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Oscura Profecía Capítulo Siete

Desde la enfermería, escuchaba los gritos histéricos de mi madre. Su tono de voz, cargado de furia, me estremeció. A pesar de ser una persona encantadora, cuando se enojaba, era mejor mantenerse alejado. La institución tardó dos horas en llamarla para informarle lo sucedido, una decisión que ahora parecía terriblemente equivocada.

Traté de apartar mi mente de lo que ocurría afuera y me sumergí en el recuerdo de lo sucedido con Adam. Nunca imaginé que llegaríamos a este punto. Siempre pensé que seríamos los mejores amigos, pero ahora no podía reconocer al chico que alguna vez consideré como un hermano. Su comportamiento me había sorprendido y perturbado profundamente. Mi corazón latía con fuerza, sintiendo el peso de lo que estuvo a punto de suceder.

Suspiré con resignación, mientras fijaba la mirada en el techo blanco sobre mí. El dolor de cabeza me martilleaba, alimentado por la frustración de no poder recordar lo que sucedió después. Esta laguna mental me atormentaba.

La puerta de la enfermería se abrió lentamente, y mis ojos se dirigieron hacia la entrada, encontrándome con la figura de Adam. Su mirada reflejaba angustia, y en su rostro se notaba un profundo arrepentimiento. ¿Qué hacía aquí? Mi cuerpo se tensó automáticamente, y me incorporé en la cama, preparada para levantarme.

Adam se acercó con cautela, y levanté la mano en un gesto para detenerlo. Su movimiento se detuvo de inmediato. Miré a mi alrededor, esperando la llegada de mi madre; no quería quedarme a solas con él.

—No te acerques —murmuré con la voz entrecortada por la tensión.

—Ada... -su voz sonaba ahogada por la angustia.

—Vete.

Lo corté sin darle oportunidad de hablar. Estaba dolida, enojada, pero sobre todo temerosa; su presencia no me generaba paz. Ahora mismo no podía lidiar con él y conmigo al mismo tiempo. Tenía bastante con mis problemas como para añadir uno más. El cariño que sentía por él seguía ahí, pero también estaba la desconfianza. Lo quería, pero no podía sumar sus problemas de ira a mi lista; no aguantaría vivir pendiente de que él no perdiera los estribos.

—Solo déjame que te explique —volvió a hablar.

Sus ojos estaban rojos por las lágrimas que amenazaban con salir; su respiración era agitada. Me miraba expectante, esperanzado de que le diera una oportunidad. No estaba preparada; todavía estaba fresco lo que había pasado hoy, golpeando mi mente a cada rato, atormentándome. Sacudí la cabeza y miré hacia otro lado; sabía que terminaría cediendo si lo veía llorar.

Escuché sus pasos, me tensé y mis vellos se erizaron. Él caminaba hacia mí; su mirada era oscura, ya no había ni pizca de la culpa que sentía en ese momento. Lo miré dudosa; parecía tener una doble personalidad. Cuanto más él avanzaba hacia mí, un paso para atrás daba, hasta que di mi último paso, chocando con la fría pared de la enfermería. Estaba acorralada; lo tenía frente a mí.

—¡Me tienes que escuchar, Ada!

Me tomó por los brazos con fuerza mientras me sacudía levemente. Mis ojos se abrieron de par en par; mi corazón martillaba asustado contra mi pecho, y mi respiración se cortó. Me removí tratando de zafarme, pero su agarre era firme; me tenía atrapada. Me miraba a los ojos con tanta ferocidad que me sentía cada vez más diminuta.

—Suéltame, Adam, así no solucionas nada. Lo estás empeorando —mi voz sonaba firme, ocultando el temor que me invadía.

—¡Vos estás arruinando los planes! —gritó con fuerza—. ¡Estás arruinando todo, Ada! ¿Qué, no lo notas? Todo se está yendo al tacho por tu culpa.

¿Planes? ¿De qué planes hablaba? Su respiración golpeaba mi rostro; estaba tan cerca, invadiendo mi espacio personal hasta reducirlo a nada.

Miraba hacia todos lados en busca de una salida; gritar no era una opción. Estaba tan asustada que solo saldría un mísero sonido. Podía usar la violencia, pero no quería lastimarlo, lo cual era estúpido; él me estaba lastimando a mí, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Hoy sentía que estaba enterrando a mi único amigo.

