Una puta mentira.

Seguí conduciendo por la maldita calle hasta que las farolas dejaron de funcionar y eran más que unas pocas cuadras.

Me pide que me detenga frente a un edificio de concreto gris descuidado, un complejo de apartamentos que seguramente es más pequeño que mi cuarto de baño.

— ¿Es aquí? — Pregunto para asegurarme.

— Si, gracias Christian. No tenia por que molestarse.

Sacudo de mi mente las imágenes deprimentes de su edificio para mirarla. No luce en absoluto nerviosa, pero me mira como si yo fuera una amenaza.

— Se lo dije, solo quiero asegurarme que llegue a salvo a casa. Seguro su familia la espera.

Ella ríe pero es como un jadeo sarcástico, mira por la ventana hacia la oscura calle antes de girar hacia mi.

— Si, claro. Estarán muertos de preocupación.

— ¿Puedo hacerle una pregunta?

Me mira fijamente, luego asiente despacio.

— ¿Por qué trabaja en ese bar?

— ¿No es obvio? Por la paga — Mueve su mano en el aire con un gesto de fastidio — Espero que haya dejado una buena propina para mí. Gracias de nuevo por traerme.

Y sin dejarme hablar, baja del auto y corre hacia la acera. La miro hasta que entra al triste edificio, luego pongo el auto en marcha. Aún tengo muchas preguntas así que más le vale a Welch tener toda la información.

Cuando llego a Escala voy directo a mi estudio, anoto en mi agenda la dirección del edificio de Ana y un recordatorio para pedirle a Welch la información para antes del miércoles.

Sin Camille aquí, puedo volver a mi rutina de todos los días. 15 kilómetros corriendo por la bahía, un desayuno saludable e interminables reuniones y videoconferencias.

Mientras hablan sobre la importancia de mantener los costos bajos, mis pensamientos vuelven a la chiquilla de los ojos azules. ¿Por qué vive en ese lugar de mierda?

Mierda, estoy impaciente y no resisto un jodido minuto más. Me levanto de mi silla en la sala de reuniones para ir a mi oficina, ignorando las preguntas interminables de los demás.

— Comunícame con Welch — Le ordeno a Andrea cuando paso por su escritorio.

Me siento en mi silla y levanto el teléfono esperando que Welch ya se encuentre en la línea tal y como lo ordené. Ser paciente no es lo mío.

— ¿Señor Grey?

— Welch, ¿Qué tienes para mí?

— Anastasia Rose Steele de 21 años y estudiante de la Universidad Estatal. Su padre Raymond Joseph Steele falleció cuando ella tenía 4 años y su madre Carla la abandonó cuando cumplió 7. No tiene familiares cercanos y vive en un complejo de apartamentos en una zona baja de Seattle, sola. Su empleo en el bar es su único sustento.

— ¿Algo más que estés investigando aún?

— Si. Al parecer un ex novio la estafó y desapareció con una cantidad considerable de dinero. La chica está boletinada y pagando el préstamo que adquirieron juntos, por lo que no tiene mucho de dónde echar mano.

— De acuerdo. Llámame cuando tengas la información completa.

Cuelgo la llamada y me reclino en mi silla ejecutiva por un momento. ¿Huérfana? ¿Abandonada? ¿Y estafada? Eso es una mierda.

Y por alguna razón retorcida, eso me hace sonreír. ¿Estará tan jodida como yo? Mi infancia también fue una mierda, pero me recuperé y salí de eso.

¿Pero ella? No tiene a nadie.

Eso pone exactamente mi plan en marcha: Esta sola y no tiene a nadie. Necesita el dinero y yo la compañía que ella podría ofrecer. Si es una chica lista, aceptará el dinero que voy a ofrecerle a cambio de un fin de semana en mi cuarto de juegos.

Así ambos ganamos.

Lo que tengo que hacer es ganarme su confianza lo suficiente para plantear el trato. Incluso hacerlo parecer que es su idea, así no se resistirá. ¿Cuánto podría costarme? ¿100 mil dólares?

Tengo que recordarme constantemente que el bar estará cerrado por dos días, así que trato de involucrarme en el trabajo tanto como puedo para no pensar en ella.

Y resulta, solo que en medio de la noche, después de despertar a causa de las jodidas pesadillas pienso en Ana. Me pregunto si dormirá en una pequeña cama con edredones suaves o si tendrá una mesa llena de libros.

¿Qué hace cuando no va al bar? ¿Tiene novio? No, no lo creo, Welch lo habría mencionado. Mierda, ahora siento curiosidad por su departamento, ¿Debería comprar el edificio?

— No, calma Grey. No te precipites — Me regaño mientras salgo de la cama.

Si solo la quiero para un fin de semana, será mejor que no me involucre demasiado. Tengo que ser como una sombra que desaparece después de obtener lo que quiere.

— ¿Y si instalo cámaras afuera de su edificio? Así sabría donde está y lo que hace.

Me sirvo un vaso de agua fría y lo bebo de prisa. Mi mente obsesiva no deja de pensar en ella y en lo mucho que quiero arrastrarla hasta mi cuarto de juegos.

La luz que entra por el ventanal de la sala ilumina el piano, pero no me apetece tocar. Quiero ir a la cama, soñar con ella y la ansiedad solo aleja más el sueño.

Cansado y ojeroso, me alisto para ir a GEH. Tengo muchas cosas que solucionar ahora pero no puedo concentrarme un puto momento.

¿Debería llamar a Camille? Ella estaría aquí en cuestión de minutos, debajo de mi escritorio dándome la distracción que necesito.

Pero cuando cierro los ojos y la imagino, no es Camille la que tiene mi miembro entre sus suaves labios, sino Ana. Su labial rojo se adhiere a mi piel dejando rastro de sus caricias.

— Mierda, ahora estoy excitado.

Obligo a mis pensamientos a ir en otra dirección, pero la imagen de Ana entre mis piernas no sale de mi cabeza. Y ahí, como un jodido adolescente caliente, desabrocho el cinturón de mi pantalón para tocarme.

Cuando sea mía, la arrastraré hasta aquí y la haré cumplir mis fantasías.