, dándome apoyo – no tengo muchos recuerdos de aquella época.
- Cambiemos de tema – añadió, al darse cuenta de que para ambos era difícil hablar sobre nuestras familias - ¿sobre qué quieres hablar?
Sonreí, agradecida, mordiéndome el labio inferior, levantando la vista para observarle, pensando en ello. ¿Sobre qué quería hablar? ¿qué más quería saber sobre él? Lo supe en seguida.
- Háblame sobre tu primer amor – pedí. Él perdió la sonrisa en cuanto me escuchó - ¿tan malo es? – insistí. Bajó la cabeza, apretando mi mano un poco más.
- Me enamoré de ella en cuanto la vi, Cami – aseguró, con la vista fija en la fuente que había a escasos metros de nosotros – pero ella no me quería de la misma forma – apretó los labios, molesto, sin saber cómo continuar. Era normal, pues él no solía abrirse tanto conmigo – se acostó con mi mejor amigo y me dejó por él – me quedé perpleja tan pronto como escuché aquellas palabras. Aquella historia era más dura de lo que había pensado.
Aquella chica le había roto el corazón y lo había pisoteado, para luego marcharse con alguien más, dejándole desolado. Comprendía perfectamente que se comportase como un cabrón sin sentimientos, que usase a las chicas sin implicarse demasiado con ellas. Lo cierto era que él y yo nos parecíamos más de lo que pensé en un principio. Ambos habíamos sido heridos, ambos nos cerramos a compartir algo con alguien, ambos fingíamos ser personas que no éramos para no sentir nada.
- Eso quedó en el pasado – me calmó, al darse cuenta de que me había quedado sin palabras – ya no me importa – insistió, sonriéndome vagamente, intentando fingir que no le afectaba, pero yo sabía que no era así, le conocía demasiado – ahora dime, ¿qué hay de ti?
- Yo nunca me he enamorado – acepté, bastante seria, dándome cuenta de que era cierto.
Acorté la poca distancia que había entre ambos y le di un muerdo, haciéndole estremecer. Me devolvió el beso en seguida, y ambos nos quedamos así por unos minutos, sin intención de mucho más.
Apartó su rostro del mío, mirando hacia la fuente, mientras yo hacía lo mismo. Ambos sonreíamos, estábamos felices de haberlo aclarado, y sobre todo de que aquello estuviese dando resultado, estar juntos.
- Me marcharé a América la semana que viene – dijo, de pronto, haciendo que mi momento de felicidad estallase, como si fuese una pompa de jabón. Le miré, sin comprender, mientras él seguía mirando hacia la fuente – tengo que asistir a la boda de mi hermana.
- Pero... - comencé, sin comprender bien su táctica - Acabas de decirle a tu hermana que no ibas a ir – sonrió al escuchar aquello.
- No me gusta hacer partícipe a mi hermana de mis planes – aseguró. Miré hacia la fuente, sintiendo como un enorme nudo se formaba en mi garganta. ¿qué pasaría con ese "nosotros" si él se marchaba? – Esto va a sonar super loco, pero ... - prosiguió, tocándose la barba mientras lo hacía - ¿por qué no vienes conmigo? – volví a girar la cabeza, observándole allí, mirándome. No entendía lo que quería decir con ello. ¿Por qué me pedía algo cómo aquello? ¿Por qué?
- Alex estará allí – me quejé, poniéndole como excusa – Abby estará allí – insistí, mientras él besaba dulcemente mi mejilla – tu familia estará allí.
- Yo estaré allí – me calmó, sonriéndome, con calma.
Le miré, sin comprender. ¿Cómo podía ser que no comprendiese la situación? Yo era la mujer con la que había estado a punto de casarse, y Abby era la otra. Él tenía a dos mujeres, y sabía que para ambos sería molesto verme allí.
- ¿No crees que sería violento? – le dije, haciéndole reír. ¿Por qué no podía entenderlo?
- Sinceramente me da igual – me dijo, dejándome noqueada al respecto – quiero que vengas conmigo a casa. ¿No quieres saber más cosas sobre mí? – insistió, mientras yo me mordía el labio, nerviosa – Te las mostraré todas, Cami. – sonreí al darme cuenta de ello. Él tan sólo quería seguir avanzando conmigo, y ... ¿quién era yo para detenerle? Aunque fuese una locura.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro