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18. Lo mejor de la pelea. CORREGIDO.



Envié un mensaje a mamá de que me quedaría en casa de Mad. Dadas las circunstancias, era lo mejor. Pues mi amiga no podía dejar de llorar, mientras se acurrucaba en mi regazo, sobre su cama, y se culpaba por haber vuelto a confiar en los chicos...

- Es que no lo entiendo – se quejaba – parecía que había feelings entre nosotros, Cam – insistía, agarrando un pañuelo de la caja que había sobre la cama, sonándose los mocos con él – pero ... Ahora lo entiendo todo – proseguía – por eso no quería avanzar, no quería que nos acostásemos ni ...

- Es raro – le dije, recordando las palabras que su amigo me había dicho – estuve hablando con Micke, y me dijo que estaba por ti.

- Quizás su amigo no sabe que es gay, o ... yo que sé.

Mi móvil vibró sobre mi regazo, y yo me apresuré a cogerlo, mientras Mad se limpiaba las lágrimas y entraba en el baño a refrescarse.

Rogger.

"Ahora lo tengo claro, después de hablarlo. Pero... aún creo que tenemos que hablar de muchas más cosas, Cami. Avísame cuando salgas del pub y te paso a recoger, te llevo a casa y hablamos"

Yo:

"¿Hablar? Ya he terminado de hablar contigo"

Rogger:

"Reconozco que las cosas se me han ido un poco de las manos, y que si tu amiga no hubiese aparecido... Pero te aseguro que no quiero sólo sexo. Es más, si quedamos luego, juro que no pasará nada sexual esta noche"

Yo:

"Aunque te creyese, que no es el caso, no podríamos vernos. Estoy en casa de Mad, algo ha pasado y ella me necesita"

Rogger:

*Escribiendo*

*En línea*

*Escribiendo*

*En línea*

Ni siquiera sabía lo que decirme, y yo ni siquiera pude esperar a que se aclarase, pues Mad salió del baño en ese justo instante y miró hacia mí.

- ¿Te quedas conmigo esta noche? – preguntó, aunque más que eso parecía una súplica. Asentí, me levanté de la cama y la abracé, porque sabía que era justo lo que ella necesitaba.

Un ruido infernal me hizo despertar sobresaltada, percatándome de que era de día, y que Mad dormía plácidamente junto a mí. Sonreí hacia ella, para luego bajar el volumen al teléfono, y percatarme de que tenía dos llamadas perdidas de Rogger.

¿Por qué era tan insistente? ¿Tantas ganas tenía de follar? Si era así... ¿por qué no llamaba a Kat y me dejaba tranquila?

Abrí la conversación que tenía con él, leyendo al fin el mensaje que me había enviado la noche anterior.

Rogger:

"En ese caso, lo entiendo, pero, si quieres, puedo ir a recogerte por la mañana y llevarte a la tuya. Podríamos hablar por el camino..." Ayer.

"Perdóname por lo de ayer, me comporté como un pesado. Te daré espacio, no hace falta que nos veamos si no quieres"

Yo:

"¿Por qué eres tan insistente? Pierdes tu lado misterioso a pasos agigantados" – bromeé.

Rogger:

"Me pongo demasiado impaciente cuando una chica me interesa de verdad. Me pongo tan horriblemente impaciente que ni siquiera puedo pensar en otra cosa. Tan sólo quiero que hablemos y dejar las cosas claras de una vez"

Yo:

"Ya hablamos ayer, señor impaciente"

Rogger:

"Quiero hablar otra vez. Ayer estabas muy borracho y yo fui un idiota. Estaré en la mansión esta noche, a las ocho, si quieres puedes pasarte un rato"

No contesté, no podía, porque no sabía que responder ante aquello. ¿por qué quería quedar en la mansión? Era más que obvio que quería llevarme al huerto, quería meterse entre mis piernas.

Rogger:

"O si lo prefieres podemos ir a otro lugar, a un lugar lleno de gente, pero silencioso. Te invito a cenar"

Yo:

"¿A cenar?" – pregunté, atónita, sin dar crédito aún.

Rogger:

"A cenar, al cine, a bailar o a dónde quieras. Tan sólo quiero hablar, sin segundas intenciones, sin que pienses que quiero lanzarme sobre ti como un lobo hambriento"

Estaba siendo demasiado insistente. Era tan mono, que simplemente no podía negarme. ¡Emma! ¡Qué demonios está pasando contigo! ¿Por qué te dejas seducir por este tipo? – me quejé a mí misma.

