Capítulo 26
— ¿Puedo hacer unas compras ahora?
— No.
— ¿Salir a la piscina?
— No.
— ¿Quieres que baile desnuda en tu regazo?
— No. Espera... ¿Qué?
Giro en la silla para mirar a Ana, que está recostada en el sofá con las piernas sobre el descansabrazos. Regresé a Broadview el lunes como prometí, pero tengo algunos asuntos pendientes qué resolver antes de volver a Escala.
Porque si, Camille está ahí esperándome para nuestra pequeña charla pendiente. Lo realmente extraño es que Ana ha estado pegada a mi desde que llegué hace una hora.
— ¿Bailar en mi regazo? — Sonrío hacia ella.
— No es que de verdad lo vaya a hacer, solo quería saber si estabas prestando atención.
— Tengo trabajo qué resolver, espera un momento.
— No me contaste sobre tu trabajo, ¿Qué se supone que haces? ¿Trabajas en el tráfico de influencias? ¿O es algo más sucio?
— Soy empresario, señorita Curiosidad. Y no, nada ilegal por ahora.
— ¿Lo de tenerme secuestrada es nuevo? ¿Soy una conejilla de indias?
— No — Gruño con irritación, leyendo por segunda vez el párrafo de las adquisiciones — Ya lo dije, tómalo como vacaciones.
— Las más aburridas de mi vida, te lo aseguro — Se sienta en el sofá para mirarme — ¡No puedo hacer nada!
— Te lo dije, tengo algunos asuntos que resolver antes de dedicarte mi entera atención.
Hace una mueca con la boca y sale del improvisado estudio sin decir ninguna palabra. La escucho subir la escalera y luego el portazo en la habitación que más le vale al hombre de Welch estar vigilando.
Recojo las hojas que Andrea me dió está mañana y salgo de la casa para ir a Escala. Primero Camille, luego los negocios.
Me aseguro que Taylor se encuentre en GEH revisando las actualizaciones de seguridad. Por cómo se han complicado las cosas en los últimos días, es probable que necesite contratar más personal para la casa de Broadview.
Cuando por fin llego a mi ático, la furia recorre mis músculos haciéndome temblar de anticipación. Ahora más que nunca, debo evitar los cabos sueltos y Camille se está volviendo uno de ellos.
— Señor Grey — Me saluda cuando salgo del ascensor.
Se levanta del sillón para venir a mi encuentro con una sonrisa en sus labios, pero yo veo todo en color rojo.
— Maldita estúpida — Mi mano se aferra a su garganta — ¡No olvides que eres una jodida sumisa y tienes un acuerdo de confidencialidad!
— Señor Grey — Balbucea aferrándose a mi mano — Yo no...
— ¿No, qué?
La empujo hasta que sus piernas golpean la mesita de café en la sala. Su rostro rojo y su respiración jadeante no me provocan lástima o remordimiento. Ella está recibiendo lo que merece.
— ¿Cómo mierdas se te ocurre hablar de nuestros acuerdos? ¡Eres reemplazable! ¡Nada más que un pedazo de carne con tetas!
— ¡Amo! — Jadea de nuevo.
— De hecho, ya no te necesito más. Pensaba azotarte hasta sangrar y luego cogerte duro solo para mí placer, pero ya no me excitas en lo más mínimo. Si eres lista te largarás de aquí y no volverás a mencionarme nunca más en tu puta vida, o mis abogados van a dejarte sin un maldito centavo. ¿Entendiste?
Ella asiente con los ojos llorosos por la falta de aire, su rostro aún sonrojado y el agarre de sus manos es débil. Cuando la libero de mi agarre, Camille se desploma sobre el suelo de rodillas mientras tose.
Voy a la cocina por un vaso de agua para darle tiempo a que se marche, lo mejor que puedo hacer es tranquilizarme. Y ahora que finalmente se terminó, puedo volver mi atención a Ana.
Ana.
— ¿Que estarás haciendo, pequeña estafadora?
Golpeo mis labios con mis dedos, pensando en la chiquilla de los ojos azules. ¿Debería traerla aquí? Es más práctico para mí porque estamos dentro de la ciudad, aunque es menos privado que aquella casona.
Dejo el vaso en la encimera para ir al cuarto de juegos. Me detengo en medio de la habitación para observarla con cuidado, me parece una eternidad desde la última vez que estuve aquí.
Aún no logro que esa chiquilla necia venga aquí a jugar conmigo y me estoy quedando sin tiempo. No puedo tenerla encerrada por más tiempo y estoy seguro que ello me costará una fortuna en indemnización.
— De todas formas valdría cada centavo invertido — Me recuerdo.
Tomo del cajón un paquete pequeño de condones, en caso de que Ana por fin esté de humor y salgo del cuarto de juegos cerrando con llave. Tendré que pedirle a Gail que se deshaga de todos los artículos que Camille dejó.
Vuelvo a subir a mi R8, pero en lugar de girar hacia mi edificio en el centro financiero de Seattle, sigo por la autopista hasta salir de la ciudad. Enviaré al chico nuevo a dejar los documentos más tarde.
Cuando bajo del auto, puedo ver a Taylor estacionando en el Audi detrás de mí. Seguro no esperaba verme aún, pero estoy impaciente por acelerar las cosas con Ana.
Abro la puerta principal y una extraña sensación me eriza la piel. Algo no está bien. Me detengo para no hacer ruido y estiro el brazo para impedir la entrada de Jason.
Una voz suave que conozco a la perfección se escucha con pequeñas risitas desde el piso de arriba.
— ¡Es que no puedo salir! — Dice en un puchero — Él es malo conmigo.
Mi ceño se frunce. Ella está hablando con alguien más y ríe divertida. No tengo que escuchar la voz del hombre para saber quién jodidos es, y me enfurece saber que le dirije la palabra a ella cuando claramente advertí que se alejara.
— No es malo, solo es... Diferente.
— ¿Eso piensas? ¡Pues es tu jefe, Luke! ¡Claro que vas a defenderlo!
Comienzo a respirar agitado, dando pasos lentos hacia la escalera. Taylor detrás de mí, así que no puedo ver su expresión cuando ambos miramos hacia el hombre de traje parado junto a la puerta y a la chica castaña que juega con su corbata.
— No lo defiendo, solo sigo indicaciones.
— Pero... Si tú pudieras ayudarme a salir de aquí, yo te recompensaría — Ella apoya sus manos en los hombros de él para besarlo en la mejilla.
Jodido pedazo de mierda...
Es hombre muerto.
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