15. Derrumbarse.
Me quedé a dormir en casa de Mad, estaba bastante borracha y afectada, y supongo que no quería estar sola. Ella se pasó un largo tiempo despierta, al igual que yo, que la observaba con detenimiento, parecía que no quería dormir hasta que alguien le contestase el mensaje que había enviado.
- He seguido mi propio consejo – aseguró, sabía que estaba hablando de Jack incluso antes de que lo dijese – acabo de mandar a Jack a la mierda, porque esta puta relación no puede hacerme bien.
- Bien hecho. Yo también debería hacer lo mismo – le dije, para luego sacar mi teléfono y buscar su número.
Yo:
"Olvídate de lo que ha pasado esta noche. Sólo estaba probando mi teoría, no es cierto que me gustes, sólo quería probar algo. Es mejor que dejemos de fingir con toda esta mierda, porque ni tu ni yo queremos que esto sea algo más. Mejor terminar esto que no va a llegar a nada, porque yo no soy ese tipo de mujer, no puedo ser del tipo del que es usada. Lo siento"
Mis lágrimas cayeron tan pronto como envié ese mensaje, mientras Mad asentía, pues sabía que acababa de hacerlo, le había alejado de mí, y ya nada podría calmarme. Pero era algo necesario, algo que debía hacerse.
- ¿Es la primera vez que te rompen el corazón? – preguntó Mad, mientras yo asentía. Era cierto, era la primera vez que había confiado en alguien de verdad – Tranquila, con el tiempo el dolor se pasa, luego sólo sientes odio.
Asentí, me di la vuelta y cerré los ojos, necesitaba quedarme dormida. Lo necesitaba, pues no quería que Emma me diese la tabarra cómo solía hacer a menudo.
"¿A qué sabrán las nubes? – preguntaba Edwid, tumbado junto a mí, en la hierba de aquella zona del campo dónde vivíamos, cerca del internado.
¿Quieres probarlas? – quise saber, divertida, mientras él hacía un ruidito afirmativo – mmm creo que sabrán como el agua, porque están llenas de ella.
Yo creo que serán dulces – aseguraba él – como las nubes de azúcar que probamos en la feria – reí tan pronto como escuché aquello, al mismo tiempo que lo hacía él. Me encantaba su risa, era reconfortante"
Y en aquel momento dolía, pensar en su risa, en él, dolía como el demonio. Me desperté, con el rostro empapado en lágrimas, me metí en el baño y me refresqué, intentando calmarme.
"¿Qué te pasa? – pregunté hacia él, mientras hacíamos los deberes en el salón, ordenando la cubertería en cajas – estás muy callado hoy.
Hablé con Nick anoche – me dijo, dejando claro que aquel estúpido había vuelto a molestarle – me dijo que el padre Damian volvió a tu habitación – explicaba, mientras yo bajaba la mirada, odiaba hablar de aquello con él – dice que odias cuando lo hace, pero que no puedes irte de aquí por mi culpa. ¿Es verdad?
Claro que no – negué, a pesar de que era cierto, y él de alguna forma sabía que estaba mintiendo, siempre lo sabía – siempre voy a quedarme a tu lado, hasta que nos adopten, Edwid.
¿Lo prometes? – preguntó, mientras yo asentía"
"¿No te das cuenta Cam? – Preguntó Emma – Nosotras siempre seremos usadas"
Asentí, en señal de que la creía. Sabía que tenía razón.
Abrí la puerta del baño y volví a la cama. Mad dormía plácidamente sobre ella, así que cogí el teléfono y me marché al balcón, sentándome entonces sobre la silla, mirando hacia la oscuridad de la noche.
Una luz verde en mi celular me indicó que tenía un mensaje. Desbloqueé el terminal y miré hacia él. Era de Kat.
Kat.
Te dije que sería mío.
Abrí la foto que adjuntaba, y sentí como mi corazón se detenía. Ella estaba junto a un hombre, en aquella foto, mientras se hacía el selfie, ambos estaban metidos en la cama, con una fina sábana cubriendo su cuerpo, y él estaba profundamente dormido, aunque era más que obvio que habían estado teniendo sexo, pues... ¿por qué razón estarían desnudos?
Ese hombre era inconfundible, su cuerpo, su tatuaje en el brazo. Era Rogger.
Si aún me quedaba alguna duda, todas terminaron al ver aquella foto. Todo terminó entonces.
Me recosté en la cama, abrí la conversación que mantenía con él, esperando que hubiese respondido algo, pero no lo hizo, tan sólo lo leyó, pero no respondió nada. Borré su número en ese justo instante, y también sus mensajes.
No pude pegar ojo en toda la noche, cada vez que los cerraba los veía en mi mente, haciendo el amor, rompiéndome el corazón del todo.
Fue la noche más larga de toda mi vida, los minutos se me hicieron eternos, y a pesar de que eran las 3 de la mañana cuando llegamos a casa, la manecilla del reloj no quería pasar de las 4.
A las siete me levanté, cansada de intentarlo, era más que obvio que no iba a dormir. Recogí mis cosas, le dejé una nota en la mesilla de noche a mi amiga, y me marché sin más.
