Somos Fuertes
—¿Qué cosa?—preguntó Yuya algo impresionado. Había hablado demasiado alto, sorprendido—¿A qué...?—Yuto le tapó la boca intentado que no hablara más.
—No hables tan fuerte—le dijo a susurros, con su cara totalmente concentrada, pero teniendo una chispa de pavor en sus ojo—, tenemos que salir de aquí, tenemos que ocultarnos—dijo levantándose para llegar con Yuri e intentar despertarlo. Yuya fue rápido para llegar con Yugo y lo movió con insistencia. Esas cosas estaban de mal en peor.
—¿Qué qué?—dijo Yuri al estar adormilado. Miró a Yuto con una mirada interrogante. No estaba molesto, se esperaría que Yugo lo despertara por nada, pero el de ojos grises era otro caso.
—Yuri—esa voz seria fue lo que impulsó al de ojos fucsias a despertarse del todo y ponerse en situación lo más pronto posible—, alguien ha entrado a la casa-
—¿Qué cosa?—dijo a susurros, en Academia había aprendido una o dos cosas útiles, entre ellas que si el enemigo entraba, se tenía que hacer el menor ruido posible para que no se dieran cuenta de cuantas personas había allí o seguían en el lugar—¿Cómo estás tan seguro?
—Esos sonidos no son de un animal, son demasiado fuertes—explicó mirando hacia la puerta cerrada que tenía—. Y está viniendo hacia aquí.
Yuri y él se pararon rápidamente. El de ojos rosas no lo pensó siquiera antes de señalarle una de las puertas de una bodega. Allí, donde guardaban lo que alguna vez usaron y donde solían evitar mirar, allí donde solo había nostalgia por lo poco que habían conservado, allí donde yacían sus discos de duelo y sus ropas viejas. Ropas que usarían de nuevo cuando ya no les doliera verlas y no les recordara que son ellos en realidad.
—Ocúltense, no sé quien sea—les ordenó a ellos y también a Yugo, el cual se había despertado muy perdido y que apenas entendía lo que ocurría, y a Yuya. Yuto negó, no iba a dejarlo solo—, ese alguien no va a salir de aquí como un humano de dos patas si no es capaz de jurarme bajo su maldita madre que no va a volver aquí en su vida—no podía más que aceptarlo. El pasar tiempo con el de ojos rojos lo había ablandado un poco.
—Ni se te ocurra—le advirtió Yuto a susurros—, puede que aún tengas el disco de duelo, pero esto no es lo correcto—dijo agresivo. Yuri no se quedaría atrás. Los otros dos, o más bien Yuya arrastrando a Yugo, se habían movido hacía el lugar indicado—, no puedes simplemente hacerlos una carta, no después de lo que ha ocurrido.
—¿Vas a dejar que alguien que nos ubique se vaya sabiendo que estamos aquí?—el porte de Yuto era de hecho bastante amenazante, se podía ver a través de la poca luz que había que estaba intentando que el otro se intimidara en su presencia, pero eso no iba a ocurrir. Yuri no venía de cualquier parte ni mucho menos. Venía de un lugar donde intimidaba a cualquiera de se dejara de él y jamás había huido de nadie, no iba ser distinto ahora mismo, y menos cuando sentía que el tenía la razón—¿Quieres que alguien nos vea y que se vaya así nada más? ¿Crees que tenemos otro lugar a donde ir? ¿A donde resguardarnos?—el de ojos grises calló—Esto es lo único que nos queda si lo que queremos es alejarnos de todos ellos, ¿dejarás que alguien se vaya así nada más después de habernos visto a todos nosotros? No tengo conocidos en este lugar, no hay personas con las que pueda contar, ya no. Y si hay algún vecino, uno solo que quiera hacernos una visita por cortesía, cosa que sinceramente me parece una estupidez—subió un poco el tono de sus susurros—, no va a hacerlo en la mitad de la maldita noche.
