V
Pasó el dorso de su mano por la frente y quedó húmeda, el sudor goteaba por su piel y aunque no lo quisiera aceptar le causaba nauseas llegar a ser tan sucio. La leña tras su espalda era pesada, mas la necesitaba para poder tener un poco de calor en sus noches frías.
-Supongo que volveré al lago en unas horas -murmuró para sí.
Después de su descabellada huída se enfrentó a la brusquedad del bosque y a una vida solitaria en todos los sentidos. Internet le ayudó mientras tuvo cobertura, pero conforme sus pasos lo condujeron a la frondosidad la fue perdiendo. Conservó su celular mientras tuvo batería y después lo perforó para hacer de él un adorno en la pobre y enclenque choza que construyó.
Romper la madera con una herramienta que en jamás usó le acarreó innumerables ampollas en las manos. Perforarla con clavos fue aún más complicado que pegarlas con cola. Recordó que una vez sus dedos índice y pulgar quedaron unidos por su ineptitud.
Pero finalmente después de tanto estaba haciendo algo por cuenta propia y era dueño de su voz para gritar al cielo rezando una muerte rápida.
No tenía motivos para vivir y tampoco para morir; sin embargo, la última le resultaba un consuelo, un descanso duradero y en completa armonía. Sus sentidos desaparecerían y sus memorias se desvanecerían. Él estaba cansado....
Nunca había sido fiel devoto a un ser superior, aceptaba y respetaba las múltiples creencias; empero, viviendo allí, en medio del verde vida, le parecía su purgatorio. El lugar en donde pagaba sus pecados.
-Dios, dios... ¿Cómo puedes brindar desgracia y felicidad en una misma acción?
Porque incluso si la vida precaria que le brindaba su estadía en ese lugar reinado de árboles y animales era mala, era, al mismo tiempo, mejor que la que le ofreció la fama en su momento.
Aventó la pila de leña al suelo cuando estuvo cerca de su choza. Cogió el hacha y empezó a rebanarla.
En sus setenta y cuatro días que llevaba viviendo en ese sitio nunca se había encontrado con alguna bestia de la madre naturaleza, se enteró justo antes de emprender su viaje que el lugar era habitado por osos y panteras, y aunque por un minuto se amedrantó, se obligó a continuar lo que ya estaba empezado.
Un pie delante del otro y pronto llegaría al fin del mundo.
Cuando concluyó la tarea sus manos estaban rojizas por el esfuerzo, y la playera gris se le ceñía al cuerpo como una segunda piel por el líquido que corría en su espalda, pecho y brazos.
Entró a la casa y tomó su toalla. En ese momento era gris y ya no blanca, no llevó consigo jabón para limpiar sus prendas, e incluso si lo hubiera hecho no hubiese podido limpiar la ropa. Así que la tela solo se enjuagaba.
El Lago Blanco, como decidió llamarlo por las rocas que lo rodeaban, estaba cerca de su vivienda. Eligió el sitio precisamente por la cercanía al agua.
Se quitó la playera y mientras desabrochaba los botones de su pantalón creyó sentirse observado. Ignoró su intuición, lo peor que podría ser era que una pantera u oso lo asechase, y para esas situaciones ya tenía consigo un cuchillo en las botas.
Hundió su cuerpo sucio en el agua fría, la temperatura lo hizo tiritar unos momentos, luego su cuerpo le dio la bienvenida acoplándose a ella. El estanque era pequeño por lo que no permitía nadar mucho sin chocar con una piedra oculta en las profundidades o por el musgo, el agua era corriente y eso le brindaba limpieza. Dejó su cuerpo flotar bocarriba y disfrutó hasta que el rugido de una pantera lo puso alerta.
«En algún punto tenía que pasarme, eh.»
Miró a su alrededor en busca de más amenazas, no halló ninguna. Su cuchillo se encontraba poco más allá de la orilla, pero el animal incluso estando más lejos de él, sin duda llegaría antes de que Kery pudiera hacerse con él y defenderse.
Los ojos verdes del felino no lo perdían de vista, y Kery no podía darse el lujo de correr, estando descalzo era sencillo caer y ser comido.
Entonces todo pasó tan rápido que apenas estuvo seguro de haberlo visto: el animal fue atacado y asesinado por un hombre. No fue la clase de lucha que él hubiese imaginado, en realidad lo atacó como si fuese un animal más, cogiéndolo a velocidad por el lomo y rodando con la bestia, hasta que con un cuchillo sesgó su vida, la ropa con la que vestía podía ser propia de alguna tribu, tapa rabos y algo similar a un chaleco del que colgaban plumas, palitos y otras cosas que no identificó. El hombre era diferente a un humano común, su piel era verdosa y su cabello tenía múltiples colores, yendo desde el habitual negro hasta el inusual rosa ¿con qué tinte habría logrado el efecto tan envidiable?
Kery tenía que elegir si ocultarse o intentar hacer amigos, pues por un lado podía perder un compañero y, por el otro la vida si acababa mal. No lo hizo, porque entonces algo lo tomó de los pies y lo sumergió antes de poder emitir sonido. Su garganta se llenó de agua y sus ojos escocieron a los pocos parpadeos bajo el líquido. Sin embargo, incluso con la distorsión vio el cielo ser atravesado por más individuos como el que mató a la pantera. Entre sorprendido y temeroso olvidó pelear y pasado un tiempo la consciencia lo abandonó.
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