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Oscura Profecía Capitulo Tres

El golpe repentino de la puerta estrellándose contra la pared me sacó abruptamente del confuso sueño en el que me encontraba sumergida. Sentada sobresaltada sobre la cama, mis ojos buscaban frenéticamente en la penumbra de la habitación, tratando de localizar a la persona que había irrumpido de manera tan estruendosa.

En el umbral de la puerta, la figura de mi mejor amigo se recortaba contra la débil luz que se filtraba desde el pasillo, su ceño fruncido y una expresión de molestia grabada en sus finos labios. Antes de que pudiera articular palabra alguna, Adam se abalanzó sobre mí con una fuerza que me dejó sin aliento, agarrándome con firmeza por los hombros.

Su actitud tan inesperada me sorprendió y, al mismo tiempo, me hizo despertar por completo del sueño que aún mantenía mis párpados pesados.

—Por Dios, Ada, ¿tienes idea de lo preocupado que estaba? Te fuiste de esa manera, sin dar explicación y encima le faltaste el respet... ¡Auch!

Antes de que pudiera seguir hablando y decir algo que pudiera comprometerme con mi madre, me liberé bruscamente de su agarre y le propiné un golpe sin la menor delicadeza en la boca del estómago, causándole una repentina falta de aire que lo dejó momentáneamente sin habla.

—Puedes callarte, mi madre te va a oír—carraspeé un poco por mi voz pastosa—Idiota—me levanté de la cama quedándome de pie cerca de la puerta.

Adam se incorporó del suelo con una expresión furiosa en su rostro, parándose frente a mí con los ojos destellando ira.

—La estúpida eres tú—
respondió, lo miré con el ceño fruncido sorprendida por su tono y la intensidad de sus palabras, pero luego mi sorpresa se desvaneció ante la furia que sentía crecer dentro de mí— Te fuiste sin decir nada, y encima el imbécil del profesor Dagger no me dejó seguirte. Nos dejó encerrados en el salón y tú desapareces sin decir nada, ni siquiera respondes mis mensajes. ¡Idiota! Pensé que el señor Dagger te había hecho algo, volvió al salón furioso.

La ira me invadió por el tono acusador que Adam estaba usando conmigo. Había tenido un día terrible, y lo último que necesitaba era un sermón sobre cómo comportarme o ser una buena alumna.

—¿Qué culpa tengo de que ese imbécil no haya dejado que vinieras tras de mí como el perro faldero que eres? —exclamé, dejando escapar palabras que no quería decir, pero ya era demasiado tarde.

—Adam, no, perdóname, yo no quise decir eso—le rogué, sintiendo un repentino arrepentimiento al ver el dolor reflejado en sus ojos. Nunca lo había tratado así, por más enojada que estuviera por la situación.

—No quisiste, pero lo dijiste. No lo puedo creer. ¿Así piensas de mí? Que te jodan, Adarha. No me preocupo más por vos—respondió Adam con voz entrecortada, su mirada llena de decepción mientras se alejaba.

Sin darme tiempo a protestar o decir algo, Adam salió de mi habitación y cerró la puerta de golpe. Me apoyé nuevamente en la cama, sintiéndome molesta conmigo misma por haber lastimado a Adam de esa manera. Él siempre había sido un buen amigo y no merecía ser tratado de esa forma. Tomé mi cabeza entre las manos, sintiendo la frustración inundarme.

Un nuevo golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos, y mi padre asomó la cabeza con preocupación, esperando mi permiso para entrar.

—Pasa—le dije, resignada.

Mi padre se acercó y se sentó a mi lado, su expresión estaba llena de preocupación.

—Hija, ¿qué ha pasado? Escuchamos el portazo y nos preocupamos aún más cuando vimos a Adam salir tan enfurecido.

—Lo que pasa es que soy una idiota —respondí con una risa histérica, llevando mi mano a la frente y golpeándome levemente con ella.

Mi padre tomó mi mano entre las suyas y la apretó suavemente.

—Tranquila—me dijo con calma— ¿Quieres contarme qué pasó? Tal vez pueda ayudarte.

Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta mientras me preparaba para relatar lo sucedido, sabiendo que tendría que omitir algunos detalles. Tomé una respiración profunda, preparada para el llanto que amenazaba con salir en cualquier momento.

—Hoy me sentí mal durante la clase y decidí retirarme sin avisar a nadie que volvía a casa. Adam quedó preocupado, pero no tenía ánimos para responder a sus mensajes —comencé a explicar, sintiéndome incómoda y apretando el interior de mi mejilla entre mis dientes para contener las lágrimas—Le dije cosas hirientes porque estaba enfadada, y eso fue lo que lo llevó a salir así. No se merecía eso; él solo estaba preocupado por mí y yo lo traté como si fuera un perro faldero.