—Hacerlos una carta es como matarlos, no hay forma de devolverlos a su forma física—repuso. Yuri liberó aire y miró a Yuya que estaba mirándolos, el chico había sido precavido y tenía el disco de duelo del de ojos fucsias en sus manos, esperando a poder pasárselo pronto. El chico entendía lo que debía hacer y lo había hecho. Yuya sabía lo que tenía que hacer incluso si eso no era lo que deseaba—. Vamos a asesinar a una persona.
—¿En serio crees que dejaré que tú, un chico que vivió de primera mano lo ocurrido en Heartland, haga lo que voy a hacer?—dijo con ojos ligeramente altaneros, unos que no iban a dejar de ninguna manera que alguien más se enfrentara a aquello que nunca se habían enfrentado. Porque el hacer a alguien carta era convertir a alguien en un estado vegetal durante un periodo de tiempo indefinido hasta que el nuevo mundo fuera creado. Pero ahora, no había un nuevo mundo donde renacer. Yuto tenía toda la razón, iba a matar a alguien—Me temo que no, me temo que tu no lo harías, no por cobarde, sino porque no te mereces rebajarte a un nivel tan bajo como el mio. Yo soy insalvable, tú aun eres un humano, así que ahora hazme caso y ve allá—le señaló la puerta de la bodega—, tu no eres como yo. Y espero que nunca lo seas.
El de ojos grises suspiró ligeramente. Miró hacia la puerta donde estaban quizá cerca, si no se apresuraba allí pronto iba a entrar, aquel que se había metido a la casa. Al menos podía ver que Yuri no iba a ponerlo en euna carta de buenas a primeras.
—Bien—aceptó más a regañadientes que a otra cosa—, pero tu no eres insalvable.
Yuri se rió por lo bajo, más de gesto que de voz.
—Eso está por verse—en eso miró a Yuya que le respondió su gesto abriéndole un poco más los ojos y acercándose a él solo unos pocos pasos. Mientras Yuto se volvía hacia él y avanzaba con el paso tan rápido que tenía para escabullirse, el de ojos rojos le lanzó su característico disco de duelo. Apenas el de ojos grises llegó a la bodega, Yuri se puso el artefacto sin demora y su cara se ensombreció. Allí estaba la bestia que ocultaba en su pasado. Había vuelto, solo para proteger a aquellos que ahora eran lo único que le quedaba.
Se dispuso a tirar la puerta de una patada, hacer ruido y que el otro se espantara. Estaba hambriento de que el otro se largara de una buena vez y les dejara dormir en paz. Porque demonios, Yugo había hecho un montón de cosas con él ese día estaba terriblemente cansado y con lo poco que vio de él sabía que no podía con esa situación. Yuya a pesar de estar listo había renunciado a todas esas cosas que alguna vez le habían hecho feliz y que le habían otorgado paz en los peores momentos por mantener a esas cosas alejadas del peligro. Yuto había estado mal en esos días, el de ojos fucsias lo sabía, no era idiota, pero no tenía ni la más puñetera idea de como hacer algo por él. Dejaba a Yuya hacerlo, pero él solo era un jodido inútil para esas cosas. Al menos debería poder hacer esto por ellos, al menos debería poder mantenerlos así, en esa extraña paz que tenían. Aunque tuviera un liderazgo que no sabía como manejar, aunque tuviera que contar cosas que jamás le había contado a nadie, aunque tuviera que controlarse a pesar de que nunca antes lo había hecho. A pesar de que tuviera que aprender y ver las cosas de otro modo.
Fue más rápido que él. Abrieron la puerta sin mucho cuidado, descubriendo así a un chico de ojos verdes y cabellos celestes. Sora estaba allí. Yuri bufó en un primer momento, no le la esperaba, pero tampoco podía negar que ahora no era momento de sorpresas. Alzó su disco de duelo con una mirada afilada hacia él. Estaba molesto y no iba a gastar tiempo ni energías en ocultarlo.
