Capítulo Extra 🖤 (5)
— ¿Listo? — Pregunta Ana desde la puerta de mi oficina con una gran sonrisa.
— Si.
Me pongo el saco del traje dejando la MacBook sobre el escritorio y tomo el móvil antes de salir hasta el ascensor. Desde que mi necia esposa decidió sacar su escritorio de mi oficina, pasaba todo el día leyendo en la sala de juntas.
Abro la puerta del Audi cuando llegamos al estacionamiento para que suba y rodeo para tomar mi lugar hasta que me doy cuenta que ella sigue sonriendo.
La ignoro para salir de ahí e incorporarme al tráfico de la tarde.
— ¿Planeaste algo?
— ¿Qué? — Mis ojos se entrecierra.
— Que si planeaste algo para hoy.
Mierda, ¿Ahora qué olvidé?
— Por supuesto. — Aprieto el volante con fuerza manteniendo la vista al frente.
¿Mi cumpleaños? No, lo habría planeado ella. ¿El cumpleaños de los niños? No. ¿El cumpleaños de ella? ¿Nuestro aniversario?
Carajo.
— No sabes lo feliz que me hace escucharlo. — Insiste. — Creí que lo olvidarías.
— Nunca, nena.
Sigo sin mirarla porque nada viene a mi mente y ella va a hacerme pasar un infierno por esto. ¿Por qué Andrea no me lo notificó?
— Entonces, ¿A dónde vamos?
Mierda.
— A cenar, tú y yo solos. — Sonrío para transmitir la seguridad que no siento porque sé que algo se me escapa.
Conduzco hasta el Columbia Tower donde mi restaurante y mi mesa de siempre nos esperan, con suerte ganaré un poco de tiempo hasta descubrir lo que estoy olvidando.
Dejo que el valet parking tome el auto y subimos en el ascensor, luego prácticamente la empujo dentro del restaurante para que ocupemos nuestros lugares mientras envío un texto a Taylor.
*Creo que es nuestro aniversario, ve a la joyería a comprar algún brazalete.*
*Un brazalete y flores.*
*¿Sabes qué? Olvida las putas flores y solo consigue el brazalete.*
— ¿Todo bien? — Señora Curiosidad me mira con la ceja arqueada. — Te ves tenso.
— Negocios. — Miento.
Antes de que ella pueda hablar, la camarera sonriente aparece con los menús y dejo que esta vez sea Ana quien elija lo que estamos cenando.
Ana me cuenta sobre el nuevo libro que está leyendo y de cómo de niña el sueño de su vida era ser editora para poder leer todas esas historias que tanto le gustan.
— Podría comprar una editorial. — Agrego.
— ¿Estás loco? ¡No puedes ir por ahí comprando las empresas de otros!
— Si, si puedo. En realidad es lo que hago y tengo el dinero para obtener todo lo que yo quiera.
Ella arquea esa necia ceja probablemente recordando cómo la obtuve a ella, el solo pensamiento me hace sonreír.
— ¿Vas a negarlo?
Ana pone los ojos en blanco.
— No.
— Bien.
La conversación se detiene tan pronto como la cena es servida y disfrutamos de una copa de vino. Mi móvil vibra con una notificación de mensaje de Taylor, así que me excuso para ir al baño.
— ¿Lo conseguiste?
— Si, señor Grey. — Me entrega una caja larga de terciopelo negro y la abro para ver el fino tejido del brazalete.
— Gracias, puedes irte.
Guardo la caja y vuelvo a mi puesto frente a mi esposa. Seguro que ella siente mi tensión porque no deja de mirarme.
— ¿Por qué estás tan nervioso?
— No lo estoy. — Miento de nuevo, sintiendo la rigidez en mis hombros. — Pero tengo algo para ti.
— ¿Qué es?
Sus cejas se elevan por la sorpresa aunque luego su ceño se frunce ligeramente. Pongo el estuche frente a ella y lo deslizo cerca para que lo tome.
— ¿Un brazalete? — Lo sostiene en sus dedos. — ¿Por qué me das un brazalete?
Mierda.
— Porque lo mereces.
— No es mi cumpleaños. — Mierda, lo sabe. — Y no es nuestro aniversario.
¿No?
Gracias Dios.
— ¿No puedo tener un detalle con mi querida esposa sin tener un motivo oculto?