Yo:

"Vale. Pero si intentas cualquier otra cosa... me voy"

Rogger:

"Es justo"


Me pasé el resto del día en casa de Mad, sin mencionarle absolutamente nada sobre mi ... ¿qué era aquello? ¿una cita? ¡Por supuesto que no era una cita! Sabía que era una idea terrible, quedar a solas con aquel tipo, pero aun así... necesitaba hacerlo.

Llegué a casa con el tiempo justo de saludar a mamá, darme una ducha, ponerme algo simple pero elegante, y coger un taxi hacia la mansión.

El auto se detuvo en la puerta, y yo me bajé, con aquel vestido de tubo en color azul marino, con el largo hasta la rodilla, y un escote poco marcado, no quería tentar a la suerte. Llevaba el cabello suelto, y mi maquillaje era simple, ni siquiera me había pintado los labios en un color muy fuerte.

Llamé al timbre, a pesar de que tenía llaves, pues era mi propia casa. En aquel momento, estaba comenzando a preguntarme en qué momento había llegado a ese punto, en el que Rogger se había adueñado de mi propio hogar. Tenía que ponerlo en venta en breve, no quería volver a saber nada más de aquel lugar.

La puerta se abrió y yo me quedé altamente sorprendida al verle allí con una camisa de topitos blanca y gris, entre abierta, y unos pantalones arreglados. Estaba guapo, pero diferente, misterioso y sexy. Y eso, queridos amigos, era algo terriblemente malo.

Emma se hizo cargo de la situación, hizo que quitase esa cara de boba y sonriese hacia él, para luego entrar en la casa, observando lo que había montado en el jardín. Lo observé con detenimiento. Había acondicionado la zona, velas y champagne sobre la mesa, y las luces tenues para darle cierto aspecto sensual.

- ¿Qué es todo esto? – pregunté hacia él, que se hallaba justo detrás de mí. Ni siquiera lo miré, tan sólo mantuve la vista en aquel circo que había montado – creí que la idea era salir a cenar.

- Lo era – aseguró, al mismo tiempo que yo me volteaba para encararle, conllevando a que él tragase saliva, aterrado con mi actitud – pero he pensado, que quizás era mejor cenar aquí, solos, tranquilos, dónde pudiésemos hablar sin ser molestados y ...

- Pues has pensado mal – me quejé, cruzándome de brazos, bajando la mirada.

- Vale – contestó, con calma, aunque parecía que quería enfadarse conmigo y sacar su carácter, pero se contuvo - ¿dónde quieres ir?

- ¿Qué habías cocinado? – pregunté, con curiosidad. Él negó con la cabeza antes de contestar, y cuando lo hizo bajó la mirada, para luego subirla al terminar.

- Lasaña precocinada – declaró – soy un paquete en la cocina.

Estallé a carcajadas tan pronto como escuché aquello. Parecía que él se esforzaba porque todo fuese perfecto aquella noche, pero comprar comida precocinada en una cita, era algo demasiado divertido.

Él se molestó, como era lógico. Pero cómo os he dicho, se contuvo, de nuevo. Acortó las distancias entre ambos, agarrándome entonces del brazo, para que no pudiese escapar.

Miré hacia ese punto, perdiendo la calma, la sonrisa y la confianza en que todo aquello pudiese ir bien. El calor me envolvió de repente, el deseo y las ganas por estar con él surgieron, de pronto.

- ¿Te hace gracia? – preguntó, molesto, con voz ronca por haber estado conteniendo su genio durante todo el tiempo. Mi corazón temblaba. ¿¡A quién quiero engañar!? Toda yo lo hacía - ¿eh? – insistió, mientras yo abría la boca ligeramente, aterrada con aquella situación, y al mismo tiempo deseosa de besar sus labios. Me mordí el labio, intentando reprimir mis deseos, bajando la mirada un momento, dándome cuenta de que había sido una mala idea, pues sus labios eran absolutamente perfectos.

- Mucha – respondí, con la voz tomada por el deseo, respirando con dificultad, mientras él se mordía el labio inferior y yo me moría de ganas por hacerlo yo misma. Lamerlo, morderlo, probar su sabor.