—Oh vaya—aún tenía su disco de duelo alzado y se permitió bajarlo un poco, únicamente para que su nerviosismo se notara menos y esperaba que también la oscuridad le ayudara a ocultar sus gotas de sudor. Esto ya no era solo parar salvarse a sí mismo—, no pensé que iba a tener visitas... nunca—le miró mal con toda la intención. El de ojos verdes miraba con incredibilidad a Yuri y se podía ver perfectamente por la luz que emitía el disco de duelo del otro—. ¿Tienes algo que decir antes de que te convierta en una carta o te eche a patadas de mi casa? Porque espero que no.
—Tú...—dijo suave. Yuya no lo había escuchado, pero Yuto si pues su oreja era la que estaba a la puerta atento a la conversación que ocurría allí afuera—Tú eres...
—Yuri, no es un gusto conocerte—hablaba algo más rápido de lo normal—, vivo en esta casa y soy propietario de la misma. Muchas gracias, tu eres Sora Shiun'in, un ex miembro de Academia no vives aquí y no eres bienvenido—dijo mientras ponía su cuerpo como una barrera acercándose de manera amenazante—. Tampoco existe horario de visita general, esta es propiedad privada. Lárgate.
—Pero, ¿cómo?—estaba confundido a más no poder, era como si todo lo que esperaba se había derribado en miles de pedazos—Se supone que la señal debería de...
—Mira, no estoy de maldito humor para lo que sea que te haya traído aquí y tampoco lo estaré nunca—dijo agrio, con tono de advertencia—. Así que más te vale...
—¿Dónde está Yuya?—preguntó importándole poco lo que decía el otro. Su mirada incluso cambió ligeramente. Yuri la analizó.
—¿Y por qué iba a saber algo yo de él? Apenas lo conozco—bufó ligeramente—y el que nos hayamos ido en el mismo bote no significa nada—dijo aun con su porte amenazante, uno con el que no iba a ceder—. Y si eso es todo lo que quieres saber, aparte de que no está en esta casa, es suficiente. Ya vete, dormir es necesario para todo ser humano, lo sabes, ¿no?
—¿Que quieres decir con que estaban en el mismo bote?—preguntó con el ceño fruncido—Ni Serena ni Yuzu vieron a Yuya en el bote contigo—y así, sin más, Yuri sufrió algo que jamás había tenido antes, el temer a ser descubierto—, ellas no lo vieron y él desapareció misteriosamente desde entonces... Tú sabes donde está.
En ese momento Yuto abrió los ojos hasta casi desorbitar y Yuya miraba al infinito. Era Sora, era su amigo, era el chico que había traicionado a Academia por él y Yuzu. Estaba allí afuera, estaba buscándolo y lo había encontrado. Solo tenía que romper una última barrera, una que parecía que iba a ceder.
—¿Qué no me escuchas bien?—preguntó sin más, había más sudor, pero no se notaba en lo absoluto—No sé nada de él, cuando llegamos al puerto él se fue con los otros o eso creo, no me importa. Yo solo vine a este lugar de inmediato. No quiero saber nada de Academia ni de ustedes. Así que ya vete.
—¿Yuya se fue contigo y con los demás a tierra firme?—preguntó de manera interrogante—¿Cómo lo lograste? Las chicas les gritaron que vinieran, que los esperaran y que no se fueran, porqué harías tú, un desconocido para ellos, uno que Yuto y Yugo deberían despreciar—Yuto cerró los ojos con miedo, el de ojos rojos lo miró entonces. Preguntándose mentalmente que ocurría, porque lo que escuchaba era realmente poco y no era satisfactorio para él. Solo entendía algunas cosas y diferenciaba quien hablaba en cada cosa, pero poco más allá de eso—, ¿pudo haberse montado en un bote con ellos?
—No sé, ¿por qué no les preguntas?—dijo de manera errada, Yuri estaba yéndose por la tangente, se estaba quedando sin opciones. Y estaba tomado decisiones idiotas, como el demorarse en responder y sudar más.
—¡Eres un mentiroso!—exclamó Sora, Yuri vio como apretaba los puños y le miraba de manera desafiante. Sabía la verdad. Estaba a poco de solo dejarse llevar por su intuición y simplemente descubrirlo de manera directa. Eso era un maldito desastre—Yuya está aquí, ¡está en esta casa! ¡Me has mentido!