Los pajarillos piaban en aquella mañana que ya comenzaba a despertar, y yo sonreí. Al menos ellos estaban contentos de poder enfrentarse al día, yo por el contrario me sentía rota. Al igual que el cielo, que parecía igual de nublado que ayer, y amenazaba tormenta.
Seguí avanzando, ignorando a los taxis que pasaban por mi lado, al mismo tiempo que la lluvia comenzaba a empaparme, mientras Emma me hacía recordar el pasado, cosas que me traían dolor.
La primera vez que me usaron... aún podía recordarlo, no tenía más de cinco años cuando sucedió por primera vez, y quedé tan tremendamente rota que odié cualquier contacto con otro ser humano por semanas. Fue en ese entonces cuando mi humor comenzó a cambiar, cuando me volví implacable y peleona.
Sucedieron muchas más justo después de esa, todas con la misma persona (El padre Damián), en todas ellas me sentía de la misma forma, hasta que llegó Edwid y me reconfortó con su compañía, con sus palabras, con su voz.
Después de eso, cuando ya no era Emma, cuando acepté ser Camile. Sucedió de nuevo, volvieron a usarme de esa manera que odiaba. Durante años intenté huir, pero mi nueva identidad no me lo permitía. Camile Dunst no era una chica problemática, no podía simplemente defenderme como lo hice siendo Emma Dawson.
Y entonces, cuando ya pensé que había superado esa etapa de mi vida, cuando dejé atrás a las personas que me hicieron daño... Rogger lo había traído todo de vuelta.
Le odiaba, en aquel momento, por hacerme justo lo mismo que todos los demás. ¿Por qué pensé que Edwid le había guiado hasta mí? Era más que obvio que no era así.
Cuando llegué a casa tiritaba de frío, papá por poco no tiene otro infarto cuando me vio aparecer, y mamá me abrazó, con fuerza, mientras mi llanto salía al exterior.
- Tranquila – me dijo, dando leves palmaditas en mi espalda – ellos ya no pueden hacerte daño – insistía.
- ¿Acaso los viste aquí? – preguntó papá, preocupado, mientras yo levantaba la cabeza para observarle, negando con la cabeza después – entonces no llores, nena, no dejaremos que esos malnacidos vuelvan a hacerte daño.
- Sube – me dijo mamá, señalándome las escaleras que daban al piso de arriba – te prepararé algo caliente y te lo llevaré, trata de dormir un poco.
- Siento ser un dolor de cabeza – le dije, mientras mamá negaba con la cabeza, en señal de que no era así.
- Sube a dormir y deja de decir esas tonterías – dijo papá. Le sonreí, agradecida de tenerles y les obedecí – es imposible que los haya visto – calmó papá a mamá – no te preocupes, Agatha – insistió – hablé con Will, esos tipos se marcharon hace tiempo, ya no viven en York, en América viven ahora.
- Tan sólo espero que esté bien – comenzaba mamá, preocupada por mí – hacía mucho que no se derrumbaba así, ya sabes lo fuerte que es nuestra hija.
- Estará bien – le calmó papá.
Me recosté en la cama, y me acurruqué en ella, intentando alejar aquellos pensamientos dañinos de mí.
"Por favor, Emma – supliqué en la oscuridad de mi habitación, mientras escuchaba la lluvia sobre la ventana – ayúdame a dejar todo esto atrás"
"Sólo si me dejas salir" – prometió, mientras yo asentía, en señal de que lo haría, ya no sería Camile Dunst nunca más.
Me di una ducha para alejar los pensamientos de mí y luego me tumbé en la cama, intentando dejar la mente en blanco, pero por más que lo intentaba no podía conseguirlo, no dejaba de ver a Rogger en mi mente, haciéndome el amor.
Apoyé la mano derecha sobre la cama, al mismo tiempo que acariciaba mis labios con la otra y cruzaba mis piernas, sintiendo el frescor de la colcha bajo ellas. Me mordí el labio inferior, deseosa y bastante húmeda. Emma iba a tomar el control de la situación, en tan sólo unos segundos ya no sería yo misma, y lo comprobé después de dirigir mi mano hacia mi punto más frágil, abriendo las piernas después, acariciándomelo despacio, poniendo la mente en blanco, imaginándole a él, tan sexy como siempre, con su cuerpo moreno, sus abdominales que quitaban el hipo, sus brazos fuertes, con ese tatuaje que me volvía loca.
¡Por Dios! Iba a volverme loca, y por más que intentaba detenerme, volver a llenar la cabeza con la razón, no podía... seguía allí, ahogando mis gemidos en mi boca, mordiéndome los labios con fuerza, mientras veía su sonrisa pervertida en mi cabeza y llegaba al final del recorrido.
Me arrastré por la cama, hasta conseguir meterme dentro y taparme con las sábanas, sin tan siquiera vestirme aún, sintiendo la humedad de mi sexo caer por mis piernas, volviendo a morder los labios. Me moría por ser suya, a pesar de lo que había sucedido, a pesar de que él había yacido con otra.
Mis lágrimas salieron entonces, tan pronto como comprendí que ella había recorrido cada parte de su cuerpo. Sus fuertes brazos, sus abdominales, su cuerpo moreno, su espalda ancha, su respingón trasero, su erecto miembro y sus deseables labios. Todo aquello había sido de ella, y ya no volvería a ser mío jamás.
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