Oscura Profecía Capítulo Once
Estaba tirada en el suelo de mi cuarto, observando el desastre a mi alrededor. Los golpes se hacían cada vez más fuertes y la voz de mi padre, implorando que abriera, se mezclaba con el sonido. ¿En qué momento había llegado a esto? ¿Cuánto tiempo había estado así? Había perdido la noción del tiempo.
Me levanté con esfuerzo, sintiendo cada músculo tenso y adolorido. Con paso desganado, me acerqué a la puerta y la abrí de golpe. Me encontré con la mirada de mis padres; mi padre estaba preparado para derribar la puerta si fuera necesario. Su expresión era de preocupación y frustración.
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó mi padre, mirando a su alrededor con incredulidad.
No sabía qué decir, me sentía avergonzada y perdida. Mi cuarto era un reflejo de cómo me encontraba por dentro, un caos desordenado que reflejaba mi mente.
—Lo siento...—fue lo único que logré articular antes de que mis lágrimas comenzaran a brotar nuevamente.
Mis padres entraron en mi habitación y me abrazaron, tratando de consolarme. Me sentía abrumada por la situación. No quería preocuparlos, pero no podía evitar sentirme atrapada en mi propia desesperación.
—Vamos a arreglar esto—dijo mi madre con voz suave, mientras comenzaba a recoger el desorden juntos.
Mientras ordenábamos todo, mis padres trataban de hacer un chiste de vez en cuando para animarme, lo cual agradecía enormemente. Una vez terminado todo, bajamos juntos a la cocina para comer algo. La atmósfera se sentía más ligera, pero podía sentir sus miradas furtivas que de vez en cuando me daban; la preocupación de ellos era palpable. Sabía que querían saber qué me pasaba, así que decidí confiar en ellos y contarles todo. Necesitaba encontrar una solución y quizás hablando con ellos podría hallarla.
Les conté sobre mis sueños. Ellos sabían que tenía pesadillas, pero no sabían que estas me atormentaban todas las noches. Les dije cómo ellas me invadían cada vez que intentaba dormir, cómo se colaban en mi mente y me torturaban sin piedad. Fue un alivio poder sacar todo, me sentía más ligera; ellos me miraban preocupados, prestando atención a todo lo que decía. Al terminar de hablar, me sentí vulnerable pero aliviada. Había liberado todas las emociones que se estaban acumulando en mí.
—Y bueno, eso es todo. Sé que ustedes sabían que los sueños me molestaban de vez en cuando—murmuré por lo bajo, nerviosa—pero no que ahora me atormentaban constantemente. No quise preocuparlos.
Mi madre fue la primera en hablar, rompiendo el silencio.
—Quizás deberías prestar atención a tus sueños, cariño—dijo con voz suave—Tal vez están tratando de enviarte un mensaje. A veces nuestros sueños revelan cosas que no somos capaces de ver conscientemente.
Me quedé pasmada. Esperaba que me miraran con pena o sugirieran que vaya a un psiquiatra, pero esto era nuevo para mí. Ambos se miraban como si compartieran un secreto.
—¿Tú crees? ¿No estoy loca?
—Claro que no, cariño—gruñó mi padre con ferocidad—Es como dice tu madre, quizás hay un mensaje que no estás viendo. Si lo descifras, encontrarás la respuesta.
Sus palabras calaron en mí. ¿Mis sueños podrían estar tratando de decirme algo? ¿Había algo que no estaba viendo claramente? Me quedé pensativa por un momento bajo la mirada atenta de mis padres. Tenía sentido, pero a la vez no.
Tal vez había algo más profundo detrás de cada emoción, sensación o pesadilla. Debía explorar a fondo lo que había soñado últimamente. Aparte, aún estaba la alucinación que había tenido. Parecía tan real.
Con las palabras de ellos resonando en mi cabeza, les di un abrazo antes de subir a mi habitación. Al entrar, cerré la puerta detrás de mí y me acerqué al espejo. La imagen que me devolvía la mirada era la de alguien desaliñado, tenía los ojos cansados e hinchados, mi cabello estaba revuelto, me encontraba hecha un desastre.
Podían tener razón. Mis sueños, mis pesadillas, estaban intentando decirme algo. Tampoco podía ignorar el hecho de que había tenido una alucinación tan extraña. "Hija del caos". ¿Qué significaba eso? ¿Y cómo era posible que Orión conociera el nombre de Alessia, si nunca se lo mencioné?
