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Capítulo 36

Maldita migraña.

El dolor aún es tan intenso que me aturde, y ya que anoche no hubo sexo tal y como lo prometió, me bebí media botella de whisky. Dormí tres horas con la incertidumbre de lo que podría pasar hoy.

Mierda.

Matrimonio. Esposa. Pánico.

Si no supiera que este es uno más de sus malditos juegos, la habría corrido de mi casa del mismo modo en que lo hice con Camille.

— ¿Señor Grey? — Taylor golpea la puerta de la habitación, sacándome de mis pensamientos — La señorita Steele lo espera en el comedor.

Ya comenzó. Miro la hora en mi reloj de pulsera y son las 7 de la mañana en punto. No quiero ni salir de la habitación, pero aún tengo que ir a la oficina a revisar los documentos que ayer no leí por sus constantes distracciones.

— Ya voy.

Me arrastro hasta la ducha y me alisto con mi traje negro, lo único que combina con mi alma negra y mi mente retorcida. Se fuerte, Grey. Es solo una chiquilla.

— ¿Qué podría ella hacerme?

Salgo de la habitación de invitados en la casona que ahora sirve como mi habitación, y voy despacio por las escaleras. Por alguna razón, la chimenea está encendida y la televisión en un programa de música suave.

— Buenos días, mi amor.

Ana sonríe desde detrás de la barra con un delantal en color blanco y su cabello recogido en un elegante moño.

— ¿Cocinaste? — Pregunto con incredulidad.

— Mmm, podría decirse que si cariño, para ti lo que sea.

Me siento en la silla frente a la barra y es entonces que puedo ver su corto vestido rojo, collar, aretes y pulsera de perlas. El labial rojo combina incluso con el color de sus tacones.

— Te preparé el desayuno, por favor sé un buen esposito y cómete todo.

El plato que deja frente a mi tiene un huevo medio cocido, tocino tostado, pan quemado de las orillas y una extraña mermelada de color café.

— ¿Qué es eso?

— Tu desayuno.

— ¿Por qué no lo pediste del Fairmont como todos los días?

— Porque, ¿Qué clase de esposa desconsiderada sería yo sí dejo que mi esposo tenga su comida en la calle?

Apoya los manos sobre la cadera como si mis palabras la hubieran ofendido demasiado. Sonríe de nuevo y gira para tomar la jarra de cristal de la cafetera.

— Puedo desayunar en la oficina.

— No, no — Canturrea — ¿Quieres que te dé la comida en la boca?

— No.

— Bien, entonces comienza con el desayuno mientras saco el postre del horno.

¿Postre?

Busco a Taylor con la mirada y me explique por qué mierdas la dejó cocinar sabiendo que no es capaz de hacerlo. ¡Mi jodido desayuno está arruinado!

Ana se pone los guantes de cocina y gira haciendo que su vestido corto se eleve un poco, dejándome ver sus piernas cubiertas por medias negras.

— Espero que te guste, encontré la receta en una revista de esas sobre hogares.

Se inclina para abrir el horno y el vestido sube incluso más para dejarme ver el intrincado tejido de las medias que se ajustan con un pequeño moño en el muslo.

Mierda. ¿Lleva acaso uno de esos corset de encaje con medias a juego? ¿Lleva tanga? Me recuesto sobre la barra para mirar un poco más bajo su vestido.

— Así que me dije: Ana, ¿Por qué no lo intentas?

Se incorpora con el molde en sus manos y puedo ver el pan redondo ligeramente desinflado del extremo. ¿Lo hizo ella?

— Se ve... Bien — Balbuceo.

— No seas tonto, aún le falta la decoración y todo lo demás. Venga ya, termina tu plato.

Tomo el tenedor para picotear el huevo o intentar cortar el tocino, pero termino usando las manos para llevarlos a mi boca. ¿Que estoy haciendo? Estas cosas son imposibles de masticar.

— Tengo que irme, voy tarde para la oficina.

Me levanto de la silla y dejo el tocino duro sobre el plato, por lo manos la taza de café huele bien. Le doy un gran sorbo.

— ¡¿Pero qué hiciste?! — Escupo el café sobre la charola del desayuno — ¡Ésta mierda tiene demasiada azúcar!

— Pues si, creí que algo de endulzante mejoraría tu maldito mal humor — Arquea la ceja en un gesto de obviedad — El café amargo no contribuye a tu buen ánimo.

— ¡Me gusta mi café sin azúcar! Me gustan mis huevos bien cocidos, el tocino freído, no tieso y por supuesto que me gusta el pan tostado... ¿Pero esto? ¡Está quemado!

— ¡Eres un idiota! ¡No valoras mi esfuerzo! — Chilla palmeando sus mejillas — ¡Hago todo esto por ti! ¿y tú qué haces? ¡Me dejas encerrada en esta casa, sin poder visitar a nadie ni hacer nada de lo que me gusta! ¡No tengo amigas!

— ¿Qué? — Sacudo la cabeza — ¿De qué mierdas hablas?

— ¡Yo hago todo para complacerte! ¿Y qué obtengo a cambio? ¡Solo gritos y reproches!

— ¡Deja ya de jugar a la esposa! ¡No estamos casados! ¡Jamás lo estaremos, estás loca!

— Pues si tan mala mujer te parezco, déjame ir y acaba con este asunto de una vez.

Ahí está de nuevo, ese brillo extraño en sus ojos que aparece cada vez que ella me desafía y lo disfruta. ¿Quiere que la deje ir? ¡Jamás!

— Estás acabando con mi paciencia — Le gruño — Deja ya el maldito juego.

— ¿Y luego qué? ¿Vuelvo a ser la puta que buscas cuando quieres coger? ¡Déjame ir, maldito enfermo! ¡Quiero el divorcio!

Dios mío, jamás había gruñido tanto como en los últimos días o maldecido tanto. ¿Por qué no la dejo ir de una maldita vez?

— Por cierto — Se limpia las manos en el delantal blanco — Quiero conocer a tus padres y a tus hermanos. Esta noche.

— No.

— ¿Por qué no?

— Porque no quiero que los conozcas.

— ¿Por qué? ¿Te avergüenzas de ellos?

Es precisamente lo contrario...

— No creo que debas relacionarte con ellos si tienes tanta prisa por alejarte de mi. ¿Quieres montar un espectáculo frente a ellos? Olvídalo.

— ¿Que se supone que haga todo el día?

— Lo que hacen las buenas esposas, cariño — Ahora yo sonrío — Se quedan aquí a esperar que su esposo regrese del trabajo.

— ¡No te atrevas a dejarme aquí sola!

Grita, pero yo ya estoy caminando hacia la salida, con Taylor esperándome en la puerta. Prescott asiente cuando paso junto a ella y es entonces que escucho el sonido del cristal rompiéndose y el metal de los sartenes golpeando el piso.

— ¡Te odio!

~ • ~

¡Pues vamos a darle hasta donde alcance!

🙈🙈🙈

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