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Capítulo 11: Terapia de Pareja

— ¿Doctor Flynn?

— ¿Si?

— Una pareja solicita una consulta, ahora.

— ¿Tengo espacio en la agenda?

Margarita, mi secretaria revisa el diario en sus manos. Según recuerdo, el último paciente del día canceló muy temprano en la mañana.

— Si, doctor.

— Entonces hágalos pasar por favor.

Maggie sale de mi oficina y unos segundos más tarde la puerta vuelve a abrirse, una chica de cabello castaño y ojos azules es empujada hacia adentro. Observo sus ojos muy abiertos, el miedo impreso en su rostro pero eso no impide que gire sobre los brazos que la sostienen.

— ¡Mierda, no! ¡Olvídalo! ¡No voy a entrar ahí!

Golpea a alguien que no alcanzo a ver desde mi posición, pero la persona no retrocede. Por el contrario, la empuja más hacia el consultorio y una voz familiar le gruñe.

— Entra ahí, maldita sea. Deja el jodido berrinche y siéntate para que el viejo te ayude.

¿El viejo?

— ¿Hola? — Intento llamar la atención de la chica.

Unas manos grandes se posan sobre sus hombros para guiarla al sofá y ahora sí puedo ver al hombre detrás de ella.

— Cuánto tiempo sin verte, Christian.

— John.

Christian Grey es sin duda una de las personas más difíciles con las cuales trabajé y no lo digo solo por la máscara inexpresiva que es su rostro.

— Siéntate. — Le ordena a la chica y ella obedece cruzando los brazos bajo su pecho.

Pasada la impresión, analizo un poco las palabras de mi secretaria. Ella dijo Pareja... ¿Escuché bien?

— ¿Tú y ella...? — Dejo la pregunta en el aire para que pueda terminar.

— Estamos aquí porque ella necesita ayuda. — La chica arquea una ceja con un gesto de burla. — Y como se supone que eres el mejor terapeuta de la ciudad, decidí traerla contigo.

— Ya veo... — Garabateo la fecha en una hoja en blanco. — ¿Cuál es su nombre, señorita?

— Ana.

— Bien, Ana, ¿Qué puedo hacer por ti?

Se miran el uno al otro y yo me tomo un momento para observarlos porque sus similitudes me intrigan. Ambos llevan ropa oscura, Christian un traje azul marino y Ana un vestido suelto del mismo tono. Ambos castaños y de ojos claros, azules en la chica y grises en el caso del señor Grey.

Pero lo que de verdad me resulta divertido son sus expresiones y posturas. Cada uno en un extremo del sofá de dos plazas, con los brazos cruzados bajo sus pechos y la misma postura defensiva.

— Ella está teniendo ataques de pánico. — Señala Christian.

— ¡No es cierto! — Grita ella.

— ¿Cómo le llamas entonces a eso que te ocurre? ¿Eh?

— Es insomnio.

— El insomnio no te provocan ganas de huir, pequeña necia. — Le gruñe de nuevo.

— ¿Quieres hablarme, por favor, de esos episodios de los que habla Christian?

— No me pasa nada. — Hace un gesto con la mano. — Pero él está empeñado en hacer un escándalo porque cree que de esa forma puede controlarme.

— ¿Podrías describir...? — Intento de nuevo pero soy interrumpido.

— ¿Escándalo? — Le gruñe con irritación. — Tienes estos jodidos ataques cada noche que te mantienen despierta y no puedes negarlo porque tus ojeras te delatan. Entiéndelo, ¡No estás bien!

— ¿Yo? — Chilla ella. — ¿Y qué hay de ti?

La conversación va de un tema a otro porque ambos están desviando la atención de si mismos para evitar hablar de lo que les ocurre. Y sé que la chica no tiene que esforzarse mucho porque Christian tiene cola que pisen.

— No hay nada malo conmigo.

— ¿Ah no? ¡Dile! — Luego vuelve su vista hacia mi. — Él duerme mucho, todo el tiempo está irritado y molesto, aunque eso no debe ser ninguna novedad... ¡Y ni siquiera quiere tener sexo conmigo! ¡Casi tuve que saltarle encima la otra vez!

Eso sí llama mi atención porque recuerdo claramente que Christian mantenía una vida sexualmente activa hace más de dos años, cuando todavía venía a sus sesiones.

— ¿Hace cuanto que no...? — Pregunto, pero de nuevo soy interrumpido.

— Esto no es sobre mi. — La señala. — Además, tengo consideración de tu estado porque prometí cuidar del bebé, ¿Ahora quieres que te coja como antes?

Un momento... ¿Bebé?

— ¿Quieres decir que como estoy preñada ya no te gusto? ¿Es eso?

— No fue eso lo que dije...

— ¡Pero claro! ¡Ahora coges con rubias!

— ¡Eso no pasó! Maldita sea, ¿Quieres dejarlo ya?

— ¡No! Porque no te creo. Sé hombre y admítelo. Querías estar conmigo bajo tus términos, cuando yo tomo la iniciativa no te interesa.

— ¡Lo hago por el bien de...! — Señala hacia su vientre.

— Dios mío, ¡Del bebé! Ni siquiera puedes decirlo porque estás igual de aterrado que yo.

— No estoy aterrado. — Niega con la cabeza. — Sé lo que tengo qué hacer y estoy haciéndome cargo de ambos.

— ¡No necesito que me cuides como si fuera una jodida niña!

— Pues lo pareces. — Se gira para mirarme. — Ella olvida que está embarazada y hace cosas que la ponen en riesgo.

— ¿Cómo qué? — Vuelve a chillar.

— Tu problema con la bebida, ¿Lo olvidas?

— Estás loco, no tengo ningún problema con la bebida. — Christian pone los ojos en blanco.

— Solo habla con él sobre los jodidos ataques de pánico. — Me señala. — No pienso correr detrás de ti cada noche.

— ¿Ustedes son pareja? — Pregunto, pero ambos me ignoran.

— Nadie te pidió que lo hicieras. — Cruza de nuevo los brazos. — Te dije que solo necesitaba algo de aire.

— Pero no puedes dormir y eso le hace daño a él.

— Tú duermes por ambos, ¿No es ese un síntoma de depresión? — Me mira ahora buscando apoyo.

— Dijiste que él ha perdido interés en el sexo. — Pregunto a Ana. — ¿Ha perdido interés en alguna otra cosa?

— No. — Gruñe Christian.

— No recuerdo exactamente, pero estoy segura que si. Además, su actitud es diferente a cuando lo conocí.

— He cambiado, ¿Cuál es el puto problema con eso? Tú también has cambiado, Ana.

— Discúlpame por no sonreír cuando recuerdo a tu ex novia loca que intentó matarme.

— ¿Qué? — Pregunto confundido.

— No era mi novia. — Dice hacia mi.

— Coincido con Ana. Tú también has cambiado mucho, Christian, y sin duda creo que tenemos muchos asuntos que resolver... Para ambos.

— Yo no... — Interrumpo a Ana.

— Los dos. La próxima semana. Juntos.

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