Había algo misterioso en Orión, en sus palabras, en su presencia; algo que me intrigaba y me asustaba al mismo tiempo. Pero también había una sensación de fascinación, como si hubiera un mundo que no conocía. Me hacía sentir como si debiera adentrarme en él para poder descubrir quién era él, quién era yo y qué conexión había entre nosotros. Y si debía danzar entre el laberinto de misterios y secretos que me invadían, lo haría; bailaría a través de ellos para desenterrar la verdad.
Me alejé del espejo, dejando atrás mis pensamientos tumultuosos, y caminé hacia mi armario para sacar mi ropa de dormir y cambiarme. Una vez vestida, me acosté en mi cama, rendida, dejándome llevar por el mundo de los sueños.
A la mañana siguiente, me desperté con mejor ánimo. Por fin pude tener una noche en paz. Me levanté de mi cama y luego estiré mis agarrotados músculos. Sentía un peso menos sobre mis hombros después de haber soltado todo lo que me atormentaba. Me arreglé rápidamente y bajé las escaleras con determinación. Estaba decidida a no dejar que las cosas me afectaran. Debía empezar a ser fuerte.
Después de desayunar con mi mamá, salimos juntas hacia la escuela. Me sentía tranquila, con una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que hoy sería un buen día, especialmente porque Adam había sido suspendido dos semanas.
—Te veo contenta, hija—comentó mi mamá con tono alegre.
—Lo estoy, me siento mejor, madre—le regalé una sonrisa.
—Ya era hora, amor. Espero que dure tu felicidad.
—Así será, mamá. Decidí que nada me afectará, no de nuevo.
Me sonrió mientras estacionaba el coche frente a la escuela. La saludé con un beso en la mejilla y luego salí, adentrándome en el edificio rápidamente.
Al entrar en el salón, me encontré con Abbi. Ella me miraba alegre, haciéndome señas para que me sentara con ella. Bajo las miradas de todos, me acerqué y me senté a su lado para luego saludarla.
—Hola, Abbi. ¿Cómo te encuentras? —pregunté.
—Hola, Ada. Mejor, mira—me mostró su labio, ya no estaba hinchado—Estoy mejor, ¿ves? Así que no me mires así. Ya te dije que no fue tu culpa.
Me sobresalté, sorprendida de que se diera cuenta de que me sentía culpable aún.
—Ya sé, igual, no voy a permitir que esto pase de nuevo. Nadie más lastimará a mis seres queridos otra vez.
Charlamos animadamente con Abbi un rato hasta que entró el profesor de inglés. Las clases transcurrieron de manera tranquila, sin contratiempos. Durante todo el día no vi rastro de Orión por ningún lado, lo que me parecía raro; siempre estaba rondando cerca de mí.
—¿Vamos a mi casa hoy?—la voz de Abbi interrumpió mis pensamientos.
—¡Claro! ¿Dónde vives?—pregunté intrigada.
—Cerca de tu casa, Ada—respondió Abbi.
Me sorprendió saber que vivía tan cerca y nunca me había dado cuenta.
Tomé mi celular para enviarle un mensaje a mi mamá; debía avisarle dónde estaría para que no se preocupara. Después de enviar el mensaje, salimos de la escuela rumbo a la casa de Abbi. Al llegar, nos recibió su mamá, que era hermosa, idéntica a Abbi solo que con unos años más. Ella nos sonrió de manera amable y luego se fue a prepararnos algo. Con Abbi, nos dirigimos a su habitación.
Al entrar, quedé encantada. Era hermosa, decorada de color violeta, con una alfombra negra. Las paredes tenían muchos pósteres de bandas, y en el centro de la habitación estaba una cama de dos plazas. Su cuarto era acogedor. Nos sentamos en la cama, acomodándonos cada una a un lado.
—Así que tú y el profesor Dagger...—comenzó Abbi con una sonrisa pícara. Suspiré rendida, sabía que no iba a dejar el tema.
—No es lo que crees, en serio. No estamos en nada—respondí intentando contener mi sonrojo.
—No, pero él está interesado en ti —dijo moviendo las cejas de manera sugerente—El que no se dé cuenta es ciego. Solo hay que ver cómo te mira.
—Para mí me mira normal—exclamé, sintiéndome incómoda.
—Normal, ni ocho cuartos. Te mira como si fueras lo más bello, como si con solo tocarte te rompería—comentó Abbi observándome atentamente—Como si fueras lo más importante en su vida.