—Addi, cariño, las peleas entre amigos son normales, ¿sabes?—mi padre me consoló, pasando su brazo por mis hombros y atrayéndome hacia él en un cálido abrazo.

—Lo sé, pero Adam y yo nunca habíamos tenido una pelea. Se siente extraño—respondí, dejando que sus palabras me reconfortaran.

—Puedes hablar con él y disculparte, pero no hoy. Deja que ambos se enfríen un poco. Mañana por la mañana, ve a buscarlo y hablen.

Mi padre besó mi cabeza antes de apartarse de mí. Siempre sabía cómo aconsejarme.

—Gracias, papá, eres el mejor -le dije con gratitud, besando su mejilla antes de levantarme de la cama—Vamos con mamá, ya es hora de cenar.

Salimos de mi habitación y bajamos las escaleras para encontrarnos con mi madre en la cocina, donde cenamos tranquilos y sin ningún contratiempo. Una sonrisa se formó en mi rostro al recordar lo que había dicho Adam sobre la reacción del señor Dagger. Seguramente había herido su enorme ego. Había algo en él que incitaba a desafiarlo, y aunque sentía el impulso de jugar con fuego, sabía que las consecuencias podrían ser graves. Y no sabía si estaba dispuesta a quemarme.

La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos, y levanté la mirada para prestar atención a lo que me estaba preguntando.

—Addi, te estaba preguntando qué quieres para tu cumpleaños. Faltan solo dos meses para que cumplas diecinueve. ¿Hay algo en especial que desees?

Hice una leve mueca mientras mordía el interior de mi mejilla, reflexionando sobre la pregunta. No se me ocurría nada en particular. Mis padres me observaban con expectación, ansiosos por cumplir los deseos de su única hija. Finalmente, solté mi mejilla y sacudí la cabeza.

—No, madre. Por ahora no se me antoja nada en particular. Cuando lo decida, les haré saber. Ahora, con su permiso, me retiro a mi habitación. Me siento un poco cansada.

Tomé un último trago de mi jugo y me encaminé hacia mi habitación con pasos pesados, sintiéndome verdaderamente exhausta. Subí las escaleras con lentitud, deseando solo darme una ducha reconfortante y descansar hasta el día siguiente. Mañana era sábado, nuestro día de ocio habitual con Adam, pero ahora, con esta estúpida pelea, me sentía indecisa sobre si acercarme o no para hacerle una invitación. Nunca habíamos tenido un conflicto así, y no sabía cómo proceder.

Solté un suspiro sonoro al entrar en mi habitación y cerré la puerta con un ligero empujón hacia atrás. Me dirigí al armario y tomé una toalla y mi pijama, pensando en lo que mi madre llamaba "lencería erótica" en broma. Cuánto me había hecho reír la primera vez que lo dijo. Si viera mi colección actual, seguramente le daría un infarto. Tomé el control remoto del televisor y lo encendí, poniendo música a un volumen bajo. Me gustaba bailar un poco mientras me bañaba. Entré en el baño, abriendo la ducha y dejando que el agua se ajustara a la temperatura deseada. Me desvestí y coloqué mi ropa en el cesto de la ropa sucia antes de entrar en la ducha. El agua tibia golpeó mi piel, relajando mis músculos tensos. No me había dado cuenta de lo cargada que estaba hasta ese momento.

Tomé el champú y lo apliqué en mi cabello, masajeando suavemente mi cuero cabelludo. Después de enjuagarlo, repetí el proceso con el acondicionador. Una vez que mi cabello estaba limpio y suave, me enjaboné el cuerpo con cuidado, eliminando cualquier rastro de suciedad. Apagué la ducha y me envolví en una toalla, saliendo del baño.

El aire frío de la habitación golpeó mi piel desnuda, erizándola. Fruncí el ceño al notar que la ventana estaba abierta, a pesar de recordar haberla dejado cerrada y asegurada. La cerré con firmeza y corrí las cortinas antes de vestirme con mi pijama y secar mi cabello. Apagué la música y encendí la televisión, pero apenas presté atención al programa que estaba pasando. Mi mente estaba ocupada con el extraño sueño que había tenido. Estaba segura de que era una creación de mi mente, una mezcla de fantasía y pesadilla. Esta vez, al menos, podía presumir de soñar con algo diferente. Me reí irónicamente y luego revisé mi celular. Eran las doce de la noche, y aunque no tenía una hora fija para dormir, me sentía agotada. Apagué la televisión y dejé el móvil sobre la mesita de noche antes de acurrucarme bajo las cobijas y dejarme llevar por el sueño una vez más.