La puerta de la enfermería se abrió con fuerza, dejando ver a mi madre y a la directora paradas bajo el umbral. Sus miradas reflejaban confusión; mi madre no solo se sentía confundida, sino que pude notar que hasta estaba enfadada.

—Johnson, suelta a la muchacha ahora —vociferó con fuerza la directora, acercándose a donde estábamos, con mi madre pisándole los talones.

—Adam, suelta a mi hija ahora.

Mi madre lo tomó por el brazo, haciendo fuerza para que me soltara. Adam la miró de reojo sin inmutarse, sin soltarme de su agarre. Volvió a posar su vista en mí para luego soltarme, alejándose un paso de mí. Me abracé a mi madre con las lágrimas cayendo por mis mejillas. Él se paró cerca de ella, susurrándole algo que no pude escuchar. Sentí a mi madre estremecerse a mi lado, observando cómo él salía por la puerta con la directora tras él, gritándole que frenara.

La tomé de la mano, llamando su atención. Su mirada estaba presa del pánico. La miré confundida. ¿Qué le había dicho Adam para que ella reaccionara así?

—¿Mami, qué te pasa? ¿Qué te dijo? —interrogué.

—Nada, Ada, vamos —tomó mi mano, arrastrándome con ella.

Los pasillos del colegio estaban abarrotados por todos los estudiantes, atentos a lo que pasaba. Los gritos de Adam se habían escuchado en todo el lugar. Todos miraban interesados, sin molestarse en ocultar su curiosidad.

Pasamos como un rayo por los pasillos hacia la salida. Mamá me estaba conduciendo hacia el estacionamiento donde tenía aparcado su auto. Miré hacia atrás; en la entrada de la escuela estaba Orión, mirándome intensamente, debatiéndose si acercarse o no.

Sacudí la cabeza en señal de negativa y volví a mirar al frente. Nos detuvimos frente al auto de mi madre, un Chevrolet Aveo de color azul intenso. Nos adentramos en él para luego salir del estacionamiento de la escuela. Mi mamá conducía a una velocidad increíble. Ella siempre era cuidadosa, pero ahora tenía prisa por volver a nuestra casa.

Suspiré, acomodándome en el auto mientras observaba por la ventanilla. Sabía que mi madre me estaba ocultando algo. Adam le había dicho algo que la perturbó, y lo que le haya comentado debía ser verdad; si no, ella no reaccionaría así.

Llegamos en un santiamén; mi madre aparcó el auto en el garaje. Bajé del mismo con ella pisándome la sombra; parecía que no se quería despegar de mí. Entramos a casa, topándonos con mi padre. Ellos se miraron un largo rato para luego asentir. Todo esto era tan raro.

—Ada, hablemos —sentenció mi madre, llevándome del brazo hacia la cocina.

Me senté en la silla y ellos se sentaron frente a mí. Me estaba poniendo nerviosa; su actitud no era la de siempre. Adam estaba irreconocible; sentía que estaba en un mundo paralelo, muy alejada de mi vida real.

—No te acerques más a Adam. De ahora en adelante, te llevaremos y buscaremos en la escuela —habló mi madre.

—No andes sola. A donde quieras ir, iremos contigo —continuó mi padre.

—Prométemelo, Ada. No andarás sola.

Si antes me encontraba confundida, ahora estaba perdida. Los miré sin poder comprender nada. Sabía que ellos estaban preocupados por lo que había pasado con Adam, pero esto era extremo.

—¿Cómo te enteraste, papá? Mamá no dijo nada, pero parecías saber lo que pasó —pregunté confusa.

—Tu madre me llamó, Ada.

Mentía. Sabía que estaba mintiendo. El celular de mamá estaba apoyado en la encimera cargando. Si mamá no le contó, ¿cómo se había enterado? Fruncí el ceño; sin duda, me estaban ocultando algo, y lo iba a descubrir.

—Ada, prométenos que no te acercarás a él. Te lastimó, quería herirte —mi madre extendió el brazo por la mesa y tomó mi mano entre las suyas—. No podemos permitir que esto vuelva a pasar. Si fuera tu mejor amigo de verdad, no te dañaría.

Ambos me miraban expectantes, ansiosos porque respondiera. Suspiré rendida; tenían razón. Adam tenía la intención de lastimarme; lo vi en su mirada. Apreté su mano y sonreí, tratando de aliviar la preocupación que los carcomía.