—Es raro—murmuré, removiéndome incómoda—Solo nos cruzamos un par de veces.
—Él no parece pensar igual. El día que Adam casi te golpea, tenía la pinta de que le rompería todos los huesos si te llegaba a tocar—me lanzó una mirada divertida para luego darme un empujón—Igual, sí es raro.
—¡Viste! Es raro—respondí, sintiéndome un poco más aliviada de poder hablar de esto con alguien—La única vez que lo vi fue durante las clases y en mis sueños.
Cerré la boca de golpe, dándome cuenta de que había hablado de más. La mención de mis sueños me hizo sentir un escalofrío, recordando todo lo que vivía en ellos.
—¿Qué?
Al escucharme decir eso, Abbi abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo, pero un llamado a la puerta nos interrumpió; sonreí aliviada, había sido salvada por la campana. Su madre nos avisó que la merienda estaba lista, así que salimos de su habitación rumbo al comedor. Aunque Abbi me lanzara miradas curiosas, no podía preguntar nada con su madre cerca. Charlamos un rato más hasta que se hizo la hora de irme. Me despedí de ellas y salí rumbo a mi casa.
Iba sumida en mis pensamientos cuando me percaté de que Orión estaba caminando delante de mí. ¿Qué hacía por acá? Decidí seguirlo, intrigada, hasta que llegó a un callejón y se metió dentro de el. Por seguirlo, me había alejado considerablemente de mí casa.
En el callejón se encontraba un hombre, más grande que Orión, de aspecto aterrador. Tenía puesta una musculosa de cuello alto y un pantalón de cuero negro; su cabello rojo caía sobre su cara, y sus ojos eran del mismo color, parecía que te quemaría viva si lo mirabas por mucho tiempo. Algo de él me resultaba familiar. ¿En qué estaba metido Orión? Me escondí detrás del umbral para escuchar de qué estaban hablando.
—¿La encontraste?—preguntó el hombre, con una voz que me erizó la piel.
—Aún no. No es sencillo. No sabemos si reencarnó, tampoco sabemos si está aquí—respondió Orión con voz rígida y molesta.
¿Reencarnó? ¿De qué estaban hablando? Todo era tan misterioso, y mis sentimientos estaban revueltos. Me sentía ansiosa.
—Debes encontrarla antes que ellos. Lo sabes. Él está impaciente—dijo con enfado.
—Si no la encontramos, eso quiere decir que no está, que ella ya no existe —respondió Orión. ¿De quién hablaban?
—La profecía dijo que ella reencarnaría, y ellas nunca se equivocan—dijo el hombre tomando a Orión por el cuello de la camisa—Haz tu trabajo como corresponde, no hagas esperar a nuestro señor.
Miré asombrada la escena. Mis instintos decían que debía intervenir y salvarlo, pero algo en mí decía que no debía ser vista por aquel hombre. Sin previo aviso, Orión golpeó con fuerza al otro hombre, haciendo que se doblara de dolor. Su rostro estaba lleno de ira, se veía imponente y temible. Tragué grueso, sintiendo el peso de la tensión en el aire. El miedo recorría mi cuerpo.
—Y tú debes aprender a respetarme, soy tu príncipe—bramó Orión con fuerza, tomando al jóven por los pelos y obligándolo a mirarlo. El rostro de aquel hombre reflejaba el terror que sentía—Mi padre tendrá que esperar. Aún no podemos confirmar que Alessia haya reencarnado.
Me quedé petrificada. Mi respiración se cortó, ansiosa por entender. Otra vez ese nombre. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué conexión tenía conmigo? Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, tratando de encontrar respuesta a un misterio que parecía cada vez más oscuro y complicado.
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Tenemos un nuevo capítulo! 🎉
Es emocionante ver cómo el misterio se va desvelando poco a poco en la vida de Ada. ¿No?
¿Qué le deparará el destino a nuestra protagonista a partir de ahora?
La presencia de Orión genera intriga: ¿es amigo o enemigo?
¿Qué piensan ustedes?
Las pistas que hemos recibido hasta ahora nos dejan con más preguntas que respuestas.
¡En el próximo capítulo van a descubrir más sobre este fascinante mundo!
Sin duda, este capítulo ha sido un gran avance en la trama y estoy segura de que los lectores también lo disfrutarán, así como yo disfruté el escribirlo.
Esperó les guste! Si es así comenten y voten 💫❣️
Nuevamente muchas gracias por leer mi historia 🖤🖤
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