—¿Ya terminaste tu pataleta?—para disimular solo un poco, el de ojos fucsias se había puesto una de sus manos en la frente, fingiendo estrés. Estaba perdido si seguía en las mismas—Bien, porque yo si tengo algo que decir, ¿quieres saber porque me fui con ellos? Bien, si con eso te largas y me dejar de acusar te lo diré, sabía manejar su maldito bote—dijo con aires de admitir algo que no quería decir. Sora estaba determinado, con su cara seria y no traía dulces encima, si Yuya lo viera, de arrodillaría ante él y le pediría perdón. Esa actitud que traían era de una profunda preocupación. Y el de ojos rojos lo sabría—. Ellos querían irse pronto por quien sabe que razón y ninguno de los tres tenía idea alguna de como manejar un bote. Así que llegue y les salvé el trasero—a decir verdad se arrepentía ligeramente de sus propias palabras. Poniendo a los otros de idiotas. De alguna forma, sabía que no los veía de esa manera, ni siquiera a Yugo.
—Entonces dime, ¿porqué la señal del disco de duelo de Yuya está aquí adentro?—preguntó amenazante también, acercándose al otro—, la señal no miente, Reiji se encargo de que todo esto fuera lo más exacto posible, aquí está el disco de Duelo de Yuya y donde quiera que esté ese disco de duelo, estará él también. Él no se separaría de él por na...
—¿Eso crees?—Yuri estaba intentando como podía de dejarlo atrás—¿Realmente crees que Yuya sea capaz de ir con su disco de Duelo por allí sin más? ¿Qué lo llevaría a todas partes?
—Yuya no tenía ni idea de lo del rastreo de discos de duelo—Yuya miraba a la puerta totalmente callado sorprendido, tiritaba de miedo, si Sora venía, todo se habría acabado, Yuri tenía razón, no había otros lugares a donde ir, tampoco ostras opciones. Era que Yuri lo hiciera una carta o que escapara y le contara a los demás. Y así quedar expuestos para siempre. Tendrían que volver, tendrían que plantar cara a lo que había hecho al huir. Era lo que se merecían—. Lo llevaría a donde fuera de manera inconsciente, porque no le importaría tener que llevar algo tan liviano a donde fuera. Además, tanto tú como yo sabemos que los duelos ilegales son una buena fuente de ingreso, ¿no es cierto? Ellos no podrían simplemente...
—¿Y supones que yo les dije algo?—dijo el otro. Sora afiló un poco la mirada, pendiente a sus palabras. Yuto, desde su posición apoyada en la puerta estaba con los nervios de punta—¿Supones que en la... amena charla que tuvimos en el bote, les dije algo?—preguntó también. el de ojos verdes los abrió un poco más.
—¿Y cómo sabes tu que ellos no sabían nada?—preguntó. A Yuri se le bajó una de sus gotas de sudor por los costados, pero seguía firme—¡Eres un mentiroso!—exclamó nuevamente y se dispuso a empujarlo para así poder entrar a la habitación. El de ojos fucsias actuó más rápido y lo tiró para atrás. Sora en cambió solo retrocedió un poco y buscó agacharse a entrar a la habitación de enfrente. Yuri no pensaba dejarlo entrar, no tanto porque los chicos estuvieran allí, sino más porque no iba a dejarse aplastar. El solo dejarlo entrar allí quería decir que estaba tomando el control de la situación—Eres un mentiroso, tu sabes donde están, ¡tú sabes...!
—¿Es que acaso me crees idiota?—preguntó—¿Es es que piensas que yo no me voy a dar cuanta que alguien es un novato cuando lo veo? ¿Tan incompetente me crees?—bufó ligeramente y no dejó al otro hablar—Tienes toda la razón cuando dices que Yugo y Yuto me desprecian, se les veía en el rostro, se les veía en las expresiones, en las dudas y en las objeciones que pusieron cuando me encontraron, ¿crees que no lo noté? Pero no me importaba, no me importaba porque iba a salir de esa isla y no iba a volver a verlos nunca jamás. ¿Crees que si Yuya no me preguntara por algo no le respondería? ¿Crees que sería indiferente ante alguien que no tenía nada que ver con eso?—dijo haciendo caras, unas que hacia para no perder el control sobre sí mismo—Sólo quería irme, y el chico al menos parecía algo menos hostil que los otros dos. Algo de amabilidad nos hace bien a todos, tú lo sabes más que nadie, ¿verdad? ¿No fue por eso que abandonaste a Academia? ¿Por algo de compasión de parte de él y de otra de las chicas?—Sora no pareció verse afectado.