Aquello iba a volverme completamente loca. Su cercanía, su aliento sobre mí, su olor, su mirada, su calor que incidía sobre mi brazo, aún sujeto.

Su mirada se entrelazó con la mía, y ambos supimos que era lo que vendría a continuación. Podríamos haberlo detenido, pero creo que, llegados a ese punto, ninguno de los dos quería hacerlo.

Su rostro se acercó al mío un poco más, lleno de dudas e inseguridades, como si tuviese miedo de mi reacción, de que le apartase, mientras yo levantaba mi mano libre y la apoyaba sobre pecho, aferrándome al cuello de su camisa, con fuerza.

Me miró, despacio, cómo si temiese que le apartase, respirando con dificultad. Sabía que no podía detenerme, no quería. Él era cómo una droga adictiva que no podía dejar de consumir, aunque supiese que era dañina para mí.

Sus dientes volvieron a morder su labio inferior, siendo el detonante de lo que vino después. Me lancé a sus labios, y le besé, un pequeño muerdo, dejándole con ganas de mucho más, echándome hacia atrás para ver su reacción.

Levantó su mano libre, metiéndola entre mi cabello y mi cuello, agarrándome de la nuca, para luego volver a aferrarse a mis labios. Los lamí, despacio, sintiendo la humedad de su boca fundiéndose con la mía, sus gemidos desesperados, ahogándose en ella, mordí sus labios, una y otra vez, hasta que él se detuvo, echándose atrás, observándome con cautela, cómo si no pudiese creer aquello.

Levantó el pulgar de la mano que aún se hallaba sobre mi nuca, acariciando mis labios, mirando embobado hacia ese punto, mordiendo sus labios después.

Tiró de mi brazo un poco más, acercándome a él, y luego la soltó, acercando su nariz a la mía, acariciándola con suavidad, respirando por la boca, cada vez con más ganas de mí.

Echó mi cabello hacia atrás, acariciando levemente mi cuello, haciendo que cerrase los ojos un momento al sentir sus labios sobre ese punto.

Mi piel se erizaba con su respiración sobre ella, pero aún así aguanté, pues mi mente comenzó a divagar...

"Emma, por favor, no te dejes vencer por él – supliqué – no dejes que te cautive con su cercanía – proseguía, apretándole un poco más – con sus armas de seducción. Por favor, no te acuestes con él"

"Sólo quiere sexo, y hará cualquier cosa por conseguirlo. No es una buena idea haber aceptado esta reunión"

"¿Por qué quiere acostarse contigo otra vez? ¿Por qué no se marcha a buscar a Kat y nos deja en paz?"

- ¿Por qué tuviste que acostarte con ella? – pregunté en voz alta. Rompiendo aquel momento que compartíamos – de entre todas las personas del mundo... - mi voz se quebró.

- Estaba borracho – repitió, como si eso pudiese explicarlo todo. Me separó de él y me observó, recuperándose del calentón – pero Camile, ¿por qué sigues comportándote como una novia celosa? – le aparté en ese justo instante, y le crucé la cara cuando intentó llegar a mí - ¡Podría irme, pasar de ti! – se quejó, y yo me quedé mirándole, esperando a que dijese la razón por la que no lo hacía – Hay miles de chicas en esta ciudad, pero ... ¿por qué quiero explicártelo todo a ti, aunque no seas mi novia?

- No me explicas nada, sólo te excusas y me apartas – le reproché, haciendo que él negase con la cabeza.

- No te aparto – insistió. En aquella ocasión fui yo la que lució molesta. ¿Cómo se atrevía a asegurar aquello cuando yo sabía que no era así?

- ¿Ah no? – pregunté.

- No – respondió.

- ¿Quién es Angy? – pregunté, él negó con la cabeza, para indicar que ese tema era delicado, para luego volver a sacudirse el cabello, molesto. Tragué saliva, bajando la mirada entonces, porque acababa de darme cuenta de que él tenía razón: me estaba comportando como una novia celosa – debería irme...

