POV. Ana.

Horas antes...

— ¿Volviste a él? — El sonido de su voz envía un escalofrío por mi cuerpo antes de que pueda verlo.

Luke está aquí.

— ¿Qué haces aquí?

— Te dije que lo haría pagar.

Sus ojos recorren el pequeño bulto en mis brazos y el entendimiento provoca una mueca de disgusto en su cara.

— Le diste un hijo.

— No lo planeé. — Le echo un vistazo a Christian que sigue caminando y discutiendo con alguien por teléfono.

Cuando mi vista vuelve a Luke, el sonido metálico de un arma me estremece. Esta armado. Va a matarlo.

— Podemos irnos ahora, somos libres. Volvamos a San Diego. — Fuerzo una sonrisa en mis labios. — Grey me dió dinero a cambio de dejarle al niño.

Su ceño se frunce y ruego en mi mente que él acepte mi propuesta, necesito alejarlo de mi bebé y de Christian antes de que ocurra una tragedia.

— ¿Ana? — La voz de Christian me hace cerrar los ojos con fuerza.

— Luke, por favor. Vámonos.

— ¿Es lo que quieres?

— Si, solo tú y yo.

— ¿Ana? — Escucho los pasos de Christian cada vez más cerca, mi corazón rompiéndose con cada paso.

Beso la frente de Teddy cuando Luke gira para mirar a Christian, sabiendo que mi prioridad es dejar a mi bebé a salvo.

— Toma al bebé. — Giro sobre mis talones.

— ¿Qué mierdas significa esto? ¿Estás con él?

— Christian...

— ¡Responde, maldita sea!

Odio que desconfíe de mi y odio que siempre espere lo peor de las personas, pero sé que si se enfrenta a Sawyer las cosas acabarían mal.

— Es suficiente. No tenemos tiempo para esto.

¡Por fin! Luke está escuchándome y podré alejarlo de ellos. No entiendo por qué está cediendo tan fácilmente, pero lo tomo.

— ¡Toma al bebé!

Tan pronto como Teddy deja mis brazos, el vacío en mi pecho me corta la respiración y el pánico me invade. ¿Volveré a verlo?

Dios, te lo suplico.

Mi mente sigue tan aturdida que no discuto cuando Luke me empuja hacia su auto, ignorando la pregunta de Christian y la expresión herida en sus ojos grises.

— Dame tu móvil. — Extiende su mano hacia mi.

— ¿Para qué?

— ¡Solo dámelo!

Lo busco dentro de mi bolso y lo pongo en su palma. Baja la ventanilla con la otra mano cuando nos detenemos en un semáforo y luego lo lanza. Me esfuerzo en ocultar la sorpresa.

— Ese era mi móvil nuevo, imbécil.

— No quiero que Grey nos rastreé.

— ¿Crees que lo hará? — Me burlo. — Probablemente está agradecido por deshacerse de mi.

Luke no contesta a mi provocación y sigue conduciendo. Recargo la cabeza contra la ventanilla para no tener que mirar al monstruo a mi lado y en pocos minutos que me quedo dormida.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, todo es oscuridad a nuestro alrededor. No hay farolas, ni señales de la autopista a California... Nada.

— ¿En dónde estamos? — Froto mis ojos para espantar el sueño. — ¿Ya pasamos Portland?

Luke se ríe.

— Acabamos de pasar Stanfield.

— ¿Por qué? — Me enderezo de un brinco. — ¿Tomaremos la ruta larga a California?

— No. No vamos ahí.

— ¿Entonces? ¿A dónde?

— Es una sorpresa.

Oh, carajo. Lo único que me faltaba. El desquiciado tiene un nuevo destino para nosotros y yo tengo que esperar y confiar en que Christian va a buscarme.

— ¿Quieres ayuda para conducir?

— Estoy bien. Vuelve a dormir y cuando amanezca nos detendremos por algo de comer.

— Bien.

No puedo dormir por el temor, pero igual cierro los ojos y mantengo mi respiración lo más tranquila posible mientras pienso en un plan por si Christian decide que no vale la pena recuperarme.

¿Podría noquearlo? Tal vez no, solo lo suficiente para huir de él o llegar a la policía. Si logro conseguir su arma podría herirlo lo suficiente para librarme de él.

Después de un rato siento el auto detenerse y me obligo a abrir los ojos. Estamos a la orilla del camino, en medio de la nada y un pequeño restaurante rodeado de trailers y camiones de carga.

— ¿Qué quieres que te traiga? — Pregunta desabrochando el cinturón.

— Un café y una rosquilla, tal vez un sándwich. ¿Qué tipo de comida tienen aquí?

Desabrocho el mío y bajo del auto antes de que pueda decir algo, llevando mi cartera conmigo.

— Espera en el auto.

— Tengo hambre. — Me quejo. — Anda, yo invito el desayuno.

Me apresuro al local y me sigue hasta una mesa en la orilla. Pedimos café y panecillos para llevar, además de un montón de golosinas para el camino.

— No podemos quedarnos mucho tiempo. — Me recuerda.

Puedo ver la incomodidad en él cuando los hombres en las otras mesas lo miran con insistencia.

— Voy a pagar.

Voy hasta el chico detrás de la caja registradora y le repito nuestro pedido y las otras cosas que llevamos. Marca el precio en la máquina antes de sonreír.

— ¿Efectivo o tarjeta?

— ¿Perdón? — Balbuceo. — ¡Tarjeta!

Busco en mi cartera la dichosa tarjeta que Andrea me dió para recibir el dinero de Christian. Si es el bastardo controlador que sé que es, podrá ver el sitio donde se realizó la compra y buscarme.

Sonrío cuando la extraña conversación que tuvimos cuando regresé a Seattle se reproduce en mi cabeza.

— Espero que encuentres las migajas, Grey.

— ¿Disculpe? — El chico me mira confundido.

— No es nada.

Hago una seña con la mano para restarle importancia, pero el chico ya no está mirándome sino a algo detrás de mí que lo asusta.

— ¿Terminaste? — Luke pone la bolsa con nuestros desayunos a un lado.

— Si. ¿Algo más que quieras llevar? ¿Otro refresco? — Guardo la tarjeta lo más rápido que puedo cuando el chico me la regresa.

— No.

Ni siquiera me molesto en despedirme y lo sigo hasta el auto con una expresión despreocupada.

— ¿Por qué tienes eso? — Me mira con el ceño fruncido. — ¿Grey te la dió?

— Si.

— ¿Por parir a su bastardo?

Mis dientes se presionan con fuerza para no responder la estupidez de Luke insultando a mi hijo.

— Lo hizo. — Digo en cambio. — El negocio de mi vida.

— Tírala.

— ¡Por supuesto que no! — Chillo. — ¡Tiene mucho dinero!

— Entonces guárdala, Ana. Si vuelvo a verla lo haré.

— Entendido.

Ojalá estés buscándome, Christian...