—Huiste con ellos, ¡debes de saber al menos hacia donde se fueron!—exclamó perdiendo los estribos, quería encontrarlo y le frustraba que allí solo estuviera alguien de su antigua organización, alguien que no parecía tener escrúpulos en recordarlo—No me creo que simplemente te hayas ido sin más sin haberte fijado en nada.
—Pues así ocurrió—dijo moviendo su cabeza y acomodándola en una posición que indicaba superioridad—, ellos se largaron por su camino y yo por el mio. Vine a esta casa y ellos se perdieron en no se donde. No lo sé y no me importa. ¿Ya te puedes ir de una buena vez?
—¿Entonces porque está la señal del disco de duelo aquí?—lo miró a los ojos nuevamente. Era lo último que le quedaba—¿Por qué lo tendrías tu? Él no lo abandonaría, ese Deck significa mucho para él...
—Y sigues creyendo en lo mismo, porque todo el mundo se llevaría consigo una parte de su pasado si va a empezar una vida nueva—el de ojos verdes le hizo una cara de confusión—. Lo tendré yo, es verdad, tus números o lo que sea te lo dicen, pero eso no puede ocultar el hecho que él no esté aquí.
—¿De qué diablos me estás hablando?—preguntó en un tono de voz más bajo.
—¿Te marcharás si te lo explicara?—Sora no respondió, lo miraba esperando algo más—¿O por qué no mejor te lo doy, te deshaces de esa cosa, no la vuelvo a ver y no me quedan más anclas a cualquiera de ustedes? ¿Eso sería suficiente para que me dejes en paz?—bufó nuevamente y se acercó a él más—No estoy de maldito humor para seguir con esta maldita conversación, has invadido mi casa, me has despertado y estas acusando de cosas que no tengo ni idea de que se tratan. Así que estoy malditamente molesto—Sora lo miró sin comprender—. ¿Vas a irte si te lo doy o no?—Yuri no era idiota, hacerlo poner como una carta ahora mismo era la peor opción posible, ese niño estaba alerta a él y cualquier movimiento que hiciera en vano lo iban a detener. Tenía que mantenerse en esa actitud, tenía que quedarse de esa manera.
—¿Por qué lo tienes?—el más alto puso los ojos en blanco—¿¡Por qué tienes el disco de duelo de Yuya!?—Yuri puso una voz algo más seria y más grave. Como si hubiese tomado prestada la voz de Zarc.
—Porque me lo dio, porque me dijo que deseaba que esa cosa no volviera a estar en su vida—bufó entonces. Sora se había quedado sorprendido de la voz que tenía era ligeramente distinta, más gruesa y molesta. Si antes había estado mediamente seguro de sus acciones, de lo que se proponía, ahora no podía ni pensar en volver a enfrentarlo correctamente—. Porque lo quería lejos de él, lejos de su nueva vida, donde quiera que sea, por que no quería saber nada de ustedes ni quería tener algún ancla a su mundo de nuevo. ¿Crees que vale la pena que lo sigas buscando de ser así las cosas?
—¿Él te lo dijo?—preguntó, tenía que saber al menos eso.
—Se interpreta—no podía dejar mal al chico tampoco, no a Yuya que tenía un corazón así. Solo podía fingir que veía las cosas desde el exterior y de la manera más fría posible, solo esperaba que el de ojos rojos lo entendiera de esa manera—. Él no lo dijo con mis palabras, yo no tengo pelos en la lengua, pero eso es lo que el quiere. Pero no me meteré más en esto, ya tienes tu explicación y solo te falta tu disco de duelo. Cuando te lo dé lárgate de aquí, ¿quieres?
