Capítulo VI
"Transparente como el rocío matutino en una hoja"
Annelisse no logró dormir esa noche, un dolor angustioso se aferró a su corazón, fragmentándolo poco a poco.
Cuando el amanecer hiciera presencia, ella abandonaría a su familia para salvarlos, todo la situación era su culpa. Si tan sólo su curiosidad no la hubiera llevado a ese castillo...
Esperó por lo que parecieron años, sus ojos pesaban y se sentían hinchados por el llanto, pero el sueño la había abandonado y no tenía fuerzas para intentar recuperarlo.
Tenues rayos del sol acariciaron su rostro cuando el amanecer se abrió paso, colándose en su habitación a través de la ventana, ella se levantó y abrió cuidadosamente la puerta.
Observó el pasillo y escuchó atentamente por algún sonido que delatara a alguien despierto, ningún sonido llegó, limpiándose una lágrima traicionera, se alistó para irse.
Pasó sobre su cabeza un vestido ligero de color azul, ceñido en la cintura con un lazo de seda, apartó el cabello de su rostro y detalló su reflejo.
Lucía pálida y enfermiza, con enormes manchas oscuras bajo sus ojos, que no poseían su brillo habitual, sus labios secos y quebrados.
Cerró los ojos por un instante, luego sacó de su armario una túnica gris, la amarró en su cuello y escondió su cabello bajo ella.
Dio un último vistazo a sus aposentos y cerró con cuidado la puerta, bajó las escaleras y se despidió silenciosamente de todo lo que la había rodeado mientras crecía.
No se había molestado en comer algo siquiera, su apetito era escaso. Tomó una respiracion profunda y salió en dirección al establo.
Empujó la pesada puerta de madera y los caballos relincharon ante su presencia, la miraron reflejando la desconfianza que ella sentía por ellos.
Al fondo del establo, observándola con reticencia había un enorme pura sangre, negro azabache, con brillantes ojos marrones con espesas pestañas.
Aquel caballo solía ser el favorito de su hermano Peter, ella lo eligió, la fuerza que desprendía el animal parecía atraerla.
Con cuidado, caminó hacia él dudando con cada uno de sus pasos, el animal se mantuvo quieto esperando ser montado por ella, expectante y ansioso. Necesitó ayuda de un banco e impulsarse con una tabla de madera para subir a él, pero lo logró.
Con una sonrisa y tomando las riendas lo guió hacia la salida, su respiracion se agitó por el miedo, jamás se había subido a un caballo, mordió su labio ante su osadía, su padre le había prohibido montar uno.
Tan pronto como salieron, el caballo se lanzó en una apresurada carrera entre las casas, las calles estaban inhóspitas y el sonido del trote constante resonaba en sus oídos.
Espantada, se aferró al cuero de las riendas mientras sentía su corazón martilleando en su pecho.
Tomó de todo su esfuerzo mantenerlo en la dirección adecuada y enfocarse en no caerse, no tardaron en salir del pueblo gracias a la velocidad del agitado caballo.
Cuando llegaron a la entrada del bosque, el animal se detuvo relinchando en protesta, ella palmeó su cuello y lo acarició.
Al cabo de un instante, el caballo continuó en un trote constante y suave, galopando lentamente entre los altos árboles.
El bosque nunca dejaría de maravillarla.
El animal sudaba y ella estaba un poco asqueada pero nada le impediría llegar al castillo.
Era lo único que podía hacer para salvar a su familia.
Las horas que pasó sin dormir estaban cayendo sobre ella, sus párpados se cerraban cada pocos segundos y soltó un par de bostezos, acostándose sobre el animal, reposó su cabeza sobre su brazo y se forzó a mantenerse despierta.
Cuando los árboles no aparecían en su visión y sólo vio un amplió prado oculto al pie de grandes montañas, alzó la mirada y la majestuosidad del castillo robó su aliento de nuevo.