—Está bien. Igual, después de esto, Adam está muerto para mí.

Mi corazón dolía como si miles de cuchillas me apuñalaran. Decir eso en voz alta costó más de lo que debería. Por supuesto que aún lo quería; ese sentimiento no se borraría de la noche a la mañana, pero lentamente lo sepultaría en lo más profundo de mi alma y me quedaría con los buenos recuerdos.

—Me iré a mi habitación, me encuentro demasiado cansada.

Los saludé con un abrazo a ambos y subí la escalera rumbo a mi habitación. Abrí la puerta para luego tirarme directamente en la cama, cerrando los ojos. Quería descansar; me encontraba fatal, con el cansancio acumulado en mi cuerpo, en mi mente y en mi alma.

      •❅──────✧❅✦❅✧──────❅•

Me encontraba escondida detrás de un pilar, conteniendo la respiración mientras observaba horrorizada la escena que se desarrollaba frente a mis ojos. La sangre salpicaba el suelo, los alaridos de dolor resonaban en mis oídos, y el ángel, desesperado, clamaba por ayuda mientras sus hermosas alas eran arrancadas brutalmente. Sentí náuseas; quería alejarme, pero estaba paralizada por el miedo.

Maldición.

Mi mente se llenó de pensamientos caóticos mientras mi corazón martillaba en mi pecho. Solo quería escapar de las miradas de odio de mis padres después de mi selección. Nunca imaginé encontrarme atrapada en tal acontecimiento.

Todos sabían quién era yo; mi selección era un hecho conocido por todos. Sabían que pronto sería desterrada del reino celestial, y las miradas de repudio que recibía a diario lo dejaban claro.

No tenía ánimos para ser testigo de aquello, pero la curiosidad me mantenía allí, oculta tras el pilar. El otro ángel estaba de espaldas a mí; su contextura grande y su cabello rubio dorado se distinguían claramente. Era imponente en comparación con el joven que yacía en el suelo, llorando desconsoladamente.

Las alas arrancadas se consumieron en fuego al instante, dejando solo cenizas. El dolor de la víctima me atravesaba el alma, y me era imposible comprender cómo había llegado a esa situación.

De repente, el ángel giró sobre sí mismo, y nuestros ojos se encontraron. Me sentí atrapada por su mirada; mi corazón latía con fuerza, y una oleada de pánico me invadió. Me había descubierto.

Era impresionantemente hermoso, pero su rostro irradiaba un aura de malicia que me hizo temblar. Sus ojos celestes me observaban con furia, molesto por haber sido interrumpido. Tragué grueso; sabía quién era él, lo conocía por su reputación temible. Era el general del Rey celestial, conocido por su crueldad hacia los que consideraba indignos.

—Mira quién está aquí, una traidora, un alma impura —sus palabras resonaron con veneno mientras su mirada ardía de malicia.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, pero no podía moverme. Estaba atrapada, indefensa ante su poder.

Se acercó con paso seguro, tomándome por el pelo con una violencia que me hizo soltar un gemido de dolor. Me arrastró hacia él, acercando su rostro al mío con una ferocidad que me dejó sin aire. Podía sentir su aliento en mi piel, y el deseo oscuro en sus ojos me llenó de terror.

—Hoy tienes suerte, pequeña. Te dejaré ir esta vez —sus palabras sonaban como un susurro amenazante mientras me empujaba con violencia al suelo.

El impacto fue doloroso, pero no me atreví a moverme. Mis lágrimas caían en silencio mientras él se inclinaba sobre mí, obligándome a mirarlo.

—La próxima vez no serás tan afortunada —su voz era un murmullo gélido que me helaba la sangre—. Hay muchas formas de torturar a alguien. ¿Me entiendes?

Asentí con la cabeza, incapaz de articular una palabra. Sabía que cada una de sus amenazas era una promesa.

—¿Entendiste? —su voz retumbó en mi cabeza, y temblé de pies a cabeza.

—S-sí, Adam.

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¡Qué emoción tener un capítulo nuevo!

Espero que les guste tanto como a mí, la verdad es que lo amé.

¿Qué les pareció este giro de los acontecimientos?

¿Se lo esperaban?

Me encantaría escuchar sus opiniones y comentarios al respecto.

Agradezco enormemente que tomen el tiempo para leer mi historia y les quiero expresar mi más sincero agradecimiento de todo corazón. ¡Los quiero mucho!

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