Me desperté a mitad de la noche, desorientada y con los ojos aún pesados por el sueño. Sentí suaves caricias sobre mi cabello, lo que me relajó aún más. Luché por abrir los ojos, necesitaba saber quién me estaba acariciando. No parecía la mano de mi madre ni la de mi padre, entonces ¿quién era? Aunque debería sentir miedo, mi corazón estaba tranquilo, se sentía seguro. Con esfuerzo, abrí los ojos y me encontré con unos ojos verdes llenos de dolor observándome. Intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía pesado, como si estuviera atrapada. Lo miré alarmada y él negó con la cabeza suavemente. ¿Qué hacía esta persona en mi habitación? ¿Dónde estaban mis padres?

Se acercó a mí y me besó suavemente en la frente. El simple contacto de sus labios aceleró mi corazón, despertando una pasión y un deseo que nunca había experimentado antes. Me sentí como si estuviera en un sueño, como si estuviera perdiendo la razón. Intenté hablar, pero mis palabras quedaron atrapadas en mi garganta.

—Mi amor, te encontré. Esta vez no te dejaré morir. Lo juro por mi vida —susurró mientras me besaba nuevamente en la frente, luego se alejó de mí, creando un vacío en mi pecho—Duerme, esto solo fue un sueño.

Con esas palabras, caí nuevamente en el abrazo de Morfeo.

Desperté de repente, con el corazón palpitando fuertemente en mi pecho, como si estuviera a punto de salirse. Miré la hora y vi que eran las tres de la madrugada. No entendía qué me pasaba, por qué tenía sueños extraños con un hombre que apenas conocía, pero lo que menos entendía era la tristeza que sentía en ese momento. Quería llorar, desahogarme, pero también quería entender qué estaba sucediendo en mi mente. Respiré agitada, sintiendo un nudo en la garganta que me impedía hablar. La angustia que sentía me oprimía el pecho, rompiéndome por dentro. Tomé aire y dejé que las lágrimas brotaran, cayendo sobre mis mejillas y empapándolas. Eran lágrimas densas, llenas de sentimientos desconocidos para mí, pero que necesitaba liberar.

Mordí mi labio con fuerza, conteniendo los sollozos para no despertar a mis padres, aunque el sabor metálico de la sangre me recordaba lo fuerte que me estaba lastimando. Solté mi labio y respiré profundamente. Tenía que calmarme o terminaría gritando. Acaricié mi rostro con las manos, limpiando las lágrimas que seguían cayendo. Respiré suavemente, tratando de tranquilizarme. Poco a poco, fui dejando de llorar, hasta que, con un último suspiro, logré liberar todo el dolor que llevaba dentro. Me sentí más tranquila.

Me levanté de la cama decidida a ir al baño, pero antes no pude evitar mirar la ventana, que seguía cerrada. ¿Estaba perdiendo la razón? Parecía ser así.

Entré al baño y encendí la luz, mirando mi reflejo en el espejo. Mis ojos estaban hinchados y enrojecidos, mis mejillas manchadas por las lágrimas, mi labio inferior lastimado y sangrando levemente, y mi cabello alborotado. Parecía un desastre.

Abrí el grifo y me lavé la cara, quitando el rastro de lágrimas y la sangre de mi labio. Una vez que terminé, sequé mi rostro y recogí mi cabello. Aunque mis ojos seguían rojos e hinchados, al menos ya no parecía una loca. Salí del baño, apagué la luz y volví a mi cama, mirando el celular para ver que ya eran las cinco de la madrugada. ¿Había llorado tanto tiempo? Suspiré, sintiéndome estúpida por desperdiciar otra noche de sueño. Me acosté de nuevo, esperando poder dormir en paz esta vez.

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Estoy emocionada de haber compartido este capítulo con ustedes.

Aunque sé que fue un poco corto, puse mi corazón en cada palabra que escribí y espero que lo disfruten tanto como yo disfruté escribiéndolo.

Quiero agradecerles por dedicar su tiempo a leer mi historia y por darle una oportunidad. Sus comentarios, ya sean positivos o negativos, son muy valiosos para mí, ya que me ayudan a crecer como escritora. Estoy ansiosa por escuchar sus pensamientos y sugerencias.

¡Mañana subiré otro capítulo y espero que estén tan emocionados como yo!

¡Gracias por acompañarme en esta hermosa aventura!"

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