Sin saber cómo bajarse del animal, sólo se aferró fuertemente a su cabello y se deslizó por uno de sus costados, lo acarició en agradecimiento y caminó hacia el castillo, sorpresivamente, el animal se movió a su lado.
Cuando iba a empujar la puerta para abrirla... está se abrió invitándola a pasar, con temor entró y tuvo que empujar al caballo para que permaneciera fuera.
Mientras forcejaba con el enorme animal escuchó como alguien se aclaraba la garganta, se giró con las mejillas sonrojadas y el corazón acelerado, esperaba la presencia del vampiro... Pero sólo había un hombre alto, de cabello blanquecino y mirada amable, apesar del color de su cabello, parecía joven, raramente conservado.
—¿Puedo ayudarle?— inquirió el extraño mirando el caballo tras ella.
Anonadada por su presencia, asintió varias veces, sin titubeos el hombre se dirigió hacia el caballo y lo guió lejos, a las afueras, ella los observó hasta que se perdieron de su vista por el costado del castillo.
—Permitame tomar eso — escuchó una voz tras si. Una mujer, pequeña y algo trozuda, mostró una enorme sonrisa reconfortante y se acercó, desató el moño con el que había amarrado la túnica y se la llevó lejos.
Aún sin pronunciar palabra, Annelisse estaba perturbada, no podía imaginar como alguien podía servir a un vampiro.
Caminó por los pasillos, los cofres a rebosar de riquezas aún estaban ahí, atrayendo su mirada...
—Querida, tal vez desees asearte, hueles a... Caballo — le dijo la misma mujer que se llevó su túnica, ella tenía ojos marrones, nada parecidos a la frialdad ambarina en la profundidad de la mirada del vampiro.
Ella recordaba que al verlo, sólo parecía un hombre común, muy bien parecido, apuesto con rasgos afilados y atrayentes.
Annelisse olió sus prendas de vestir y frunció el ceño, desprendían un hedor repugnante.
Ella miró agradecida a la mujer, quien le hizo un ademán para que la siguiera, subieron y entraron en la habitación de balcón abierto, ella había estado ahí cuando entró husmeando, le parecía una recámara preciosa, femenina, lo que le hizo preguntarse si la criatura tendría una compañera.
La mujer abrió una puerta adyacente a la cama adosada y Annelisse jadeó.
Había un pequeño paraíso dentro, desde el exterior, el castillo se veía conectado a una de las montañas que lo rodeaban, casi sobresalía de ella, pero jamás imaginó que en el interior encontraría una pequeña porción de la naturaleza.
La habitación había sido construida alrededor de un pequeño riachuelo que caía en medio de las rocas pertenecientes a la montaña, la caída del agua era constante y eficientemente habían dejado un pequeño hoyo para que el agua siguiera fluyendo, sin estancarse.
Maravillada, sólo logró salir de su estupor cuando la mujer intento quitarle su vestido, se alejó repentinamente avergonzada.
—¿Podría dejarme sola?— pidió amablemente. La mujer sonrió en comprensión y cerró la puerta al salir.
Olvidando todo por un instante, se desprendió de su vestido, entró desnuda en la caída natural del agua.
Soltando un suspiro de alivio, no dejó que el agua cayera en su cabello castaño y cuando se sintió limpia, salió de ahí.
Encontró un vestido amarillo pálido sobre la cama, examinó la delicada tela y sin dudarlo, se lo puso.
— Has tomado una buena decisión — soltó una voz baja y seductora a sus espaldas.
Y todo lo que sucedió regresó a ella, había dejado a su familia y lo culpó a él por su desgracia.
— Soy Christopher Jakov — se presentó el vampiro.
Nota de la autora: ¡Hola! De nuevo, gracias por leer ❤ La historia llegó a 1k de lecturas y salté literalmente de la felicidad... Aunque es poco para lo que tienen algunos libros aquí en Wattpad... Para mí, es un montón y les agradezco por ello.
Ah, por cierto, ¿Qué te pareció el BookTrailer?
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