—No pueden ser las cosas de esta manera...
—¿Quieres que altere la realidad? ¿Qué mágicamente arregle tus problemas como si fuera un hada madrina de los deseos?—preguntó de manera irónica—No es mi culpa que te decepciones de tus resultados, no es mi culpa que hayas fallado en tus planes, ¿sabes?—bufó y aprovechando que el chico se iba a quedar allí mirando hacia el suelo rendido por lo que había dicho, aprovechó para irse a agarrar aquel objeto que buscaba. No estaba seguro de que Yuya aceptara separarse de él, no estaba seguro ni de las palabras que había dicho sobre él, pero esperaba que al cooperara y que lo dejaran ir por la paz.
—Esto no... ¡Tienes que estar mintiendo!—gritó desde atrás, sin moverse de la impresión.
—¿Y qué ganaría con mentirte?—preguntó harto ya de tenerlo, de soportar su propia inseguridad y miedo. Esto era lo que ocurría cuando siempre había luchado por sí mismo más que por los demás. Se había vuelto blando, no quería que lo vieran ni lo oyeran una vez más hacer de las suyas, no quería volver, no ahora. No cuando por fin estaba más estable y cuando había algo por lo que luchar, algo más que si mismo—Antes te estoy haciendo un favor al decirte todo esto y al darte el maldito disco de Duelo—bufó antes de abrir con cuidado la bodega. Lo primero que vio fue a un Yuto con una mirada perdida y a un Yuya que lo miraba de una manera preocupada, pero se notaba que estaba dolido. Yuri sintió un puntazo en el corazón al verlo con aquellos ojos llenos de dolor y recuerdos. El de ojos fucsias perdió todo su impulso hacia echarlo, demonios, le estaba haciendo daño con lo que decía. Debía parar de alguna forma, y el brillo de la luna, que no hacía sino recalcar más lo ojos del otro y marcarle lo que le estaba haciendo. ¿Valía la pena? ¿Valía la pena hacer tanto daño con sus palabras para que el otro se alejara?
Sin embargo, lo único que hizo Yuya por él, por mostrarle que no le importaba todo lo que había dicho, era simplemente darle su disco de duelo con las cartas dimensionales sacadas. Se lo daba aún con esa expresión en su rostro pero determinado. Yuri lo miró arrepentido de las cosas que había dicho, de lo que había hecho, pero el otro negó suavemente y moduló con sus labios una sola palabra, una que ayudaría al de ojos fucsias a seguir con lo que hacía. «Hazlo». Yuri agarró el artefacto y asintió. Se fue dándoles la espalda y cerrado la puerta con un gesto fingidamente enojado. Era un adiós al Dpad, pero era lo que tenía que sacrificar por todo eso. Y no podía hacer más salvo aceptarlo.
—Cómo... ¿Cómo...?—Sora estaba empezándose a salir más y más de si.
—No debería de importarte eso—sentenció de nuevo con esa voz enojada, pero tenía un deje de tristeza, uno que solo Yuya y en el mejor de los casos Yugo podría notar—. Sólo tómalo, vete de aquí y nunca vuelvas, yo no soy lo que buscas ni lo seré nunca—le extendió el disco de duelo con el Deck aún allí, puesto en el lugar de siempre. Sora lo tomó dubitativo. Y a Yuri se le colmó la paciencia aparentemente—. Ahora, te guiaré hacia la salida, y será mejor que te apresures porque no quieres que esto se vuelve aún peor, ¿verdad?
—Es el de Yuya...—dijo mirándolo bien. Yuri bufó de manera silenciosa y cerró los ojos fingiendo estrés.
