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Capítulo 14

— Señor Grey.

— Señorita Steele.

Asiento hacia ella, que se inclina en respuesta y pulsa el botón del ascensor. Finalmente nuestro trato ha concluido y Ana sale de mi ático como acordamos.

— Al fin, paz — Sonrío.

Y de nuevo todo vuelve a su rutina. La señora Jones aparece justo a tiempo para la cena, bebo un par de copas antes de ir a la cama y reiniciar mi rutina diaria.

Correr por la bahía es algo que me gusta hacer desde que vivo aquí, me confundo entre las personas y nadie nota que el extraño que pasa por su lado es jodidamente rico.

Subo en el ascensor hasta mi piso con el viejo Taylor pisándome los talones, pero la señora Jones me detiene antes de que pueda ir a la ducha.

— Señor Grey, ¿Qué hago con las prendas?

— ¿Prendas? ¿Cuáles?

— Las que están sobre la cama de la habitación de invitados, ¿Qué quiere que haga con ellas?

Maldita chiquilla, le dije que se las llevara como un regalo pero es más orgullosa de lo que supuse. ¿Y que esperaba que hiciera yo con ellas?

— Deshazte de ellas.

— Si, señor.

Voy directo a la ducha, me alisto para ir a la oficina y tomo mi desayuno como un jodido relojito suizo. Todo pasa cuando yo lo digo y como lo ordeno.

Me distraigo revisando mis mensajes de texto, mail y llamadas para matar el tiempo que tarda Taylor en llevarme desde Escala hasta Grey House.

¿Christian, cariño? Soy yo, ¿Me recuerdas? Tu madre — Mierda, un mensaje de voz de Grace — Solo quiero saber cómo estás, no te he visto en un tiempo y empiezo a preguntarme si te mudaste al otro lado del país. En fin, te recuerdo que cumplirás años en un par de semanas y estoy organizando el festejo, te lo digo con tiempo para que no tengas excusas. Por cierto, Johnson te vió cenando con una chica en tu restaurante, espero conocerla pronto. Te mando un abrazo, mi amor.

¿Una cena? No he salido a ninguna jodida parte... A menos que se refiera a la cena de negocios con Ana.

Mierda.

Estúpido Johnson, que sea el socio de Carrick en el bufete no lo da autorización a que hable de mí con él y voy a negarle la jodida entrada al Mile Club.

Los días pasan más rápido de lo que esperé, contrario al fin de semana lento que tuve. La rutina me recuerda por qué no socializo demasiado, no tengo tiempo. Y los problemas en GEH me asaltan a cada paso.

— ¿Señor Grey? — Joshua, mi nuevo jefe de adquisiciones me intercepta cuando salgo de mi oficina — Sobre la empresa de paneles solares...

— ¿Ya es rentable? — Pregunto como lo hice hace cuatro meses.

— No señor, aún no, pero creo que lo será cuando alcance... — Lo interrumpo.

— Entonces vuelva a preguntarme cuando sea rentable, antes de eso no me interesa, no voy a desperdiciar mi dinero en salvarles el culo.

— Pero señor... — Balbucea cuando se detiene, dándome el tiempo perfecto para desaparecer en el ascensor.

— Ambientalistas de mierda...

Suspiro frustrado. Podría invitar a cenar a Elena uno de estos días y ponernos al corriente sobre negocios, pero no estoy de humor para escuchar sus malditos problemas con Linc.

Le pido a Taylor me lleva hasta Escala y por un momento me veo tentado a pedirle que se detenga en el bar donde está Ana. ¿Para qué, Grey? Ya obtuviste lo que querías de ella, sigue tu vida.

Cuando salgo del ascensor en mi ático, Camille ya se encuentra ahí con la cena preparada y su camisón de seda, fiel a su costumbre.

— Buenas noches, amo.

Señala hacia la barra de la cocina donde dos platos y copas esperan por nosotros. Ella sabe exactamente lo que tiene que cocinar para mí, tiene una lista igual a la que usa Gail sobre mis comidas.

Me siento en mi lugar, pero tomo el móvil en mis manos para revisar rápidamente unos correos importantes. Tardo un par de minutos y miro hacia Camille, que espera a mi lado en silencio.

— ¿Piensas tomar tu cena en algún momento? — Pregunto con la ceja arqueada.

— Cuando mi amo lo haga.

Bien, está siendo una buena sumisa aunque estoy seguro que Ana no habría esperado por mí ni un poco. Esa chiquilla no tiene la disciplina ni el talento innato de Camille.

— Ya puedes hacerlo.

Dejo el móvil a un lado y ella toma bocados pequeños. Solo el sonido de nuestras bocas se escucha, resulta un poco tedioso escucharla masticar y suspirar.

— ¿Qué tal la escuela? — La pregunta se escapa de mis labios antes de que pueda detenerla.

— Bien — Responde confundida — Es un trabajo gratificante, amo.

Ni siquiera sé por qué mierdas hice eso. Sé que ella es maestra en una escuela primaria porque lo revisé en su expediente pero no es un tema que me interese.

Acabada la cena, recoge los platos y los lava mientras termino mi copa de vino. Estoy de humor para una larga sesión en mi cuarto de juegos, pero tengo ganas de poner a prueba su obediencia.

— Ven aquí — Señalo el piso frente a mi y ella acude al instante — Quítate en camisón.

Sin pensarlo, desliza los tirantes por sus hombros y la prenda cae hasta sus pies, revelando sus bragas de encaje en color verde. El recuerdo de la amplia cadera de Ana golpea mi mente con rapidez.

— Levanta los brazos — Balbuceo para cambiar mis pensamientos y ella lo hace de nuevo, sin rechistar — Ponte de rodillas en el suelo.

Camille extiende sus largos brazos y toca el piso con las palmas. Sus rodillas tocan el suelo frío de mármol y espera como perro adiestrado por su siguiente indicación.

— Ve al cuarto de juegos — Ordeno frustrado.

Necesito sacar a Ana de mi mente para poder volver a mi rutina.

— Esa chiquilla insolente e irrespetuosa, ¿No sabe quién soy? — Gruño el camino hasta mi cuarto de juegos.

Señalo el piso y Camille se detiene ahí, levantando los brazos sobre su cabeza porque sabe que quiero atarla a mi cruz de San Andrés, no hace ningún sonido o gesto mientras lo hago.

Y quiero hacerla chillar.

Mi fusta favorita de cuero marrón golpea con fuerza sobre sus nalgas, pero en lugar de jadear, ella permanece impasible. Y eso me enfurece.

La golpeo de nuevo con más fuerza, quiero escucharla protestar, pero de nuevo ella solo presiona sus labios. Lo disfruta.

Y por primera vez en dos años, me pregunto si Camille dejó de ser la sumisa perfecta para mí.

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