- No siento nada por ella – respondió, dejándome sorprendida, sobre todo porque no pensé que él lo hiciese – no hay nada entre ella y yo – proseguía, agarrándome de la cintura para atraerme hasta él – entre tú y yo si hay algo – concluyó, acercando entonces sus labios a los míos, besándome, mientras ambos mirábamos a los labios del otro. Fue un beso corto, pero fue el beso más tierno que me han dado jamás – Ella es peligrosa. Si se entera de lo que siento por ti... - comenzó, molesto, algo preocupado con todo aquello – lo estropeará – bajó las manos, dejando de sujetarme tan pronto como dijo aquello - ¿lo entiendes? – negué con la cabeza, porque no tenía ni idea de que era a lo que se refería, pero en aquel momento me preocupaba mucho más algo que él había dicho.

- ¿Qué hay entre tú y yo? – pregunté, agarrándole de la camisa para atraerle hasta mí.

- No vas a parar hasta que te lo diga, ¿no? – me mordí el labio, deseosa de escuchar aquello que iba a decirme. Apretó su frente contra la mía, lamiendo sus labios antes de continuar – sólo estoy contigo – tragué saliva al escuchar aquello, mientras él volvía a agarrarme de la nuca – sólo quiero acostarme contigo, Cami – sonreí al escuchar aquello, mientras ambos mirábamos a los labios del otro, deseando besarlos, pero sin atrevernos aún. Nos acercamos una y otra vez, y luego nos miramos, pero al final lo hicimos.

Volvimos a besarnos, al principio parecía ser algo sin segundas intenciones, pero pronto terminó convirtiéndose en algo más. Me cogió entonces, en brazos, y me apoyó sobre la estantería del salón, la enorme de los libros, que fue una suerte que estuviese atornillada a la pared.

Me besó con desesperación, apretándome contra la estantería, echando el peso de su cuerpo sobre mí, aferrándose a mis nalgas, colando sus manos por debajo del vestido, haciéndome estremecer.

Sus besos me hacían sentir demasiado, como de costumbre, y yo estaba loca de placer. Tan sólo quería una cosa, y era a él.

Me aferré a su cuello, mientras él lamía el mío, haciéndome gemir, sobrecogida. Apoyó su boca sobre mi oído y gimió, justo como tanto me gustaba.

Apretó su miembro contra el mío, haciéndome gritar más fuerte. Le desabroché la camisa con ansias, arrancándole más de un botón, observando su mirada de lujuria sobre mí.

Le bajé los pantalones, sin tan siquiera pararme demasiado en quitarle los botones o el cinturón, desesperada por sentirle de nuevo. Le deseaba demasiado, eso era todo.

Sus manos bajaron, dejándome de nuevo en el suelo, y me miró con atención, al mismo tiempo que apoyaba su mano en el lateral, agarrando la cremallera del vestido, tirando de esta hacia abajo, hasta haberlo logrado completamente.

Me lo quité frente a él, sin dejar de mirarle, mientras él terminaba la labor que yo había comenzado, con respecto a sus pantalones. Se quitó el cinturón y se deshizo de toda su parte de abajo, para luego volver a agarrarme de la nuca, aferrándose a mis labios.

Le agarré de la mano, sin previo aviso, dejando atrás la estantería de la sala, saliendo al jardín, sintiendo la refrescante brisa londinense sobre mí, calmando la calidez de mi cuerpo. Me detuve entonces, aún en ropa interior y miré hacia él, sonriente.

Se quitó la camisa sin dejar de mirarme, quedándose justo cómo dios lo trajo al mundo, acortando las distancias entre ambos, para luego desabrocharme el sujetador, y ayudarme a quitármelo.

Ambos nos mordimos los labios, deseosos de hacer lo mismo con los del otro. Se agachó frente a mí, obligándome a mirarle, agarró mis bragas y me despojó de ellas, para luego meter su cabeza entre ellas, y lamer ese punto que me hacía enloquecer.

- ¡Joder! – me quejé, echándome hacia atrás, apoyando las manos sobre la mesa, mi trasero, mientras él seguía devorándome como un animal. Sus dedos abrieron mis labios, para ayudar a su boca a lamerlo con más detalle. Volví a gemir, como una loca, cada vez más fuerte, cada vez más ronca, sintiendo entonces dos de sus dedos dentro de mí, moviéndose con majestuosidad, haciéndome llegar a la puta locura - ¡Ah! – concluí, en un largo y prolongado suspiro que me hizo temblar entera. Mis poros se abrieron y se cerraron con una rapidez abismal.

