II
-Hijo, ¿estás seguro de que quieres esto? -Su mamá lo miraba suplicante, como si su respuesta fuera a modificar todo.
Volteó a ver a las personas detrás de cámaras.
-Claro que sí -contestó grosero.
Agitó con suavidad su cabeza intentado borrar el recuerdo. Solo lo sustituyó por otro.
-Lamento tener que decirte esto, pero tus padres fallecieron en un accidente automovilístico.
Tragó saliva con dificultad.
-Gracias -respondió estoico y sin inflexiones.
Y luego, como era propio de un niño, soltó a llorar con ímpetu.
Respiró con fuerza. Eran memorias amargas.
-¡Kery, no puedes llegar a estas horas de la noche! -regañó la tía que lo había acogido.
Guardó silencio.
-¿Tienes idea de lo preocupada que estaba? No sabía dónde te encontrabas, ni siquiera sí estabas bien. No contestas el teléfono. -La mujer infló el pecho y luego sentenció-, te prohíbo...
-¡No! -gritó sin concederle tiempo para terminar su idea-. No eres mi madre. No puedes prohibirme nada. Yo trabajo, yo aporto para los gastos...
-Todavía eres un niño.
-Pero no tu hijo.
Y abandonó la casa una vez más.
Esa ocasión fue la primera en que tuvo sexo con un hombre.
Sintió las manos del extraño tocar sus piernas con ansiedad, con deseo. Kery lo tomó de los hombros y besó sus labios, sabían a alcohol y menta, y tal vez un deje de tabaco, no estaba seguro...
Entonces el hombre en un arrebato lo empujó contra la pared, su espalda se quejó por el golpe, mas su voz no se alzó, y su entrepierna sintió una dolorosa e increíble presión.
Alejó sus labios en busca de aire, respiraba con dificultad y su necesidad de oxígeno combatía a la de la carne, impidiendo con ello lapsos prolongados de contacto.
El tiempo no fue desperdiciado, las manos grandes de su compañero desabrocharon con maestría su pantalón y este cayó hasta sus tobillos, en la cabeza de Kery se encendió una alarma al mismo tiempo, algo no estaba bien. Se sentía bien y se sentía mal al mismo tiempo, cómo era posible que sensaciones tan contradictorias tuviesen cabida en el mismo cuerpo y conjuntamente. Su cabeza apenas podía concentrarse en algo más que no fueran las necesidades apremiantes, e incluso cuando al ser tocada toda su anatomía en su pecho había un vacío que no desaparecía.
Las manos continuaron acariciándolo, primero por encima de la ropa y después a flor de piel, eran cálidas, muy cálidas y se deslizaban en su hombría con la seguridad de la experiencia. Entonces una cavidad húmeda lo recibió sin aviso, aceptó en su interior que deseaba más.
-¡Ah! -soltó un gemido cuando fue succionado.
-¿Es tu primera vez? -El hombre liberó los labios para poder hablar.
-Algo así.
-Entonces, algo así tiene que ser especial.
Su cuerpo ansiaba más y pedía mayor contacto; y al mismo tiempo quería decir no, quería pedirle que parara aunque su miembro delatara su placer. No lo hizo, sin embargo.
Recordó haber disfrutado esa noche y a pesar de, la desazón de su pecho no desapareció ni un segundo. Lo persiguió por los senderos tan fiel como una sombra, quizá un poco más leal... pues incluso a oscuras sintió sus garras abrir su piel y desgarrarlo.
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