Hace una mueca de fastidio con la boca.
— ¡No me escuchaste! ¡No prestaste atención, Christian Grey!
— ¿Sobre qué?
— Sobre esta noche y por qué quería que planearas algo para ambos.
Permanezco en silencio sin querer confirmar o negar que la ignoré.
— Te dije que saldríamos una vez a la semana sin los niños para mantener la llama encendida.
Oh, era eso...
— Y estuve de acuerdo, por eso estamos aquí.
— Y me diste un brazalete. — Me acusa.
¿Por qué mierdas se enoja?
— Puedo devolverlo.
— No, lo conservaré para que recuerdes tu promesa de nuestras citas.
— Mierda. Vamos entonces, cerraremos el trato de esta noche en Escala.
Podría ser una situación ganar-ganar. Ella obtiene sus jodidas citas y yo la llevo a mi cuarto de juegos como en los viejos tiempos. Empiezo a creer que es el mejor trato que hemos hecho en los últimos años.
Volvemos al Audi y conduzco, con Taylor siguiéndonos en el otro auto.
— ¿Los niños están con la niñera?
— ¿Ah? — Su vista vuela hacia la ventana.
— Los niños, Ana, ¿Los que pariste? — Gruño. — ¿Dónde están?
— Prescott está con ellos. — Reconozco sus evasivas, así que estaciono el auto un momento.
— ¿En dónde?
— Fueron al cine, la última función de la tarde con Prescott, ¿Por qué te preocupas?
— Porque me ocultas algo.
Tomo el móvil y marco el número de Prescott, que contesta al instante.
— ¿Señor Grey?
— ¿Estás con los niños?
Prescott también duda.
— Con Phoebe, señor.
— ¿Dónde está Ted?
— En la otra sala.
— ¿Y Phoebe?
— Con su amiga Jenny, y unos chicos de la escuela.
¿Chicos?
— ¿Qué chicos?
— El hermano de Jenny, Ben y su amigo...
Aparto el teléfono para gritarle a mi esposa con los dientes apretados.
— ¿Phoebe está con un niño? ¡Tiene 8 años!
— ¡Son niños!
— ¿Dos niños y dos niñas? ¡Eso es una jodida cita!
— ¡Christian! ¡Estás exagerando!
Corto la llamada de Prescott y busco el número de mi hijo mientras vuelvo a conducir a una nueva ubicación.
— ¿Papá? — Susurra Ted. — No puedo hablar ahora.
— Escúchame bien, Theodore. En este instante vas y te sientas junto a tu hermana, es una orden.
— ¡Pero ella está viendo una película de niñas!
— Me importa un carajo. — Le gruño a mi hijo de 14 años. — Cuida a tu hermana.
Estaciono el auto en el primer lugar visible dentro del centro comercial y arrastro a mi esposa hasta las instalaciones del cine, pagando por cualquier función que se esté proyectando ahora.
— No era así como quería pasar la noche. — Chilla cuando la llevo por el pasillo oscuro.
— Te traje al cine, ahora cierra el pico y disfruta.
Entramos a la sala 5 que por fortuna tiene pocos asistentes y ubico a mi niña en una fila central, con Ted a su lado entre ella y la otra niña. El chiquillo sentado junto a ella le lanza miradas de molestia.
— ¡Ahí están! ¡Niños!
— ¡Christian!
Ana tira de mi brazo hasta una fila superior y nos sentamos ahí, las miradas curiosas sobre nosotros.
— No los avergüences, nos sentaremos aquí a mirar si eso es lo que quieres, loco psicópata.
La pareja más cerca a nosotros se levanta de sus asientos y cruzan la sala hasta la otra orilla.
Ana cruza los brazos sobre el pecho y me mira furiosa.
— Espero que por lo menos intentes meter la mano en mi vestido, no me arreglé tanto para nada.
— ¿Quién es la loca ahora? — Me río. — ¿Te excita ser observada?
Sus mejillas se colorean a pesar de la oscuridad y su gesto de molestia. Estiro el brazo por detrás de su silla y apoyo la mano en su hombro descubierto.
— Te lo compensaré, nena. Lo prometo.
— Más te vale, señor Grey. Ese depilado brasileño con cera es el infierno en vida.
¿Ella se...? ¿Todo?
— Mierda.
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