Se levantó, apoyándose sobre mí, en la mesa, mirándome sin perder detalles de mis facciones, con su boca llena de mí, babeando. Agarré su cabeza, y tiré de ella, para aferrarme a sus labios, sintiendo su sabor y el mío, mi humedad en su boca, volviendo a ponerme a cien.

Me subió sobre la mesa, echando hacia atrás los platos y el champagne, centrándose de lleno en mí, mirándome con cautela.

Su lengua lamió mi boca, sin profundizar demasiado, mordiéndome la barbilla, para luego levantarla con su mano libre y obligarme a mirarle. Acaricié entonces su erección, haciéndole estremecer, y la masajeé despacio.

Sus gemidos irrumpieron roncamente, observándome con cautela. Bajó mi mano y me la empujó dentro, haciéndome estremecer. Agarró mi cabeza, de nuevo, obligándome a mirarle, apretando su frente contra la mía, embistiéndome como él sabía, como tanto me gustaba.

Sus constantes gemidos, entrelazándose con los míos, me hacían estremecer, la forma en la que su garganta sonaba cada vez que me lo hacía, constantemente, sin cese, a un ritmo fijo, apretándome contra él, hundiéndomelo dentro, una y otra vez. Sus labios y los míos se unieron, sin dejar de hacer aquello, mientras mis manos se aferraban a su trasero, empujándolo un poco más, haciéndole disfrutar más, cada vez más fuerte, a un ritmo mayor, obligándole a apretarme un poco más.

Se contenía, podía sentirlo, en sus gemidos cortados, en la forma en la que me apretaba, o en cómo mordía mi hombro, clavándome los dientes, disminuyendo la velocidad.

La mesa temblaba bajo nosotros, los platos y las copas tintineaban, al igual que el champagne, que amenazaba con caerse.

- ¡Joder! – se quejó, deteniéndose de pronto, mirando hacia la mesa. Él pensaba en lo mismo que yo, no queríamos estropear nada de lo que había preparado con tanto esmero. Me bajé de la mesa, me mordí el labio inferior, agarré su mano y tiré de él hacia la piscina.

- Ven – le llamé, sin atreverme a decir nada más, pues no quería romper aquel momento mágico.

Nos metidos en la piscina, no demasiado lejos del principio. Sonreí hacia él, divertida, para luego obligarle a sentarse en los primeros escalones, de manera que sólo tenía en el agua hasta el tórax. Me senté sobre él, metiéndola dentro, haciéndole estremecer, mientras agarraba mis pechos y tiraba de ellos, haciéndome gemir, con fuerza.

Me apretó el trasero con sus manos, tan pronto como empecé a moverme sobre él. Ya no se cohibía, en aquel momento estaba dejándolo escapar todo.

Nos miramos mientras lo hacíamos, al mismo tiempo que él me guiaba, apretándome contra él para intensificar el movimiento y la intensidad.

- Atrévete a decirme ahora ... - empezó, mientras se lo hacía cada vez más fuerte, sin dejar de mirarle, mientras me encogía cada vez que le sentía de esa manera - ... que esto es mentira – insistió - ¿es mentira? – preguntó, dándole cada vez más rápido.

- ¡Joder! – me quejé, entrelazando mis piernas a su espalda, mientras él apretaba mi trasero para que no dejase de hacerle aquello.

- ¿Eh? – insistió.

- No – respondí – no es mentira – admití, para luego sentir sus labios en mi piel, sobre mi cuello, mordiéndolo, con fuerza, haciéndome daño, pero en aquel momento no podía quejarme, tan sólo clavar mis uñas en su espalda. Su lengua recorrió mi cuello – Rogger – le llamé, mientras él lamía mi barbilla, mi mejilla hasta llegar a mi oreja, mordiéndola después, gimiendo sobre ella mientras volvía a la carga - ¡Joder!

- Me encantas – aseguró, entre susurros, sobre mi oído, dándole cada vez más fuerte, a un ritmo imparable – el sonido que haces cuando te la metes – proseguía, sin que me detuviese – la forma desesperada en la que gimes cuando lo haces así – insistió, sin detenerse – me gustas demasiado.

Llegamos al éxtasis de placer en ese justo instante. Acto seguido agarró mi nuca y me atrajo hasta él, besándome, con desesperación, conllevando a que todo volviese a empezar.


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