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Capítulo 15

Las ligeras líneas de sangre surcan sus nalgas por los golpes de mi fusta, pero no chilló ni una sola vez.

Mierda.

Camille es una sumisa perfectamente adiestrada, capaz de resistir cada una de mis exigencias y mis peticiones sádicas. Tal vez necesito una sumisa nueva a quien enseñar.

— Ve a limpiar esos cortes — Digo cuando la libero de las muñequeras.

Lanzo la fusta al otro lado de la habitación con frustración y salgo del cuarto de juegos a toda prisa. ¿Que mierdas me está pasando? ¿Por qué no puedo concentrarme en el placer como siempre?

Voy a mi estudio por un trago, o dos, lo que sea que calme la ansiedad que siento. ¿Debería ir a buscar a Ana? No. No es lo más prudente.

Sácala de tu mente, Grey.

— ¿Qué debería hacer entonces? Piensa... Piensa.

¿Visitar a mis padres? Si, como no. ¿Cenar con Elena? No me apetece. Supongo que he estado apartándome de las personas más de lo que quería, ahora no tengo amigos a quien recurrir.

Taylor es lo más cercano a un amigo.

Vuelvo a colocarme el traje sin la corbata para salir del departamento. Necesito salir, despejarme, necesito aire fresco. Tal vez una sesión con Bastille haría el truco.

— ¿Señor Grey? — Taylor me alcanza cuando subo al ascensor — ¿Lo acompaño?

— No. Tomaré el R8.

Lo primero que viene a mi mente es conducir por la bahía, pero la necesidad de conducir a mayor velocidad me quema, así que giro hacia la interestatal sin detenerme.

Me mezclo en el tráfico, los vehículos y los camiones se desplaza casi tan rápido como yo, lo que me permite maniobrar entre ellos como un piloto de carreras.

Cuando llego a Everett giro a la derecha sobre la Northwestern Snohomish y de nuevo a la derecha. Conduzco sobre los 200 km/h hasta que en un punto de la autopista todo me parece extrañamente familiar.

Mierda.

Bellevue. Terminé en el jodido barrio de mis padres y no tengo la más mínima intención de detenerme ahí. ¿Elliot bebería una copa conmigo? No lo creo, se volvió un jodido grano en el culo.

Sigo de largo por la carretera para volver a Seattle y un pensamiento me invade. Podría pasar por la zona del bar y echar una mirada, solo por curiosidad.

Estaciono el R8 en la calle principal y al instante me arrepiento. Llama demasiado la atención de los pocos peatones que aún vagan por esta zona.

Es tarde, conduje demasiado tiempo y seguramente Ana está por terminar. Me aproximo a la puerta, desde aquí puedo escuchar su voz y la letra de la canción que canta.

Me deslizo cerca de la barra para que el chico latino me dé un trago de Whisky mientras observo a los malditos imbéciles en las mesas mirándola con morbo.

— Pensé que ya no vendrías por aquí.

— ¿Por qué? — Mierda, ¿Ella dijo algo?

— Me pareció extraño que no vinieras el miércoles y jueves, solo pensé que habías navegado a aguas mejores.

— No, solo estaba ocupado.

Ella sigue cantando algo deprimente cuando sus ojos azules se clavan en mi, pero la sonrisa que se estira en sus labios no es cálida. ¿No me extrañaste, nena?

Le sonrío de vuelta antes de beberme el trago con rapidez mientras ella termina su canción. Creí que vendría a mi, pero en lugar de eso, se aproxima a la orilla del escenario y pasa los brazos por el cuello de un fulano.

¿Qué mierdas hace?

El tipo castaño la sujeta por la cintura y ella lo guía para atrás del escenario, a la bodega de licores sin duda. ¿Qué piensa hacer? ¿Besarse en el jodido cuartucho como adolescentes calientes?

— ¿Amigo? — El chico latino me llama.

— ¿Qué?

— Preguntaba si quieres otro trago — Dice, pero su mirada está puesta en el mismo rincón del escenario que yo estaba mirando.

— No.

Exhalo ruidosamente cuando lanzo un par de billetes al mostrador, estoy jodidamente furioso y ni siquiera sé por qué. Oh, si, por la chiquilla estafadora que ha pasado a su siguiente víctima.

Antes de que me dé cuenta, estoy caminando hacia el extremo del escenario justo por dónde ellos desaparecieron. La luz del cuartucho de vinos está apagada, pero sé que están ahí porque escucho los chillidos de Ana.

— ¿Señor Grey? — Grita ella cuando abro la puerta de un tirón — ¿Qué hace aquí?

— De visita, ¿Estabas ocupada?

El tipo me mira furioso, con el labial rojo de ella corrido por su rostro. La mira con confusión, así que le pido que nos deje a solas.

— Largo.

— ¿Qué? ¡No! — Lo defiende Ana.

— Si — Le gruño — Sal de mi jodida vista.

— Pero... Dijiste que no tenías novio — Pregunta él.

— ¡No tengo! ¡Él está loco! — Me señala.

¿Loco? No soy un jodido loco, solo estoy furioso de que ella haya pasado página tan pronto, se entregó a mi hace exactamente una semana.

— Lárgate de una jodida vez o voy a molerte a golpes, maldito imbécil.

Lo amenazo por última vez, y el chico obediente sale de la pequeña habitación. Ahora es Ana quién está roja de furia.

— ¿Qué jodidos quieres? — Cruza los brazos sobre su pecho.

— Es bueno saber que estás bien, ¿Nueva víctima? — Señalo con la cabeza al chico que acaba de salir.

— ¿De qué hablas? ¿Ahora no puedo salir con nadie?

— No te hagas la inocente, estás haciendo esto para provocarme.

— ¿Y por qué haría eso? ¡Lo que sea que tuvimos se acabó!

— ¡Se acaba cuando yo lo ordeno!

Grito furioso y golpeo la puerta de madera donde ella está recargada. ¿Cómo se atreve a retarme? ¿Cree que es una jodida broma?

— ¡Tú no eres nadie en mi vida! ¡Largo! — Señala el pasillo del escenario.

— Bien.

Concedo finalmente. No voy a montar una escena frente a todos los borrachos de mierda que siguen en el bar. Lo mejor será retirarme ahora, haciéndole creer que todo acabó... Por ahora.

Doy la vuelta para salir del bar de prisa, pero apenas puedo esperar a subir a mi R8 para hacer una llamada importante.

— ¿Señor Grey? — Su voz rasposa suena del otro lado de la línea — ¿Qué puedo hacer por usted?

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