—Ahora vez porque no soy un mentiroso verdadero—dijo con toda la intención de golpearle con sus palabras—, ahora vez que te decía la verdad. Lárgate de mi vida, de mi hogar, no quiero volver a verte ni a ti ni a nadie más, nunca—al ver que el otro no se movía tomó cartas en el asunto. Le agarró del cuello de su chaqueta y se empezó a dirigir hacia la salida con un gesto brusco y sin cuidad—. ¿¡Qué no es suficiente para ti?! ¡¿Qué más quieres de mi?! ¡No tengo nada, niño! ¡Nada!—hecho una furia abrió la puerta principal a pesar de los quejidos del otro y de los reclamos—Es por eso que me vine a esta montaña donde nadie nunca podría encontrarme—dirigió su rostro hacia el otro que mantenía aun su mirada firme—, vine a este lugar salido de la nada para morir aquí, para que nadie nunca más tenga que ver mi estúpido rostro—y como si no fuera mucho, lo aventó hacia afuera—. Vine aquí para morir, cuando sea y como sea, pero aquí moriré. Y moriré solo, con nadie más aparte de mi mismo para eso.
—Tu...—Yuri se dispuso a cerrarle la puerta—¡Alto! ¡No! Espera, Dennis te está buscando—soltó para detenerlo. Desesperado porque era él último que lo había visto. Y efectivamente, el de ojos fucsias se paró un momento de verlo—. Odio a ese tipo por traicionar a Yuya, pero he de reconocer que él está haciendo lo posible por encontrarte—no lo iba a admitir, pero estaba diciendo todo eso para al menos tener un contacto más amplio con él, quizá sacarle algo de información, algo que los otros hubiesen dicho en el bote, cualquier pieza de información, lo que fuera—Si él supiera que estás aquí...
Yuri soltó una carcajada irónica, una que cualquier persona tacharía que viene de un maniático. Una que hacía mucho por Yuri y poco por Sora. Una que simplemente parecía estar allí para recordar que ese chico estaba ido de la cabeza y fuera de cualquier atisbo de cordura. O que eso aparentaba.
—Si él supiera que estoy aquí—dijo con su mirada sombría—, te perseguiría hasta el último de mis días, por haberme delatado. Te convertiría en la misma carta en la convertiría a todo aquel que se acercara a esta casa y los rompería en miles de pedazos para usarlos de fogata en el invierno, a todos y cada uno de los que traigas aquí, ¿me oyes?—el tono de advertencia resonó en los oídos de Sora—¿¡Me oyes?!—el otro apenas y asintió suavemente—¡Ahora lárgate! ¡Fuera! ¡No quiero volver a verte nunca más!
Sora a duras penas fue capas de asustarse ligeramente y de irse con el disco de duelo de su amigo en la manos. La mirada de Yuri lo intimidaba mucho más de lo que pensó y esa actitud que tenía, esto no se iba a quedar así. Pero si iba a hacer algo, no podía hacerlo él solo.
El de ojos fucsias por su parte, apenas vio que el otro se perdió de su vista dejó salir un suspiro. Se repasó la cara con su propia mano y se quitó todo el sudor que pudo antes de volverse a la casa. Miraba al suelo mientras su corazón a millón y las energías bajas, esperaba poder haber hecho lo necesario para que todo estuviera mejor. Los días siguientes no serían mejores, y lo sabía, porque no lo dejarían por las buenas y mucho menos ahora que sabían donde estaban. Esperaba que todos pudieran con ello, que lo soportaran y que nada de esto se fuera al traste, porque era lo que menos quería ahora mismo. Levantó su mirada a mitad de pasillo y lo vio, Yuya estaba allí mirándolo mientras Yuto ayudaba a Yugo a dormir una vez más.
Yuri se quedó paralizado mirándolo. Suspiró avergonzado y miró hacia otra parte. Yuya por su parte se acercó a él. Con unos pasos suaves sin más. El de ojos fucsias volvió a suspirar avergonzado. Lleno de estrés liberado y de remordimiento hacia las palabras que había dicho.
—Lo siento, todo eso que dije...
Pero fue callado de la única manera que de verdad no esperaba en ese instante. Con un abrazo.
—Está bien Yuri... Lo hiciste muy bien—había un deje de tristeza un su voz suave y privada. Una voz que Yuto no podría escuchar y un deje que Yuri decidió ignorar en pos de ponerse sentir más tranquilo con lo que acababa de hacer—, gracias por afrontarlo por nosotros.
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