Capítulo 9
— Eso es.
Me estremezco cuando su cálida lengua toca mi punta. Pestañea rápidamente mientras me mira, su expresión de inocencia se graba en mi mente por la intensidad de sus ojos azules.
— Es una lástima que no lleves ese labial rojo que me gusta.
Detiene los movimientos de su mano sobre mi miembro y sonríe. Se pone de pie rápidamente para dirigirse a la mochila que trajo, rebuscando entre los bolsillos hasta dar con el pequeño objeto.
— ¡Lo tengo! — Sonríe y se dirige al espejo del tocador.
La veo aplicarse el labial rojo y recuerdo aquella imagen de ella manchando mi cuerpo con el color rojo. Mierda, de nuevo estoy excitado.
Vuelve a su posición entre mis piernas y toma con sus delicadas manos mi extremidad más importante. Jadeo con el suave tacto de su piel, que se mueve arriba y abajo.
— Ponlo de nuevo en tu boca — Ordeno — Imagina que es un caramelo.
La maraña de cabello castaño se mueve con vigor, arrancando gemidos involuntarios de mi garganta. Coloco un mechón rebelde detrás de su oreja y me recuesto completamente en la silla.
— Sigue — Le gruño cuando titubea.
Con cada movimiento aplica más presión y fuerza, así que deslizo mi mano sobre la suya para mostrarle como quiero que lo haga.
Cierro los ojos, su respiración está igual de agitada que la mía y puedo imaginarme la humedad entre sus piernas. ¿Estará tan excitada como yo? ¿Podría tomarla ahora?
— No sabes lo mucho que me gustaría terminar en tu hermosa boca — Levanto su barbilla — Pero quiero reventar esa cereza entre tus piernas.
Le pido que se levante para quitarle el bikini, y como lo pensé, la humedad de su interior se acumula en la prenda. Lo que más me sorprende es ver sus pliegues rosas desnudos.
— ¿Te depilaste para mí? — Una sonrisa de satisfacción se extiende en mi rostro.
— Pensé que le gustaría — Susurra cuando dejo que mi aliento estremezca su piel.
— No sabes lo mucho que me gusta justo ahora — Expongo su botón sensible con mis dedos y mi lengua lo acaricia.
Sus muslos intentan cerrarse, pero mis manos los sostienen con fuerza para seguir mi labor. Me complace saber que nadie ha probado este cuerpo antes.
Por este fin de semana, ella es mía.
Los gemidos que salen de su boca tímidamente me alientan a ser más brusco con mis movimientos. Le gusta, y mucho. Su piel se eriza con mi tacto y sus jadeos se vuelven ruidosos.
— ¿Te gusta? — Me aparto para ver si rostro sonrojado.
Ella asiente con timidez, así que me aparto para terminar de quitar su sostén y señalo la cama. Ana se deja caer en el centro mientras me quito el resto de mi ropa.
Busco mi posición entre sus piernas, y mierda, sé que es su primera vez pero quiero estar en lo más profundo de su pequeño cuerpo. El lunar entre sus pechos me llama, desea ser consentido por mis labios.
Me enderezo en la cama y tomo sus tobillos para ponerlos en mis hombros. Quiero hacerlo así, de esta manera. Mi miembro erecto busca su entrada, pero me detengo con brusquedad.
El puto condón.
Voy hasta los pantalones que dejé en el piso para tomar el empaque metálico y lo deslizo en mi cuerpo con rapidez. Lanzo de nuevo sus tobillos en mis hombros y el lubricante del látex combinado con nuestra excitación facilitan el acceso a su cuerpo.
— Despacio — Jadea cuando siente mi punta.
— Entraré despacio, nena, tranquila.
La vista desde mi posición es perfecta, así que veo mi miembro desaparecer entre su cuerpo. Un gemido de dolor se le escapa al tiempo que sostiene con fuerza las sábanas.
— Es muy grande — Gruñe.
— Tu vagina está preparada para mí, créeme.
Empujo otro poco dentro de ella hasta quedar completamente en su interior. La escena es simplemente perfecta.
Me apoyo un poco sobre mis manos para buscar un punto de equilibrio en la cama y comienzo a moverme dentro y fuera.
— Christian... — Gime de nuevo.
Antes de que pueda reaccionar, mi cuerpo se balancea contra el suyo con tanto entusiasmo que me sorprende.
— Si... Así... — sus rodillas se flexionan sobre su pecho por mi peso.
Su boca se abre, pero lo único que alcanza a salir de ella son gemidos bajos. Siento la presión comenzar a acumularse en mi cuerpo, pero no puedo liberarla hasta que ella haya tenido el suyo.
— Quiero verte venir, preciosa, déjame verte.
Una de mis manos busca el botón sensible entre sus piernas para presionarlo, el empuje de mi cadera y la estimulación directa debería bastar para provocarle su primer orgasmo.
— ¡Si! — Chilla — No te detengas.
Su mano se aferra al brazo que tengo apoyado junto a ella y la otra mano se apoya en mi pecho. Sus uñas ligeramente largas rasguñan mi piel y por un momento me quedo inmóvil.
¡No me toques!
Mi mente grita con fuerza, pero soy incapaz de detener mi cuerpo. Puedo sentir que mis hombros se tensan pero no me aparto de Ana.
Sin darse cuenta de mi temor, su mano abandona mi pecho para acariciar sus senos.
Debí inmovilizar sus manos inquietas cuando pude. Es un error que no puedo volver a cometer, especialmente ahora que la tengo el fin de semana.
Sus gemidos ruidosos me vuelven a la realidad, se está viniendo en un gran orgasmo que le arquea la espalda y sus muslos se abren más para mí.
Desliza las piernas a mis costados, dejándome clavado entre ellas y con el orgasmo inminente que no me permite apartarme.
Empujo con fuerza en mis últimas embestidas para vaciarme sobre el condón. Mi vista se nubla por un instante y siento el sudor humedecer mi piel.
— ¿Estás bien? — Pregunto con una gran sonrisa.
No solo su rostro, sino toda su piel está ligeramente enrojecida por la excitación y me imagino sus nalgas redondas sonrojadas por mi fusta.
— Pronto — Susurro para mí mismo.
— ¿Qué? — Jadea intentando tranquilizar su respiración.
— Te dejaré descansar un momento antes de volver a tomarte.
Me levanto de la cama para lanzar el condón a la basura y ponerme de nuevo los boxers. El resto de mi ropa queda tirada en el piso, pero no me detengo mientras bajo las escaleras para premiarme a mi mismo con un buen trago de whisky.
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